« –Quizá haya llegado el momento de decírselo –contestó Nietzsche. Su actitud se había vuelto grandilocuente–. Hasta ahora no creía que estuviera preparado para oírme. Por una vez, Breuer, deseoso de oír el mensaje de Nietzsche, prefirió no poner objeciones a su tono profético–. Yo no enseño que se deba "soportar" la muerte ni "llegar a aceptarla". Todo eso es una traición a la vida. He aquí la lección que guardo para usted: ¡Morir en el momento oportuno!
–¡Morir en el momento oportuno! La frase sacudió a Breuer. El agradable paseo de la tarde se había tornado serio–. ¿Morir en el momento oportuno? ¿Qué quiere decir? Por favor, Friedrich, le repito que no soporto que diga algo importante de manera enigmática. ¿Por qué lo hace?
–Hace usted dos preguntas. ¿A cuál contesto? ¿No es usted igual? ¿No se hace a un lado y se lamenta por una vida que nunca ha vivido?
Breuer se sintió presionado. Las preguntas de Nietzsche lo atravesaban y estaba indefenso ante ellas. Apenas podía respirar. Notaba el pecho a punto de estallar. Por un momento dejó de andar y respiró tres veces antes de responder.
–¡Usted conoce la respuesta! ¡No, nunca he elegido! ¡No he vivido la vida que quería! He vivido la vida que me fue asignada. He tenido encerrado mi verdadero yo.
–Creo que ésa es la verdadera causa de su angustia, Josef. Estoy convencido. La presión precordial se debe a que su pecho rebosa vida no vivida. Y su corazón siente que el tiempo pasa. Y el tiempo lo codicia todo. El tiempo devora y devora, y no devuelve nada. ¡Es terrible oírle decir que ha vivido la vida que le fue asignada! ¡Y es terrible enfrentarse a la muerte sin haber pedido jamás la libertad, a pesar de todo el peligro
que entraña!
Nietzsche se había subido a su púlpito y su voz profética era atronadora. Breuer sintió una oleada de desilusión: sabía que no había esperanza para él.
–Friedrich ––dijo–. Son frases grandiosas las suyas. Las admiro. Me llegan al alma. Pero están muy lejos de mi vida. ¿Qué significa pedir libertad para mi situación cotidiana? ¿Cómo puedo ser libre? Mi caso no es como el de usted, un joven soltero que renuncia a una asfixiante profesión universitaria. ¡Para mí es demasiado tarde! Tengo una familia, empleados, pacientes, discípulos. ¡Es demasiado tarde! Podemos hablar hasta el fin del tiempo, pero yo no puedo cambiar mi vida: está demasiado complicada con otras vidas. –Se hizo un largo silencio, que Breuer interrumpió con voz cansada–. Pero no puedo dormir y ahora no puedo soportar la opresión en el pecho. –El viento helado traspasaba su abrigo. Se estremeció y se envolvió el cuello con la bufanda.
Nietzsche lo cogió del brazo.
–Amigo mío –susurró–, yo no puedo decirle cómo vivir de manera diferente porque, si lo hiciera, usted seguiría viviendo según el designio de otro »
Irvin David Yalom