« Sin duda la psicología —como ciencia de los procesos anímicos— puede ponerse en relación con la ciencia literaria. El alma es en verdad la madre y el vaso de todas las ciencias, así como de cada obra de arte. La ciencia del alma debiera, conforme a ello, estar en condición de señalar y explicar la estructura psicológica de la obra de arte, por un lado, y las condiciones psicológicas del hombre artísticamente creativo, por el otro. Ambas tareas son de naturaleza básicamente diferente: en el primer caso se trata de un producto "intencionalmente" conformado de complicadas actividades anímicas; en el segundo, empero, del aparato anímico mismo. En el primer caso es la obra de arte concreta el objeto del análisis e interpretación psicológica, pero en el segundo lo es el hombre creativo bajo la forma de la personalidad induplicable. A pesar de que ambos objetos están en la más íntima correlación y en indisoluble acción recíproca puede, no obstante, el uno no explica el otro. Por cierto es posible llevar conclusiones de uno a otro, mas nunca son estas conclusiones forzosas. Son, y quedan también en el mejor de los casos, probabilidades o felices aperçus. La especial relación de Goethe con su madre nos permite por cierto advertir algo, cuando percibimos la exclamación: "Las Madres — ¡Madres, eso suena tan extraño!". Pero no logramos penetrar en el cómo de que precisamente haya de resultar un Faust de la ligazón a la madre, aunque el presentimiento más profundo nos diga que en el hombre Goethe la relación con la madre ha tenido un papel significativo y dejado tras de sí, precisamente en Faust, rastros que dicen mucho. También nos es imposible, a la inversa, del Ring der Nibelungen discernir el hecho, o aun deducir forzosamente, que Wagner tuviera inclinaciones hacia el travestismo, aunque también acá caminos secretos conducen de lo heroico de los Nibelungos a lo femenino enfermizo en el hombre Wagner. La psicología personal del creador explica por cierto mucho de su obra, pero no esta misma. Si explicara empero esta última, y con éxito, se desenmascararía lo pretendidamente creativo suyo como mero síntoma, cosa que a la obra no reporta ni ventaja ni gloria.
El estado presente de la ciencia psicológica, que -dicho sea de paso-es la más joven de todas las ciencias, no permite en ningún caso establecer correlaciones causales estrictas en este campo, lo que como ciencia debiera en realidad hacer. La psicología rinde causalidades seguras sólo en el campo de los instintos y reflejos semipsicológicos. Pero donde comienza la propia vida del alma, es decir en los complejos, debe contentarse con dar prolijas descripciones de los acontecimientos y pintar acabadamente coloridas imágenes del tejido, a menudo extraño y casi sobrehumanamente ingenioso, con lo que tiene que renunciar a designar como "necesario" siquiera un solo proceso. Si no fuera así, y pudiera la psicología señalar causalidades seguras en la obra de arte y en el crear artístico, la ciencia del arte entera estaría despojada de su propio suelo y le caería en suerte a la psicología como una mera especialidad. A pesar de que esta última no puede cejar en su pretensión de inquirir y establecer la causalidad de los procesos complejos, sin renunciar a sí misma, nunca sin embargo le caerá en parte satisfacer esa pretensión porque lo creativo irracional, que precisamente surge en el arte con claridad máxima entre todas, burlará, finalmente todos los esfuerzos racionalizantes. Todos los escapes psíquicos dentro de la conciencia pueden ser causalmente explicables, pero lo creativo, que se arraiga en la imprevisibilidad de lo inconsciente, se cerrará eternamente al discernimiento humano. Se lo describirá siempre sólo en su apariencia y se dejará presentir pero no ask. La ciencia del arte y la psicología se apoyarán una a la otra, y el principio de una no anulará el de la otra. El principio de la psicología es hacer aparecer el material psíquico dado como deducible de premisas causales; el principio de la ciencia del arte es contemplar lo psíquico como algo que simplemente es, se trate de la obra de arte o del artista. Ambos principios son válidos a pesar de su relatividad ».
El estado presente de la ciencia psicológica, que -dicho sea de paso-es la más joven de todas las ciencias, no permite en ningún caso establecer correlaciones causales estrictas en este campo, lo que como ciencia debiera en realidad hacer. La psicología rinde causalidades seguras sólo en el campo de los instintos y reflejos semipsicológicos. Pero donde comienza la propia vida del alma, es decir en los complejos, debe contentarse con dar prolijas descripciones de los acontecimientos y pintar acabadamente coloridas imágenes del tejido, a menudo extraño y casi sobrehumanamente ingenioso, con lo que tiene que renunciar a designar como "necesario" siquiera un solo proceso. Si no fuera así, y pudiera la psicología señalar causalidades seguras en la obra de arte y en el crear artístico, la ciencia del arte entera estaría despojada de su propio suelo y le caería en suerte a la psicología como una mera especialidad. A pesar de que esta última no puede cejar en su pretensión de inquirir y establecer la causalidad de los procesos complejos, sin renunciar a sí misma, nunca sin embargo le caerá en parte satisfacer esa pretensión porque lo creativo irracional, que precisamente surge en el arte con claridad máxima entre todas, burlará, finalmente todos los esfuerzos racionalizantes. Todos los escapes psíquicos dentro de la conciencia pueden ser causalmente explicables, pero lo creativo, que se arraiga en la imprevisibilidad de lo inconsciente, se cerrará eternamente al discernimiento humano. Se lo describirá siempre sólo en su apariencia y se dejará presentir pero no ask. La ciencia del arte y la psicología se apoyarán una a la otra, y el principio de una no anulará el de la otra. El principio de la psicología es hacer aparecer el material psíquico dado como deducible de premisas causales; el principio de la ciencia del arte es contemplar lo psíquico como algo que simplemente es, se trate de la obra de arte o del artista. Ambos principios son válidos a pesar de su relatividad ».
Carl Gustav Jung