« Yo tuve un gran amor durante un chaparrón
y sentí aquella vez tan intensa pasión,
que ahora el buen tiempo me da asco.
Cuando el cielo está azul, no lo puedo ni ver,
que se nuble ya el sol, que se ponga a llover,
que caiga pronto otro chubasco.
Confirmando el refrán, una noche de Abril
la tormenta estalló, mi vecina febril,
asustada con tanto trueno,
brincó en un santiamén del lecho en camisón
y se vino hacia mí, pidiendo protección.
- Auxiliemé usted, sea bueno
ábrame por piedad, que estoy sola y no sé
si podré resistir, mi marido se fue,
pues tiene entre otros muchos fallos
que en las noches así, abandona el hogar,
por la triste razón de que va a trabajar;
es vendedor de pararrayos -
Bendiciendo al genial Franklin por su invención,
en mis brazos le di curso a su petición
y luego el amor hizo el resto.
Mira tú que "instalar para rayos por ahí"
y olvidarte poner en tu casa, caray
cometiste un error funesto.
Varias horas después, cuando al fin escampó
ella se hubo de ir, pero antes me citó
para la próxima tormenta;
- Mi esposo va a llegar y si en casa no estoy
se me va a resfriar, así que ya me voy,
a secarle la gabardina -
Desde entonces, jamás he dejado el balcón,
no hago más que poner la máxima atención
en Cirruscumulos y Estratos.
La menor nube gris me colma de placer,
aunque ha decir verdad, sé que no han de volver
tan torrenciales arrebatos.
A base de vender palitos de metal,
su marido reunió un pingué capital
y se hizo multimillonario y a vivir la llevó
a un imbécil país, donde si se oye llover,
será porque haga pis algún niño del vecindario.
Ojalá mi canción llegue al Sahara aquel,
a decirle que yo le seré siempre fiel
que la llevo dentro del alma,
que aunque sople el Simún con seca realidad,
un día nos va a reunir una gran tempestad,
tras la que no vendrá la calma »
Geroges Brassens