« En la artesanía religiosa egipcia, la conciencia humana lucha por expresarse, pero su expresión fracasa. Sigue existiendo la cesura entre lo interior y su expresión exterior, que no es más que un “habitáculo no esencial”, una “cobertura de lo interior”. Esta cesura misma entre lo interior y su habitáculo inadecuado ha de ser inscrita reflexivamente en su realidad objetiva exterior, bajo la forma de un objeto externo en el cual lo interior adquiere existencia directa [las simples tinieblas, lo inmóvil, la piedra negra e informe]. Nos avergonzamos de nuestra mierda porque en ella, externalizamos nuestra intimidad más íntima.
La apariencia inmediata de lo anterior es la de una mierda informe. El niño pequeño que entrega su mierda como un regalo, está dando, de alguna manera, el equivalente inmediato de su subjetividad interior. La famosa identificación que hace Freud entre el excremento como forma primigenia del don, de un objeto íntimo que el niño pequeño da a sus padres, sin embargo, no es tan ingenua como podría parecer: el aspecto que a menudo se pasa por alto es el de que este pedazo de mí mismo, ofrecido al otro, oscila radicalmente entre lo sublime y lo excrementicio. Esta es la razón por la cual, uno de los rasgos que distingue al hombre de los animales es el de que, con la aparición de los humanos, el dónde depositar la mierda se convierte en un problema: no porque tenga mal olor, sino porque sale de nuestro íntimo interior »
Slavoj Zizek