martes, agosto 6

Yerma

« VIEJA – Y con tu marido…

YERMA – Mi marido es otra cosa. Me lo dio mi padre y yo lo acepté. Con alegría. Esta es la pura verdad. Pues el primer día que me puse novia con él ya pensé… en los hijos… Y me miraba en sus ojos. Sí, pero era para verme muy chica, muy manejable, como si yo misma fuera hija mía. 

VIEJA – Todo lo contrario que yo. Quizá por eso no hayas parido a tiempo. Los hombres tienen que gustar, muchacha. Han de deshacernos las trenzas y darnos de beber agua en su misma boca. Así corre el mundo. 

YERMA – El tuyo, que el mío no. Yo pienso muchas cosas, y estoy segura que las cosas que pienso las ha de realizar mi hijo. Yo me entregué a mi marido por él, y me sigo entregando para ver si llega, pero nunca por divertirme. 

VIEJA - ¡Y resulta que estás vacía!

YERMA – No, vacía no, porque me estoy llenando de odio. Dime: ¿Tengo yo la culpa? ¿Es preciso buscar en el hombre al hombre nada más? Entonces, ¿Qué vas a pensar cuando te deja en la cama con los ojos tristes mirando al techo y da media vuelta y se duerme? ¿He de quedarme pensando en él o en lo que puede salir relumbrando de mi pecho? Yo no sé, ¡Pero dímelo tú, por caridad! »

Federico García Lorca

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