sábado, octubre 20

La ciudad de los prodigios

« En el camino de vuelta a la pensión Onofre salió al encuentro de Delfina. 
—Estaba dando un paseo –le dijo el muchacho a la fámula–
y por casualidad te he visto venir. ¿Puedo ayudarte?
—Me basto y me sobro –repuso la fámula acelerando la marcha,

como para demostrar que el peso de los capazos atiborrados no la lastraba.
—No he dicho que no pudieras con la compra, mujer.

Sólo pretendía ser amable –dijo Onofre.
—¿Por qué? –preguntó Delfina.
—No hay por qué –dijo Onofre–. Se es amable sin motivo.

Si hay motivo, ya no es amabilidad, sino interés.
—Hablas demasiado bien –atajó la fámula–. Vete o te azuzo al gato ».





Eduardo Mendoza