martes, julio 31

La recompensa del desierto- Un cuento Sufí

« Hace mucho tiempo había un joven comerciante llamado Kirzai, cuyos negocios lo obligaron a viajar un día al pueblo de Tchigan, situado a doscientos kilómetros de distancia. Por lo común, el habría tomado la ruta que seguía el borde de las montañas, lo que le habría permitido hacer la mayor parte del viaje protegido del sol.

Pero en esta ocasión, Kirzai sufría la presión del tiempo. Era urgente que llegara a Tchigan lo más pronto posible, de modo que decidió tomar el camino directo a través del desierto de Sry Darya. El desierto de Sry Darya es conocido por la intensidad de su sol y muy pocos se atreven a correr el riesgo de cruzarlo. No obstante, Kirzai dio de beber a su camello, llenó sus alforjas y emprendió el viaje.

Varias horas después de partir empezó a levantarse el viento del desierto. Kirzai refunfuñó para sus adentros y apuró el paso del camello. De repente se detuvo, estupefacto. A unos cien metros delante de él se levanté un gigantesco remolino de viento. Kirzai nunca había visto algo semejante. El remolino arrojaba todo en derredor de una extraña luz purpúrea y hasta el color de la arena había cambiado. Kirzai titubeó. ¿Debía hacer un largo rodeo a fin de evitar esa extraña aparición o debía seguir siempre derecho? Kirzai tenía mucha prisa, sentía que no disponía de tiempo para tomar el camino más lento, de modo que agachó la cabeza, encorvó los hombros y avanzó.

Para su sorpresa, en el momento en que penetró en la tormenta todo se volvió mucho más tranquilo. El viento no azotaba ya con tanta fuerza contra su cara. Se sintió contento de haber tomado la decisión correcta. Pero de pronto se vio obligado a detenerse otra vez. Un poco más adelante, un hombre yacía estirado sobre el suelo junto a su camello acuclillado. Kirzai desmontó de inmediato para ver qué pasaba. La cabeza del hombre estaba envuelta en una chalina, pero Kirzai vio que era viejo. El hombre abrió los ojos, miró con atención a Kirzai durante un instante y después habló con un susurro ronco.

-¿Eres …. tú? Kirzai rió y sacudió la cabeza. -¿Qué? ¡No me digas que sabes quién soy! ¿Mi fama se ha extendido hasta el desierto de Sry Darya? Pero tu anciano, ¿quién eres? El hombre no respondió. -De todos modos -continuó Kirzai- , Tú no estás bien. ¿Adonde vas? -A Givah -suspiró el viejo-, pero no tengo más agua.

Kirzai reflexionó. Sin duda podía compartir un poco de su agua con el anciano, pero si lo hacía se arriesgaba a quedarse sin agua él mismo. Sin embargo, no podía dejarlo así. No se puede dejar morir a un hombre sin echar una mirada atrás. “Al diablo con mis planes -pensó Kirzai- , sólo necesito encontrar mi camino hasta el sendero que corre a lo largo de las montañas, en caso de necesitar más agua. ¡Una vida humana vale mucho más que un compromiso de negocios!” Ayudó al viejo a tomar un poco de agua, llenó una de sus cantimploras y después lo ayudó a montar su camello.

-Sigue derecho por ese camino -le recomendó mientras apuntaba con el dedo- y en dos horas estarás en Givah. El anciano hizo una señal de agradecimiento con las manos y antes de irse miró un largo rato a Kirzai y pronunció estas extrañas palabras:

-Algún día el desierto te recompensará.

Entonces, acicateó a su camello en la dirección que Kirzai le había indicado. Kirzai continuó su viaje. La oportunidad que lo esperaba en Tchigan, sin duda, estaba perdida, pero se sentía en paz consigo mismo.

Paso el tiempo. Treinta años después, los negocios llevan a viajar a Kirzai de continuo de una parte a otra entre Givah y Tchigan. No se había hecho rico, pero lo que ganaba era suficiente para proporcionar una buena vida a su familia. Kirzai no pedía más que eso.

Un día, mientras vendía cueros en la plaza del mercado de Tchigan, se enteró de que su hijo estaba enfermo de gravedad. Era urgente que fuera a verlo de inmediato. Kirzai no vaciló. Recordó el atajo a través del desierto que había tomado treinta años atrás. Dio agua a su camello, llenó sus cantimploras y partió.

A lo largo del camino libró una batalla contra el tiempo, azuzando sin cesar a su camello. No se detuvo ni disminuyó la marcha mientras bebía agua, y por esas razón ocurrió el accidente. La cantimplora se le cayó de pronto de las manos y antes que pudiera bajarse para recuperarla, el agua desapareció en la arena. Kirzai profirió una maldición. Con una sola cantimplora llena era imposible cruzar el desierto. Pero al pensar en su hijo, el viejo se obligo a seguir adelante.

-¡Tengo que hacerlo! ¡Lo haré!

El sol del desierto de Sry Darya es despiadado. Le importa poco por qué o para qué fines un hombre trata de desafiar sus rayos, arde inexorablemente siempre con la misma fuerza e intensidad. Kirzai pronto comprendió que había cometido un gran error. Se le resecó la lengua y la piel le quemaba. La única cantimplora restante ya estaba vacía. Y ahora, para su desazón, vio que empezaba una tormenta de arena. Kirzai se envolvió la cabeza con su chalina, cerró los ojos y dejo que el camello lo llevara adelante a donde fuera. Ya no era conciente de nada. Un gigantesco remolino de viento se levantó frente a él. Despedía una suave luz purpúrea, pero Kirzai seguía inconsciente y no vio nada. Su camello entró en el remolino de viento, avanzó unos pocos pasos y entonces, en forma abrupta, se sentó. Kirzai cayo al suelo. “Estoy terminado -pensó- ¡Mi hijo nunca volverá a verme!”

De repente, sin embargo, dio un grito de alegría. Un hombre montado en un camello avanzaba hacia él. Pero cuanto más se acercaba el hombre, tanto más la alegría de Kirzai se convertía en estupefacción. Este hombre que ahora desmontaba de su camello …. ¡Kirzai lo conocía! Reconoció su propio rostro juvenil, sus ropas …. ¡y hasta el camello que montaba! Un camello que el mismo había comprado por dos valiosos jarrones muchos años antes.

Kirzai estaba seguro: ¡El joven que venia a ayudarlo era él mismo! ¡Era el mismo Kirzai tal como era treinta años antes !

-¿Eres …. tú? -balbuceo Kirzai con un susurro ronco. El joven lo miro y rió. -¿Qué? ¡No me digas que sabes quién soy! ¿Mi fama se ha extendido hasta el desierto de Sry Darya? Pero tú, anciano, ¿quién eres? Kirzai no contestó. No sabia qué hacer. ¿Debía decirle al joven quien era o guardar silencio? Mientras tanto el joven continuó: -De todos modos, tú no estás bien. ¿A dónde vas?

-A Givah -respondió Kirzai-. Pero no tengo más agua.

Kirzai vio que el joven reflexionaba en silencio acerca de la situación y supo con exactitud lo que pasaba por su mente: ¿debía ayudar a Kirzai o continuar para atender sus propios asuntos? Pero Kirzai también supo cual seria la decisión y sonrió al observar que el joven le ofrecía un trago de agua. Después, el joven le llenó la cantimplora vacía, lo ayudó a montar su camello y apunto con un dedo.

-Sigue derecho por ese camino y en dos horas estarás en Givah.

El viejo Kirzai miró un largo rato al joven que alguna vez había sido él mismo y le hizo una señal de agradecimiento. Hubiera deseado hablar con él de muchas cosas, pero sólo logró encontrar estas palabras: -Algún día el desierto te recompensará. Y entonces partió de prisa hacia Givah, donde lo esperaba su hijo. Kirzai llegó a ser un hombre sabio, respetado por todos. Y cuando contaba este extraño cuento, todos los que lo escuchaban le creían. Desde aquellos tiempos, el desierto de Sry Darya ha sido conocido con el nombre de Samavstrecha, que quiere decir:

El desierto donde Uno se encuentra a Sí Mismo ».

lunes, julio 30

La felicidad de Bob Marley

« Conserva lo que tienes, olvida lo que te duele, lucha por lo que quieres, valora lo que posees, perdona a los que te hieren y disfruta a los que te aman. Nos pasamos la vida esperando que pase algo y lo único que pasa es la vida. No entendemos el valor de los momentos, hasta que se han convertido en recuerdos. Por eso, haz lo que quieras hacer, antes de que se convierta en lo que te "gustaría" haber hecho. No hagas de tu vida un borrador, tal vez no tengas tiempo de pasarlo en limpio: Nunca es tarde para empezar a ser felices ».





Bob Marley




domingo, julio 29

La tribu

« Un antropólogo propuso un juego a los niños de una tribu Africana. Puso una canasta llena de frutas cerca de un árbol y le dijo a los niños que aquel que llegara primero ganaría todas las frutas.

Cuando dio la señal para que corrieran, todos los niños se tomaron de las manos y corrieron juntos, después se sentaron juntos a disfrutar del premio.
...

Cuando él les preguntó por qué habían corrido así, si uno solo podía ganar todas las frutas, le respondieron: UBUNTU, ¿cómo uno de nosotros podría estar feliz si todos los demás están tristes? ».


UBUNTU, en la cultura Xhosa significa: "Yo soy porque nosotros somos"



sábado, julio 28

La historia del loco

« Los reencuentros son algo constante en el mundo normal. La gente intenta siempre revivir momentos que en su memoria son mejores de lo que fueron en realidad, evocar emociones que, en realidad, es mejor que permanezcan en el pasado ».
 

 John Katzenbach



viernes, julio 27

Yo soy

« Yo soy positivo

Pienso Positivo, siento Positivo,
actúo Positivo, hablo Positivo.
No existe cosa negativa
que pueda dañarme.
“Yo Soy es mi refugio
escudo y fortaleza”.
Le digo a todo lo negativo:
“Tú no tienes poder”,
“Yo Soy Positivo”.



Yo soy el Bien
pienso en Bien, siento El Bien
actúo el Bien, hablo El Bien.
yo no creo en el mal,
Yo solamente creo en El Bien.
Algo Bueno me tiene que suceder.
Le digo a todo lo malo:
“Tú no tienes poder”
“Yo Soy el Bien”

Yo soy La Luz
Pienso la Luz, siento La Luz,
actuó La Luz, hablo La luz.
Las tinieblas no existen,
“Dios es Luz”, “Hágase La Luz”.
Le digo a toda obscuridad:
“Tú no tienes poder”.
“Yo Soy La Luz”.

Yo Soy Feliz
Pienso Feliz, Soy Feliz,
actúo Feliz, hablo Feliz.
No estoy triste,
Dios es mi Felicidad.
Le digo a toda tristeza:
“Tú no tienes poder”
“Yo Soy Feliz”.

Yo Soy la Felicidad Divina
eternamente manifestada
para Bendecir en Positivo
en Bien y en Luz
todo lo que existe, me rodea
y contiene el mundo.

Yo Soy Positivo »






jueves, julio 26

Me sirve & no me sirve

« La esperanza tan dulce,
tan pulida, tan triste
la promesa tan leve, no me sirve.

No me sirve tan mansa la esperanza
la rabia tan sumisa, tan débil, tan humilde
el furor tan prudente, no me sirve.

No me sirve tan sabia tanta rabia.
El grito tan exacto si el tiempo lo permite,
alarido tan pulcro, no me sirve.

No me sirve tan bueno, tanto trueno.
El coraje tan dócil la bravura tan chirle,
la intrepidez tan lenta no me sirve.
No me sirve tan fría la osadía.

Si me sirve la vida
que es vida hasta morirse,
el corazón alerta sí me sirve.
Me sirve cuando avanza la confianza.

Me sirve tu mirada que es generosa y firme
y tu silencio franco sí me sirve.
Me sirve la medida de tu vida.

Me sirve tu futuro,
que es un presente libre
y tu lucha de siempre sí me sirve.
Me sirve tu batalla sin medalla.

Me sirve la modestia de tu orgullo posible,
y tu mano segura sí me sirve.
Me sirve tu sendero, compañero ».




 Mario Benedetti








miércoles, julio 25

Tokio Blues

« ...La memoria es algo extraño. Mientras estuve allí, apenas presté atención al paisaje. No me pareció que tuviera algo de particular y jamás hubiera sospechado que, dieciocho años después, me acordaría de él hasta en sus pequeños detalles. [...] estaba enamorado, y aquel amor me había conducido a una situación extremadamente complicada. No, no estaba en disposición de admirar el paisaje que me rodeaba.

Sin embargo ahora, hasta la primera imagen que se perfila en mi memoria es la de aquel prado. El olor de la hierba, el viento gélido, las crestas de las montañas, el ladrido de un perro. Esto es lo primero que recuerdo. Con tanta nitidez que tengo la impresión de que , si alargara la mano,podría ubicarlos, uno tras otro, con la punta del dedo. Pero este paisaje está desierto. No hay alguien. No está Naoko, ni estoy yo."¿A donde hemos ido?", pienso."¿Cómo ha podido ocurrir una cosa así? Todo lo que parecía tener más valor -ella, mi yo de entonces, nuestro mundo- ¿dónde ha ido a parar?" Lo cierto es que ya no recuerdo el rostro de Naoko. Conservo un decorado sin personajes... »



村上 春樹




martes, julio 24

Kafka en la orilla

« A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentando evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Tú vuelves a cambiar de rumbo. Y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra con la Muerte, antes del amanecer. Y la razón es que la tormenta no es algo que venga de lejos y que no guarde relación contigo. Esta tormenta, en definitiva, eres tú. Es algo que se encuentra en tu interior. Lo único que puedes hacer es resignarte, meterte en ella de cabeza, taparte con fuerza los ojos y las orejas para que no se te llenen de arena e ir atravesándola paso a paso. Y en su interior no hay sol, ni luna, ni dirección, a veces ni siquiera existe el tiempo. Allí solo hay una arena blanca y fina, como polvo de huesos, danzando en lo alto del cielo. Imagínate una tormenta como ésta.

Y tú en verdad la atravesarás, claro está. La violenta tormenta de arena. La tormenta de arena metafísica y simbólica. Pero por más metafísica y simbólica que sea, te rasgará cruelmente la carne como si de mil cuchillas se tratase. Muchas personas han derramado allí su sangre y tu, asimismo, derramarás allí la tuya. Sangre caliente y roja. Y esa sangre se verterá en tus manos. Tu sangre y, también, la sangre de los demás.

Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tu no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida. ¡No!. Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa si quedará clara: y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena ».



Haruki Murakami



lunes, julio 23

Áнна Карéнина

« A punto de ofuscarse comprendió en seguida que Kitty no podía ofenderle de alguna manera, desde el momento en que ella formaba parte de su propio <<yo>>. Así, por ejemplo, nos ocurre alguna vez que sentimos en la espalda un dolor muy vivo. Nuestra reacción más inmediata es la de volvernos, creyendo que nos han dado un golpe; ávidos de venganza, vemos que no hay alguien y, convencidos de que ha sido un accidente, tenemos que soportar en silencio el mal que nosotros mismos nos hemos hecho.

Levin, por tanto, nunca pudo haber experimentado tan claramente aquella impresión. Necesitó algún tiempo para recobrar el equilibrio. Quería demostrar a Kitty su injusticia, pero al echarle a ella la culpa, la habría irritado más. Un sentimiento muy natural le impulsaba a disculparse; otro, más violento, a no agravar más la situación. Resignarse al azote de una injusticia era cruel, pero áun lo era más querer suavizarlo con un pretexto de justicia. Con frecuencia un hombre adormecido lucha contra un mal doloroso del que intenta librarse, y al despertar comprueba que aquel mal estaba en el fondo de sí mismo »



León Tolstoi -Ana Karenina





Opiniones de un payaso, 14

« La vi volver a casa de noche. A la luz de la luna, el bien recortado césped parecía casi azul. Junto al garaje, ramas podadas, amontonadas allí por el jardinero. Entre la retama y las matas rojas de los acerolos, el cubo de la basura, listo para la recogida. Viernes por la noche. Ya sabría ella a qué olería la cocina: a pescado. También sabría las notas que encontraría, una de Züpfner sobre el televisor: "Tuve que irme urgentemente a casa de F. Besos. Heribert", la otra de la criada sobre la nevera: "Estoy en el cine, volveré a las diez. Grete (Luise, Birgit)."

Abrir la puerta del garaje, dar la luz: sobre la blanqueada pared, la sombra de un patinete y de una máquina de coser en desuso. En el rincón de Züpfner, el Mercedes probaba que Züpfner se había ido a pie: "Respirar aire, respirar, un poco de aire, aire." Barro en neumáticos y guardabarros recordaba viajes por el Eifel, discursos por la tarde ante las juventudes ("luchar juntos, resistir juntos, sufrir juntos").

Una ojeada hacia lo alto: también todo oscuro en el cuarto de los niños. Las casas vecinas con entradas de doble vía y separadas por amplios parterres. El patológico reflejo de los televisores. El padre y marido que vuelve a casa molestará como el regreso del hijo pródigo molestaría: no se degollaría ningún becerro, ni siquiera habría pollos a la parrilla, se señalaría fugazmente un resto de pasta de hígado que quedó en la nevera.

Los sábados por la tarde, reuniones de confraternidad, cuando los volantes de badminton saltaban por encima de la red impulsados por raquetas, cachorros de perro o de gato escapaban corriendo, volantes devueltos por una raqueta, recuperados los gatitos — "oh, qué monada" — o los perritos— "oh, qué monada" — en la puerta del jardín o a través de rendijas en el vallado. Reprimida la irritación en las voces, nunca personal; sólo de vez en cuando se sale de la impecable curva y traza arabescos en el cielo de la vecindad, siempre por motivos fútiles, nunca por los verdaderos: si un platillo se hace añicos con estrépito, un balón que rueda aplasta las flores, manos infantiles arrojan guijarros a la pintura de los coches, lo recién lavado y recién planchado es rociado por las mangueras del jardín, entonces las voces se vuelven estridentes, las voces que no pueden chillar ni por estafas ni adulterios ni abortos. "Hija, tienes los oídos supersensibles, toma una medicina."

No tomes algo, Marie.

La puerta de la casa se abre: silencioso y confortablemente cálido. La pequeña Mariechen duerme arriba. Así pasa el tiempo: boda en Bonn, luna de miel en Roma, embarazo, parto: rizos castaños sobre níveas almohadas infantiles. ¿Te acuerdas de cuando él nos enseñó la casa y afirmó, lleno de vitalidad: "Aquí hay sitio para doce niños?" Y cómo ahora te examina durante el desayuno, el inexpresado "¿sí?" en sus labios, y cómo gritan los sencillos correligionarios y compañeros de partido, después del tercer vaso de coñac: "¡De uno a doce, van once, reza la cartilla!"

Se murmurea por la ciudad. Has estado otra vez en el cine, en este atardecer resplandeciente de sol, en el cine. Y otra vez en el cine, y otras veces.

Toda la tarde sola en el grupo, en casa de Blothert en casa, y sólo el ca—ca—ca en los oídos, y esa vez no terminaba en —nciller el final, sino en —tólicos. Como un cuerpo extraño te zumba la palabrita en los oídos. Suena a juego de cricket, suena también un poco a úlcera. Blothert posee el contador Geiger que permite descubrir a los católicos: Éste sí, éste no, éste sí, éste no." Como si deshojase la margarita: me quiere, no me quiere. Me quiere. Allí se examinan clubs de fútbol y compañeros del partido, gobierno y oposición, con el test católico. Igual que un distintivo racial, se busca la piedra de toque y no se la encuentra: nariz nórdica, boca occidental. Alguien la tiene con seguridad, se la ha tragado, la piedra tan codiciada, la buscada con ahínco. Es el propio Blothert, guárdate de sus ojos, Marie. Lujuria senil, ideas de seminarista sobre el sexto mandamiento, y cuando se habla de ciertos pecados, sólo en latín. In sexto, de sexto. Naturalmente, suena a sexo. Y los queridos niños. A los mayores; Hubert, dieciocho; Margret, diecisiete, les está permitido quedarse un rato, para que la charla de los adultos les aproveche. Se habla de católicos, estado corporativo y la pena de muerte, que hace surgir una curiosa llamarada en los ojos de la señora Blothert, y su voz se eleva a irritadas alturas, donde el reír y el llorar se juntan sensualmente.

Has intentado consolarte con el trasnochado cinismo de izquierdas de Fredebeul: en vano. En vano intentarás irritarte con el trasnochado cinismo de derechas de Blothert. Hay una bonita palabra: nada. En nada pienses, en nada. Ni en el canciller, ni en los católicos, piensa en el payaso que llora en la bañera, que derrama el café en sus zapatillas ».



Heinrich Böll








domingo, julio 22

Alejandro, El Grande

« Encontrándose al borde de la muerte, Alejandro convocó a sus generales y les comunicó sus tres últimos deseos:

1 – Que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los más destacados e inteligentes médicos de la época.

2 – Que los tesoros que había conquistado (plata, oro, piedras preciosas), fueran esparcidos por el camino hasta su tumba, y..

.3 – Que, durante el cortejo fúnebre, sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, a la vista de todos.


Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, le preguntó a Alejandro cuáles eran sus razones.

Alejandro le explicó:

1 – Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos NO tienen algún poder sobre la muerte, ya que en algún momento no podrán curar el proceso de las enfermedades terminales, y, por lo tanto, siempre se verán imposibilitados para evitar la muerte de alguien, por más amado o importante que ese alguien sea.

2 – Quiero que el suelo sea cubierto por las riquezas que logré durante mi vida, son sólo posesiones temporales y quiero que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, se quedarán aquí mismo en la tierra. Somos sólo administradores temporales de las riquezas que obtenemos en nuestra vida.

3 – Y por último, quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que venimos con las manos vacías y con las manos vacías nos retiramos de la vida »






La sabiduría de los idiotas

« Érase una vez un zorro que se encontró a un joven conejo en el bosque. El conejo preguntó:
“¿Qué eres tú?”.

El zorro respondió-“Soy un zorro y podría comerte si quisiera”.

-“¿Cómo puedes probar que eres un zorro?”, preguntó el conejo.

El zorro no sabía qué contestar, porque en el pasado los conejos siempre habían huido de él sin plantearle cuestiones de este tipo.

El conejo dijo-“Si me puedes mostrar una prueba escrita de que eres un zorro, te creeré”.

Así pues, el zorro acudió corriendo al león, que le dio un certificado de que era realmente un zorro. Cuando volvió, el conejo estaba esperando y el zorro empezó a leer el documento. Estaba tan encantado que iba saboreando los párrafos con un lento placer. Mientras tanto, habiendo captado lo esencial del mensaje, el conejo se metió rápidamente en su madriguera y nunca volvió a ser visto.

El zorro regresó a la guarida del león, en donde vio a un ciervo conversando con él. El ciervo estaba diciendo- "Quiero ver una prueba escrita de que eres un león…”

El león le dijo- “Cuando no tengo hambre, no necesito molestarme. Cuando tengo hambre, no necesitas algo por escrito.”

El zorro dijo al león- “¿Por qué no me dijiste esto, cuando te pedí un certificado para el conejo?”-“Mi querido amigo”- replicó el león- “debías haberme dicho que éste te lo pedía un conejo. Pensé que era para un estúpido ser humano, del que algunos de estos estúpidos animales han aprendido ese pasatiempo” ».



Idries Shah






sábado, julio 21

El niño con el pijama de rayas

« Shmuel se pegó cuanto pudo a Bruno y lo miró con cara de miedo.

-Lamento que no hayamos encontrado a tu padre- dijo Bruno.
-Todo bien, no importa.
-Y lamento que no hayamos podido jugar, pero lo haremos cuando vayas a visitarme. En Berlín te presentaré a ...¿cómo se llamaban?- se preguntó, y sintió frustración porque se suponía que eran sus tres mejores amigos para toda la vida, pero ya se habían borrado de su memoria.

No recordaba ni sus nombres ni sus caras- En realidad- dijo mirando a Shmuel-, no importa que me acuerde o no. Ellos ya no son mis mejores amigos. Miro hacia abajo e hizo algo poco propio de él: le tomo una diminuta mano y se la apretó con fuerza.-Tú eres mi mejor amigo- dijo-. Mi mejor amigo para toda la vida.

Es posible que Shmuel abriera la boca para contestar, pero Bruno nunca escuchó lo que dijo porque en aquel momento se oyó una fuerte exclamación de asombro de todas las personas del pijama de rayas que habían entrado allí, y al mismo tiempo la puerta se cerró con un resonante sonido metálico ».





John Boyne




viernes, julio 20

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj

« Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente un reloj, que los cumplas muy felices, y esperamos que te dure, porque es de buena marca, suizo con ancora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de tí mismo, algo que es tuyo, pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demas relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a tí te ofrecen para el cumpleaños del reloj ».




Julio Cortázar, de Historias de Cronopios y de Famas




jueves, julio 19

21 gramos

«¿Cuántas vidas vivimos?, ¿Cuántas veces morimos? Dicen que todos perdemos 21 gramos en el momento exacto de la muerte, todos. ¿Cuánto cabe en 21 gramos?, ¿cuánto se pierde?, ¿cuándo perdemos 21 gramos?, ¿cuándo se va con ellos?, ¿cuándo se gana?, ¿cuándo... se gana?. 21 gramos, el peso de 5 monedas de 5 centavos, el peso de un colibrí, de una chocolatina. ¿Cuánto pesan 21 gramos? »


miércoles, julio 18

La despedida

« - Seducir a una mujer – dijo Bertlef con disgusto - , eso sabe hacerlo hasta el más tonto. Pero saber abandonarla es algo que sólo puede hacer un hombre maduro »

Milan Kundera

martes, julio 17

Los años de la infamia

« Sam Fuller trazó en la revista cambio16 un retrato descarnado, sin adornos, del desembarco: “Seis, siete minutos, eso es lo que dura una batalla. El resto es espera. Y miedo. Te huelen los pies, las manos duelen, las tripas se revuelven. Los soldados no escriben cartas a mamá. Marchan, papean, duermen, cagan. Nada más. Ese día no sabíamos dónde íbamos. No sabíamos nada de los miles de barcos, de los doce mil aviones. Nadie se encontraba en estado de éxtasis pensando en defender la democracia. Estábamos en Francia. Bueno, ¿y qué? Lo único que nos preocupaba era saber cuántos cabrones teníamos enfrente. No sabíamos nada de la operación, sólo que iba a ser anfibia, y que habría mucho humo; y que habría que matar, matar, matar. Por la bandera. La guerra son fusiles y balas. A cinco centavos la unidad. Y la muerte. Había dios, sexo y risas. Nada que ver con las películas de guerra. Además yo lo digo a menudo: en las películas de guerra tendría que haber un tío detrás de la pantalla disparando sobre el público con una ametralladora. Para enseñarnos lo que es eso del miedo. Vinieron unos tíos a largarnos unos discursos. Generales, mariscales, hijoputas. Todos dijeron estupideces. Menos uno. Se llamaba Alexander. Nos dijo: “hay unos desgraciados que tienen que hacer este puto trabajo, y esos desgraciados son ustedes". No nos vendió sentimentalismo.”

Fuller cruzó sobre el agua los metros que le separaban de la cabeza de playa desde el lanchón de desembarco: “Corrí ciento cincuenta metros sobre la playa. Había cantidad de cuerpos a nuestro alrededor. Y no es como se piensa. No. Era aquí una cabeza, allá, a cincuenta metros, unos pies: George Taylor, el coronel, gritaba: “Morid lo más lejos posible”. No decía. “¡Al ataque!”, gritaba “Morir allá, más lejos”, estuvimos pillados tres horas en esa maldita playa de Omaha. A mi lado un tipo se volvió loco del todo. Estábamos cuerpo a tierra. Él se levantó y empezó a avanzar hacia uno de los morteros que nos disparaban. Se puso a gritarle al arma “¡Dispárame!” ¿estás haciendo demasiado ruido!” No gritó durante mucho tiempo. Los heridos no eran heridos. Eran tipos destripados, hermanos a los que uno intentaba volver a meter los intestinos en la barriga. Uno aullaba “¡Traedme mi pierna!” ».


Manuel Leguineche

El Viaje Intimo de la locura


« En el jardín hay un cerezo dormido, pero parece muerto. Este otoño comenzó a sentirse apático, y la dejadez se apoderó de su espíritu. La vida, cansada de verle abúlico y desastrado, decidió que lo mejor sería que se tomaran un tiempo para reflexionar sobre su relación, y se marchó de vacaciones, dejándole en un estado de abatimiento que hizo que se fuera consumiendo poco a poco hasta que acabó por convertirse en lo que es ahora: el aletargado esqueleto de un cerezo; una osamenta de madera clavada al suelo, que solo espera que regrese la vida »

Roberto Iniesta "Robe" 

lunes, julio 16

Misericordia

« ¿Te atreverías a decir algo ofensivo de mí? ¡Que no he sabido llevar el Cargo y Data! ¿Y qué? ¿Quién te ha dicho a ti que las señoras son tenedoras de libros? El no llevar cuentas ni apuntar algo, no era más que la forma natural de mi generosidad sin límites. Yo dejaba que todo el mundo me robase; veía la mano del ladrón metiéndose en mi bolsillo, y me hacía la tonta... Yo he sido siempre así. ¿Es esto pecado? El Señor me lo perdonará. Lo que Dios no perdona, Benina, es la hipocresía, los procederes solapados, y el estudio con que algunas personas componen sus actos para parecer mejores -241- de lo que son. Yo siempre he llevado el alma en mi rostro, y me he presentado a los ojos de todo el mundo como soy, como era, con mis defectos y cualidades, tal como Dios me hizo... ¿Pero tú no tienes algo que contestarme?... ¿O es que nada se te ocurre para defenderte? »


Benito Pérez Galdós

domingo, julio 15

La tregua

« El tiempo se va. A veces pienso que tendría que vivir apurado, que sacarle el máximo partido a estos años que quedan. Hoy en día, cualquiera puede decirme, después de escudriñar mis arrugas: «Pero si usted todavía es un hombre joven». Todavía. ¿Cuántos años me quedan de ese «todavía»? Lo pienso y me entra el apuro, tengo la angustiante sensación de que la vida se me está escapando, como si mis venas se hubieran abierto y yo no pudiera detener mi sangre. Porque la vida es muchas cosas (trabajo, dinero, suerte, amistad, salud, complicaciones), pero nadie va a negarme que cuando pensamos en esa palabra Vida, cuando decimos, por ejemplo, «que nos aferramos a la vida», la estamos asimilando a otra palabra más concreta, más atractiva, más seguramente importante: la estamos asimilando al Placer. Pienso en el placer (cualquier forma de placer) y estoy seguro de que eso es vida. De ahí el apuro, el trágico apuro de estos cincuenta años que me pisan los talones. Aún me quedan, así lo espero, unos cuantos años de amistad, de pasable salud, de rutinarios afanes, de expectativa ante la suerte, pero ¿cuántos me quedan de placer? Tenía veinte años y era joven; tenía treinta años y era joven; tenía cuarenta años y era joven. Ahora tengo cincuenta años y soy «todavía joven». Todavía quiere decir: se termina ».



Mario Benedetti 
 
 
 
 

sábado, julio 14

El informe de Brodeck

« Hace mucho tiempo que evito las multitudes. Las rehúyo. Sé que todo, o casi todo, fue culpa suya. Me refiero a lo malo, a la guerra y a todos los Kazerskwirs, los cráteres que la guerra horadó en el cerebro de mucha gente. He visto a los hombres en acción cuando saben que no están solos, que pueden diluirse, disimularse en una masa que los engloba y supera, una masa formada por miles de rostros como los suyos. Se alegará que la responsabilidad es de quien los arrastra, los azuza, los hace bailar como a una serpiente alrededor de un bastón, y que las muchedumbres no son conscientes de sus actos, su dirección ni su futuro. Es mentira. Lo cierto es que la muchedumbre en sí es un monstruo, un enorme cuerpo que se engendra a sí mismo, compuesto de miles de otros cuerpos pensantes. Y también sé que no hay muchedumbre feliz. Detrás de las sonrisas, las risas, las músicas y los eslóganes hay sangre que se calienta, sangre que se agita, sangre que gira y enloquece al verse revuelta y removida en su propio torbellino »



Philippe Claudel 

viernes, julio 13

El cine según Hitchcock

« Lo que me emocionó aquella tarde, al volver a ver todos esos trozos de películas que recordaba de memoria, pero por una noche aislados de su contexto, fue a la vez la sinceridad y la brutalidad de la obra hitchcockiana. Era imposible no ver que todas las escenas de amor estaban filmadas como escenas de asesinato y todas las escenas de asesinato, como escenas de amor. Yo conocía esa obra, creía conocerla muy bien y me quedé anonadado ante lo que veía. En la pantalla todo eran manchas, juegos de artificio, eyaculaciones, suspiros, estertores, gritos, pérdidas de sangre, lágrimas, puñetazos torcidos, y me pareció que en el cine de Hitchcock, decididamente más sexual que sensual, hacer el amor y morir eran la misma cosa »



Truffaut



Si tú me dices ven lo dejo todo... Pero dime ven

« Me daba la sensación de que aquella anciana leía mis pensamientos, o eso parecían indicar aquellos ojos que me observaban con tanta atención... Sabía que había mucha sabiduría en ella, y lo mejor era que deseaba compartirla conmigo.


-Lo que te diré... -comenzó en un tono excesivamente bajo, tuve que acercarme mucho- lo que te diré tan sólo te servirá si te lo tomas como norte de tu vida. Si lo mezclas con otras filosofías o principios, no conseguirás algo.


Asentí obediente.
-Son sólo dos conceptos. -Su tono se elevó, pero ya no quise apartarme de su vera-. Por un lado, recuerda algo tan sencillo como que querer es siempre más valioso que te quieran. Querer mueve y detiene mundos. Que te quieran si tú no quieres, te acaba aletargando.
Hizo una pausa mientras amanecía en Capri. No intenté ni siquiera asimilarlo. Toda la vida me he dejado querer, y quizá aquello era insuficiente.
-Lo segundo y más valioso para llevar tu vida adelante es que debes darte cuenta de que nos hemos pasado la vida desde pequeños respondiendo a la pregunta "qué me gusta". Qué me gusta de comida, de ropa, de juguetes, de estudios, de trabajo, de amistad, de amor, de sexo...

Y ese "qué me gusta" marca nuestro mundo. Da la sensación de que si nos gusta algo es un indicador de un rumbo o un deseo, y debes saber que no.
Lo que nos gusta no es nuestro camino, ni tampoco lo que no nos gusta. A veces el rumbo puede estar en lo que nos provoca indiferencia, en aquello que no nos apasiona ni aborrecemos.

Entiende esto... Has de confiar en ti, no en lo que crees que te gusta a ti... La senda no la marca lo que te gusta a ti, sino que la marcas tú...


Después de aquello volvió a abrazarme y se marchó hacia la casa, tarareando "Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven". Se encendió un cigarrillo de camino y os juro que me recordó a aquella mujer del casino que amó el Sr. Martín... Se parecía... Desde lejos y desde cerca... Quizá era ella...


Supe que sus dos consejos marcarían mis próximos años; aunque no tenía prisa en ponerlos en práctica. Antes deseaba ver aquel amanecer nuboso en Capri y lentamente ir decidiendo mi ruta, mi camino, mi senda... »

-Albert Espinosa-
 

jueves, julio 12

Vivir adrede

« Cada existencia tiene sus vaivenes, que es como decir sus pormenores. El tiempo es como el viento, empuja y genera cambios. De pronto nos sentimos prisioneros de una circunstancia que no buscamos sino que nos buscó. Y para liberarnos de esa gayola es imprescindible pensar y sentir hacia dentro, con una suerte de taladro llamado meditación. De pormenor en pormenor vamos descubriendo el exterior y la intimidad, digamos el milímetro de universo que nos tocó en suerte. Y sólo entonces, cuando encontramos al muchacho o al vejestorio que lleva nuestro nombre, sólo entonces los pormenores suelen convertirse en pormayores ».



Mario Benedetti

El decálogo de Augusto Monterroso

« 1. Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.

2. No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.

3. En ninguna circunstancia olvides el célebre dictum: «En literatura nada hay escrito».
4. Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; así, jamás escribas algo con cincuenta palabras.

5. Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.

6. Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.

7. No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.

8. Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos únicas fuentes.

9. Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.

10. Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero, para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.

11. No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.

12. Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratara de tocarte el saco en la calle, ni te señalará con el dedo en el supermercado ».

Augusto Monterroso
 Guatemala, 1944 - 2003



 

Canonicemos a las putas

Santoral del sábado: Betty, Lola, Margot, vírgenes perpetuas, reconstruidas, mártires provisorias llenas de gracia, manantiales de generosidad.

« Das al placer, oh puta redentora del mundo y nada pides a cambio sino unas monedas miserables. No exiges ser amada, respetada, atendida, ni imitas a las esposas con los lloriqueos, las reconvenciones y los celos. A nadie obligas a la despedida o a la reconciliación; no chupas la sangre ni el tiempo; eres limpia de culpa; recibes en tu seno a los pecadores, escuchas las palabras y los sueños, sonríes y besas. Eres paciente, experta, atribulada, sabia, sin rencor.

No engañas a  la gente, eres honesta, íntegra, perfecta; anticipas tu precio, te enseñas; no discriminas a los viejos, a los criminales, a los tontos, a los de otro color; soportas las agresiones del orgullo, las asechanzas de los enfermos; alivias a los impotentes, estimulas a los tímidos, complaces a los hartos, encuentras la fórmula de los desencantados. Eres la confidente del borracho, el refugio del perseguido, el lecho del que no tiene reposo.

Has educado tu boca y tus manos, tus músculos y tu piel, tus vísceras y tu alma. Sabes vestir y desvestirte, acostarte, moverte. Eres precisa en el ritmo, exacta en el gemido, dócil a las maneras del amor.

Eres la libertad y el equilibrio; a nadie sujetas ni detienes; no sometes a los recuerdos ni a la espera. Eres pura presencia, fluidez, perpetuidad.

En el lugar en que oficias a la verdad y a la belleza de la vida, ya sea el burdel elegante, la casa discreta o el camastro de la pobreza, eres lo mismo que una lámpara, un vaso con agua y un pan.

Oh puta amiga, amante, amada, recodo de este día de siempre, te reconozco, te canonizo a un lado de los hipócritas y de los perversos, te doy todo mi dinero, te corono con hojas de yerba y me dispongo a aprender de ti todo el tiempo »



Jaime Sabines 
( México, 1926-1999 ) 

miércoles, julio 11

Botella al mar para el Dios de las palabras

« A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: «¡Cuidado!»

El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: «¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?» Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los Mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras.

Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor. No: el gran derrotado es el silencio. Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es fácil saber cómo se llaman en ninguna. Los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global.

La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión, en un ámbito propio de 19 millones de kilómetros cuadrados y 400 millones de hablantes al terminar este siglo. Con razón un maestro de letras hispánicas en Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de intérprete entre latinoamericanos de distintos países. Llama la atención que el verbo pasar tenga 54 significados, mientras en la República de Ecuador tienen 105 nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se ha inventado. A un joven periodista francés lo deslumbran los hallazgos poéticos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica. Que un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero dijo: «Parece un faro». Que una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque le supo a Viernes Santo. Que don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario memorable, nos dejó escrito de su puño y letra que el amarillo es «la color» de los enamorados. ¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cerveza que sabe a beso?

Son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempo no cabe en su pellejo. Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para que entre en el siglo venturo como Pedro por su casa. En ese sentido me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario, y devolvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?

Son preguntas al azar, por supuesto, como botellas arrojadas a la mar con la esperanza de que le lleguen al dios de las palabras.
 
A no ser que por estas osadías y desatinos, tanto él como todos nosotros terminemos por lamentar, con razón y derecho, que no me hubiera atropellado a tiempo aquella bicicleta providencial de mis 12 años ».

Gabriel García Márquez ( Colombia, 1928 )
Premio Nobel de Literatura 1982


 

Acerca de la inmigración en el estrecho de Gibraltar

« Que tire la primera piedra quien nunca haya tenido manchas de emigración en su árbol genealógico... Así como en la fábula del lobo malo que acusaba al inocente cordero de enturbiar el agua del arroyo de donde ambos bebían, si tú no emigraste, emigró tu padre, y si tu padre no necesitó mudar de sitio fue porque tu abuelo, antes, no tuvo otro remedio que ir, cargando la vida sobre la espalda, en busca de la comida que su propia tierra le negaba. Muchos portugueses (¿y cuántos españoles?) murieron ahogados en el río Bidasoa cuando, noche oscura, intentaban alcanzar a nado la otra orilla, donde se decía que el paraíso de Francia comenzaba. Centenas de millares de portugueses (¿y cuántos españoles?) tuvieron que adentrarse en la llamada culta y civilizada Europa de allá de los Pirineos, en condiciones de trabajo infame y salarios indignos. Los que consiguieron soportar las violencias de siempre y las nuevas privaciones, los supervivientes, desorientados en medio de sociedades que los despreciaban y humillaban, perdidos en idiomas que no podían entender, fueron poco a poco construyendo, con renuncias y sacrificios casi heroicos, moneda a moneda, céntimo a céntimo, el futuro de sus descendientes. Algunos de esos hombres, algunas de esas mujeres no perdieron ni quisieron perder la memoria del tiempo en que padecieron todos los vejámenes del trabajo mal pagado y todas las amarguras del aislamiento social. Gracias sinceras les sean dadas por haber sido capaces de preservar el respeto que debían a su pasado. Otros muchos, la mayoría, cortaron los puentes que los unían a aquellas horas sombrías, se avergonzaron de haber sido ignorantes, pobres, a veces miserables, se comportaron como si la vida decente, para ellos, sólo hubiera comenzado verdaderamente y por fin el día felicísimo en que pudieron comprar su propio automóvil. Esos son los que estarán siempre dispuestos a tratar con idéntica crueldad e idéntico desprecio a los emigrantes que atraviesan ese otro Bidasoa más largo y más hondo que es el Estrecho de Gibraltar, donde los ahogados abundan y sirven de pasto a los peces, si la marea y el viento no prefirieron empujarlos a la playa, hasta que la guardia civil aparezca y se los lleve. A los supervivientes de los nuevos naufragios, a los que pusieron pie en tierra y no fueron expulsados, les espera el eterno calvario de la explotación, de la intolerancia, del racismo, del odio a la piel, de la sospecha, del envilecimiento moral. Aquel que antes fue explotado y perdió la memoria de haberlo sido, acabará explotando a otro. Aquel que antes fue despreciado y finge haberlo olvidado, refinará su propia capacidad de despreciar. Aquel a quien ayer humillaron, humillará hoy con más rencor. Y helos aquí, todos juntos, tirándole piedras a quien llega hasta esta orilla del Bidasoa, como si ellos nunca hubieran emigrado, o los padres, o los abuelos, como si nunca hubieran sufrido de hambre y desesperación, de angustia y de miedo. En verdad, en verdad os digo, hay ciertas maneras de ser feliz que son simplemente odiosas ».



José Saramago Portugal, 1922
Premio Nobel de Literatura 1998

martes, julio 10

El libro de los amores ridículos

« −¿Qué pueden encontrar de malo en mi pasado? ¡Usted mismo sabe cuánto me gusta mi trabajo! ¡Nunca he descuidado mis obligaciones! Tengo la conciencia limpia!.


−La vida humana es muy ambigua−dijo el profesor−. El pasado de cualquiera de nosotros puede ser perfectamente adaptado lo mismo como biografía de un hombre de Estado, amado por todos, que como biografía de un criminal. Fíjese bien en su propio caso: Nadie pone en duda que le gusta su trabajo. Pero no se le veía con demasiadas frecuencia en las reuniones, y, cuando alguna vez aparecía, solía quedarse callado. Nadie sabía muy bien cuáles eran sus opiniones. Yo mismo recuerdo que en varias ocasiones, cuando se trataba de cosas serias, de pronto hacía usted una broma que producía incertidumbre. Naturalmente esa incertidumbre quedaba de inmediato olvidada, pero hoy, rescatada del pasado, adquiere de pronto un sentido preciso. Recuerde también cuántas veces ha ocultado usted sus presencias cuando venían distintas mujeres a buscarlo a la Facultad. O su último trabajo, del que cualquiera puede afirmar, si le da la gana, que defiende posiciones sospechosas. Claro que todas éstas son cuestiones aisladas; pero basta con la luz que sobre ellas arroja su delito actual para que de pronto se unan, formando un conjunto que pone de manifiesto cuál es su carácter y su actitud.

−Pero ¿de qué delito se trata? −exclamé−. Explicaré delante de todos cómo han ocurrido las cosas: si las personas son personas, tendrán que reírse...


Como le parezca. Pero verá usted que, o las personas no son personas, o usted no sabía cómo eran las personas. No van a reírse »


Milan Kundera




lunes, julio 9

Sobre estar muerto

« Ciertamente es extraño no poder habitar más la tierra,
dejar para siempre de practicar unas costumbres apenas aprendidas,
no dar a las rosas y a las otras cosas, que de suyo
eran ya una promesa, la significación de un futuro humano;
no ser más que lo que se era en unas manos infinitamente angustiadas,
y tener que desprenderse aun del propio nombre
como quien arroja, lejos de sí, un juguete roto.
Extraño no seguir deseando los deseos. Extraño
ver todo aquello que nos concernía como flotando
suelto en el espacio. Y penosa la tarea de estar muerto,
penoso ese recobrarse plenamente, hasta llegar a sentir poco a poco
una huella de eternidad. Pero los vivientes cometen
el error de querer distinguir con demasiada nitidez.
Los ángeles (se dice) no saben a menudo si se mueven
entre los vivos o entre los muertos. La eterna corriente
arrastra consigo, a través de los dos reinos, todas las edades,
y sobre ambos se extiende, acallándolos, el poderío de su voz »



Rainer María Rilke

domingo, julio 8

Novela con cocaína

« Es exacto y verdadero que la separación de lo espiritual y lo carnal en un hombre es signo de su virilidad, y la separación entre lo espiritual y lo carnal en una mujer es signo de su prostitución. Y bastaría con que todas las mujeres, juntas, se virilizaran para que el mundo, el mundo entero, se transformara en un burdel.

Para un hombre enamorado, todas las mujeres no son mas que mujeres, excepto aquella que ama - ésta es para él un ser humano -. Para una mujer enamorada, todos los hombres son sólo seres humanos, con excepción del que ama; para ella, este es un hombre.

Esta es la triste verdad que se impone más y más.
Y por último, la certidumbre (experimentada tantas veces ya, y cada vez a su manera) de que los encantos de un cuerpo de mujer que inflaman los sentidos son como olores de cocina - excitantes cuando se tiene hambre, repugnantes cuando se está saciado »
M.Agueiev
 

viernes, julio 6

El principito: Olvidar con vergüenza

« -¿Qué haces ahí? - preguntó al bebedor, a quien encontró instalado en silencio, ante una colección de botellas vacías y una colección de botellas llenas.

-Bebo -respondió el bebedor, con aire lúgubre.

-¿Por qué bebes? -le preguntó el pricipito.

-Para olvidar -respondió el bebedor.

-¿Para olvidar qué? -inquirió el principito, que ya le compadecía.

-Para olvidar que tengo vergüenza -confesó el bebedor bajando la cabeza.

-¿Vergüenza de qué? -averiguó el principito que deseaba socorrerle.

-¡Vergüenza de beber! -terminó el bebedor, que se encerró definitivamente en el silencio.

Y el principito se alejó, perplejo ».
Antoine de Saint Exupéry

martes, julio 3

De cara al exterior

« De tanto preocuparse por parecer, se le olvidó Ser. 
De tanto empeñarse en ser vista, dejó de verse. 
De tanto callar para no defraudar, se volvió muda. 
Y de tanto ningunearse a sí misma, un día se esfumó sin dejar rastro »

lunes, julio 2

El color de las cosas


« Porque las cosas  n no son del color que parecen ser, sino del color con que se miran »

domingo, julio 1

Gurdjief

« 1. Lo que es, no se parece.
2. Lo más grande que un hombre puede lograr es poder hacer.
3. Cuanto más malas sean las condiciones de la vida más productivo será el trabajo, siempre y cuando se recuerde el trabajo.
4. Recuérdese a sí mismo siempre y en cualquier lugar.
5. Recuerde que usted ha venido aquí habiendo entendido la necesidad de luchar contra sí mismo, sólo contra sí mismo. Por lo tanto, agradezca la oportunidad que otra persona le pueda dar para luchar contra sí mismo.
6. Aquí nosotros podemos tan sólo dirigir y crear condiciones, pero no ayudar.
7. Sabed que esta casa puede ser de utilidad tan solo a aquellos que han reconocido su nulidad y creen en la posibilidad de cambiar.
8. Si usted sabe que un acto es malo y lo realiza, comete un pecado difícilmente resarcible.
9. El principal significado de la felicidad en esta vida consiste en la habilidad de considerar siempre externamente, nunca internamente.
10. No ame el arte con sus sentimientos.
11. Un verdadero signo de un hombre bueno es que él ama a su padre y a su madre.
12. Juzgue a los demás por sí mismo, y raramente se equivocará.
13. Ayuda a aquel que no es holgazán.
14. Respeta toda religión.
15. Yo amo a aquel que ama el trabajo.
16. Podemos esforzarnos solamente por lograr ser cristianos.
17. No juzguéis a un hombre por las palabras de otros.
18. Considero lo que la gente piensa de usted, no lo que dice.
19. Tomad el entendimiento del Este y el conocimiento del Oeste y entonces buscad.
20. Sólo aquel que puede cuidar lo que pertenece a otros, puede tener lo propio.
21. Sólo el sufrimiento consciente tiene algún sentido.
22. Es mejor ser temporalmente egoísta que nunca ser justo.
23. Practicad el amor primero con los animales, ellos son más sensitivos.
24. Enseñándoles a otros es como uno aprende.
25. Recordad que aquí el trabajo no se hace por causa del trabajar, sino que sólo es un medio.
26. Sólo aquel capaz de ser justo se puede poner en la posición de los demás.
27. Si no tenéis por naturaleza una mente crítica, vuestra estancia aquí es inútil.
28. Aquel que ha liberado a su ser del mal de “mañana” tiene una oportunidad de lograr aquello por lo que vino aquí.
29. Bendito es aquel que posee un alma, bendito es aquel que no tiene ninguna, pero pena y angustia para aquel que la tiene en embrión.
30. El descanso no proviene de la cantidad sino de la calidad del dormir.
31. Dormir poco y sin pena.
32. La energía consumida en trabajo interno activo es pues transformada en un fresco surtidor, pero aquella consumida en trabajo pasivo es perdida para siempre.
33. Uno de los mejores medios para despertar el deseo de trabajar sobre sí mismo, es el entender que usted puede morir en cualquier momento. Pero primero tiene que aprender cómo mantener esto en su mente.
34. El amor consciente evoca la misma respuesta equivalente. El amor emocional evoca lo opuesto a sí mismo. El amor físico depende del tipo y la polaridad.
35. La fe consciente es libertad. La fe emocional es esclavitud. La fe mecánica es estupidez.
36. La esperanza, cuando es atrevida, es fuerza. La esperanza con duda, es cobardía. La esperanza, con miedo, es debilidad.
37. Al hombre le ha sido dado un cierto número de experiencias y economizándolas, prolongará su vida.
38. Aquí no hay ni rusos, ni ingleses, ni judíos, ni cristianos, sino sólo aquellos que persiguen un objetivo: tener la capacidad de ser ».

No te salves

« No te quedes inmóvil
al borde del camino,
no congeles el júbilo,
no quieras con desgana,
no te salves ahora,
ni nunca,
no te salves,
no te llenes de calma.

No reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo,
no dejes caer los párpados
pesados como juicios.

No te quedes sin labios.
No te duermas sin sueño.
No te pienses sin sangre.
No te juzgues sin tiempo.

Pero si,
pese a todo,
no puedes evitarlo:

y congelas el júbilo,
y quieres con desgana,
y te salvas ahora,
y te llenas de calma,
y reservas del mundo,
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios.
Y te secas sin labios,
y te duermes sin sueño.
y te piensas sin sangre,
y te juzgas sin tiempo,
y te quedas inmóvil
al borde del camino.

y te salvas, entonces
no te quedes conmigo »




Mario Benedetti