Volvió a tomar la manga de riego y la escoba que, después de haberle permitido cultivar su espíritu, le permitían ahora escribir música. Yo advertí una vez más que los Estados Unidos componen un extraño campo de adiestramiento donde el trabajo manual imita al deporte, a su carácter de juego y a su semidesnudez, mientras el deporte es un trabajo.
Me incliné de nuevo sobre Nueva York, me demoré, siempre atenta a mi reloj, concediéndome quince minutos más, y luego otros cinco minutos. Y, de pronto, comprendí que esa mañana temprana sería uno de mis recuerdos más vivos, tal vez uno de los grandes momentos de mi vida »
Philippe Hériat