« Vengo de mirarte, campo doloroso,
cuando son triste leña tus encinas,
cuando en rigores de tu polvo inclinas
sus mutilados miembros en reposo
y en tus huellas del ciervo sin camino
se alberga el yerto ruiseñor piadoso
segado, en pluma tierna, de su trino.
Aquel manso nivel de tus verdores
invadido de piedras calcinadas
y de arenas estériles, cansadas;
aquella carne que prestaba flores,
endurecida en ásperos osarios
negando su alta savia y sus colores
a los raidos musgos centenarios »
Dionisio Ridruejo