lunes, junio 29

Hombre mirando al sudeste

"La naturaleza sólo permite un desarrollo muy lento, favorece más fácilmente un cambio de especie que un cambio de conciencia.

Yo soy más racional que ustedes, respondo racionalmente a los estímulos, si alguien sufre lo consuelo, alguien me pide ayuda se la doy, ¿Por qué entonces usted cree que estoy loco?  Si alguien me mira lo miro, alguien me habla lo escucho, ustedes se han ido volviendo locos de a poco por no reconocer esos estímulos, simplemente por haber ido ignorándolos, alguien se muere y ustedes lo dejan morir, alguien pide ayuda y ustedes miran para otro lado, alguien tiene hambre y ustedes dilapidan lo que tienen, alguien se muere de tristeza y ustedes lo encierran para no verlo.

Alguien que sistemáticamente adopta esas conductas, que camina entre las víctimas como si no estuvieran, podrá vestirse bien, podrá pagar sus impuestos, ir a misa, pero no me va a negar que está enfermo.

Su realidad es espantosa doctor, ¿Por qué no dejan de una buena vez la hipocresía y buscan de una buena vez la locura de este lado? Y se dejan de perseguir a los tristes, a los pobres de espíritu, a los que no compran porque no quieren o porque no pueden, toda esa mierda que usted me vendería de muy buena gana, si pudiera, claro ".


Eliseo Subiela
1986



viernes, junio 26

La duda metódica

"Ya me percaté hace algunos años de cuántas opiniones falsas admití como verdaderas en la primera edad de mi vida y de cuán dudosas eran las que después construí sobre aquéllas, de modo que era preciso destruirlas de raíz para comenzar de nuevo desde los cimientos si quería establecer alguna vez un sistema firme y permanente. Por todo ello, habiéndome desembarazado oportunamente de toda clase de preocupaciones, me he procurado un reposo tranquilo en apartada soledad, con el fin de dedicarme en libertad a la destrucción sistemática de mis opiniones.

Para ello, puesto que la razón me persuade a evitar dar fe no menos cuidadosamente a las cosas que no son absolutamente seguras e indubitables que a las abiertamente falsas, me bastará para rechazarlas todas encontrar en cada una algún motivo de duda.

Pues bien, todo lo que hasta ahora he admitido como absolutamente cierto lo he percibido de los sentidos o por los sentidos; he descubierto, sin embargo, que éstos engañan de vez en cuando y es prudente no confiar nunca en aquellos que nos han engañado aunque sólo haya sido por una sola vez. Con todo, aunque a veces los sentidos nos engañan aunque sólo haya sido por una sola vez. Con todo, aunque a veces los sentidos nos engañan en lo pequeño y en lo lejano, quizás hay otras cosas de las que no se puede dudar aún cuando las recibamos por medio de los mismos, como, por ejemplo, que estoy aquí, que estoy sentado junto al fuego, que estoy vestido con traje de invierno, que tengo este papel en las manos y cosas por el estilo. ¿Con qué razón se puede negar que estas manos y este cuerpo sean míos? A no ser que me asemeje a no sé que locos cuyos cerebros ofusca un pertinaz vapor de tal manera atrabiliario que aseveran en todo momentos que son reyes, siendo en realidad pobres. Perfectamente, como si yo no fuera un hombre que suele dormir por las noches e imaginar en sueños las mismas cosas que cuando estoy despierto.....Pero ahora veo este papel con los ojos abiertos, y no está adormilada mi cabeza que muevo, y conscientemente y sensiblemente extiendo mi mano, puesto que un hombre dormido no lo experimentaría con tanta claridad; como si no me acordara de que he sido ya otras veces engañado en sueños por los mismos pensamientos. Cuando doy más vueltas a la cuestión veo sin duda alguna que estar despierto no se distingue con indicio seguro del estar dormido.

Pues bien, soñemos y que no sean, por tanto, verdaderos esos actos particulares; como, por ejemplo, que abrimos los ojos, que movemos la cabeza, que extendemos las manos; pensemos que quiza no tenemos tales manos ni tal cuerpo. Por todo ello, deduciremos quizá sin errar que la física, la astronomía, la medicina y todas las demás disciplinas que dependen de la consideración de las cosas, con ciertamente dudosas, mientras que la aritmética, la geometría y otras de este tipo, que tratan sobre las cosas más simples y absolutamente generales, sin preocuparse de si existen en realidad en la naturaleza o no, poseen algo cierto e indudable, puesto que, ya esté dormido, ya esté despierto, dos y tres serán siempre cinco y el cuadrado no tendrá más que cuatro lados; y no parece ser posible que unas verdades tan obvias incurran en sospecha de falsedad. No obstante, está grabada en mi mente una antigua idea, a saber, que existe un Dios omnipotente.

Pero, ¿cómo puedo saber que Dios no me induce a errar siempre que sumo dos más dos o numero los lados de un cuadrado? Supondré, pues, que no un Dios óptimo, fuente de la verdad, sino algún genio maligno de extremado poder e inteligencia pone todo su empeño en hacerme errar; permaneceré pues asido a esta meditación y de este modo, aunque no me sea permitido conocer algo verdadero, procuraré al menos con resuelta decisión no dar fé a cosas falsas y evitar que este engañador, por fuerte y listo que sea, puede inculcarme nada."



René Descartes



jueves, junio 25

El visitante

"Dos exploradores lograron refugiarse en una cabaña abandonada, después de haber vivido tres angustiosos días extraviados en la nieve. Al cabo de otros tres días, uno de ellos murió. El sobreviviente excavó una fosa en la nieve, a unos cien metros de la cabaña, y sepultó el cadáver. Al día siguiente, sin embargo, al despertar de su primer sueño apacible, lo encontró otra vez dentro de la casa, muerto y petrificado por el hielo, pero sentado como un visitante formal frente a su cama. Lo sepultó de nuevo, tal vez en una tumba más distante, pero al despertar al día siguiente volvió a encontrarlo sentado frente a su cama. Entonces perdió la razón. Por el diario que había llevado hasta entonces se pudo conocer la verdad de su historia. Entre las muchas explicaciones que trataron de darse al enigma, una parecía ser la más verosímil: el sobreviviente se había sentido tan afectado por su soledad que él mismo desenterraba dormido el cadáver que enterraba despierto".



Gabriel García Márquez



miércoles, junio 24

La palabra

"La única manera de salir de nuestro encierro del Yo es mediante la palabra, es lo único que nos permite darle espacio al otro, por eso es fundamental escuchar al otro y expresar un discurso auténtico, la palabra del otro se incorpora en nosotros, nos afecta, nos rompe, nos destruye y paradójicamente al hacerlo nos construye..."


Jonathan R. Ahumada


lunes, junio 22

Pulsión de la muerte

"La pulsión de muerte está ahí como fuerza incontenible e imparable, no se detiene, como si se tratase de un río desbordado no la podemos contener, la podemos debilitar abriendo canales.

La pulsión de muerte hace referencia a un estado anterior a la vida consciente, el anhelo de todo individuo, dejamos de caminar en la vida, reina la pasividad, nos volvemos dependientes, retornamos a la posición narcisista, anhelamos la simbiosis que es la pérdida de la individualidad para fusionarme con el otro, reina el principio del placer. Un ejemplo de esto es el adicto, quien piensa que disfruta y no logra percatarse que está auto destruyéndose, regresando a ese estado anterior al nacimiento.

La pulsión de muerte aparece en cada acto de nuestra vida, ahí se cuela en el amor, por eso se torna posesivo y celoso. De ahí que nos fascinamos por lo inalcanzable y cuando lo alcanzamos no sabemos qué hacer, por eso nuestras relaciones son más imaginarias que reales, por eso hacemos más cosas por los muertos que por los vivos, a los vivos en lugar de construirlos solemos destruirlos.

Por eso preferimos tomar decisiones que nos matan un poco, el empleo que no te vivifica sino que te quita el sueño, te quita la calidad de vida. Mejor evadirte y distraerte que involucrarte con la vida, mejor hacerte el muerto con una vida sedentaria. Si te fijas muy bien, te alarmarías de darte cuenta cuántas decisiones auto destructivas tomas diariamente, ahí la pulsión de muerte.

“Tú y yo estaremos juntos por siempre...” si eso se vuelve realidad uno tiene que renunciar a su vida para complacer el deseo del otro, ahí no está el amor, ahí hay una clara pulsión de muerte: “¡Sacrifica tu vida para mi!”.

“¡Quiero que las cosas fluyan!". Más pulsión de muerte, no quiero activar las cosas, no quiero influir en mi entorno, quiero que el universo, el destino, la suerte o la divinidad hagan todo a mi favor; otro movimiento regresivo y narcisista. ¡Y pensar qué hay multitudes que consideran que esos son principios terapéuticos!  Esa frase caprichosa reúne todo: pasividad, narcisismo, principio de placer. 

Un ejemplo actual “¿Por qué la gente no se cuida y toma las medidas?” , dicen unos: “son nacos e ignorantes...”. Ahí hay dos ejemplos de cómo fluye la pulsión de muerte, en unos hay una vocación autodestructiva, ¿no te das cuenta qué hay gente que lo único que necesita es formalizar con una muerte física para complementar su muerte anímica? Y en otros hay una vocación destructiva, matar al otro con las palabras, destruirles, desearles el mal. La cosa es que esto no es un fenómeno que solo ocurre en México, cosa de revisar internet para que te des cuenta de que en muchos países (incluyendo primer mundo) hay mucha gente que no se cuida. 

Donde la creatividad se ha abandonado, ahí hay muerte, por ejemplo, muchas relaciones están más cómodas en un estancamiento que un crecimiento que implica el compromiso y la vitalidad de ambos, fantasean con que las cosas “se den”. Es así como vivimos sometidos por nuestra propia pulsión de muerte.

La pulsión de muerte es tan relevante en nuestra vida que nuestra sola presencia en el mundo da testimonio de que ocupamos el espacio de algún fallecido, posteriormente nosotros cederemos nuestro espacio.

Necesitas darle de comer cada día unos cuantos deseos a la pulsión de muerte, de lo contrario ésta te comerá a ti o a los que te rodean.

Pero la pulsión de muerte no es el enemigo a vencer, ni siquiera es enemigo, se requiere pulsión de vida para que con sabiduría y con creatividad podamos DESTRUIR nuestra mediocridad, DESTRUIR lo que nos destruye, lo que nos hace indeseables, DESTRUIR la violencia, la desigualdad, la injusticia, la enfermedad. Ese monstruo llamado pulsión de muerte puede ser un útil aliado cuando le damos de comer deseos y no a nosotros mismos o a otros.

¿Cómo darle de comer deseos? El deseo se origina en la falta, la falta causa al deseo y esto nos lleva a que la pulsión de vida nos movilice a conseguir eso que nos hace falta, al conseguirlo el deseo es saciado y al ser saciado es destruido por la pulsión de muerte. La pulsión de vida es un chef, el deseo un platillo y la pulsión de muerte el comensal, si no hay platillos (deseos) entonces el comensal se come al chef y a la casa entera."


Jonathan R. Ahumada 
Clínica de las emociones 




domingo, junio 21

¿Qué es un padre?

"1- Un significante primordial. 

Según Jacques Lacan la pregunta ¿qué es ser un padre? se encuentra en el centro de la interrogación freudiana, tanto en su doctrina como su propia vida. 

Freud se preocupó por delimitar el papel que le tocaba al padre en el concierto del Complejo de Edipo. Procuró dar cuenta de su lugar en varios trabajos, entre ellos en “Tótem y Tabú” y en “Moisés y la religión monoteísta”. Pero también podemos encontrar esta pregunta en sus sueños y otras confidencias. Lacan, por su parte, va a ubicar al padre claramente en la realización del Edipo y formalizar su intervención. Aclarando que, copular con una mujer y que esta quede embarazada para finalmente dar a luz, nunca podrá dar cuenta de la noción de qué es ser padre.

Se trata de un problema que concierne a todo neurótico y a cada sujeto en su infancia “¿Qué es un padre? Esta pregunta es una forma de abordar el problema del significante del padre, pero no olvidemos que también se trata de que los sujetos  acaben convirtiéndose a su vez en padres.” Plantearse la pregunta es algo distinto a ser padre. Acceder a la posición paterna será una búsqueda que en punto quedará incompleta. Lacan afirmará que nadie ha sido padre por entero, que sólo puede suponerse que en alguna parte alguien pueda cumplir con esa posición plenamente.

Para dar lugar a esta pregunta es necesario tener en cuenta la categoría del significante. Será necesario un efecto retroactivo para que la noción de ser padre, gracias al intercambio cultural, haya logrado el estatuto de un significante primordial. 

A partir de la enseñanza de Lacan el “nombre del padre” es la referencia ineludible si queremos captar de que se trata de ser padre. En principio lo ubicará como soporte de la función simbólica y jugará con la homofonía francesa entre el nom du père y le non du pére, es decir entre nombre del padre y el no del padre. Dando cuenta de que esa función simbólica introduce algo del orden de la prohibición. La función guarda relación con esa ley capaz de separar del objeto primordial que resultaría alienante.

En el seminario sobre Las Psicosis quedará determinada su importancia fundamental cuando coloque las palabras con mayúsculas y entre guiones. El Nombre-del-Padre será determinante en la estructuración del sujeto. Su ausencia dará cuenta de una estructura psicótica. Así el Edipo freudiano pasará a ser leído a partir de la Metáfora Paterna, en la cual el significante deseo de la madre será reemplazado por el Nombre-del-Padre

El Nombre-de-Padre será un significante que le otorgará identidad al sujeto y haga de carretera principal hacia el encuentro con el otro sexo. La función de significante primordial es lo que le permite agrupar en un haz a las significaciones. El significante, al  polarizar, crea el campo de las significaciones.

Este significante primordial está en suspenso en la crisis inaugural que lo lleva a Schreber al desencadenamiento psicótico. Cuando no hay carretera principal nos encontramos con senderos que se bifurcan, con caminos que se siguen como se puede o en los que simplemente se vagabundea. En el delirio el sujeto psicótico emprenderá la posibilidad de compensar por una vía restitutiva el fracaso de la metáfora.

La eficacia de la función paterna se verificará en la medida en que se instaure el mecanismo de represión, asegurándole al sujeto la entrada en el campo de la neurosis.  Así el final del Edipo guarda relación con la instauración en el inconsciente de la ley.

Aunque siempre habrá fallas. De toda forma permitirá otorgarle una respuesta al enigma por el deseo de la madre, ubicando al falo en escena, abriendo así la significación fálica y posicionando al sujeto con relación a la falta.

Lacan dirá que el único lugar donde puede ser respondida validamente la pregunta por el padre está determinado por la tradición. El padre encuentra su síntesis en la tradición religiosa, es de ese terreno que tomará el significante que le permitirá dar cuenta de la función paterna. 

Si bien la ciencia pretende poner en jaque al antiguo adagio Pater semper incertus, no acostumbra a ser la realidad, si no más bien la fe lo que garantiza la atribución de un hijo a su padre. De hecho ha sido en la religión donde se distinguió claramente al progenitor de la función paterna, y es desde ese campo desde donde se nos ha enseñado a invocarlo.


2- Lectura ambientalista del padre.

Cuando Lacan precisa en qué consiste la metáfora paterna rompe con lo que podemos llamar una lectura ambientalista del padre. Se acostumbran a poner en juego observaciones que no llegan a captar la verdadera función paterna. Se habla frecuentemente de la ausencia o de la presencia del padre. De que es demasiado bueno o demasiado malo. O bien que los padres no se entienden o se pelean. Se analiza la forma que toma la carencia paterna: el padre trabaja mucho o viaja seguido. Del otro lado hay un exceso de presencia, era la época donde el padre terrorífico resultaba lesional. No tardó en decirse que el problema era cuando el padre resultaba ser demasiado amable. Lacan nos hace una lista: “Están los padres débiles, los padres sumisos y los padres sometidos, los padres castigados por su mujer y, finalmente, los padres lisiados, los padres ciegos, los padres patituertos, todo lo que ustedes quieran.” 

Esta lectura ambientalista no permite captar la verdadera dimensión de la problemática. Llama la atención como aún luego de estas precisiones los analistas insisten en datos biográficos tomando la cuestión de la presencia o ausencia en el sentido físico, ubicando la cuestión en el plano de la realidad más ordinaria. Al escribir la fórmula de la metáfora paterna vemos que esta no se presta a ninguna caracterología del padre.

El padre puede existir sin estar. Sin embargo esto no llama a la prudencia de los psicoanalistas cuando se describe una mirada ambientalista sobre el lugar del padre. El padre puede ser hablado por la madre, es decir ser un ser de lenguaje.

Lo que cuenta no es que el padre o la situación familiar resulte normal, cosa que por otra parte resulta difícil de precisar en qué consistiría, sino que el padre resulte normativizante. Lacan nos dirá que los investigadores no han pecado por lo que encuentran sino por lo que buscan. Han confundido el padre normal con el padre normativo.  Es verdad que un padre que no sea un poco normal puede resultar muy desnormativizante, pero una cosa es la normalidad del padre y otra su función normativizante en el Edipo.

El padre no interviene como un personaje real, sino como provisto de un derecho. No es necesaria su presencia física para otorgarle el carácter simbólico necesario para operar. Por supuesto que resultará fundamental el lugar que ocupe en la madre. Lacan pone el ejemplo de cómo puede llegar a intervenir realizando una llamada telefónica. Aunque en ocasiones sucede que la madre no lo atienda o le corta el teléfono. Y no nos referimos a una cuestión simplemente ambientalista. Se trata de algo simbólico, como el padre. La cuestión es cuando es llamado y no hay respuesta posible. Cuando “...al llamado del Nombre-del-Padre responda, no la ausencia del padre real, pues esta ausencia es más que compatible con la presencia del significante, sino la carencia del significante mismo”.



3- Registros del padre.

Al igual que sucede con otros términos resulta conveniente para ser precisos utilizar la herramienta lacaniana de los tres registros. Muchos de los problemas en los que se incursionan tienen que ver con un aplastamiento de los mismos, particularmente de lo simbólico a lo imaginario, o con no captar lo que se juega en lo real. 

El padre que hemos articulado a la ley remite al padre simbólico. Es el Nombre-del-padre, mediador del mundo simbólico y su estructuración. Se trata del padre explorado por Freud en “Tótem y Tabú”, ese padre muerto que una vez desaparecido opera en la obediencia retroactiva y que, castración mediante, limita y a la vez orienta el deseo del sujeto. 

El padre imaginario es aquel del que tenemos noticias en los análisis con múltiples anécdotas construidas a partir de sus virtudes u horrores. Es en relación con el que se juega la agresividad, la identificación, la idealización que lo lleva al sujeto a la identificación al padre. Se encuentra integrado en el soporte de la relación con los semejantes, en el fundamento de las relaciones libidinales y agresivas. Puede ser el padre terrorífico, que no tiene necesariamente que coincidir con el padre real, sino que se amasa con los fantasmas que se despejan en el análisis. 

El padre real resulta un tanto más difícil de explicitar, precisamente por la interposición de esos fantasmas y la relación simbólica. Siempre lo real es lo más difícil de captar, y siempre hay que tener en cuenta la evolución que ha tenido el término en la obra de Lacan. En “La relación de objeto” es el padre real a quien le atribuye una función destacada en el complejo de castración. Resulta esencial en la asunción de la virilidad y en el acceso al deseo sexual. 

En 1970 Lacan llegará a afirmar que el padre real es un espermatozoide, quizás sea un chiste, ya que nadie supone ser el hijo de un espermatozoide. El chiste lacaniano del padre, así como el padre de la horda es el chiste freudiano. 

Cuando Lacan habla del padre del pequeño Hans nos muestra que se trata de una buena persona, discípulo de Freud, preocupado por la fobia de su hijo, Hans lo quiere mucho y no teme de él algo así como la castración. El inconveniente es que el padre, por el contrario, parece estar obstinado en no ejercerla. 

Recordemos que el psicoanálisis no opone la ley al deseo, por el contrario. Si la madre está interdicta para el niño esto es porque el padre la toma como causa de deseo, no se trata de que la sexualidad sea lo prohibido. El padre orienta, se convierte en una herramienta, al mostrar como la ley se humaniza. Una ley que es la condición del deseo y del amor. A partir de entonces dependerá como el sujeto se las arregla con eso. Lo cual tendrá que ver con lograr pasar de la posición neurótica de hacer como que esa falta no existe al saber hacer con la falta.



4- Los padres de hoy.

El deseo de tener un hijo es algo inherente a las mujeres, a su relación con el falo. Es lo que generalmente termina haciendo de una mujer una madre. Aparece raramente en el hombre, como en el caso de un analizante histérico que, detrás del “estamos embarazados”, reconocía la realización de un fantasma de embarazo en el que entretejía su interrogante neurótico. Esto no quita que el hombre aparezca en un segundo momento, que ame a su hijo, y que acompañe el deseo de la madre hasta el momento en que opera como padre, el tiempo de la interdicción.

En muchos casos esta estructura se mantiene. A veces los analistas caemos en el error que criticamos y terminamos realizando generalizaciones. Si bien es verdad que los tiempos cambian en general llegan sujetos con las problemáticas descriptas por Freud o Lacan. Sin embargo hay casos donde lo nuevo nos obliga a ponernos al día.

Es verdad que lo social se ha ido trasformando y como lo plantea Eric Laurent: “Ante estas reorganizaciones tan rápidas, el psicoanálisis –y su discurso sobre el padre y la madre- es convocado en formas diversas.” Lacan, desde sus primeros trabajos, se interrogó por los efectos de la declinación social de la imago paterna, cuestión que implica una crisis psicológica, a la que tal vez se relacione el surgimiento del psicoanálisis.

Con los exámenes genéticos, la ciencia viene a demostrar que el padre ya no es incierto. Es verdad, pero todavía nos son tantos los sujetos que se han realizados análisis de ADN, quizás en el futuro sea una práctica regular, hoy son excepciones.

De todos los frentes se proclama la caída del padre. La soberanía del antiguo patriarca ha declinado. La familia autoritaria en el viejo sentido ha mutado, la autoridad parental es compartida. Esa distancia habitual entre padre e hijo que implicaba un respeto absoluto ya casi no se juega en nuestra cultura. “Me cuesta pasar de estar jugando con mi hijo a que este acepte que el juego se terminó y poder ponerle los puntos”, afirmaba un padre de hoy, desconcertado por haber tenido un modelo diferente. El matrimonio, por otra parte, se encuentra en constante declinación, “es tardío, meditado, festivo o útil, y a menudo está precedido por un período de unión libre, concubinato o experiencias múltiples de vida en común o en soledad.” En ocasiones las parejas deciden no ser padres o conciben hijos al margen del lazo matrimonial. El divorcio nos muestra que las cosas están lejos de ser para toda la vida. Concordamos en un punto con Roudinesco en su libro “La familia en desorden”, estas cuestiones muestran desórdenes que no son nuevos, sino que más bien se manifiestan de manera inédita. Pese al pesimismo de los psicoanalistas todavía hay casos en los que la ley ocupa un lugar en el Otro. 

Por otra parte alcanza con leer los casos de Freud y otros psicoanalistas para darse cuenta que el padre nunca estuvo a la altura. Incluso se puede repasar un poco la historia de la humanidad. ¿No corremos el riesgo, los psicoanalistas, de quedarnos con una versión imaginaria del padre, de un padre decadente, como aquella a la que hacen referencias los neuróticos en sus tratamientos?"


Luis Darío Salamone 

sábado, junio 20

Amor al segundo intento

"No busque culpables, busque remedios."

Henry Ford


"Las personas aprendemos porque rectificamos y nos hacemos sabias a medida que corregimos nuestros comportamientos y asimilamos nuestros fracasos. Pero para que ese aprendizaje se produzca no es suficiente sufrir y rectificar, sino que debemos sufrir de cierta manera y corregir nuestro comportamiento en determinada dirección.

La persona no aprende porque sufre sino que aprende en función de la manera en que sufre. Para aprender del sufrimiento hemos de saber analizar las causas que lo provocan y extraer de él la lección que permita una mejor respuesta futura a situaciones parecidas a las que no hemos podido resolver en el presente.

Desde la adolescencia —e incluso desde la infancia— hasta la vejez, la persona es susceptible de enamorarse y por tanto de sufrir por amor; por eso, todo lo que diré puede resultar útil para cualquier persona a cualquier edad. Ahora bien, Amor al segundo intento está especialmente dedicado a todas las personas adultas que han tenido amores con los que han convivido; porque quienes no han convivido todavía no han tenido tiempo de aprender. Así pues, los principales destinatarios de este libro son las personas que han tenido una, dos o tres parejas de larga duración, entendiendo por tales a aquellas que han sido capaces de pasar del enamoramiento al amor y han decidido constituirse en una unidad de convivencia estable, aunque luego el conflicto y la desilusión las haya llevado a la disolución."


Antoni Bolinches



A callarse

"Ahora contaremos doce
y nos quedamos todos quietos.

Por una vez sobre la tierra
no hablemos en ningún idioma,
por un segundo detengámonos,
no movamos tanto los brazos.

Sería un minuto fragante,
sin prisa, sin locomotoras,
todos estaríamos juntos
en un inquietud instantánea.

Los pescadores del mar frío
no harían daño a las ballenas
y el trabajador de la sal
miraría sus manos rotas.

Los que preparan guerras verdes,
guerras de gas, guerras de fuego,
victorias sin sobrevivientes,
se pondrían un traje puro
y andarían con sus hermanos
por la sombra, sin hacer nada.

No se confunda lo que quiero
con la inacción definitiva:
la vida es sólo lo que se hace,
no quiero nada con la muerte.

Si no pudimos ser unánimes
moviendo tanto nuestras vidas,
tal vez no hacer nada una vez,
tal vez un gran silencio pueda
interrumpir esta tristeza,
este no entendernos jamás
y amenazarnos con la muerte,
tal vez la tierra nos enseñe
cuando todo parece muerto
y luego todo estaba vivo.

Ahora contaré hasta doce
y tú te callas y me voy."


Pablo Neruda


viernes, junio 19

Los cuadernos de Don Rigoberto

"«Mente sana en cuerpo sano». ¿Quién ha dicho que una mente sana es un ideal deseable? «Sana» quiere decir, en este caso, tonta, convencional, sin imaginación y sin malicia, adocenada por los estereotipos de la moral establecida y la religión oficial. ¿Mente «sana», eso? Mente conformista, de beata, de notario, de asegurador, de monaguillo, de virgen y de boyscout. Eso no es salud, es tara. Una vida mental rica y propia exige curiosidad, malicia, fantasía y deseos insatisfechos, es decir, una mente «sucia», malos pensamientos, floración de imágenes prohibidas, apetitos que induzcan a explorar lo desconocido y a renovar lo conocido, desacatos sistemáticos a las ideas heredadas, los conocimientos manoseados y los valores en boga."


Mario Vargas Llosa


jueves, junio 18

Ya no -- Me veo


"Ya no me veo contestando cada insulto que me dan. Simplemente he aprendido que el insulto no es para mí, es para la misma persona que lo está dando. 

Ya no me veo escuchando cada queja de la gente alrededor. He aprendido a respetarme y a decidir no ser el basurero emocional de nadie. 

Ya no me veo escuchando a alguien y buscando en mí una historia más trágica, para demostrarle que a mí también me ha pasado lo que a él o a ella. Ahora, sólo escucho y limpio memorias. Por algún razón me lo están compartiendo. 

Ya no me veo tomando responsabilidades que no me corresponden, ni explico el por qué no lo hago. 

Ya no discuto con la gente para salvar mi honor o mi nombre. Eso es sólo parte del ego que me ha llevado a equivocarme y que al final,  no le ha aportado mucho a mi vida. El que crea que tengo honor que lo crea, y el que no, lo respeto y bendigo su camino. 

Ya no me veo angustiada por qué alguien deja de hablarme o alguien ya no me quiere en su vida. Es su vida y es su espacio, por lo tanto respeto la decisión, de todas maneras si ya no me desea cerca, no creo que tenga mucho para aportarme. Al final son elecciones y esta bien. 

Ya no me veo preguntando aquí y allá por algo que quiero saber. Si lo quiero saber, voy a la fuente. 

Ya no me veo triste, enojada, frustrada, deprimida o cualquier emoción que baje mi vibración. No por qué no vaya a volver a sentirlas, sino por qué desgasto esas emociones tan rápido como puedo y me enfoco en volver a tomar vuelo para ser quien realmente soy. 

Hoy, ya no me veo como antes, ni siquiera como ayer, así que día a día soy mi mayor experimento, mi mayor investigación, mi mayor hallazgo. 

Todos los días me descubro, me callo y  miro dentro de mí. No menosprecio a los  demás, me ocupo de mi, porque ahí es donde obtengo la energía para vivir. Llegó el momento de procurarme.

Ya no me veo caminando por la vida sin luz, sin Dios, sin magia, sin amor incondicional. Ya no me veo pensando que Dios está fuera de mí y que el cosmos es algo lejano que nunca conoceré. 

Hoy, ya no me veo como me veía hace meses o años, y es que comprendí que cada día fue necesario evolucionar y que cada día puedo usar mi poder interior para obtener lo que me hace feliz."

martes, junio 16

Cada quien su universo

“Todo aquello que el hombre ignora, no existe para él. Por eso el universo de cada uno se resume al tamaño de su saber.” 

Albert Einstein

lunes, junio 15

99 aforismos

"La mitad de la palabra
pertenece a aquel que habla 
y  la otra mitad a aquel que escucha.

 La mitad del conocimiento 
es la pregunta.
La otra mitad la respuesta.

El hombre es la pregunta.
Dios es la respuesta.

 Busca la respuesta en el mismo sitio de donde surgió la pregunta."

Aforismo sufí anónimo. 





domingo, junio 14

La causa del contagio

"Querida familia HUMANA...

El mundo está actualmente asustado con miedo al coronavirus. Vamos a tener un hecho claro:

Si alguna vez has tenido un resfriado o gripe en tu vida, lo más probable es que fue el resultado de una infección coronavirus.

Sí, los coronavirus causan resfriados y gripes de todo tipo.

Pero, estamos siendo programados con la creencia de que este virus en particular es “terminal”.

Este miedo ha cerrado conciertos, conferencias y grandes eventos públicos en todo el mundo. El miedo ha llevado a cuarentenas y cierre de viajes internacionales. Lo han hecho psicosomatico, es decir entra por  Impresiones psicplogicas y el cuerpo  procesa esa impresión y la cristaliza en desequilibrio celular creando y aceptando asi la Enfermedad,  y aqui entra en accion los medios de  comunucacion y su labor exagerada de tanta retaila en un tema dado, como el nos ocupa estos aciagos dias .

Incluso ha llevado a una gran escasez de papel higiénico en muchas ciudades del mundo, estaban preocupados los ciudadanos vaciado las estanterías de este producto en anticipación de que serán amurallados en sus hogares por esta infección.

Primero, ¿qué tan terminal es esta versión del virus? Sí, han habido cientos de miles de personas asintomaticas que han acabado su ciclo relacionadas con el Covid19 con las estadísticas que sugieren que -2 % de la población infectada se muere.

¡Guau! Ese número es casi un 1% más de defunciones que se atribuyen a cualquier gripe convencional que experimenta el mundo. Lo que es engañoso es el miedo de que todo aquel que lleva este virus acabe generando complicaciones graves. ¡Esto es simplemente falso! La salud de casi todas las víctimas de este coronavirus ya estaba comprometida antes de que fueran infectados.

Como se presenta en “La Biología de la Creencia”, el estrés es responsable de hasta el 90 % de las dolencias, incluyendo dolencias cardíacas, terminales y diabetes. Cuando un individuo está en estrés, la liberación de hormonas de estrés (por ejemplo, cortisol) cierra el sistema inmunológico para conservar la energía del cuerpo y huir del estrés percibido.

Las hormonas del estrés son tan eficaces para comprometer el sistema inmunológico, que los médicos proporcionan terapéuticamente a los beneficiarios de trasplantes de órganos con hormonas de estrés para evitar que su sistema inmunológico rechace el implante extraño.

La conclusión está clara: el estrés generado hace que ¡el miedo al coronavirus sea más letal que el propio virus!

Los medios de comunicación están comprometiendo la salud de las personas potenciando el miedo.

Este es el resultado del pensamiento negativo (el efecto nocebo) que es todo lo contrario al efecto placebo se manifiesta a través del pensamiento positivo.

Si haces esfuerzos para mantenerse saludable, con buena nutrición, ejercicio, tomando vitaminas y suplementos, y lo más importante, evitando el estrés (por ejemplo, el “miedo” del virus), aunque te infectes con el virus, probablemente sólo termines con una fiebre  y / o ligeros síntomas.

Si tienes un sistema inmunológico comprometido, es adecuado rodearte de familiares y amigos amorosos, naturaleza y pensamientos positivos, así como cualquier otra nutrición y vitaminas que ya puedas estar tomando para tu salud y bienestar.

¡Seguir tu intuición sobre lo que es mejor para ti es clave! El punto aquí es que no importa quién seas y cuál sea tu estado de salud, sólo te beneficiarás de evitar el miedo y su efecto sobre tu sistema inmunológico.

Por favor, recuerda la verdad de la física cuántica, la más válida de todas las ciencias del planeta: la conciencia crea tus experiencias de vida.

¿Estás siendo consciente de la enfermedad… o de la salud? Os envió a todos salud, felicidad y armonía.

Con amor y luz,

Bruce Lipton".



Bruce Harold Lipton (n. 21 de octubre de 1944 (75 años), Mt. Kisco, New Cork (EE. UU.), es doctor biólogo celular estadounidense, conocido por su creencia de que los genes y el ADN pueden ser manipulados por las creencias de una persona. Es autor del best seller La biología de la creencia.




No te detengas


sábado, junio 13

Elogio del amor

“Jaques Lacan nos recuerda que en la sexualidad, en realidad, cada uno está, en gran parte, a lo suyo, por decirlo así. Por supuesto está la mediación del cuerpo del otro, pero a fin de cuentas, el goce será siempre el goce de uno. Lo sexual no une, separa, Que uno esté desnudo(a), pegado(a) al otro, es una imagen, una representación imaginaria. Lo real es que el goce te arrastra lejos, muy lejos del otro. Lo real es narcisista, el vínculo es imaginario. Por tanto, no hay relación sexual, concluye Lacan. Fórmula que formó un escándalo, puesto que justo en esa época era cuando todo el mundo hablaba de las “relaciones sexuales”. Y si no hay relación sexual en la sexualidad, el amor es lo que viene a suplir a la falta de relación sexual. Lacan no dice, en absoluto, que el amor sea el disfraz de la relación sexual, dice que no hay relación sexual, que el amor es lo que viene al lugar de esta no-relación. Es mucho más interesante. Esta idea le conduce a decir que, en el amor, el sujeto intenta abordar el “ser del otro”. Es en el amor donde el sujeto va más allá de si mismo, más allá del narcisismo. En el sexo, a fin de cuentas, un está en relación con uno mismo en la mediación del otro. El otro te sirve para descubrir lo real del goce. En el amor, en cambio, la mediación del otro vale por sí misma. Y eso es el encuentro amoroso: uno parte al asalto del otro, a fin de hacerle existir con uno, tal como es.”


Alain Badiou



viernes, junio 12

El amor de Slavoj Žižek

"Demasiado a menudo, cuando amamos a alguien no lo aceptamos como la persona que efectivamente es, lo aceptamos siempre y cuando esta persona ocupe las coordenadas de nuestra fantasía, malinterpretamos su identidad. Por eso, cuando descubrimos que estábamos mal, el amor puede convertirse rápidamente en violencia. No hay nada más peligroso, más letal para la persona amada como ser amado por lo que no es sino para alcanzar el ideal, en este caso el amor siempre es mortificante."

Slavoj Žižek



jueves, junio 11

Inteligencia en la incertidumbre

"Hace unos días me preguntaban por qué hay tanta gente que necesita imperiosamente encontrar culpables y no concibe la presencia de acontecimientos alrededor de su vida sin la intervención explícita de una voluntad humana. En conflictología se insiste mucho en esta idea. La frecuente obnubilación de los actores en conflicto hace que en vez de rastrear soluciones dediquen toda su capacidad cognitiva y sentimental a la señalización de culpables y a la pureza de los motivos que les impulsa a concluir así. Encontrar culpables no elimina el conflicto, normalmente lo recrudece y lo cronifica, lo que no es óbice para que esa búsqueda presida mayoritariamente estos procesos. 

Esta derivada se puede contemplar estos días con la catástrofe vírica del covid-19. Es llamativo el afán de muchas personas de inculpar a un tercero por la pandemia que estamos padeciendo y las consecuencias que trae anexadas. Cuando uno se siente víctima busca la criminalización de alguien que brinde sentido a su victimización.

El coronavirus como agente patógeno tiene un origen inatribuible a una intencionalidad, o sea, a nadie, y ese nadie choca frontalmente con la necesidad de un alguien que pretexte esa predicción y certidumbre a la que aspira el funcionamiento de nuestro cerebro en episodios de miedo, frustración, impotencia, abatimiento, duelo, resignación. Este afán de inculpación se agrava y se filtra todavía más en los imaginarios cuando simultáneamente la política folclórica persigue lo mismo en el adversario parlamentario en aras de extraer ventajismo electoral. 


Sabemos muy bien que cuando el cerebro no dispone de toda la información rápidamente suple ese vacío informativo con la elasticidad fantasiosa de las suposiciones. Se aprovisiona de economía cognitiva y sesga la realidad sin ningún remilgo epistemológico para que la realidad encaje perfectamente en los esquemas narrativos previamente redactados. En su ensayo Pensar rápido, pensar despacio, Daniel Kahneman ilustra con ejemplos muy elocuentes este tropismo en la construcción de juicios. Ante un marcado déficit de certezas nuestra inteligencia se encarga de mirar allí donde se corrobora la suposición, que por tanto deja de ser un supuesto para releerse como evidencia, pero falla estrepitosamente cuando no se da cuenta de que la aparta inmediata e involuntariamente del sitio en donde el diagnóstico de la suposición es objetado y desbaratado. Se trata de un peligroso sesgo de confirmación. A esta inercia prejuiciosa la denominé hace años como Efecto Richelieu, y la desmenucé con una anécdota paradigmática de este sesgo atribuida al célebre cardenal.

Nuestra atención solo se encamina hacia el lugar donde encuentra información que verifica lo que vaticina. En vez de admitir honestamente la ignorancia que albergamos sobre la vastedad de nuestra propia ignorancia, nos ufanamos de conocerlo todo aunque sea a expensas de levantar ficciones más empeñadas en su condición inculpatoria, o ansiolítica, o balsámica, que en su compromiso con lo veraz.

Normal que abunden las teorías conspiratorias, los bulos, las tramas que hipotetizan relatos de hegemonía geopolítica, las tesis de imbricados complots, las confabulaciones distópicas, etc. Nos cuesta aceptar que a la vida no le importa lo más mínimo nuestra vida, que una amenaza inintencional puede llevarse por delante nuestra existencia, esa a la que al parecer el coronavirus le ha devuelto su condición vulnerable y mortal.  

Nuestro cerebro tolera tan mal la falta de certezas que Kant llegó a afirmar que la inteligencia de un individuo se puede medir por el volumen de incertidumbre que es capaz de soportar. Esta incertidumbre se amontona de manera muy variada pero muy persistente en nuestra vida. Ahí están la impredicibilidad (la comparecencia de algo que no se podía augurar), la aleatoriedad (lo azaroso como prescriptor biográfico goza de mucha más centralidad en nuestras vidas de lo que somos capaces de admitir), la contingencia (la posibilidad de que las cosas sucedan o no, y que no pasa nada ni por lo uno ni por lo otro), la imponderabilidad (los sucesos que no tienen cabida en nuestras programaciones y que por tanto nos pillan siempre de imprevisto), lo accidental (un acontecimiento adverso independizado de nuestra voluntad pero que altera la regularidad en la que se intenta acomodar nuestra vida ordinaria), lo arriesgado (cursos de acción que pueden salir bien o malograrse al interponerse en su trayectoria un actor o actores con intereses incompatibles con los nuestros).

A lo largo de su historia el ser humano ha inventado una retahíla de sustantivos que sirven para dar respuesta a las interrogaciones en las que no encontró respuesta. Son comodines conceptuales o imaginaciones empalabradas para que las piezas encajen cuando precisamente no hay forma humana de ensamblarlas. Confundir opiniones acríticas con hechos concretos y creencias confortables con certezas acérrimas predispone al dogmatismo, al fundamentalismo, a lo prejuicioso. Estos días de cuarentena es fácil descubrir comodines y sesgos por todas partes. Lo difícil es aceptar que estamos infectados por ellos y que se propagan con la misma celeridad que la pandemia que tratamos de combatir con el aislamiento social. Esta es su fortaleza. Este es su corrosivo peligro".



Ensayos desde el confinamiento (Editorial CulBuks, 2020).



El abuelo de Ibargüengoitia

“Mi abuelo tenía el ceño más eficaz que he conocido. Un día estábamos en la mesa. No recuerdo qué hice –probablemente arrojé chícharos contra las estatuas de latón-, pero sé que mi abuelo no dijo nada, nomás frunció el ceño y yo me escondí debajo de la mesa.

Cuando me preguntaron '¿Qué te pasa, niño?, ¿qué haces allí debajo?', volví a mi lugar y seguí comiendo. Ni mi abuelo dijo 'este niño es un puerco', ni yo dije 'mi abuelo me atormenta'. Esto lo pongo nomás para que se vea cómo nos las cargábamos, cuáles eran las relaciones entre los niños y los mayores circa 1932.

Yo usaba abriguito de martinlarga para ir al cine, me peinaban con goma de tragacanto, cuando estorbaba en la mesa mi madre me decía:

-Pide permiso, para que te puedas ir”.

Jorge Ibargüengoitia 




miércoles, junio 10

La realidad

"Cuando Lacan afirma: 'La Realidad es el Fantasma', no solo incluye el concepto de 'Realidad Psíquica' freudiano, que, como su sintagma lo indica, había trascendido el viejo debate filosófico entre Idealismo y Materialismo, sino que esa afirmación: ' La Realidad es el Fantasma', implica algo mucho más contundente y determinista como repetición, esto es que provocamos que se realice nuestro Fantasma".

- Eduardo García Dupont


"El cubo de Necker"

"¿Dónde está el punto rojo? ¿En la parte de adelante o en la parte de atrás del cubo?

Las discusiones acaloradas que se observan en estos días me llevan a pensar que, casi siempre, esas discusiones se suscitan por el modo en que opera nuestra mente. Un cúmulo de experiencias, identificaciones, defensas y déficits nos hacen ver sólo ciertos aspectos de lo que llamamos realidad (y desatender a otros). Si a esto se suma un déficit en la concepción representacional de la mente, por entender que la propia visión del mundo es una copia exacta de la realidad externa, se cree que todo el que piensa distinto es tonto, absurdo o mal intencionado.

La posibilidad de concebir que la mente contiene representaciones e ideas que no necesariamente coinciden con lo que existe en el afuera –incluso en la mente de los otros– exige superar algunos modos de funcionamiento que operan en los segmentos más tempranos del eje temporal (hasta los tres años aproximadamente)".

Horacio R. Losinno




martes, junio 9

Carta a Liz Taylor

"Quiero saber cómo estás, odio mío, mi cara y mi cruz, sombra y luz, mi paloma y mi cuervo. Por aquí nada nuevo: el lago opaco, la tapia de lluvia, la ventana ciega por la que brilla el ágata del recuerdo de tus ojos violeta.

Repta el domingo por la tarde, bebo... Déjame decirte que estoy triste como un perro viejo y que mi soledad es una casa enorme, vacía e inútil, como ésta. Mi gata amarilla maúlla... Ojalá fuera a tu sombra, a tu silueta de diosa antigua... También la gata te añora y araña el molde de tu ausencia. Parece que le has dejado tus ojos puestos para que no pueda olvidarte. Si pudieras contestarme que aún no es demasiado tarde para el marinero borracho que desea volver a su muelle... Aprieto el corazón contra la ventana y mi pulso y el reloj de la lluvia repiten tu nombre y el mío. Eres como la lluvia y la memoria, clara y oscura, el arma y la herida, falsa y hermosa, ardiente y fría...

Me da por pensar que te has quedado, que el tiempo no ha pasado y que esta no es la carta de un borracho, sino un poema desbaratado... Siempre vuelve a mí ese tiempo que habitamos como huéspedes del éxito, con nuestra cama a la deriva por los remolinos del Tíber, con las caricias de los celos y los mordiscos del deseo, las seducciones del engaño y el beso de la culpa... No hay vida sin ti, eres el hueso y la vena, turbia y clara, el muro y la hiedra, la hierba que besará mi lápida: la vida y la nada. Ya no volverá el instante de tiniebla donde galopabas sobre la ola de mi orgasmo. Conmigo en ti te sueño.

Ya termino como te digo, por aquí no hay nada nuevo, el lago opaco, los ladridos del viento, es domingo por la tarde... No, ya es de noche, y bebo... Sigue lloviendo sobre esta casa nueva, ruinosa, que parece que no tiene techo, sólo  el suelo de tu ausencia. Llueve sobre mí, y sobre estas palabras borrosas, que te nombran mil veces. En el fondo nunca nos hemos separado. Y supongo que nunca lo haremos...”

Richard Burton


lunes, junio 8

El tiempo

"Todos los que pasaron por un campo concuerdan en señalar que la influencia más deprimente de todas era que el recluso no supiera cuánto tiempo iba a durar su encarcelamiento. (…) El vocablo latino finis tiene dos significados: final y meta a alcanzar. El hombre que no podía ver el fin de su existencia provisional, tampoco podía aspirar a una meta última en la vida. Cesaba de vivir para el futuro y aparecían signos de decadencia. (…) Una unidad de tiempo pequeña, un día, por ejemplo, repleto de continuas torturas y de fatiga, parecía no tener fin, mientras que una unidad de tiempo mayor parecía transcurrir con rapidez. En el campo el día duraba más que la semana.

El hombre que se dejaba vencer porque no podía ver ninguna meta futura, se ocupaba en pensamientos retrospectivos. En otro contexto hemos hablado ya de la tendencia a mirar al pasado como una forma de contribuir a apaciguar el presente y todos sus horrores haciéndolo menos real. Pero despojar al presente de su realidad entrañaba ciertos riesgos. Resultaba fácil desentenderse de las posibilidades de hacer algo positivo y esas oportunidades existían. (…) Tales personas olvidaban que muchas veces es precisamente una situación externa excepcionalmente difícil lo que da al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo. En vez de aceptar las dificultades del campo como una manera de probar su fuerza interior, no toman su vida en serio y la desdeñan como algo inconsecuente.

Claro está que solo unos pocos son capaces de alcanzar cimas espirituales elevadas. Pero esos pocos tuvieron una oportunidad de llegar a la grandeza humana aun cuando fuera a través de su aparente fracaso y de su muerte, hazaña que en circunstancias ordinarias nunca hubieran alcanzado. A los demás de nosotros, al mediocre y al indiferente, se les podrían aplicar las palabras de Bismarck. “La vida es como visitar al dentista. Se piensa siempre que lo peor está por venir, cuando en realidad ya ha pasado.” Parafraseando este pensamiento, podríamos decir que muchos de los prisioneros del campo creyeron que la oportunidad de vivir ya les había pasado y, sin embargo, la realidad es que representó una oportunidad y un desafío."


Viktor Frankl



domingo, junio 7

La inteligencia fracasada

"Es muy sabido que el fin máximo de la vida humana debe ser la felicidad, la cual es una condición de bienestar muy intenso caracterizado por la ausencia de insatisfacciones y por el placer de la realización de deseos, la seguridad, la moral, la tranquilidad, los valores, la paz y obviamente la inteligencia, que también forma parte de la felicidad. (Difícilmente se puede ser feliz siendo estúpido), por lo tanto, absolutamente todos los fracasos y errores de la inteligencia tienen que ver con la desgracia por condición natural, y si la inteligencia es nuestra salvación, la estupidez es la gran amenaza como se verá más adelante. Básicamente la inteligencia fracasa cuando no es capaz de ajustarse a la realidad, la teoría freudiana lo dice con claridad; el principio del placer se ajusta al nivel del pensamiento primario propio de los niños, y el principio de la realidad se ajusta al nivel de pensamiento secundario propio de los adultos de lo cual se desprende que un adulto que actúa al nivel del pensamiento primario sujeto al principio del placer, se va a equivocar si no hace los ajustes necesarios para armonizar ese placer con el principio de la realidad, el cual incluye el medio ambiente en donde se vive, la cultura a la que se pertenece, las normas sociales, morales, religiosas, legales, el ideal que el individuo se ha formado para sí mismo, los ejemplos paternos, la autoestima, la propiedad privada, la libertad, etc.  Ese fracaso de la inteligencia incluye la incapacidad para entender lo que le pasa al mismo individuo, lo que sucede en su entorno, su incapacidad para solucionar problemas afectivos sociales o políticos, cuando se equivoca sistemáticamente y por consecuencia sus metas no son realistas ni siquiera alcanzables utilizado métodos ineficaces, cuando desaprovecha las oportunidades, cuando se rige por la crueldad o la violencia, y lo peor es cuando, esa persona estúpida causa daño a otra persona o grupo de personas, sacando un beneficio para sí mismo, o sin sacarlo. Es muy lamentable comprobar que frecuentemente las circunstancias, las experiencias sobre todo de infancia, limitan los recursos intelectuales de las personas y su capacidad para enfrentarse inteligentemente con la vida, un niño al que se le ha dado mal ejemplo, se le ha inculcado el rencor, va a experimentar un desajuste permanente durante toda su vida incurriendo en errores graves.

Esta no es una inteligencia fracasada, esta es una inteligencia DAÑADA.

En muchas ocasiones es difícil distinguir entre la inteligencia dañada y la inteligencia fracasada, porque en ambos casos se llega a los mismos lamentables resultados. Entremos ahora en el difícil tema de que es la inteligencia. 

La inteligencia es una capacidad de dirección, por lo tanto su éxito rotundo estriba en dirigir acertadamente la conducta, y una definición clásica admitida generalmente de inteligencia, es la de tener la capacidad para resolver problemas nuevos, por lo tanto el éxito de la inteligencia es dirigir acertadamente, cuando y sólo cuando permite resolver estas situaciones de conflicto, de lo contrario estaría funcionando mal, dicho de otra manera, la función principal de la inteligencia es el permitirnos salir bien parados de la situación cualesquiera en que estemos inmersos, por ejemplo, si es científica haremos una buena ciencia, si es económica, conseguir los beneficios, si es literaria escribir brillantemente y si es afectiva es ser feliz, como se puede inferir de estos postulados, la cosa no es nada sencilla, puesto que en el camino desde el nacimiento hay tropezones en la vida que nos dejan marcas las cuales posteriormente interactúan con nuestras decisiones, sin embargo, aquí trataremos de seres humanos con la menor carga negativa, como ejemplos de salud mental que supuestamente no padecían ninguna o muy pocas deficiencias de origen, sin embargo, en sus vidas las cosas podrían haber sido de otra manera, de hecho,  pudieron ser de otra manera, había las posibilidades pero no las vieron o no las quisieron tomar por diferentes causas, y de esta manera la posibilidad que no tomaron, adjunta un elemento trágico, fatal e inconcebible al fenómeno.

Un ejemplo clarísimo del fracaso de la inteligencia  es el famoso caso del expresidente de los Estados Unidos de Norteamérica, William Clinton, en su lío con la becaria, el cual él mismo trató de ocultar, porque sabía que había cometido un error de lo más estúpido, siendo el presidente del país más poderoso del mundo, y un hombre de inteligencia superior, con una vasta cultura, hombre refinado hábil en la política y la dirección de su país, se metió en un lio desastroso, no obstante al paso del tiempo más pareció que le pusieron una trampa, en la cual cayó de la manera más cándida; observando la realidad no nos queda más que admitir que nuestra inteligencia puede funcionar en dos niveles, es decir, una cosa es la “capacidad intelectual,” y otra y la más importante para este trabajo, es “qué  hacemos con esa capacidad intelectual”, de hecho, una persona muy inteligente puede dar muy mal uso a su inteligencia, el caso Clinton es una inteligencia fracasada, porque no tenía aparentemente ningún motivo patológico para cometer semejante error. De lo anterior podemos deducir que hay una gran diferencia entre ser inteligente y “comportarse inteligentemente”, y pareciera que los mecanismos de la inteligencia se han ido desarrollando a través de una larguísima evolución biológica, y mediante un procedimiento de “ensayo y error”.

Para ilustrar un poco este asunto podríamos revisar cuántas veces hemos comprado algo de lo que no nos gustó su sabor, su textura o su olor y sin embargo lo comemos porque ya lo hemos pagado, ahí cometemos doble error, haberlo comprado, y lo peor es comerlo sin gusto por que el gasto ya está hecho, a riesgo de que incluso nos caiga mal, este es otro caso típico de inteligencia fracasada, lo correcto sería, regresarlo, o tirarlo, pero no comerlo. Aquí el fracaso de la inteligencia es permitir que la intervención de una circunstancia, (el pago) adquiera una inmerecida preeminencia sobre el fallo en la ejecución de la inteligencia, esta última, está fracasando de manera estrepitosa y lamentable, porque tuvo la oportunidad de rechazarlo y no lo hizo, afectarse a sí mismo con o sin benéfico es el fracaso más lamentable de la inteligencia, que pena.

Los errores se pueden considerar como un fracaso a la inteligencia, sin embargo todos los hemos tenido, y se presentan cuando la evidencia que tenemos acerca de algo es borrada por una evidencia más fuerte que elimina a la primera, por ejemplo “creí apagar la luz de mi oficina, pero a la distancia la veo encendida”, “conocí a una persona durante mucho tiempo y creí que era de una manera, sin embargo los hechos actuales me demuestran que es de otra muy diferente”, en esta experiencia del error siempre hay un progreso del conocimiento si es que se quiere o se puede aprovechar.

Reconocer el error o equivocación y aprovecharlo, es una de las cosas más productivas que le pueden suceder a una persona. Por el contrario, la inteligencia fracasa cuando una persona se niega a reconocer una evidencia, cuando sus creencias son inalterables a la crítica o a los hechos que la contradicen, cuando la persona no puede aprender de la experiencia, y sigue en lo mismo que cree de manera inalterable, de esto se sigue sin remedio el prejuicio, en él la persona sólo selecciona los datos de la información que corroboran su prejuicio, por lo tanto se está seguro completamente de una cosa que en realidad no se sabe a fondo, prejuicio significa literalmente hacer juicios anticipados a un hecho, es decir, antes de conocer realmente lo sucedido, incluso antes de que haya sucedido, lo cual obviamente conducirá a error , y finalmente el fanatismo que lleva a la persona al total fracaso de la inteligencia, porque cree y defiende situaciones que solo cree pero, no conoce, y que  contrastan estrepitosamente con la realidad. La inteligencia ha fracasado rotundamente".


Dr. Esteban L. Castro Ardon
Universidad Intercontinental
28/05/20




sábado, junio 6

Las dos opciones

"Cuando nos comparamos pueden surgir dos cosas: orgullo o envidia. Orgullo de saber que estamos mejor que el otro, envidia al darnos cuenta que los desfavorecidos somos nosotros. 

Cuando observamos que la gente sale y no cumple las reglas podemos experimentar indignación ¿en dónde conecta la indignación?, si hablamos de reglas hablamos de una presencia, de la simbólica presencia de la figura paterna que establece las leyes y también castiga, ese símbolo no necesariamente es una persona, puede ser una abstracción, entonces ¿qué sucede cuando vemos que el otro no cumple las reglas y yo si? Anhelamos varios cosas, nos afecta una situación y nos defendemos de ella. 


Anhelamos ser los hijos bien portados de papi, nos da estatus, nos sentimos moralmente en paz y con cierto aire de superioridad, anhelamos la recompensa de hacer las cosas bien, sin embargo nos descomponemos cuando el otro rompe las reglas, ese maldito otro que constantemente nos atormenta, ese otro hace lo que quiere, bien, entonces anhelamos que el castigo llegue, que ese individuo se contagie y se complique, esto refuerza nuestra obediencia a la figura paterna y nuestro sentido moral: romper las reglas trae consecuencias malas. Pero ¿qué sucede cuando el otro viola las reglas y no le pasa nada? Nuestro sistema de creencias colapsa, cae, falla, nos sentimos impotentes y absurdos, experimentamos envidia, nos damos cuenta aunque no queramos de que a veces al romper las reglas no pasa nada, que no siempre vienen las consecuencias y hay individuos que se salen con la suya. Nos remontamos a ese conflicto infantil ¿por qué si él desobedece no le pasa algo? ¿Para qué hago las cosas? Y es pertinente preguntarlo ¿para qué? ¿Por convicción o por conveniencia? Cuando haces las cosas por convicción, lo que haga el otro es lo que menos importa."


Jonathan R. Ahumada 
Clínica de las emociones