jueves, marzo 26

Najda

"[…] Me ha ocurrido reaccionar con una terrible violencia contra el relato muy detallado que ella me hacía de ciertas escenas de su vida pasada, de las cuales yo juzgaba, sin duda de una manera muy superficial, que su dignidad no había podido salir incólume. El incidente de un puñetazo en pleno rostro que había hecho brotar sangre, en una sala de la cervecería Zimmer, del puñetazo que le había propinado un hombre a quien, con un maligno placer, ella había rechazado, simplemente porque era abyecto —y ella había pedido socorro varias veces, no sin tomarse el tiempo, antes de desaparecer, de manchar de sangre el traje del hombre—, estuvo a punto, a las primeras horas de la tarde del 13 de octubre, mientras ella me lo contaba atolondradamente, de alejarme de ella para siempre. No sé qué sentimiento de absoluta irremediabilidad despertó en mí el relato burlón de aquella horrible aventura, pero lloré largo rato después de haberlo escuchado, lloré como no me creía capaz de poder llorar. Lloré al pensar que debía no volver a ver más a Nadja, que no podría seguir viéndola. Ciertamente, no le reprochaba de ninguna manera que no me hubiese ocultado lo que me apenaba, más bien se lo agradecía; pero que ella hubiese podido un día llegar a aquello, que en el horizonte, ¡quién sabe!, apuntasen tal vez para ella días semejantes, me asustaba pensarlo. ¡Nadja estaba a la sazón tan conmovedora no haciendo nada para vencer la resolución que yo había tomado, sacando al contrario de sus lágrimas la fuerza para exhortarme a no desistir de esa resolución! Despidiéndose de mí, en París, no pudo, sin embargo, dejar de añadir en voz queda que aquello era imposible, pero no hizo nada entonces para que resultara más imposible. Si en definitiva lo fue, sólo dependió de mí".


André Breton


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