« Se echó en la nieve, al lado de su presa. Vigilaba aquel juego de vida y de muerte que se desarrollaba delante de sí: el lince que trataba de comer, y el puerco espín de no ser comido.
Pasó una hora y nada ocurría. La bola espinoza bien podía ser una piedra. El lince se había petrificado. El Tuerto parecía haber muerto. Sin embargo, los tres animales nunca habían estado tan vivos como en esa ocasión.
Scott se había impuesto la tarea de redimir a Colmillo Blanco, o, mejor dicho, de redimir a la humanidad del mal que le había hecho. Era una cuestión de principios y de conciencia. Pensaba que el mal causado era una deuda para con todos y que había que pagarla »
Jack London