viernes, mayo 24

El cuento no. 13

« Mi queja no va dirigida a los amantes de la verdad, sino a la Verdad misma. ¿Qué auxilio, qué consuelo brinda la Verdad en comparación con un relato? ¿Qué tiene de bueno la Verdad a media noche, en la oscuridad, cuando el viento ruge como un oso en la chimenea? ¿Cuando los relámpagos proyectan sombras en la pared del dormitorio y la lluvia repiquetea en la ventana con sus largas uñas? Nada. Cuando el miedo y el frío hacen de ti una estatua en tu propia cama, no ansíes que la Verdad pura y dura acuda en tu auxilio. Lo que necesitas es el mullido consuelo de un relato. La protección balsámica, adormecedora, de una mentira.


_ Y entonces el desánimo se levanta, eleva su única mano y agarra el volante, mi cuello gira sobre si mismo y siempre ves la misma imagen, sus ojos te miran penetrantes y me dicen que la cercanía entre dos entes hace disparar sus sensaciones nerviosas, agita el contenido y suena a hueco, entonces solo, solo estás, no veo a nadie ya, sus ojos están más abajo que los tuyos, pero más arriba que los suyos, no consigues contestar a lo que parece evidente y es, quizá, desde lejos se vea mejor, a quien temes haber fallado, en mi cerebro la nube de la ignorancia se ve disminuida y abrumada por silencio absoluto de tu culpa y la tormenta de terror y pavor que sus palabras crean, sus ojos te miran penetrantes y me dicen que la cercanía entre dos entes hace disparar sus sensaciones nerviosas, me agarro a que todo te ha salido mal ».

Diane Setterfield