« Le dijeron que, si iba a cierta caverna de una montaña de los Andes, encontraría a una anciana curandera que podría decirle, consultando un libro, el día exacto de su muerte. Después de mucho cavilar, decidió ir a visitarla. La vieja extrajo una pequeña libreta del interior de un cráneo adornado con pedazos de espejo y le comunicó la fatal fecha: sólo le quedaban dos años de vida. El visitante lanzó un gemido de angustia. Luego sonrió, incrédulo.
-Viejita, es imposible que tengas anotada en esa ínfima libreta la fecha de la muerte de los millones de seres humanos que pueblan la tierra.
-Hijo mío, en verdad aquí tengo escrito sólo el nombre de los pocos que han de atreverse a venir a consultarme »
-Viejita, es imposible que tengas anotada en esa ínfima libreta la fecha de la muerte de los millones de seres humanos que pueblan la tierra.
-Hijo mío, en verdad aquí tengo escrito sólo el nombre de los pocos que han de atreverse a venir a consultarme »