« Tú sabes con mayor certeza quién eres en un día brillante después de una tormenta cuando hasta la hoja más pequeña está atravesada de auto-conciencia.
(...)
-Yo sé cuanto-. dijo, -Yo sé cuanto esta casa. Sola a la orilla del mar-. El hombre no parecía contento sino de alguna manera satisfecho, técnicamente satisfecho por haber logrado expresar el último tropel de palabras. Y de hecho, viniendo del señor Tuttle, ella escuchó la formulación en toda su profundidad de ecos. Cuatro palabras solamente. Y, sin embargo, había logrado ponerla en una serie de alrededores encontrados, llenos de afueras y adentros simultáneos. La casa, el planeta marino afuera de ella y la manera en que la palabra sola se refería a ella y a la casa y cómo la palabra mar enfatizaba la idea de soledad pero también sugería un alivio vigoroso, una manera de escapar de los límites marcados por las paredes de libros del yo. Sabía que era tonto examinar tan detalladamente. Estaba inventando cosas. Pero ése era el efecto que él tenía, avanzando como una sombra centímetro a centímetro a través de una oración, mostrando una palabra en todas sus facetas y aspectos, palabras como lunas en fases particulares.
(...)
Las palabras continuaban, sensuales y vacías, y ella quería que él riera con ella, que la siguiera fuera de ella misma. Este es el punto, sí, este es el revuelo del asombro verdadero. Y cierto terror en la orilla, o el miedo de estarlo creyendo, cierto desplazamiento del yo, pero este es el punto, esta es la cuña para entrar en el éxtasis, el viejo, profundo sentido de la palabra ».
Don Delillo