« El perro corrió escaleras arriba y aulló histéricamente ante todas las puertas, hasta que al fin comprendió, como ya comprendía la casa, que ahí no había más que silencio.
Olfateo el aire y araño la puerta de la cocina. Detrás de la puerta el horno preparaba unos panqueques que llenaba la casa con un aroma de jarabe de arce.
El perro, tendido ante la puerta, olfateaba con los ojos encendidos y el hocico espumoso, De pronto, hecho a correr locamente en círculos, mordiéndose la cola, y cayo muerto. Durante una hora estuvo tendido en el suelo.
Las dos, canto una voz.
Los regimientos de ratones advirtieron al fin el olor casi imperceptible de la descomposición y salieron murmurando suavemente como hojas grises arrastradas por un viento eléctrico.
Las dos y cuarto.
El perro habia desaparecido »
Ray Bradbury