« Había en ella como un perfume de los campos; un buen olor de primavera y de aire libre, algo de riente y de dulce, como la algarabía de la alondra sobre los trigales: al mirarla os parecía estar en pleno campo, en la antigua hacienda después del deshielo. (...) Oye, David, ¿a qué llamas tú cosas sin importancia? ¿En todo tiempo y en todos los países no ha sido el amor el que ha inspirado las más bellas acciones y los pensamientos más elevados? ¿No es el mismo aliento del Eterno el principio de la vida, del valor, del entusiasmo y de la abnegación? ¿A ti te corresponde profanar así la fuente de nuestra felicidad y la gloria del género humano? Si quitas el amor al hombre, ¿qué puede quedarle? La avaricia, el egoísmo, la embriaguez, el tedio y los más miserables instintos. ¿Qué gran obra hará? ¿Qué cosas bellas podrá decir? Nada en absoluto. ¡No pensará más que en llenar la tripa!... ¿Y si se llama al canto de vuestro rey Salomón el Cantar de los Cantares, no es también porque canta el más noble amor, el más grande, el más profundo en el corazón del hombre? Cuando dice en el Cantar de los Cantares: “Mi bien amada, tú eres hermosa como la bóveda de las estrellas, agradable como Jerusalén, temible como los ejércitos que avanzan con sus desplegadas banderas”, ¿eso no quiere decir que nada hay más bello, más invencible y dulce que el amor? ¿Y todos nuestros poetas, no han dicho lo mismo? ¿Y, desde Cristo, el amor no ha convertido a los pueblos bárbaros? ¿Con una sencilla cinta de un salvaje no ha hecho un caballero? En nuestros días todo es menos grande, menos bello, menos noble que antaño; ¿no es porque los hombres desconocen el verdadero amor y se casan nada más que por interés? Pues yo sostengo y digo que el amor verdadero, el amor puro, es la única cosa que puede cambiar el corazón del hombre, lo único que puede elevarlo y que merezca la pena de dar por él la vida; me parece que han hecho muy bien estos hombres batiéndose, puesto que ninguno de ellos podía renunciar a su amor sin reconocerse indigno de él a sí mismo ».
Alexandre Chatrian