« ¿Cuántos pájaros deben caer del cielo
para que nuestras lágrimas se eleven,
para que olvidemos adular las formas,
para que obedezcamos la orden inaudible,
para que soltemos lo que tenemos empuñado,
para que metamos la cabeza en el hocico
y cesemos de recorrernos en lugar de ser?
¿Dónde está el infierno prometido,
dónde las llamaradas del instante,
dónde la palabra convertida en alma,
dónde los leones que se elevan
mientras mil alas de metal caen del cielo?
¿Obtendremos la humildad del perro, lo leve de la brisa?
¿Cesaremos de vivir como una esfera flotando en el abismo?
¡Que lo sublime despegue de nuestros pasos las huellas ajenas!
¡Que se haga la luz en la oscuridad carente de significado!
¡Que un silencio con olor a sándalo invada la farsa del parecer!
¡Que nuestro corazón eche raíces en las cuatro esquinas del cosmos!
¡Que un rugido celestial recorra nuestros huesos cual un tren sin frenos!
¡Que el ladrido de los puercos convierta en lirios a nuestros tímpanos!
¡Que de la herida que corona a nuestra memoria mane un géiser de oro!
¡Que bajo la noche como un perro diurno devore el instante hasta agotar su miel!
¡Basta ya de bucear en túneles de gelatina amarga!
¡Basta ya de espejos arrogantes!
¡Basta ya de tanta boca huérfana
de pantanos vestidos de profeta
de vino estéril con sabor a yegua
de morder un pan hecho de sangre!
¿Nos enseñó la vida a deshacer los nudos?
Nos desprendemos de las máscaras de héroe,
de las sombras que arrastran nuestros talones,,
de la aureola que aún nos ata a santos de barro.
Cuando el gallo sagrado suspire en el último punto,
el Arcano se abrirá desde adentro como una rosa blanca,
en el centro de nuestro pecho cantará una virgen de plata,
extraeremos de cada ojo de mármol una mirada cálida,
cesaremos de criticar para que el alma onírica se extienda,
aceptaremos que la piedra es piedra, no importa quien la lance,
admiraremos la flor que se marchita tanto como la que se abre
en la materia que fluye hasta su desintegración,
nuestra conciencia impulsará lo intangible
hacia el sacrificio de los espejismos,
poblaremos con ilusiones la ansiedad del alba,
sembraremos diamantes en la estela del tiempo,
nuestra alma que nació ciega
se cubrirá de ojos que no temen ver » .
Alejandro Jodorowsky