miércoles, octubre 31

El paraíso imperfecto

« Es cierto, dijo melancólicamente el hombre, sin quitar la vista de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche de invierno-; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve ».


Augusto Monterroso

Sin escape, diálogo final- La despedida de Nathan y su padre.


« —Te veré pronto.
—¿Martin?
—Dale el celular  a mi hijo, Frank.
(se dirige a Nathan y le da el teléfono)
—Quiere hablar contigo.
—Fuiste muy valiente, Nathan. Ya resolví todo con Hudson, Karen y tú. Ya no necesitan preocuparse con la Agencia de aquí en adelante.
—¿Dónde estás?

—Justo aquí. Cuidándote desde lejos, como siempre lo hice. Lo único que quería era mantenerte a salvo, asegurarme que nadie te lastimara, pero fracasé. Lo siento, Nathan, de verdad.
—¿Cuándo podré verte? ¿Por qué no vienes aquí y hablas conmigo personalmente?
—Me gustaría, más de lo que te imaginas, pero no es posible.
—¿Por qué no?
—Tomé ciertas decisiones hace tiempo,
tengo qué aprender a vivir con las consecuencias de esas decisiones, pero tú no.
—Déjame decidir eso a mi. Quiero conocerte.
—No entiendes los riesgos.
—¡No me importan los riesgos!
—...Me recuerdas a tu madre...
—¿,Martin?
—...
—¿Papá?
—¿Nathan?... Te engendré, pero nunca podré ser tu padre. Perdí esa oportunidad hace mucho tiempo. No sé si puedas entender mis motivos, quizá, agún día lo hagas.
—Eres la única familia que me queda ¿Vas a abandonarme de nuevo?
—Estarás bien. Lo siento, hijo.— (Nathan logra ver a su padre hablando por el teléfono, frente a la explanada y cuando decide correr  hacia él, Martin se pierde en la multitud)—Adios, Nathan ».


Película "Abduction" o "Sin salida", 2011, Shawn Christensen

El amigo Fritz

« Había en ella como un perfume de los campos; un buen olor de primavera y de aire libre, algo de riente y de dulce, como la algarabía de la alondra sobre los trigales: al mirarla os parecía estar en pleno campo, en la antigua hacienda después del deshielo. (...) Oye, David, ¿a qué llamas tú cosas sin importancia? ¿En todo tiempo y en todos los países no ha sido el amor el que ha inspirado las más bellas acciones y los pensamientos más elevados? ¿No es el mismo aliento del Eterno el principio de la vida, del valor, del entusiasmo y de la abnegación? ¿A ti te corresponde profanar así la fuente de nuestra felicidad y la gloria del género humano? Si quitas el amor al hombre, ¿qué puede quedarle? La avaricia, el egoísmo, la embriaguez, el tedio y los más miserables instintos. ¿Qué gran obra hará? ¿Qué cosas bellas podrá decir? Nada en absoluto. ¡No pensará más que en llenar la tripa!... ¿Y si se llama al canto de vuestro rey Salomón el Cantar de los Cantares, no es también porque canta el más noble amor, el más grande, el más profundo en el corazón del hombre? Cuando dice en el Cantar de los Cantares: “Mi bien amada, tú eres hermosa como la bóveda de las estrellas, agradable como Jerusalén, temible como los ejércitos que avanzan con sus desplegadas banderas”, ¿eso no quiere decir que nada hay más bello, más invencible y dulce que el amor? ¿Y todos nuestros poetas, no han dicho lo mismo? ¿Y, desde Cristo, el amor no ha convertido a los pueblos bárbaros? ¿Con una sencilla cinta de un salvaje no ha hecho un caballero? En nuestros días todo es menos grande, menos bello, menos noble que antaño; ¿no es porque los hombres desconocen el verdadero amor y se casan nada más que por interés? Pues yo sostengo y digo que el amor verdadero, el amor puro, es la única cosa que puede cambiar el corazón del hombre, lo único que puede elevarlo y que merezca la pena de dar por él la vida; me parece que han hecho muy bien estos hombres batiéndose, puesto que ninguno de ellos podía renunciar a su amor sin reconocerse indigno de él a sí mismo ».

Alexandre Chatrian

El librito de la muerte

« Le dijeron que, si iba a cierta caverna de una montaña de los Andes, encontraría a una anciana curandera que podría decirle, consultando un libro, el día exacto de su muerte. Después de mucho cavilar, decidió ir a visitarla. La vieja extrajo una pequeña libreta del interior de un cráneo adornado con pedazos de espejo y le comunicó la fatal fecha: sólo le quedaban dos años de vida. El visitante lanzó un gemido de angustia. Luego sonrió, incrédulo.

-Viejita, es imposible que tengas anotada en esa ínfima libreta la fecha de la muerte de los millones de seres humanos que pueblan la tierra.

-Hijo mío, en verdad aquí tengo escrito sólo el nombre de los pocos que han de atreverse a venir a consultarme »

Sentido existencial, con huevos


Cuartos para gente sola

« Hubo una temporada en que me dio por leer en los parques. Al poco rato me quedaba dormitando hasta que, con el tiempo justo, me metía a la primera función de cine. Definitivamente es de las pocas distracciones que me atraen, aunque poco después me aburrí de hacer lo mismo todos lo días y me inscribí en el gimnasio de boxeo. Creo que es en lo que he durado más. Fui constante a lo largo de tres años, hasta que mis vicios y una conmoción me alejaron de ahí »

Juan Manuel Servin

Alguien aún existe



« Existe alguien al otro lado de este silencio 
alguien más allá de esta inmediata existencia 
tal vez no se encuentre exactamente

ante nuestros ojos, o quizá, ni siquiera lejos.


Permaneciendo muy cerca,
palpitando en las venas de la garganta,
es así como uno perdura viviendo en el corazón 
en la profundidad del alma, desconocido a otros 
siempre fiel a su propia naturaleza.



Luz y sombra en juego continuo 
alrededor de la visión panorámica 
puedo escuchar desde nuestro patio cristalino 
el balanceo de los pájaros sobre las copas de los árboles.



En lo profundo de esta atmósfera alguien vive 
Quizá muy lejos y, sin embargo, tan cerca 
visitando nuestro aliento innumerables veces.
Alguien se encuentra al borde 
de nuestra existencia cotidiana 
parece morar allí, desconocido a los otros, 
y parece sentirse en casa.



Nuestro doble "yo" tras nuestra cotidianidad 
absolutamente distinto a esta vida,


alguien permanece 
encumbrado en la zona antípoda;
aquel que vive más allá de la visión 
vive aún ante nuestros ojos »
Hayat Saif




Alfanhuí

« El otro lado de las cosas: el campo ardiente; las lomas sucesivas como lomos de animales cansados, la rueda de buitres amenazante; la sombra paulatina; la parda, esquiva y felina oscuridad que lo sume todo en acecho de alimañas, con sigilo de zarpas, de garras y de dientes escondidos, en una noche olfativa, voraz y sanguinaria que toma el relevo de la tortura implacable del sol, que aplasta la tierra como un pie gigantesco, que ciega la mirada con su luz ultrametálica y que hiere el suelo en saetas de polvo encendido »





Rafael Sánchez Ferlosio

martes, octubre 30

A través del universo


Diccionario del diablo

« LOCO- Afectado por algún grado de independencia intelectual; disconforme con las normas convencionales que rigen el pensamiento, el lenguaje y la acción, normas éstas que los "cuerdos" o "conformes" produjeron tomándose como medida a sí mismos. Que discrepa con la mayoría; en resumen, extraordinario.

OPTIMISMO- Doctrina o creencia que sostiene que todo es hermoso, incluyendo lo que es feo, que todo es bueno, especialmente lo malo, y que es correcto lo que no lo es. Es defendida con gran tenacidad por aquellos más que acostumbrados a vivir en la adversidad, y que encuentran muy aceptable exponerla con una mueca que simula una sonrisa. Al ser una fe ciega, es inmune a la luz de la refutación. Dada su naturaleza intelectual, no existe otra cura que la muerte. Es hereditaria, pero afortunadamente no contagiosa.

PATRIOTISMO- Basura combustible adherida a la antorcha de cualquiera que quiera iluminar su propio nombre. En el famoso diccionario del Dr. Johnson, el patriotismo es definido como el último recurso de un granuja. Con el debido respeto a un lexicógrafo tan iluminado, aunque inferior, me atrevo a afirmar que es el primero.

PRESENTE- Parte de la eternidad que divide los dominios de la decepción de los del reino de la esperanza ».



Ambrose Bierce

Diálogos místicos


« MAESTRO: Has de aprender a distinguir bien entre la cosa y aquello que es sólo una imagen de ella, entre esa soberanía y que es sustancial, y que se encuentra en el terreno o Naturaleza internos, y la que es imaginaria, y que se encuentra en una forma o semejanza externa; entre lo que es propiamente angelical y aquello que tan sólo es bestial. Si ahora riges sobre las criaturas solamente de modo externo y no desde el terreno exterior de tu naturaleza renovada, que es el correcto, entonces tu voluntad y tu regencia serán verdaderamente de una clase muy bestial, y el tuyo será en el mejor de los casos un gobierno imaginario y transitorio, carente de lo que es sustancial y permanente, que es lo único que debes desear y lo único por lo cual esforzarte. Es así que dominando externamente sobre las criaturas, te es muy fácil perder la sustancia y la realidad, no quedándote sino la imagen y sombra de tu primer y original dominio, con el cual puedes ser investido de nuevo, si eres sabio, y tomas tu investidura del señor supremo en el curso y manera apropiados. Mientras que por tu voluntad y regencia de un modo bestial introduces también tu deseo en una esencia bestial, por medio de lo cual te infectas y te vuelves cautivo en ella, obteniendo así una naturaleza y una condición de vida bestiales. Pero si te has desprendido de tu naturaleza bestial y feroz, si has dejado la vida imaginaria y abandonado la baja condición figurada de ella, has llegado a la sobre imaginación y a la vida intelectual, un estado de vida que se halla por encima de las imágenes, las figuras y las sombras. Y así regirás sobre todas las criaturas, habiéndote reunido con tu origen en ese mismo cimiento o fuente del cual fueron y son creadas; y de aquí en adelante nada de la tierra podrá dañarte. Pues eres como todas las cosas; y nada es distinto de ti »



Jakob Bohme

lunes, octubre 29

Meipsum


Delmira, de Memoria del fuego

« En esta pieza de alquiler fue citada por el hombre que había sido su marido; y queriendo tenerla, queriendo quedársela, él la amó y la mató, matándose él después. Publican los diarios uruguayos la foto del cuerpo que yace tumbado junto a la cama, Delmira abatida por dos tiros de revólver, desnuda como sus poemas, las medias caídas, toda desvestida de rojo: -Vamos más lejos en la noche, vamos... Delmira Agustini escribía en trance. Había cantado a las fiebres del amor sin pacatos disimulos, y había sido condenada por quienes castigan en las mujeres lo que en los hombres aplauden, porque la castidad es un deber femenino y el deseo, como la razón, un privilegio masculino. En el Uruguay marchan las leyes por delante de la gente, que todavía separa el alma del cuerpo como si fueran la Bella y la Bestia. De modo que ante el cadáver de Delmira se derraman lágrimas y frases a propósito de tan sensible pérdida de las letras nacionales, pero en el fondo los dolientes suspiran con alivio: la muerta, muerta está, y más vale así. Pero, ¿muerta está? ¿No serán sombra de su voz y ecos de su cuerpo todos los amantes que en las noches del mundo ardan? ¿No le harán un lugarcito en las noches del mundo para que cante su boca desatada y dancen sus pies resplandecientes? »
 

 Eduardo Galeano

domingo, octubre 28

Viaje sin mapas

« Hoy día, nuestro mundo parece particularmente susceptible a la brutalidad. Hay un dejo de nostalgia en el placer que experimentamos con las novelas de gangsters y frente a personajes que han simplificado tan agradablemente sus emociones, que se han puesto a vivir en un plano infracerebral. Nosotros, como Wordsworth, vivimos después de una guerra y una revolución, y los semi destacados que pelean con bombas entre los peñascos de los rascacielos, parecen más conscientes que nosotros de Proteo alzándose del mar. No es que uno quiera, ciertamente permanecer por siempre en ese plano; pero, al ver a qué grado de infelicidad, a qué peligros de extinción nos han conducido siglos de función cerebral, uno siente, a veces, la curiosidad de descubrir, si ello fuera posible en el punto a que hemos llegado, cuál fue el momento en que nos descarrilamos ».


Graham Greene
(Gran Bretaña, 1904-1991)

Autobiografía- Amado Nervo


Pedazo de risa olvidada


« Lo que fue de ti, como atadura hambrienta, como pedante sensación de mantenerte, lo que fue de ti más que una fuerza de impulsada bravura y corriente taciturna, jamás volverá. Ya no te toca esa tormenta que ansiaba no quebrar su empuje, se homogeneizó, perdió la destreza de mantener caliente aquella esencia, ya sólo queda una minúscula tristeza que ni seduce a la muerte por tu ausencia. Ojala que te quede pedazo a pedazo el titubear perenne de la magia, la hermosa carga de los poemas alicorados de mis ansías. ¿Escuchas la risa que evoca el tiempo de mañana?, mantén, pues, luego fija la mirada. Si te arrepientes, no encontrarás, quizá, ni mi alma, ni mi rostro, ni esa obsesión elocuente que te amaba »
Rozo Martínez P.

sábado, octubre 27

Padre nuestro


« Padre nuestro que estás en el cielo
Lleno de toda clase de problemas
Con el ceño fruncido
Como si fueras un hombre vulgar y corriente
No pienses más en nosotros.

Comprendemos que sufres
Porque no puedes arreglar las cosas.
Sabemos que el Demonio no te deja tranquilo
Desconstruyendo lo que tú construyes.

El se ríe de ti
Pero nosotros lloramos contigo:
No te preocupes de sus risas diabólicas.

Padre nuestro que estás donde estás
Rodeado de ángeles desleales
Sinceramente: no sufras más por nosotros.
Tienes que darte cuenta
De que los dioses no son infalibles
Y que nosotros perdonamos todo »

Nicanor Parra
De Obra gruesa (Santiago, Universitaria, 1969)

Yo tengo un sueño

« Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.

Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la Proclama de la emancipación. Este trascendental decreto significó como un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero, cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.

Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país, a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa de que a todos los hombres, les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de "fondos insuficientes". Pero nos rehusamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado. Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las riquezas de la libertad y de la seguridad de justicia.

También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados Unidos de América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el camino soleado de la justicia racial. Ahora es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad.

Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no darle la importancia a la decisión de los negros. Este verano, ardiente por el legítimo descontento de los negros, no pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e igualdad.

1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirá contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia.

Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.

Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, "¿Cuándo quedarán satisfechos?"

Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No podremos quedar satisfechos, mientras los negros sólo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un gueto más grande. Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro de Misisipí no pueda votar y un negro de Nueva York considere que no hay por qué votar. No, no; no estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que "la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente".

Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas y tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de sitios donde en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las tormentas de la persecución y derribados por los vientos de la brutalidad policíaca. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento que no es merecido, es emancipador.

Regresen a Misisipí, regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de alguna manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperanza.

Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño "americano".

Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: "Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales".

Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.

Sueño que un día, incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.

Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.

Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres.

Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado, "Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a tí te canto. Tierra de libertad donde mis antesecores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que repique la libertad". Y si Estados Unidos ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad.

Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York! ¡Que repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la libertad desde las sinuosas pendientes de California! Pero no sólo eso: ! ¡Que repique la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia! ¡Que repique la libertad desde la Montaña Lookout de Tennesse! ¡Que repique la libertad desde cada pequeña colina y montaña de Misisipí! "De cada costado de la montaña, que repique la libertad".

Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!" »

Martin Luther King Jr.
Washington, DC
28 de agosto de 1963
Discurso leído en las gradas del Lincoln Memorial durante la histórica Marcha sobre Washington

Negro sobre blanco


« En el momento que hacemos algo que nunca hemos hecho antes, ya estamos en el camino de la sanación. Vivimos con círculos viciosos de hábitos. Tenemos hábitos mentales, hábitos emocionales, hábitos sexuales y hábitos corporales. Cuando rompemos los hábitos, aparece una nueva dimensión de nosotros mismos, porque en el fondo, somos tan infinitos como el universo. Pero la familia, la sociedad, la cultura, nos ponen en un molde. Cuando nos salimos del molde, empieza la curación. Para sanar, hay que hacer algo que no hayamos hecho antes y mientras más difícil, mejor »

Sánchez Dragó

Carta a Antonio Attolini

« Estimado colega Itamita:
Permíteme felicitarte por tu nuevo trabajo en ForoTV, en el programa "Sin Filtro". Desconozco los motivos, tanto personales como profesionales, que te llevaron a aceptar adherirte a la empresa a la que tanto criticaste durante el proceso electoral de este año. Fue tu decisión personal, es tu vida, eran tus colegas del movimiento estudiantil a los que alienaste y es tu reputación la que sufre.

Quizá en tu proceso de toma de esta decisión pensaste que este trabajo sería la plataforma mediática perfecta para expresar tus ideales estudiantiles, quizá pensaste que podrías aprovechar la oportunidad para levantar la voz y denunciar ante el auditorio del programa en el que ahora participas, los males que aquejan al país. Quizá incluso pensaste que podrías ilustrar a los televidentes en cómo nuestra clase política daña al país, perpetuando líderes sindicales demagogos y estancándolo en reformas cortas de miras en materia económica y social, con poco fondo y aún menor impacto para fomentar el desarrollo de México. Quizá tus intenciones al aceptar trabajar en Televisa sean buenas.

Casi con plena certeza puedo afirmar que no tomaste en cuenta, o no muy a fondo, que ya contabas con cierta proyección mediática que te posicionó como la antítesis de Televisa y TV Azteca, y al aceptar trabajar para Televisa, empresa a la que tú mismo describiste como carente de “orientación social en contenidos y accesos”, perdiste toda credibilidad. Y no sólo eso, dañaste seriamente la imagen del movimiento estudiantil al que pertenecías y al que aprovechaste como plataforma de manera oportunista, y dañaste a la institución educativa de la que son egresados destacados funcionarios públicos, empresarios, intelectuales y académicos que sí son loables y congruentes. Con tus acciones demuestras que lamentablemente las materias del Departamento Académico de Estudios Generales del ITAM de nada te sirvieron. Da la impresión de que pagaste por los créditos de estas materias sin sacarles provecho a lecturas como: “La desaparición de Majorana”, “Hacia una ética mundial” y “Suma contra los gentiles”.
Ojalá que después de ver esta carta tengas la oportunidad de releer, o leer por primera vez, las lecturas que menciono para que entiendas mejor de lo que estoy hablando.

Antonio, creo que caerás en cuenta demasiado tarde de que la CONGRUENCIA y la CREDIBILIDAD son de vital importancia para construir una buena reputación, la cual a su vez es necesaria para desenvolverte sin tapujos en el medio en el que recién incursionaste. Temo decirte que tú perdiste ambas al aceptar este trabajo, incluso antes de tener la oportunidad de construir y consolidar una reputación. Temo decirte también que siempre cargarás con el estigma de traidor. No es plausible que al unirte a las filas de Televisa, empresa a la que con tu anterior discurso atribuiste muchos de los peores males que dañan la democracia en México, pretendas combatir su modus operandi y cambiarlo desde dentro. Esta sería la única razón meritoria para que, como uno de los “voceros” del movimiento anti-Televisa #YoSoy132, hayas aceptado colaborar con tu antiguo némesis. No obstante, resulta demasiado ingenuo de tu parte creer que podrás realizar semejante hazaña y que pretendas que los demás lo crean. Esto último incluso es insultante. A la vista de la ciudadanía, y especialmente de tus antiguos compañeros del movimiento, tu motivación fue el dinero y la proyección televisiva que tratas de ganar.

A tu favor, que la mayoría de la población en México tiene memoria de corto plazo en extremo, cuya educación lamentablemente no permite vislumbrar que el locutor del programa Sin Filtro, carece de congruencia, ética profesional y está dispuesto a vender sus principios e ideales. A dejar mal parada a la plataforma que le dio voz. A desdeñar lo perjudicial que es el duopolio televisivo para la democracia en México, democracia que una vez le importó, o al menos hizo la finta de que así era. Es más preocupante aún que demostraste ser consciente de lo que defendías y por qué lo defendías, y que a pesar de ello decidiste tomar este camino, que trates de argumentar que tomaste la mejor decisión, que no tuviste otra opción para trasmitir tus ideas a más personas, que pretendas que creamos que no te vendiste.
Con paga o sin ella, a lo que tú hiciste se le llama traición.

Tu reputación y tu buen nombre difícilmente podrás recuperarlos. Aparentemente, ya no viven en ti los principios de estudiante de ciencia política que alzó la voz cuando atentaron contra sus derechos ciudadanos, cuando las televisoras privilegiaron a un candidato presidencial sobre los demás y cuando la información y el periodismo responsable se hicieron ausentes durante las campañas electorales. Cito a una maestra del Departamento de Ciencia Política del ITAM que siempre alza la voz, la Dra. Denise Dresser; al igual que ella hacía alusión a Gabriel Quadri y su candidatura con Nueva Alianza, para tu caso aplica atinadamente que las ideas que cargas contigo no son suficientes para limpiar la cloaca en la cual has decidido pararte, […] como si pudieras deslindarte de la televisora para la que trabajas.

Con toda sinceridad espero que seas un caso aislado. Que mis demás colegas Itamitas no vendan sus principios y que tampoco estén dispuestos a comprometer su reputación y a que la pisoteen, y a que se cuestione la integridad de los alumnos de nuestra Alma Mater, ni por un peso ni por cinco millones »




Rafael García Lobato

Ex-alumno de Relaciones Internacionales del ITAM
CU: 99540

Encuentros casuales


« Las cosas se imponen, uno no las busca, te encuentras con ellas.
Incluso añadiría que cada persona con la que nos encontramos
es una lección que la vida quiere darnos »

Tu diablo



«  No puedes bendecir sin amar a tu diablo.


Tu diablo puede ser un niño inhibido que quiere jugar.


Tu diablo puede ser la mordida de la moral.


Tu diablo puede ser la no aceptación de todos los aspectos de Dios.


Tu diablo puede ser lo natural que fue castrado en tí.


Tu diablo puede ser una sexualidad reprimida.


Tu diablo puede ser tu creatividad culpabilizada.


¡¡¡JAJAJAJAJA!!!… ELLELEL EL DIIIIIIIIIAAAAAAABBBBBBBBLLLLLLLLLOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!



Tu diablo puede ser la fuente de tu creatividad.



Tu diablo puede ser una excusa para no trabajar sobre ti mismo.



Tu diablo puede ser tu YO ilimitado y sin moral.


Tu diablo puede ser tu desnudez absoluta.


Tu diablo puede ser la posibilidad de ser todo sin restricción.


Tu diablo es el dibujo que contiene a tu libertad.


Para ser libre hay que transgredir y dejar existir a tu diablo en el goce.


El que no acepta a su diablo no es pleno. Es pobre.


Que mi diablo y tu diabla se unan a jugar en la cama de la conciencia.


Que tu diablo sea la fuerza que te permite curar. Sin él eres débil.


Tu diablo puede ser Dios creando, gozando.


Tu diablo puede ser Dios jugando a disfrazarse.


Tu diablo puede ser tu libertad sin restricciones.


Tu diablo puede ser la fuerza de tus rezos.


Tu diablo puede ser la base de tu fe.


Tu diablo puede ser el motor de tu creación.


Tu diablo puede ser la fuerza del cirujano.


Tu diablo puede hacerte cultivar rosas con pasión.


Tu diablo es la pasión que hace que nunca te canses cuando creas.


Es con tu diablo que el curandero sana.


Tu diablo es la fuerza de tu Cristo interior.


Tu diablo te enseña el autocontrol: ¡poder interior! »

Jodorowski

viernes, octubre 26

Crimen y Castigo

« Yo no afirmo, ni mucho menos, que las personas extraordinarias deban siempre entregarse a toda clase de excesos, como usted dice. Me parece, incluso, que no se habría permitido la publicidad de un artículo semejante. Me limité simplemente a indicar que el hombre "extraoridinario" tiene derecho (entiéndase que no se trata de un derecho oficial), tiene derecho a decidir, según su conciencia, si debe salvar ciertos obstáculos, únicamente en el caso exclusivo de que la ejecución de su idea (a veces puede resultar salvadora para toda la humanidad) lo exija. Usted afirma que mi artículo no es claro; estoy dispuesto a aclarárselo en la medida de lo posible. Probablemente no me equivoco al suponer qué es lo que desea. Permítame. A mi parecer, si los descubrimientos de Kepler y de Newton, a consecuencia de determinadas circunstancias, cualesquiera que fuesen, no hubieran podido convertirse en patrimonio de la humanidad sin el sacrificio de un hombre, de diez, de cien o más hombres, que hubiesen sido obstaculo para la comunicación del descubrimiento a los demás, Newton habría tenido derecho a “eliminar” a esas diez o cien personas; habria estado incluso obligado a hacerlo. De ahí no se sigue, ni mucho menos, que Newton tuviera derecho a matar a quien le pareciera, a derecha y a izquierda, o a robar a diario en el mercado. Recuerdo que, más adelante, desarrollo en mi artículo la idea de que, digamos, por ejemplo; los legisladores y ordenadores de la humanidad, empezando por los más antiguos y continuando por los Licurgo, los Solón, Los Mahoma, los Napoleón y asi sucesivamente, todos sin excepción fueron criminales por el simple hecho de que, al promulgar una nueva ley, infringían, con ello, la ley antigua, venerada como sacrosanta por la sociedad y recibida de los antepasados: claro es que no vacilaron en derramar sangre, si la sangre (a veces completamente inocente y vertida con sublime heroísmo por defender la ley antigua) podía ayudarles en su empresa. Maravilla incluso pensar hasta qué punto la mayor parte de dichos ordenadores de la humanidad han sido sanguinarios. En una palabra, llego a la conclusión de que todos los hombres, no ya grandes, sino que se destaquen un poco de lo corriente, o sea los que estén en condiciones de decir algo nuevo, por poco que sea, necesariamente han de ser criminales por propia naturlaeza, en menor o mayor grado, claro es. De no ser así, les resulta muy difícil salir del camino hollado, como ya he dicho, y a mi modo de ver, incluso están obligados a no conformarse. En una palabra, como usted ve, en lo que digo no hay algo singularmente nuevo. Son cosas que se han escrito y leído miles de veces. En lo que concierne a mi división de los hombres en ordinarios y extraordinarios, estoy de acuerdo en que es algo arbitraria; pero yo no insisto en lo que se refiere a las cifras. Creo que mi idea es justa en lo fundamental, o sea, en considerar que las personas, según ley de la naturaleza, se dividen en general en dos categorías: personas de categoría inferior (ordinarias), como si dijéramos personas que constituyen un material que sirve exclusivamente para la procreación de seres semejantes, y en personas propiamente dichas, es decir, en seres humanos que poseen el don o el talento de decir una palabra nueva en su medio. Se sobrentiende que las subdivisiones son infinitas, pero los rasgos diferenciales de las dos categorías resultan bastante acusados: hablando en términos generales, tenemos que las personas de la primera categoría, es decir, el material, son por su naturaleza conservadoras, ceremoniosas, viven en obediencia y gustan de ser obedientes. A mi modo de ver, están obligadas a serlo, porque tal es su sino, y en esta condición no hay algo humillante para ellas. La segunda categoría, formada por personas que pasan por encima de la ley, son destructoras o están inclinadas a ser así, según su capacidad. Sus crímenes, como es natural, son relativos, y presentan muchas variedades; en su mayoría, por medio de declaraciones sumamente diversas, tales hombres recaben la destrucción del presente en nombre de algo mejor. Pero si para el cumplimiento de sus ideas necesitan pasar, aunque sea por encima de un cadáver, y han de derramar sangre, a mi modo de ver,  y sin remordimientos de conciencia, que han de permitirse pasar por encima de la sangre, aunque siempre a tenor de la idea y de su dimensión, no lo olvide. En este sentido, y sólo en éste, hablo en mi artículo del derecho de tales personas al crimen (recuerde que nuestro punto de partido ha sido un problema jurídico). De todos modos, no hay por qué inquietarse mucho: la masa casi nunca reconoce ese derecho a tales hombres, los decapita y los ahorca (más o menos), y con ello cumple con justicia su "función conservadora", lo cual no es obstáculo para que en las siguientes generaciones esa misma masa coloque a los decapitados en un pedestal y los venere (más o menos). La primera categoría es siempre dueña del presente; la segunda, lo es del futuro. Las personas del primer grupo conservan el mundo y lo multiplican numéricamente; las personas del otro grupo lo mueven y lo llevan a su fin. Unas y otras tienen exactamente el mismo derecho a existirn. En una palabra, para mí tienen un derecho qeuivalente, y VIVE LE GUERRE ÉTERNELLE, ¡hasta la nueva Jersualén, se entiende! »

Fiódor Mijáilovich Dostoievski

Iluminaciones de Rimbaud



« Cuando somos muy fuertes ¿Quién retrocede?
Cuando estamos muy alegres ¿Quién hace el ridículo?
Cuando somos muy malvados ¿Qué harían con nosotros?
-Engalanaos, bailad, reid- Nunca podré arrojar el amor por la ventana ».

Arthur Rimbaud

Magic Books



La cabalgata de los Rohirrim

« Pero el rey, inmóvil, montado en Crinblanca, contemplaba la agonía de Minas Tirith, como si la angustia o el terror lo hubieran paralizado. Parecía encogido, acobardado de pronto por la edad. Hasta Merry se sentía abrumado por el peso insoportable del horror y la duda. El corazón le latía lentamente. El tiempo parecía haberse detenido en la incertidumbre. ¡Habían llegado demasiado tarde! ¡Demasiado tarde era peor que nunca! Acaso Théoden estuviera apunto de ceder, de dejar caer la vieja cabeza, dar media vuelta, y huir furtivamente a esconderse en las colinas.

Pero en ese mismo instante hubo un resplandor, como si un rayo hubiese salido de las entrañas mismas de la tierra, bajo la ciudad. Durante un segundo vieron la forma incandescente, enceguecedora y lejana en blanco y negro, y la torre más alta resplandeció como una aguja rutilante; y un momento después, cuando volvió a cerrarse la oscuridad, un trueno ensordecedor y prolongado llegó desde los campos.

Como al conjuro de aquel ruido atronador, la figura encorvada del rey se enderezó súbitamente. Y otra vez se le vio en la montura alto y orgulloso; e irguiéndose sobre los estribos gritó, con una voz más fuerte y clara que la que oyera jamás algún mortal:


¡De pie, de pie, Jinetes de Théoden!
Un momento cruel se avecina: ¡fuego y matanza!
Trepidarán las lanzas, volarán en añicos los escudos,
¡un día de la espada, un día rojo, antes de que llegue el alba!
¡Galopad ahora, galopad! ¡A Gondor!


Y al decir esto, tomó un gran cuerno de las manos de Guthlaf, el portaestandarte, y lo sopló con tal fuerza que el cuerno se quebró. Y al instante se elevaron juntas las voces de todos los cuernos del ejército, y el sonido de los cuernos de Rohan en esa hora fue como una tempestad sobre la llanura y como un trueno en las montañas.

-¡Galopad ahora, galopad! ¡A Gondor!

De pronto, a una orden del rey, Crinblanca se lanzó hacia delante. Detrás de él, el estandarte flameaba al viento: un caballo blanco en un campo verde; pero Théoden ya se alejaba. En pos del rey galopaban los jinetes de la escolta, pero ninguno lograba darle alcance. Con ellos galopaba Éomer, y la crin blanca de la cimera del yelmo le flotaba al viento, y la vanguardia del primer éored rugía como un oleaje embravecido al estrellarse contra las rocas de la orilla, pero nadie era tan rápido como el rey Théoden. Galopaba con un furor demente, como si la fervorosa sangre guerrera de sus antepasados le corriera por las venas en un fuego nuevo; y transportado por Crinblanca parecía un dios de la antigüedad, el propio Orome el Grande, se hubiera dicho, en la batalla de Valar, cuando el mundo era joven. El escudo de oro resplandecía y centelleaba como una imagen del sol, y la hierba reverdecía alrededor de las patas del caballo. Pues llegaba la mañana, la mañana y un viento del mar; y ya se disipaban las tinieblas; y los hombres de Mordor gemían, y conocían el pánico, y huían y morían, y los cascos de la ira pasaban sobre ellos. Y de pronto los ejércitos de Rohan rompieron a cantar, y cantaban mientras mataban, pues el júbilo de la batalla estaba en todos ellos, y los sonidos de ese canto que era hermoso y terrible llegaron aún a la ciudad »
 


J.R.R. Tolkien
El Señor de los Anillos-El retorno del Rey

La muerte del autor

 
« Balzac, en su novela Sarrasine, hablando de un castrado disfrazado de mujer, escribe lo siguiente: «Era la mujer, con sus miedos repentinos, sus caprichos irracionales, sus instintivas turbaciones, sus audacias sin causa, sus bravatas y su exquisita delicadeza de sentimientos» ¿Quién está hablando así? ¿El héroe de la novela, interesado en ignorar al castrado que se esconde bajo la mujer? ¿El individuo Balzac, al que la experiencia personal ha provisto de una filosofía sobre la mujer? ¿El autor Balzac, haciendo profesión de ciertas ideas «literarias» sobre la feminidad? ¿La sabiduría universal? ¿La psicología romántica?. Nunca, jamás será posible averiguarlo, por la sencilla razón de que la escritura es la destrucción de toda voz, de todo origen. La escritura es ese lugar neutro, compuesto, oblicuo, al que van a parar nuestro sujeto, el blanco-y-negro en donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe.

Siempre ha sido así, sin duda: en cuanto un hecho pasa a ser relatado, con fines intransitivos y no con la finalidad de actuar directamente sobre lo real, es decir, en definitiva, sin más función que el propio ejercicio del símbolo, se produce esa ruptura, la voz pierde su origen, el autor entra en su propia muerte, comienza la escritura. No obstante, el sentimiento sobre este fenómeno ha sido variable; en las sociedades etnográficas, el relato jamás ha estado a cargo de una persona, sino de un mediador, chamán o recitador, del que se puede, en rigor, admirar la «performance» (es decir, el dominio del código narrativo), pero nunca el «genio». El autor es un personaje moderno, producido indudablemente por nuestra sociedad, en la medida en que ésta, al salir de la Edad Media y gracias al empirismo inglés, el racionalismo francés y la fe personal de la Reforma, descubre el prestigio del individuo o, dicho de manera más noble, de la «persona humana». Es lógico, por lo tanto, que en materia de literatura sea el positivismo, resumen y resultado de la ideología capitalista, e1 que haya concedido la máxima importancia a la «persona» del autor. Aún impera el autor en los manuales de historia literaria, las biografías de escritores, las entrevistas de revista, y hasta en la misma conciencia de los literatos, que tienen buen cuidado de reunir su persona con su obra gracias a su diario íntimo; la imagen de la literatura que es posible encontrar en la cultura común tiene su centro, tiránicamente, en el autor, su persona, su historia, sus gustos, sus pasiones; la crítica aún consiste, la mayor parte de las veces, en decir que la obra de Baudelaire es el fracaso de Baudelaire como hombre; la de Van Gogh, su locura; la de Tchaikovsky, su vicio: la explicación de la obra se busca siempre en el que la ha producido, como si, a través de la alegoría más o menos transparente de la acción, fuera, en definitiva, siempre, la voz de una sola y misma persona, el autor, la que estaría entregando sus «confidencias».

Aunque todavía sea muy poderoso el imperio del Autor (la nueva crítica lo único que ha hecho es consolidarlo), es obvio que algunos escritores hace ya algún tiempo que se han sentido tentados por su derrumbamiento. En Francia ha sido sin duda Mallarmé el primero en ver y prever en toda su amplitud la necesidad de sustituir por el propio lenguaje al que hasta entonces se suponía que era su propietario; para él, igual que para nosotros, es el lenguaje, y no el autor, el que habla; escribir consiste en alcanzar, a través de una previa impersonalidad – que no se debería confundir en ningún momento con la objetividad castra- dora del novelista realista – ese punto en el cual sólo el lenguaje actúa, «performa»,* y no «yo», toda la poética de Mallarmé consiste en suprimir al autor en beneficio de la escritura (lo cual, como se verá, es devolver su sitio al lector). Valéry, completamente enmarañado en una psicología del Yo, edulcoró mucho la teoría de Mallarmé, pero, al remitir por amor al clasicismo, a las lecciones de la retórica, no dejó de someter al Autor a la duda y la irrisión, acentuó la naturaleza lingüística y como «azarosa» de su actividad, y reivindicó a lo largo de sus libros en prosa la condición esencialmente verbal de la literatura, frente a la cual cualquier recurso a la interioridad del escritor le parecía pura superstición. El mismo Proust, a pesar del carácter aparentemente psicológico de lo que se suele llamar sus análisis, se impuso claramente como tarea el emborronar inexorablemente, gracias a una extremada sutilización, la relación entre el escritor y sus personajes: al convertir al narrador no en el que ha visto y sentido, ni siquiera el que está escribiendo, sino en el que va a escribir (el joven de la novela – pero, por cierto, ¿qué edad tiene y quién es ese joven’? – quiere escribir, pero no puede, y la novela acaba cuando por fin se hace posible la escritura), Proust ha hecho entrega de su epopeya a la escritura moderna: realizando una inversión radical, en lugar de introducir su vida en su novela, como tan a menudo se ha dicho, hizo de su propia vida una obra cuyo modelo fue su propio libro, de tal modo que nos resultara evidente que no es Charlus el que imita a Montesquieu, sino que Montesquieu, en su realidad anecdótica, histórica, no es sino un fragmento secundario, derivado, de Charlus. Por último, el Surrealismo, ya que seguimos con la prehistoria de la modernidad, indudablemente, no podía atribuir al lenguaje una posición soberana, en la medida en que el lenguaje es un sistema, y en que lo que este movimiento postulaba, románticamente, era una subversión directa de los códigos – ilusoria, por otra parte, ya que un código no puede ser destruido, tan sólo es posible «burlarlo» pero al recomendar incesantemente que se frustraran bruscamente los sentidos esperados (el famoso «sobresalto» surrealista), al confiar a la mano la tarea de escribir lo más aprisa posible lo que la misma mente ignoraba (eso era la famosa escritura automática), al aceptar el principio y la experiencia de una escritura colectiva, el Surrealismo contribuyó a desacralizar la imagen del Autor. Por último, fuera de la literatura en sí (a decir verdad, estas distinciones están quedándose caducas), la lingüística acaba de proporcionar a la destrucción del Autor un instrumento analítico precioso, al mostrar que la enunciación en su totalidad es un proceso vacío que funciona a la perfección sin que sea necesario rellenarlo con las personas de sus interlocutores: lingüísticamente, el autor nunca es nada más que el que escribe, del mismo modo que yo no es otra cosa sino el que dice yo: el lenguaje conoce un «sujeto», no una «persona», y ese sujeto, vacío excepto en la propia enunciación, que es la que lo define, es suficiente para conseguir que el lenguaje se «mantenga en pie», es decir, para llegar a agotarlo por completo.

El alejamiento del Autor (se podría hablar, siguiendo a Brecht, de un auténtico «distanciamiento», en el que el Autor se empequeñece como una estatuilla al fondo de la escena literaria) no es tan sólo un hecho histórico o un acto de escritura.’ transforma de cabo a rabo él texto moderno (o – lo que viene a ser lo mismo – el texto, a partir de entonces, se produce y se lee de tal manera que el autor se ausenta de él a todos los niveles). Para empezar, el tiempo ya no es el mismo. Cuando se cree en el Autor, éste se concibe siempre como el pasado de su propio libro: el libro y el autor se sitúan por sí mismos en una misma línea, distribuida en un antes y un después: se supone que el Autor es el que nutre al libro, es decir, que existe antes que él, que piensa, sufre y vive para él; mantiene con su obra la misma relación de antecedente que un padre respecto a su hijo. Por el contrario, el escritor moderno nace a la vez que su texto; no está provisto en absoluto de un ser que preceda o exceda su escritura, no es en absoluto el sujeto cuyo predicado sería el libro; no existe otro tiempo que el de la enunciación, y todo texto está escrito eternamente aquí y ahora. Es que (o se sigue que) escribir ya no puede seguir designando una operación de registro, de constatación, de representación, de «pintura» (como decían los Clásicos), sino que más bien es lo que los lingüistas, siguiendo la filosofía oxfordiana, llaman un performativo, forma verbal extraña (que se da exclusivamente en primera persona y en presente) en la que la enunciación no tiene más contenido (más enunciado) que el acto por el cual ella misma se profiere: algo así como el Yo declaro de los reyes o el Yo canto de los más antiguos poetas; el moderno, después de enterrar al Autor, no puede ya creer, según la patética visión de sus predecesores, que su mano es demasiado lenta para su pensamiento o su pasión, y que, en consecuencia, convirtiendo la necesidad en ley, debe acentuar ese retraso y «trabajar» indefinidamente la forma; para él, por el contrario, la mano, alejada de toda voz, arrastrada por un mero gesto de inscripción (y no de expresión), traza un campo sin origen, o que, al menos, no tiene más origen que el mismo lenguaje, es decir, exactamente eso que no cesa de poner en cuestión todos los orígenes.

Hoy en día sabemos que un texto no está constituido por una fila de palabras, de las que se desprende un único sentido, teológico, en cierto modo (pues sería el mensaje del Autor-Dios), sino por un espacio de múltiples dimensiones en el que se concuerdan y se contrastan diversas escrituras, ninguna de las cuales es la original: el texto es un tejido de citas provenientes de los mil focos de la cultura. Semejante a Bouvard y Pécuchet, eternos copistas, sublimes y cómicos a la vez, cuya profunda ridiculez designa precisamente la verdad de la escritura, el escritor se limita a imitar un gesto siempre anterior, nunca original; el único poder que tiene es el de mezclar las escrituras, llevar la contraria a unas con otras, de manera que nunca se pueda uno apoyar en una de ellas; aunque quiera expresarse, al menos debería saber que la «cosa» interior que tiene la intención de «traducir» no es en sí misma más que un diccionario ya compuesto, en el que las palabras no pueden explicarse sino a través de otras palabras, y así indefinidamente: aventura que le sucedió de manera ejemplar a Thomas de Quincey de joven, que iba tan bien en griego que para traducir a esa lengua ideas e imágenes absolutamente modernas, según nos cuenta Baudelaire, «había creado para sí mismo un diccionario siempre a punto, y de muy distinta complejidad y extensión del que resulta de la vulgar paciencia de los temas puramente literarios» (Los Paraísos Artificiales); como sucesor del Autor, el escritor ya no tiene pasiones, humores, sentimientos, impresiones, sino ese inmenso diccionario del que extrae una escritura que no puede pararse jamás: la vida nunca hace otra cosa que imitar al libro, y ese libro mismo no es más que un tejido de signos, una imitación perdida, que retrocede infinitamente.
 
Una vez alejado el Autor, se vuelve inútil la pretensión de «descifrar» un texto. Darle a un texto un Autor es imponerle un seguro, proveerlo de un significado último, cerrar la escritura. Esta concepción le viene muy bien a la crítica, que entonces pretende dedicarse a la importante tarea de descubrir al Autor (o a sus hipóstasis: la sociedad, la historia, la psique, la libertad) bajo la obra: una vez hallado el Autor, el texto se «explica», el crítico ha alcanzado la victoria; así pues, no hay nada asombroso en el hecho de que, históricamente, el imperio del Autor haya sido también el del Crítico, ni tampoco en el hecho de que la crítica (por nueva que sea) caiga desmantelada a la vez que el Autor. En la escritura múltiple, efectivamente, todo está por desenredar, pero nada por descifrar; puede seguirse la estructura, se la puede reseguir (como un punto de media que se corre) en todos sus nudos y todos sus niveles, pero no hay un fondo; el espacio de la escritura ha de recorrerse, no puede atravesarse; la escritura instaura sentido sin cesar, pero siempre acaba por evaporarlo: procede a una exención sistemática del sentido. Por eso mismo, la literatura (sería mejor decir la escritura, de ahora en adelante), al rehusar la asignación al texto (y al mundo como texto) de un «secreto», es decir, un sentido último, se entrega a una actividad que se podría llamar contrateológica, revolucionaria en sentido propio, pues rehusar la detención del sentido, es, en definitiva, rechazar a Dios y a sus hipóstasis, la razón, la ciencia, la ley.

Volvamos a la frase de Balzac. Nadie (es decir, ni una «persona») la está diciendo: su fuente, su voz, no es el auténtico lugar de la escritura, sino la lectura. Otro ejemplo, muy preciso, puede ayudar a comprenderlo: recientes investigaciones (J.-P. Vernant) han sacado a la luz la naturaleza constitutivamente ambigua de la tragedia griega; en ésta, el texto está tejido con palabras de doble sentido, que cada individuo comprende de manera unilateral (precisamente este perpetuo malentendido constituye lo «trágico»); no obstante, existe alguien que entiende cada una de las palabras en su duplicidad, y además entiende, por decirlo así, incluso la sordera de los personajes que están hablando ante él: ese alguien es, precisamente, el lector (en este caso el oyente). De esta manera se desvela el sentido total de la escritura: un texto está formado por escrituras múltiples, procedentes de varias culturas y que, unas con otras, establecen un diálogo, una parodia, una contestación; pero existe un lugar en el que se recoge toda esa multiplicidad, y ese lugar no es el autor, como hasta hoy se ha dicho, sino el lector: el lector es el espacio mismo en que se inscriben, sin que se pierda ni una, todas las citas que constituyen una escritura; la unidad del texto no está en su origen, sino en su destino, pero este destino ya no puede seguir siendo personal: el lector es un hombre sin historia, sin biografía, sin psicología; él es tan sólo ese alguien que mantiene reunidas en un mismo campo todas las huellas que constituyen el escrito. Y ésta es la razón por la cual nos resulta risible oír cómo se condena la nueva escritura en nombre de un humanismo que se erige, hipócritamente, en campeón de los derechos del lector. La crítica clásica no se ha ocupado nunca del lector; para ella no hay en la literatura otro hombre que el que la escribe. Hoy en día estamos empezando a no caer en la trampa de esa especie de antífrasis gracias a la que la buena sociedad recrimina soberbiamente en favor de lo que precisamente ella misma está apartando, ignoran- do, sofocando o destruyendo; sabemos que para devolverle su porvenir a la escritura hay que darle la vuelta al mito: el nacimiento del lector se paga con la muerte del Autor »
 

Roland Barthes
1968, Manteia

 


* Es un anglicismo. Lo conservo como tal, entrecomillado, ya que para aludir a la “performance” de la gramática chomskyana, que suele traducirse por “actuación”. [T]

jueves, octubre 25

Une vertu


Casting

« La mayoría de la gente da por hecho el proceso de comunicación, sin saber realmente lo que es. Actuar es primordialmente un acto de comunicar. No es suficiente con que el actor sienta, si no logra comunicar ese sentimiento.

Cuando una escena falla, el intérprete con frecuencia me dice: “Pero si yo lo sentía”. Si ese sentimiento no logra transmitirse al otro personaje sobre el escenario, de nada sirve. Esto debe ocurrir internamente, pero la existencia secreta dentro de uno mismo no basta; es preciso tener la necesidad de que lo sienta el otro personaje.

La comunicación es un círculo y no una vía de un solo sentido. Esta confusión nos lleva a escuchar con frecuencia: “Se lo dije”, como si decir las cosas fuera suficiente. Si el otro no ha recibido el mensaje es porque no ha habido comunicación. Se necesitan dos elementos para comunicar: el emisor y el receptor. El receptor debe reconocer el mensaje y enviar una respuesta al emisor, completando así el círculo indispensable de la comunicación.

Esto impone una obligación constante al emisor: estar seguro de que su mensaje es claro y verificar que ha sido recibido. Por su parte, el receptor tiene la obligación de esta seguro de que ha recibido el mensaje y que puede reproducirlo, y además hacer saber al emisor que lo ha recibido. Sin este proceso de reproducir y duplicar no existe comunicación.

La comunicación no es fácil. Todos tendemos a una cierta pereza, y pensamos: “Yo ya lo dije, es su culpa si no lo entiende”. Cada vez que pensamos eso, la comunicación falla. Comunicarnos es difícil sobre todo porque debemos desempeñar dos papeles al mismo tiempo: el de emisor y el de receptor. Muchos de nosotros preferimos interpretar un solo papel, convencidos de que no estamos preparados para la actitud esquizofrénica de ser dos personas al mismo tiempo. Pero si ha de existir comunicación en el escenario es preciso convertirnos en ambos ».


Michael Shurtleff
La comunicación en el teatro y en la vida.

El placer del viajero

« Los viajes son una brutalidad. Le obligan a uno a confiar en extraños y a perder de vista toda la comodidad familiar de la casa y de los amigos. Se está en continuo desequilibrio. Nada le pertenece a uno salvo las cosas esenciales: el aire, el descanso, los sueños, el mar, el cielo, y todo tiende hacia lo eterno o a lo que imaginamos de la eternidad. Es la máxima contribución que uno puede hacer en deshumanizarse, deconstruyendo su propia esencia, para luego volver a su vida normal completamente perdido ».

Ian McEwan

El loco

« Me preguntáis como me volví loco. Así sucedió:

Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que me habían robado todas mis máscaras -si; las siete máscaras que yo mismo me había confeccionado, y que llevé en siete vidas distintas-; corrí sin máscara por las calles atestadas de gente, gritando:

-¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!
Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas de espanto, corrieron a refugiarse en sus casas. Y cuando llegué a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome gritó:

-Miren! ¡Es un loco!

Alcé la cabeza para ver quién gritaba, y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité:

-¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!

Así fue que me convertí en un loco.

Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.

Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón ».



Gibran Khalil Gibran


 "El Loco" es una obra del escritor libanés Gibran Khalil Gibran publicada por primera vez en el año 1918. Gibran era poeta, pintor, novelista y ensayista. Esta obra es muy corta, trata de un hombre que se consideraba loco a sí mismo y en los capítulos de la historia relata varias anécdotas. Consta de una introducción hecha por él mismo y 34 capítulos también muy pequeños. A los 11 años emigra a Estados Unidos cuando gran parte de su familia decide ir allí en busca de nuevas oportunidades para trabajar y vivir. Antes de ese viaje, aprende de otras personas, entre ellas su abuelo materno, del conocimiento del arte y del saber universal, que utilizó como base para la literatura y la pintura. Ya con el tiempo aprendió y cultivó con devoción el inglés, lengua que haría famosas sus novelas, aunque no olvidó el árabe, que perfeccionó tras su regreso a Líbano en 1898. Este es un pequeño extracto del citado libro donde nos plantea basicamente hasta qué punto el precio de la libertad nos condiciona a que se nos considere locos a los ojos de la sociedad, aunque esta ficticia libertad que tanto nos ha costado abrazar realmente de nada nos vaya a salvar.