« Hedonista (ya que se cree tal), aspira a un estado que es en suma el confort; pero este confort es más complicado que el confort doméstico cuyos elementos fija nuestra sociedad; es un confort que él mismo se organiza, que se fabrica con sus propias manos (como mi abuelo B., que al fin de su vida se había armado un pequeño estrado a lo largo de su ventana para ver mejor el jardín mientras trabajaba). Este confort personal podríamos llamarlo la comodidad. La comodidad recibe una dignidad teórica ("No tenemos por qué mantener la distancia frente al formalismo sino ponernos cómodos en él", 1971,I*), Y también una fuerza ética: es la pérdida voluntaria dé todo heroísmo, aun en el goce »
Roland Barthes