domingo, noviembre 4

Hablando del asunto

« STUART: Creo que lo había olvidado. Pero yo lo recuerdo, como ve. Yo lo recuerdo todo.

OLIVER: ¿Le cuento mi teoría? Todos vamos a tener un cáncer o una enfermedad cardíaca. Hay dos tipos humanos, básicamente; personas que reprimen sus emociones y personas que las dejan salir como un torrente, introvertidos y extrovertidos, si lo prefiere. Los introvertidos, como es bien sabido, tienden a interiorizar sus emociones, su ira y el desprecio por sí mismos, y esta interiorización, es igualmente bien sabido, produce cáncer. Los extrovertidos, por el contrario, dan rienda suelta a sus emociones alegremente, se enfurecen con el mundo, desvían el desprecio por sí mismos hacia los demás, y este esfuerzo excesivo, por un proceso lógico, causa ataques cardíacos. Es una cosa o la otra.

STUART:No tengo lo que suele llamarse un carácter sociable. Cuando conozco a una persona que me gusta, en lugar de hablar más y demostrarle que me gusta y hacerle preguntas, me quedo mudo, como si no esperara agradarle o como si yo no fuera lo bastante interesante para ella. Y entonces – como es natural – no me encuentra lo bastante interesante. Y la siguiente vez que sucede me acuerdo de lo ocurrido anteriormente, pero en lugar de impulsarme a actuar mejor me bloqueo de nuevo. La mitad del mundo parece tener seguridad en sí mismo y la otra mitad del mundo no y no sé cómo se consigue dar el salto de una mitad a la otra.

….

Yo estaba hablando con un hombre tartamudo que estaba haciendo un curso para ser agente inmobiliario cuando el organizador trajo a Gillian. El hecho de que ese tipo tartamudease me dio más seguridad en mí mismo. Es cruel decirlo, pero a mí me lo han hecho muchas veces en el pasado: te encuentras diciendo cosas vulgares y de repente la persona que está a tu lado se pone a decir cosas ingeniosas. Oh, sí, eso me ha sucedido muchas veces. Es una especie de primitiva ley de supervivencia: encuentra a alguien que esté peor que tú y a su lado florecerás.

OLIVER: Puede que hiciese un curso sobre cine francés como una forma de aprender a ligar. Ése no fue nunca su fuerte, ¿comprende? A veces yo le echaba una mano concertando una cita doble, pero siempre acababa con las dos chicas disputándose a un servidor y Stuart mohíno en un rincón desplegando todo el carisma de una lapa.

OLIVER: Yo estuve brillante aquel verano. ¿Por qué insistimos en decir “aquel verano”? Fue solamente el verano pasado, después de todo. Supongo que es porque fue como una nota perfectamente sostenida, un color exacto y translúcido. Así es como aparece en el recuerdo; y cada uno de nosotros los aprehendimos subcutáneamente en su momento. Il me semble. Encima de lo cual, yo estuve brillante.

OLIVER: Se había colado cierta crepuscularidad de espíritu, debida a un malentendido con el que no quise molestar al eufórico hacendado y a su dama. 

OLIVER: Has de ser a la vez desenvuelto animador y flexible psiquiatra. Se requiere la binaria habilidad de estar ausente cuando estás presente y presente cuando estás ausente.

OLIVER: Poco después, yo estaba alegre otra vez y ellos también estaban alegres. Cuando la gente se enamora desarrolla una repentina resistencia, ¿no lo ha notado? No es sólo que nada pueda herirles (esa vieja y dulce ilusión) sino que nada puede herir a quienes ellos quieren.

GILLIAN: Luego no me permitió que le ayudara a recoger. Se fue a la cocina y volvió con una tarta de manzana. Era una cálida noche de primavera y la comida era invernal, pero eso no importaba. Así que tomé un pedazo de tarta y luego él puso la tetera al fuego para hacer café y se fue al cuarto de baño. Me levanté y llevé los platos de la tarta a la cocina. Cuando los estaba poniendo sobre la mesa vi un trozo de papel apoyado contra los frascos de especias. ¿Sabe lo que era? Era un horario:

6:00 Pelar patatas
6:10 Enrollar la masa
6:20 Encender el horno
6:20 Baño

y continuaba así…

8:00 Abrir el vino
8:15 Comprobar que las patatas se tuestan
8:20 Poner el agua para los guisantes
8:25 Encender las velas
8:30 ¡¡Llega G!!

Volví corriendo a la mesa y me senté. Estaba temblando. También me sentía mal por haberlo leído porque estoy segura de que Stuart hubiese pensado que le estaba espiando. Pero me llegó al alma, cada anotación más que la anterior. 8.25 Encender las velas. Está bien, Stuart, pensé, no me hubiese importado que las encendieses después de que yo llegara. Y luego 8:30 ¡¡Llega G!!
Esos dos puntos de exclamación fueron realmente definitivos.

Volvió del cuarto de baño y tuve que contenerme para no decirle lo que había descubierto y que no me parecía tonto, ni neurótico, ni inútil, nada, sino muy cuidadoso y conmovedor.

Por supuesto, no le dije algo, pero debí de reaccionar de alguna manera y él lo captó, porque pareció más relajado a partir de ese momento. Pasamos mucho rato en el sofá esa noche y me hubiese quedado a dormir si me lo hubiese pedido, pero no lo hizo. Y eso tampoco me importó.

OLIVER: ¡Oh!, por favor, borre esa expresión condenatoria de su cara. ¿No cree que ya tendré suficiente de eso durante las próximas semanas y meses y años? Déme un respiro. Póngase en mis pantoufles. ¿Renunciaría usted a su amor haría mutis por el foro elegantemente, se convertiría en un cabrero y tocaría tristemente música consoladora en su flauta durante todo el día mientras su despreocupado rebaño masticaba la suculenta hierba? La gente no hace eso. Nunca lo hizo. Escuche, si se va y se convierte en un cabrero es que nunca la amó. O que amaba más el gesto melodramático. O las cabras. Tal vez fingir que se enamoraba no era más que un hábil paso en su carrera que le permitiría diversificar hacia el pastoreo. Pero nunca la amó.

No podemos escapar. Ésa es la esencia del asunto. Estamos encerrados en este coche en la autopista, los tres, y alguien (¡el conductor!, ¡yo!) le ha dado con el codo al botón del sistema de cierre centralizado. Así que estaremos aquí los tres hasta que esto se resuelva. Usted también está aquí. Lo siento, he cerrado las puertas, no puede salir, estamos todos juntos en esto. Ahora, ¿qué me dice de ese cigarrillo? Yo estoy fumando y no me sorprendería que Stuart empezase a hacerlo muy pronto. Vamos, coja uno. Prevenga el Alzheimer.

OLIVER: Paseé un poco para que se me secaran los pantalones y ensayé lo que iba a decirle a Gillian cuando me abriera la puerta. ¿Debería ocultar las flores detrás de mi espalda y hacerlas aparecer de pronto como un prestidigitador? ¿Debería dejarlas en el escalón de la entrada y salir corriendo antes de que ella abriese la puerta? Tal vez un aria fuese lo apropiado.
Deh vieni ella finestra…

 Así que caminé entre las humildes cabañas que albergaban a aquellos remotos operarios de comercio, esperando que el calor del día secase la humedad de la tela 60% seda, 40% viscosa de mis pantalones. Así es como yo me siento, y con demasiada frecuencia, si quiere saberlo. Sesenta por ciento seda y cuarenta por ciento viscosa. Brillante pero con tendencia a arrugarme. Mientras que Stuart es cien por cien fibra artificial: inarrugable, fácil de lavar, no necesita plancha, las manchas desaparecen. Estamos hechos de un tejido diferente, Stu y yo.

MME WYATT: Tengo una amiga inglesa que tuvo una aventura a las seis semanas de casarse. ¿Acaso es esto tan sorprendente? Uno puede sentirse feliz y sentirse atrapado al mismo tiempo. Puede sentir seguridad y pánico, esto no es nuevo. Y en cierto modo el comienzo del matrimonio es la época más peligrosa porque -¿cómo puedo expresarlo?- el corazón está tierno. L’appétit vient en mangeant. Estar enamorado te predispone a enamorarte.

OLIVER: Lo que pienso es esto: quiero a Gillian, ella me quiere a mí. Ése es el punto de partida, todo se deriva de ahí. Me enamoré. Y el amor opera de acuerdo con las fuerzas de mercado, cosa que intenté hacerle comprender a Stuart, aunque probablemente sin mucho acierto, y en cualquier caso tampoco podía esperar que lo viera objetivamente. La felicidad de una persona se construye a menudo sobre la desdicha de otra, así es el mundo. Es duro y yo siento muchísimo que haya tenido que ser Stuart. Probablemente haya perdido a un amigo, mi más viejo amigo. Pero no tenía elección, realmente no, nadie la tiene, nunca, no sin ser una persona completamente distinta.
Culpe a quien inventase el universo si es que quiere culpar a alguien, pero no me culpe a mí.

STUART: Estaba tan alterado que debo haber encendido otro después de dejar el primero. Y entonces, me fijé en que también había una colilla en el cenicero. Tres cigarrillos en el cenicero, dos de ellos ardiendo y uno apagado. ¿Cómo podría alguien soportarlo? ¿Puede imaginarse el dolor que sentí? No, claro que no. Uno no puede sentir el dolor de otra persona, ése es el problema, ése es siempre el problema, todo el problema del mundo. Si pudiésemos aprender a sentir el dolor de otra persona…

MME WYATT: Tal vez si uno empieza con un desastre, no tendrá la tentación de volver la vista atrás y fingir que hubo un tiempo en que las cosas fueron perfectas.

STUART: ¿Quiere que le diga algo que siempre me molestó ligeramente? Es probable que esto suene increíblemente mezquino, pero es la verdad.

Los fines de semana ella solía dormir hasta tarde. Yo era el primero en levantarme. Siempre tomábamos un pomelo, o por lo menos una de las dos mañanas, la del sábado o la del domingo. Yo era el que lo decidía. Si cuando bajaba a la cocina el sábado me apetecía un pomelo, lo sacaba de la nevera, lo partía en dos y ponía cada mitad en un cuenco. De lo contrario lo tomábamos el domingo. Cuando yo me había comido mi mitad miraba la de Gillian en su cuenco. Pensaba: ésa es suya, se la va a comer cuando despierte. Y con mucho cuidado le quitaba todas las pepitas a su mitad, para que no tuviera que hacerlo ella. A veces había muchas.

¿Sabe una cosa? En todo el tiempo que estuvimos juntos, nunca se fijó en eso. O si se fijó, nunca lo mencionó. No, ella no habría hecho eso. Sencillamente no se daba cuenta. Yo siempre esperaba a que lo reconociese y cada fin de semana me sentía un poco más decepcionado ».



Julian Barnes