viernes, septiembre 21

Libélula IV

« El café aniquilado. Estallido. Pasos de baile borroneados de la memoria. Buenos Aires en el corazón de fuego, en la cuna de mi nacimiento. Tus ojos, en Buenos Aires también. Manos que se sueltan. Una ronda que se achica. Una estrella pierde, al menos, dos de sus puntas, y se desluce.

Yo no culparía al cemento, culparía a las pulsiones apócrifas, vacías, desentendidas. ¿Quién puede creerse tan dios para desorganizar una composición tan mentirosa? Quién pudiera parecer tan invencible, tan absoluto e irrevocable »