viernes, abril 27

El libro del desasosiego, 22

« Mi hábito vital de incredulidad en todo, especialmente en el instinto, y mi actitud natural de insinceridad, son la negación de obstáculos en que hago esto constantemente.

En el /fondo/, lo que sucede es que hago de los otros mi sueño, doblándome sus opiniones para, expandiéndolas por medio de mi raciocinio y mi intuición, volverlas mías y (yo, no teniendo opinión, puedo tener las de ellos lo mismo que cualesquiera otras) para doblarlas a mi gusto y hacer de sus opiniones cosas emparentadas con mis sueños.

De tal manera antepongo el sueño a la vida que consigo, en el trato verbal, (no teniendo otro) continuar soñando, y persistir, a través de las opiniones ajenas y de los sentimientos de los demás, en la línea fluida de la vida, una personalidad amorfa.

Cada otro es un canal o una reguera por donde el agua del mar sólo corre a gusto de ellos, marcado, con los resplandores del agua al sol, el curso curvo de su orientación más realmente que podría hacerlo su sequedad.

Pareciéndole a veces, a mi análisis rápido, parasitar a los otros, lo que sucede en realidad es que les obligo a ser parásitos de mi posterior emoción. Hábito de vivir las /cortezas/ de sus individualidades. Calco sus pisadas en arcilla de mi espíritu y así, más que ellos, llevándolas para dentro de mi conciencia, he dado sus pasos y andado por su(s) camino(s).

En general, debido al hábito que tengo de, desdoblándome, seguir al mismo tiempo dos, diferentes operaciones /mentales/, yo, al paso que me voy adaptando en exceso y lucidez al sentir de ellos, voy analizando en mí su desconocido estado de alma, haciendo el análisis puramente objetivo de lo que ellos son y piensan. Así, entre sueños, y sin abandonar mi devaneo ininterrumpido, voy, no sólo viviéndoles la esencia refinada de sus emociones a veces muertas, sino comprendiendo y clasificando las lógicas interconexas de las diferentes fuerzas de su espíritu que yacían a veces en un estado simple de su alma.

Y, en medio de todo esto, su fisonomía, su traje, sus gestos, no se me escapan. Vivo al mismo tiempo sus sueños, el alma del instinto y el cuerpo y actitudes suyas. En una gran dispersión unificada, me ubiquito en ellos y creo y soy, a cada instante de la conversación, una multitud de seres, conscientes e inconscientes, analizados y analíticos, que se reúnen en un abanico abierto ».



Fernando Pessoa