« A continuación, Goethe habló de sus enemigos, estirpe que, según decía, parecía no extinguirse nunca:
- Aunque son legión, todavía es posible clasificarlos un poco.
En primer lugar mencionaré a mis enemigos por estupidez; son aquellos que no me entendieron y me criticaron sin conocerme. Esta masa considerable me ha causado mucho aburrimiento a lo largo de mi vida, pero hay que perdonarlos, pues no sabían lo que hacían.
Después, un segundo grupo también considerable lo constituyen los envidiosos; Esta gente no está dispuesta a aceptar la felicidad y la honorabilidad que me he ganado con mi talento. Tratan de minar mi fama y de buena gana me aniquilarían. En cambio, si yo fuera infeliz y desgraciado, me dejarían en paz inmediatamente.
Después viene un nutrido grupo de personas que se han convertido en mis enemigos por falta de éxito propio; Entre ellos hay algunos talentos destacados, pero no aciertan a perdonarme que yo les haga sombra.
En cuarto lugar nombraré a mis enemigos con razón; Pues como soy un ser humano y, como tal, no estoy libre de defectos y debilidades, tampoco mis escritos pueden estar exentos de ellos. Pero como me he tomado en serio mi formación y nunca he dejado de trabajar en mi propia dignificación, he vivido siempre en continuo progreso, de modo que muchas veces se me ha reprochado un defecto que hace tiempo que he dejado atrás. Esta buena gente es la que menos me ha afectado, pues me disparaba cuando yo ya estaba a millas de distancia. De hecho, mis obras ya terminadas siempre me han dejado bastante indiferente; enseguida dejo de ocuparme de ellas y me pongo a pensar en algo nuevo.
Otra gran masa de enemigos se caracteriza por su forma distinta de pensar y por sus opiniones divergentes; De las hojas de los árboles se dice que nunca hay dos iguales, por lo que entre miles de personas resultará aún más imposible encontrar a dos cuya forma de opinar y de pensar armonice plenamente. Partiendo de esta base, debería asombrarme mucho menos el gran número de mis adversarios que la circunstancia de que todavía conserve tantos amigos y seguidores. Mi época, presa de su tendencia al subjetivismo, se apartaba de mi, mientras yo, en mi afán de objetividad, estaba en desventaja y me hallaba completamente solo ».
Johann Peter Eckermann