martes, octubre 2

Como árboles

« Quién hubiera dicho
que estos poemas de otros
iban a ser míos.

Después de todo, hay hombres que no fui
y sin embargo, quise ser,
si no por una vida, al menos por un rato
o por un parpadeo.

En cambio, hay hombres que fui
y ya no soy ni puedo ser
y esto no siempre es un avance,
a veces es una tristeza...

Hay deseos profundos y nonatos
que prolongué como coordenadas,
hay fantasías que me prometí
y desgraciadamente no he cumplido
y otras que me cumplí sin prometermelas.

Hay rostros de verdad
que alumbraron mis fábulas,
rostros que no vi más, pero siguieron
vigilándome desde
la letra en que los puse.

Hay fantasmas de carne, otros de hueso.
También hay los de lumbre y corazón,
o sea cuerpos en pena, almas en júbilo
que vi, toqué o simplemente puse
a secar
a vivir
a gozar
a morirse.

Pero además, está lo qe advertí de lejos.

Yo también escuché una paloma
que era de otros diluvios,
yo también destrocé un paraíso
que era de otras infancias,
yo también gemí un sueño
que era de otros amores.

Asi pues,
desde este misterioso confín de la existencia,
los otros me ampararon como árboles
con nidos o sin nidos.
Poco importa,
no me dieron envidia sino frutos.

Esos otros están
aqui;
Sus poemas,
son mentiras de a puño,
son verdades piadosas.

Están aqui;
rodeándome,
juzgándome
con las pobres palabras que les di.

Hombres que miran tierra y cielo
a través de la niebla
o sin sus anteojos,
también a mí me miran
con la pobre mirada que les di.

Son otros que están fuera de mi reino,
claro,
pero además,
estoy en ellos.

A veces tienen lo que nunca tuve,
a veces aman lo que quise amar,
a veces odian lo que estoy odiando.

De pronto me parecen lejanos,
tan remotos
que me dan vértigo y melancolía.

Y los veo minados por un duelo sin llanto
y otras veces en cambio
los presiento tan cerca
que miro por sus ojos
y toco por sus manos
y cuando odian me alegro de su rencor
y cuando aman me arrimo a su alegría.

Quién hubiera dicho
que estos poemas míos
iban a ser
de otros ».


Mario Benedetti