sábado, junio 6

Las dos opciones

"Cuando nos comparamos pueden surgir dos cosas: orgullo o envidia. Orgullo de saber que estamos mejor que el otro, envidia al darnos cuenta que los desfavorecidos somos nosotros. 

Cuando observamos que la gente sale y no cumple las reglas podemos experimentar indignación ¿en dónde conecta la indignación?, si hablamos de reglas hablamos de una presencia, de la simbólica presencia de la figura paterna que establece las leyes y también castiga, ese símbolo no necesariamente es una persona, puede ser una abstracción, entonces ¿qué sucede cuando vemos que el otro no cumple las reglas y yo si? Anhelamos varios cosas, nos afecta una situación y nos defendemos de ella. 


Anhelamos ser los hijos bien portados de papi, nos da estatus, nos sentimos moralmente en paz y con cierto aire de superioridad, anhelamos la recompensa de hacer las cosas bien, sin embargo nos descomponemos cuando el otro rompe las reglas, ese maldito otro que constantemente nos atormenta, ese otro hace lo que quiere, bien, entonces anhelamos que el castigo llegue, que ese individuo se contagie y se complique, esto refuerza nuestra obediencia a la figura paterna y nuestro sentido moral: romper las reglas trae consecuencias malas. Pero ¿qué sucede cuando el otro viola las reglas y no le pasa nada? Nuestro sistema de creencias colapsa, cae, falla, nos sentimos impotentes y absurdos, experimentamos envidia, nos damos cuenta aunque no queramos de que a veces al romper las reglas no pasa nada, que no siempre vienen las consecuencias y hay individuos que se salen con la suya. Nos remontamos a ese conflicto infantil ¿por qué si él desobedece no le pasa algo? ¿Para qué hago las cosas? Y es pertinente preguntarlo ¿para qué? ¿Por convicción o por conveniencia? Cuando haces las cosas por convicción, lo que haga el otro es lo que menos importa."


Jonathan R. Ahumada 
Clínica de las emociones 




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