viernes, marzo 15

Las cuatro estaciones

« Kendricks me dijo que la votación del comité de libertad condicional fue siete a cero en 1957 contra Andy Dufresne, seis a uno en 1958, otra vez siete a cero en 1959 y cinco a dos en 1960; después ya no lo sé, pero sí sé que dieciséis años después Andy seguía en la celda catorce del pabellón cinco. Tenía por entonces, en 1975, cincuenta y siete años. Tal vez se sientan bondadosos y le dejen salir hacia 1983. Te conceden la vida, te permiten vivir, y eso es precisamente lo que te impiden, lo que te quitan o te quitan al menos todo cuanto en la vida merece la pena. Quizá te suelten algún día, pero... En fin, bueno, conocí a un tipo, Sherwood Bolton se llamaba, que tenía una paloma en la celda. La tuvo desde 1945 hasta que le soltaron en 1953. No era ningún ornitólogo de Alcatraz; sólo tenía esa paloma. La llamaba Jake. La dejó libre un día antes de salir él y Jake alzó el vuelo todo lo lindamente que puedas imaginar. Pero más o menos una semana después de que Sherwood abandonara a esta feliz familia, un amigo mío me llevó al rincón oeste del patio por donde solía andar siempre Sherwood. Había en el suelo un pájaro, como un montoncito de ropa de cama sucia. Parecía haber muerto de hambre. Mi amigo dijo: "No es Jake, Red?". Sí que lo era y estaba tan muerta como el cerote.

(...)

A mi jefe no le caía bien. Era un tipo joven, de unos veintiséis o veintisiete años y podía darme cuenta de que le molestaba, como desagrada el viejo perro servil y adulón que se acerca arrastrándose para que le acaricien. Santo Dios, también me desagradaba a mí mismo. Pero... no podía evitarlo. Deseaba decirle: Eso es todo lo que la vida en la cárcel hace por uno, joven. Convierte a todo el que ocupa un cargo con autoridad en amo y a ti en el perro de todos lo amos. Puede que incluso en la prisión te des cuenta de que te has convertido en un perro, pero como todos los que llevan el mismo uniforme que tú son perros también, no parece tener tanta importancia. Fuera, sí la tiene.


Esperanza, primavera eterna ».


Stephen King