« Éramos jóvenes como tú, sabíamos que todo lo que nos habían enseñado era un crimen. Despreciábamos nuestro mundo, habíamos adivinado cómo era y queríamos un mundo distinto. No queríamos tener miedo de la gente, de nada en la vida. Anhelábamos escapar de todo aquello. Y escapamos. Pero pronto nos dimos cuenta de que no hacíamos más que escondernos, los unos a los otros, nuestro miedo. Entonces, comenzamos a odiarnos. Nuestro mundo distinto no duró mucho tiempo. Ése es el mudo grito de dolor de la justicia callada »
Max Frisch