viernes, mayo 24

El día que Nietzsche lloró

« Pensar en Bertha le ocupaba todo el tiempo: evocaba su seductora sonrisa, sus ojos adorables, el tacto de su cuerpo cálido y dócil y su respiración acelerada cuando la examinaba o le daba un masaje. Escenas así tenían poder, vida propia; y cada vez que bajaba la guardia, le invadían la mente y se apoderaban de su imaginación. “¿Será esta mi suerte para siempre? –se preguntó-, ¿Estoy destinado a ser sólo un escenario donde los recuerdos de Bertha representan continuamente su drama? » 

Irvin David Yalom