« El preadolescente es un monstruo mezclado con un imbécil, de un conformismo casi increíble; parece la cristalización súbita y maléfica (e imprevisible, si pensamos en el niño) de lo peor del hombre. ¿Cómo se puede dudar, después de eso, que la sexualidad es una fuerza absolutamente dañina? ¿Y cómo aguanta la gente vivir bajo el mismo techo que un preadolescente? Mi tesis es que sólo lo consiguen porque su vida está completamente vacía; pero mi vida también está vacía y no lo he conseguido. De todas formas todo el mundo miente, y miente de la manera más grotesca. Estamos divorciados, pero seguimos siendo buenos amigos. Veo a mi hijo un fin de semana de cada dos; menuda mierda. En realidad los hombres no han tenido nunca el menor interés por sus hijos, nunca ha sentido amor por ellos, y además los hombres son incapaces de amar, es un sentimiento que les resulta completamente ajeno. Lo único que conocen es el deseo, el deseo sexual en estado bruto y la competición entre machos; y luego, en otra época y dentro del matrimonio, podían llegar a sentir cierto agradecimiento por su compañera cuando les daba hijos, llevaba bien la casa, era buena cocinera y buena amante; entonces le agradaba compartir la cama con ella. Quizá no era lo que las mujeres deseaban, quizá había un malentendido, pero podía ser un sentimiento muy fuerte, e incluso si se excitaban, por otra parte cada vez menos, tirándose a una nena de vez en cuando, ya no podían vivir, literalmente, sin su mujer; cuando ella desaparecía empezaban a beber y se morían en unos pocos meses. Los hijos, por su parte, servían para transmitir una condición, unas reglas y un patrimonio. Esto era así, claro, en las clases feudales, pero también en los comerciantes, los campesinos, los artesanos; de hecho, en todas las clases sociales. Ahora nada de eso existe: soy un empleado, vivo en régimen de alquiler, no tengo nada que dejarle a mi hijo. No tengo un oficio que enseñarle, no tengo ni idea de lo que hará en la vida; de todos modos, las reglas que yo conozco no valdrán para él, vivirá en otro universo. Aceptar la ideología del cambio continuo es aceptar que la vida de un hombre se reduzca estrictamente a su existencia individual, y que las generaciones pasadas y futuras ya no tengan alguna importancia para él. Así vivimos, y actualmente tener un hijo no tiene sentido para un hombre. El caso de las mujeres es diferente, porque siguen necesitando alguien a quien amar; cosa que nunca ha sido y nunca será el caso de los hombres »
Michel Houellebecq