MAXIMILIANO
« Tengo veinte años, y desde hace un tiempo ésta es una de las únicas tres certezas que tengo sobre mí; las otras dos son mi nombre ("Maximiliano", fracasado emperador de México) y que soy un varón heterosexual. Todo lo demás depende del día, de lo que estoy haciendo, de la gente que me rodea y de qué me tomé (el vino, la cerveza y el tequila me dan tres visiones distintas de mi futuro: un día soy agnóstico, otro día ateo, al día siguiente budista.)
Conozco a muchas personas y todas tienen de mí una percepción totalmente distinta no tanto entre ellos, lo que sería tanto soportable como normal, sino de lo que yo soy verdaderamente. Todas estas personas que conozco, y que de alguna manera son parte de mi vida, pueden dividirse en grupos (los amigos del barrio, los compañeros del colegio, los compañeros de la universidad, otros) y ninguno de los miembros de un grupo conoció nunca a un miembro del otro grupo. No me siento apreciado por lo que soy realmente, por ninguna de estas personas.
Además, se agrega que ya no estoy seguro de lo que estoy estudiando, (no puedo permitirme el lujo de cambiar de facultad, porque ya lo hice ); no consigo encontrar a una chica que me guste, aunque conozco muchas ( les caigo bien a todas, pero no van más allá de la simpatía, y ni siquiera yo sé qué busco en ellas, aparte el sexo, obviamente). No me siento en paz con mí mismo … No tengo alguna pasión propiamente dicha, escucho todo tipo de música y nada, no me gusta alguna categoría de películas en particular, duermo boca abajo. En este momento podría ser actor, ya que, al ser nadie, (al no ser alguien en particular), puedo ser cualquiera.
Traté de encontrar una solución definitiva, imaginándome lo que querría hacer verdaderamente si mañana pudiera hacer todo lo que quisiera. Así, me imaginé albañil, u obrero de la construcción en alguna parte de África o Asia, construyendo viviendas de protección oficial.
¿Podrías darme una solución mejor que ésa? »
RETROALIMENTACIÓN
« Indefinido Maximiliano, Cuando una persona no logra saber quién es, ni lo que le gusta, ni tener actitudes sólidas, ni creencias profundas, ni seguridad de estar estudiando lo que le conviene, ni ser capaz de entregarse a una pasión o de desarrollar su gusto artístico, ni encontrar una chica que le guste, ni de imaginar cuál es su finalidad en la vida… Cuando una persona no se siente apreciada, duerme boca abajo como un muerto, es asocial, incierto (tiene un nombre que no acepta), reconociendo como único centro de su apática vida el deseo sexual, deseo que se refiere sólo a carne femenina sin alma… esta persona padece una enfermedad que llamaremos “Apatía aguda”. ¿De dónde procede tal mal?
Para vivir en paz y con la escasa, pero esencial, felicidad que nos permite nuestra actual civilización, tenemos que haber sido recocidos como lo que somos, un ser excepcional, único y divino, cuando niños. Este reconocimiento nos lo deben dar nuestros padres. Si ellos, en lugar de vernos tal cual somos, el mensajero de la futura mutación de la humanidad, (cada niño que nace es un profeta), nos aplastan con sus planes para nosotros, o con sus neurosis, sus limitados niveles de conciencia, sus prejuicios, sus fracasos, su mediocre visión de la vida, sus prohibiciones, sus terrores de que el hijo realice lo que ellos no pudieron lograr, en fin, Maximiliano, estas personas reaccionan como tú, entregándose a la apatía. Sienten que no son de verdad, que no merecen ser amados, que están vacíos, que la vida no vale … Al describirme lo que sientes y lo que haces, me estás diciendo entre líneas: “Mis padres no me amaron, no desearon que yo naciera, no merezco vivir con felicidad: lo más que puedo hacer es dedicarme como obrero de la construcción a ayudar a los miserables que sufren más que yo.” Estas viviendas de protección oficial simbolizan lo que como niño le pedías inconscientemente a tus padres: ”¡Ámenme, ayúdenme a construirme, protejan el desarrollo de mi conciencia, de mi alma, cesen de desvalorizarme! No me dejen como única cualidad tener un pene que escupe esperma en mi propia mano” »
« Tengo veinte años, y desde hace un tiempo ésta es una de las únicas tres certezas que tengo sobre mí; las otras dos son mi nombre ("Maximiliano", fracasado emperador de México) y que soy un varón heterosexual. Todo lo demás depende del día, de lo que estoy haciendo, de la gente que me rodea y de qué me tomé (el vino, la cerveza y el tequila me dan tres visiones distintas de mi futuro: un día soy agnóstico, otro día ateo, al día siguiente budista.)
Conozco a muchas personas y todas tienen de mí una percepción totalmente distinta no tanto entre ellos, lo que sería tanto soportable como normal, sino de lo que yo soy verdaderamente. Todas estas personas que conozco, y que de alguna manera son parte de mi vida, pueden dividirse en grupos (los amigos del barrio, los compañeros del colegio, los compañeros de la universidad, otros) y ninguno de los miembros de un grupo conoció nunca a un miembro del otro grupo. No me siento apreciado por lo que soy realmente, por ninguna de estas personas.
Además, se agrega que ya no estoy seguro de lo que estoy estudiando, (no puedo permitirme el lujo de cambiar de facultad, porque ya lo hice ); no consigo encontrar a una chica que me guste, aunque conozco muchas ( les caigo bien a todas, pero no van más allá de la simpatía, y ni siquiera yo sé qué busco en ellas, aparte el sexo, obviamente). No me siento en paz con mí mismo … No tengo alguna pasión propiamente dicha, escucho todo tipo de música y nada, no me gusta alguna categoría de películas en particular, duermo boca abajo. En este momento podría ser actor, ya que, al ser nadie, (al no ser alguien en particular), puedo ser cualquiera.
Traté de encontrar una solución definitiva, imaginándome lo que querría hacer verdaderamente si mañana pudiera hacer todo lo que quisiera. Así, me imaginé albañil, u obrero de la construcción en alguna parte de África o Asia, construyendo viviendas de protección oficial.
¿Podrías darme una solución mejor que ésa? »
RETROALIMENTACIÓN
« Indefinido Maximiliano, Cuando una persona no logra saber quién es, ni lo que le gusta, ni tener actitudes sólidas, ni creencias profundas, ni seguridad de estar estudiando lo que le conviene, ni ser capaz de entregarse a una pasión o de desarrollar su gusto artístico, ni encontrar una chica que le guste, ni de imaginar cuál es su finalidad en la vida… Cuando una persona no se siente apreciada, duerme boca abajo como un muerto, es asocial, incierto (tiene un nombre que no acepta), reconociendo como único centro de su apática vida el deseo sexual, deseo que se refiere sólo a carne femenina sin alma… esta persona padece una enfermedad que llamaremos “Apatía aguda”. ¿De dónde procede tal mal?
Para vivir en paz y con la escasa, pero esencial, felicidad que nos permite nuestra actual civilización, tenemos que haber sido recocidos como lo que somos, un ser excepcional, único y divino, cuando niños. Este reconocimiento nos lo deben dar nuestros padres. Si ellos, en lugar de vernos tal cual somos, el mensajero de la futura mutación de la humanidad, (cada niño que nace es un profeta), nos aplastan con sus planes para nosotros, o con sus neurosis, sus limitados niveles de conciencia, sus prejuicios, sus fracasos, su mediocre visión de la vida, sus prohibiciones, sus terrores de que el hijo realice lo que ellos no pudieron lograr, en fin, Maximiliano, estas personas reaccionan como tú, entregándose a la apatía. Sienten que no son de verdad, que no merecen ser amados, que están vacíos, que la vida no vale … Al describirme lo que sientes y lo que haces, me estás diciendo entre líneas: “Mis padres no me amaron, no desearon que yo naciera, no merezco vivir con felicidad: lo más que puedo hacer es dedicarme como obrero de la construcción a ayudar a los miserables que sufren más que yo.” Estas viviendas de protección oficial simbolizan lo que como niño le pedías inconscientemente a tus padres: ”¡Ámenme, ayúdenme a construirme, protejan el desarrollo de mi conciencia, de mi alma, cesen de desvalorizarme! No me dejen como única cualidad tener un pene que escupe esperma en mi propia mano” »
Jodorowski