sábado, noviembre 3

Diamantes para la eternidad

« Una vez más, el instinto de Bond había salvado su vida. Pero se maldijo a sí mismo por un error tan estúpido. Un error que casi le cuesta la vida. Pensó en telefonear a la policía. Podría telefonear desde una cabina telefónica, alejada del área, informándoles del cuerpo en el apartamento y la cita con aquella muchacha Markov. Ciertamente casi había sobreestimado la bienvenida de Amsterdam. Bond echó una última mirada alrededor para asegurarse de que no dejaba allí alguna evidencia incriminatoria. Miró al cuerpo sin vida frente a él. Bond no sintió algo. Había matado al hombre en defensa propia. Las palabras elegidas por M volvieron a su mente una vez más. 'Jaque Mate' pensó para sí. Fue hacia la puerta, descorrió el cerrojo y salió. Bond podía sentir el frío más que nunca. Buscó en su bolsillo la pitillera metálica, tomó un cigarrillo y lo encendió. Inhaló y se sintió mejor, como si aquello fuera algún tipo de compensación por matar un hombre. Después de descender las escaleras, Bond se abrochó su chaqueta, no para mantener el calor, sino para cubrir su brazo vendado y evitar sospechas. James Bond estaba una vez más en las inocentes y frías calles de Amsterdam, pero no pudo evitar sentir que la ciudad había perdido su encanto ».

Ian Fleming