« Me sirvió otra copa y se sentó junto a mí en el diván. Yo me incliné y la besé. Mientras lo hacía le subí la pollera y miré de reojo aquella pierna de nylon. Tenía buena pinta. Cuando terminamos de besarnos se bajó otra vez la pollera, pero yo ya me había aprendido aquella pierna de memoria. Se levantó y fue al baño. Oí la cadena del baño. Después hubo una pausa. Probablemente se estaría poniendo más lápiz de labios. Saqué mi pañuelo y me limpié la boca. El pañuelo quedó teñido de rojo. Finalmente estaba consiguiendo aquello que todos los chicos de la Universidad menos yo habían conseguido. Los chicos bonitos, ricos, dorados y bien vestidos con sus automóviles nuevos y yo con mis trajes de pelagatos y mi bicicleta rota. Debra salió. Se sentó y encendió un cigarrillo.
-Vamos a coger- le dije.
"Empezó a cabalgar. Podía hacerlo, con sus 45 kilos. Yo apenas podía pensar. Hice pequeños movimientos, encontrándomela de vez en cuando. A ratos nos besábamos. Era bestial: estaba siendo violado por una niña. Se movía, me tenía clavado, atrapado. Era una locura. Sólo carne, sin amor. Estábamos llenando el aire con el olor del puro sexo. Mi niña, niña mía, ¿cómo puede tu cuerpecito hacer estas cosas?. ¿Quién inventó a las mujeres?. ¿Con qué propósito?."
"El pensamiento del sexo como algo prohibido me excitaba más allá de toda razón. Era como un animal aplastando a otro hasta la sumisión.
Cuando acababa sentía como si fuera en la cara de todo lo decente, blanca esperma resbalando por las cabezas y las almas de mis padres muertos. Si hubiera nacido mujer seguro que hubiera sido una prostituta. Como había nacido hombre, anhelaba constantemente mujeres, cuanto más guarras mejor. Y sin embargo las mujeres, las buenas mujeres, me daban miedo porque a veces querían tu alma, y lo poco que quedaba de la mía, quería conservarlo para mí ».
Charles Bukowski