martes, agosto 30

Mi vida

« El encargado me dijo: "Le tengo a usted aquí sólo por respeto a su venerable padre; de lo contrario hace mucho tiempo que hubiera usted salido volando". Yo le dije. "Me lisonjea usted demasiado, excelencia, al suponer que yo sé volar". Luego, oí como decía: “Llévense a este señor, me ataca los nervios" » 


ja, ja, ja.
Antón Chéjov

Secretos para pensar

« Si lo ves en tu mente, lo tendrás en tu mano [...] » La ley no sabe de «quiero o no quiero». Cuando te enfocas en algo, sea lo que sea, estás provocando que se manifieste »


« Atraes los pensamientos predominantes en tu conciencia, tanto si son conscientes como si son inconscientes. Ésa es la cuestión [...] »

«Tu vida es el reflejo de tus pensamientos anteriores. Eso incluye todas las cosas buenas y todas las que no lo son. Puesto que atraes lo que más piensas, es fácil comprobar qué pensamientos han dominado tu mente en todos los aspectos de tu vida, puesto que eso es lo que has experimentado»

«Lo que la mayor parte de las personas no entienden es que un pensamiento tiene una frecuencia. Se puede medir un pensamiento. Por lo tanto, si piensas en algo repetidamente, si en tu mente imaginas que tienes lo que deseas, estás emitiendo constantemente esa frecuencia. A la ley natural no le importa si tú percibes algo como bueno o como malo, si lo quieres o si no lo quieres. Solo responde a tus pensamientos»

« Cuando piensas en lo que quieres y te enfocas en ello con toda tu fuerza, en cada momento, te dará exactamente lo que quieres»

«Todo lo que te rodea en éste momento en tu vida, incluidas las cosas que no te gustan, las has atraído tú »

«Lo que piensas ahora, crea tu vida futura. Aquello en lo que más piensas es lo que se manifiesta»

« Es imposible controlar todos nuestros pensamientos. Los científicos dicen que tenemos aproximada mente 60 mil pensamientos al día. Hay una vía muy sencilla que nos ayuda a saber lo que en realidad estamos pensando: Nuestros sentimientos »

«Tenemos dos tipos de sentimientos: Los buenos sentimientos y los malos. Conoces la diferencia entre ambos porque unos te hacen sentir bien y otros mal»


En realidad es muy sencillo: 
«¿Qué estás atrayendo en éstos momentos?» 
«Bueno ¿Cómo te sientes?» 
«Me siento mal» «Cambia tus pensamientos»
« Me siento bien» «Bien, sigue así »

«Lo más importante es que sepas que es imposible sentirse mal y tener pensamientos positivos a la vez. Y viceversa. Eso desafiaría la lógica, porque tus pensamientos son los que provocan tus sentimientos. Sé consciente de que te sientes bien y de que estás atrayendo más cosas buenas»


Pensamos todo el tiempo, de forma consciente o no: Cuando hablamos o escuchamos a alguien, estamos pensando. Cuando leemos un periódico o vemos la televisión, estamos pensando. Cuando recordamos cosas del pasado, estamos pensando. Cuando consideramos algo sobre nuestro futuro, estamos pensando. 

«La creación se produce constantemente. Cada vez que alguien tiene un pensamiento o piensa prolongada mente de una manera, se está produciendo un proceso de creación. Algo se manifestará de esos pensamientos»


En fin, «Estamos en un universo de inclusión, no de exclusión » «La vida es un espejo de tus principales pensamientos [...] Lo que piensas ahora, crea tu vida futura » Cuando empiezas a entender y a dominar  realmente tus pensamientos y tus sentimientos, puedes empezar a ver cómo creas tu propia realidad.Ahí reside tu libertad, ahí  es donde se encuentra tu poder.  


Tienes que escoger lo que quieres, pero has de tenerlo muy claro. Éste es tu trabajo. Si no lo tienes claro, la ley de atracción no podrá concedértelo.Enviarás una frecuencia confusa que sólo atraerá resultados confusos.Quizá, por primera vez en tu vida, intenta descubrir qué es lo que realmente quieres.Como es arriba es abajo, como es adentro es afuera. Los pensamientos se materializan en objetos. 


Debemos ser el cambio que deseamos ver en el mundo.


El sonámbulo asesino

« Me levanté sonámbulo en medio de la noche, lo maté, y luego seguí soñando. Supe que no había dejado alguna prueba del delito porque en los días sucesivos nadie vino a interrogarme. Quizá los sonámbulos somos fantasmas ocasionales. No lo sé. No me veo cuando actúo en ese estado [...] »

« Descubrí que era el asesino porque al despertarme por la mañana recordé el sueño que había tenido y al poco rato recibí una llamada telefónica de Mercedes en la que me dio la noticia: «Han asesinado a Cristóbal mientras dormía». Alguien le había cortado el cuello con una navaja y luego huyó sin dejar alguna huella. No desesperé, ¿quién iba a imaginar que el asesino del durmiente era otro hombre dormido?

Sin embargo, desde entonces no consigo conciliar el sueño. Tengo miedo de dormirme y volver a matar. Aquella mañana, al despertarme, descubrí los guantes sobre la mesa y el filo de la navaja manchada de sangre. Seguramente regresé a casa en pijama y con el arma en la mano. Cristóbal vivía dos calles más abajo. Yo disponía de un juego de llaves de su apartamento igual que él tenía otro del mío. Pero eso creo que nadie lo sabe, porque de lo contrario me habrían interrogado. La policía nunca sospechará de mí porque mantenía una excelente relación con él. Ni el más avispado detective sabe lo que pasa por la mente de un sonámbulo.

Cristóbal me traicionó en el sueño. Ése fue el móvil del crimen. Después empezó la pesadilla. El sentimiento de culpa. La duda. Al final, llegué a la conclusión de que la vida también es sueño y que mientras dormimos el mundo no se detiene. 


Quizá lo más auténtico de nuestra personalidad se manifiesta cuando estamos solos, nos relajamos, y tomamos decisiones valientes que despiertos seríamos incapaces de realizar. 


Creo que mi conducta de aquella noche fue fruto de la intuición, siempre me he dejado llevar por ella y no me ha ido mal. Estoy seguro de que Cristóbal me estaba traicionando desde hacía meses y luego fingía cuando estaba delante de mí. No sé. A lo mejor todo son excusas para quitarme este gran peso que no me deja vivir. He pensado varias veces en buscarme una compañera. Una mujer que velara mi sueño, que cuando me levantara sonámbulo en medio de la noche me detuviera, me acogiera en sus brazos y me quitara todos esos demonios que tengo en la cabeza. 


Pero, ¿cómo voy a exponer a alguien al peligro de mis pesadillas? ¿Quién me dice que no la asesinaría también a ella? 


Vivo solo y alerta. No tengo otra salida. Algunas tardes salgo con Mercedes y en las conversaciones solemos nombrar a Cristóbal. Ella se pone triste y casi siempre se le escapa una lágrima. Yo no soporto verla llorar. Sin embargo, curiosamente, cada vez que llora por Cristóbal siento una especie de alivio, como si el crimen del sonámbulo hubiese sido un acto de justicia ».


domingo, agosto 28

Delirar en voz alta

« Si el mundo está patas arriba y cabeza abajo ¿por qué no delirar que el mundo vuelva a estar como él quiso cuando todavía no era?Así que se me ocurrió imaginar ese mundo posible.

Delirar, soñar en voz alta:

En las calles los automóviles serán pisados por los perros, el aire estará limpio de los venenos de las máquinas y no tendrá más contaminación que la que emana de los miedos humanos y de las humanas pasiones.

La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor.

El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia y será tratado como la plancha o el lavarropas.

La gente trabajará para vivir en lugar de vivir para trabajar.

En ningún país irán presos los muchachos por no prestar el servicio militar; sólo irán quienes quieran hacerlo.

Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de compra.

Los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las cocinen vivas.

Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos y los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas.

El mundo ya no estará en guerra contra los pobres sino contra la pobreza. La industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra por siempre jamás.

Nadie morirá de hambre porque nadie morirá de indigestión. Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura porque no habrá niños de la calle. Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero porque no habrá niños ricos.

La educación no será privilegio de quienes pueden pagarla, ni la policía será la maldición de quienes no puedan comprarla.

La justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda.

Una mujer negra será presidenta del Brasil y otra mujer negra será presidenta de los Estados Unidos; una mujer india gobernará a Guatemala y otra a Perú.

En Argentina las "Locas de la Plaza de Mayo" serán un ejemplo de salud mental porque ellas se negaron a olvidar, en el tiempo de la amnesia obligatoria.

La Santa Madre Iglesia corregirá algunas erratas en las piedras de Moisés: El sexto mandamiento ordenará: "festejarás tu cuerpo". 

El noveno que desconfía del deseo, lo declarará sagrado. La Iglesia también dictará el undécimo mandamiento que se le había olvidado al Señor: "amarás a la naturaleza de la que formas parte."

Todos los penitentes serán celebrantes y no habrá noche que no sea vivida como si fuera la última, ni un día que no sea vivido como si fuera el primero ».


Mensaje de Eduardo Galeano para América LatinaCartagena de Indias, Julio de 1997

jueves, agosto 25

Cada cual a su manera

« DIEGO.- (Violento a su vez, agresivo, poniéndole las manos en los hombros y mirándolo fijamente a los ojos, muy cerca de él.) ¡Sí! Si dejas que te miren de este modo.
PRESTINO.- (Sorprendido) ¿Cómo?
DIEGO.- Así, a los ojos. ¡Así! ¡No, mírame! Así. Desnudo como estás, con todas tus miserias, con el lodo que tienes dentro de ti, igual que yo, con tus miedos, tus remordimintos, tus contradicciones. Separa de ti esa marioneta que tu mismo te construyes con la interpretación ficticia de tus actos, de tus sentimientos: te darás cuenta enseguida que nada tiene que ver con lo que eres, con lo que puedes ser en verdad, con lo que está dentro de ti y tú desconoces; es un dios terrible, tenlo en cuenta, si te opones a él; pero enseguida se apiada de ti, de cada una de tus culpas, si te abandonas, si no intentas buscar una excusa »

Luigi Pirandello

miércoles, agosto 24

Pedro Paramo

« Sentí que se abría el cielo. 
Tuve ánimos de correr hacia ti. 
de rodearte de alegría. De llorar. 
Y lloré, Susana, cuando supe que al fin regresarías ».

Juan Rulfo

martes, agosto 23

Nada personal

« Lo que pienses de mí no es importante para mí y no me lo tomo personalmente. Cuando la gente me  dice: «¡Ey!, eres el mejor», no me lo tomo personalmente, y tampoco lo hago cuando me dice: « ¡Ey!, eres lo peor». Sé que cuando estés de buen humor, me dirás: «¡Eres un ángel!». Pero cuando  sientas enfado me dirás: «¡Oh, eres un demonio! Eres repugnante. ¿Cómo puedes decir esas  cosas?». Ninguno de los dos comentarios me afecta porque yo sé lo que soy. No necesito que me acepten.  No necesito que alguien me diga: «¡Qué bien lo haces!», o: «¿Cómo eres capaz de hacer eso?». 

No, no me lo tomo personalmente. Pienses lo que pienses, sientas lo que sientas, sé que se trata de tu  problema y no del mío. Es tu manera de ver el mundo. No me lo tomo de un modo personal porque te refieres  a ti mismo y no a mí. Los demás tienen sus propias opiniones según su sistema de creencias, de modo que nada de lo que piensen de mí estará realmente relacionado conmigo, sino con ellos.  Es posible que incluso me digas: «Oye, lo que dices me duele». Pero lo que te duele no es lo que yo  digo, sino las heridas que tienes y que yo he rozado con lo que he dicho. Eres tú mismo quien se hace daño. 

No me lo puedo tomar personalmente en modo alguno, y no porque no crea ni confíe en ti, sino porque sé  que ves el mundo con distintos ojos, con los tuyos. Creas una película entera en tu mente, y en ella tú eres el director, el productor y el protagonista. Todos los demás tenemos papeles secundarios. Es tu película. 

La manera en que ves esa película se basa en los acuerdos que has establecido con la vida. Tu punto  de vista es algo personal. No es la verdad de nadie más que de ti. Por consiguiente, si te enfadas  conmigo, sé que eso está relacionado contigo. Yo soy la excusa para que tú te enfades. Y te enfadas porque tienes miedo, porque te enfrentas a tu miedo. Sí no tuvieras miedo, no te enfadarías conmigo en modo  alguno. Si no tuvieras miedo, no me odiarías en modo alguno. Si no tuvieras miedo, no estarías triste ni  celoso en modo alguno. 

Si vives sin miedo, si amas, no hay lugar para alguna de esas emociones. Si no tienes alguna de esas emociones, lógicamente te sientes bien. Cuando te sientes bien, todo lo que te rodea está bien. Cuando  todo lo que te rodea es magnífico, todo te hace feliz. Amas todo lo que te rodea porque te amas a ti mismo,  porque te gusta como eres, porque estás contento contigo mismo, porque te sientes feliz con tu vida. Estás  satisfecho con la película que tú mismo produces y con los acuerdos que has establecido con la vida. Estás  en paz y eres feliz. Vives en ese estado de dicha en el que todo es verdaderamente maravilloso y bello. En  ese estado de dicha, estableces una relación de amor con todo lo que percibes en todo momento

Sea lo que sea lo que la gente haga, piense o diga, no te lo tomes personalmente. Si te dice que eres  maravilloso, no lo dice por ti. Tú sabes que eres maravilloso. No es necesario que otras personas te lo digan  para creerlo. No te tomes las cosas personalmente. 

No te tomes algo personalmente porque, si lo haces, te expones a sufrir por nada. Los seres humanos  somos adictos al sufrimiento en diferentes niveles y distintos grados; nos apoyamos los unos a los otros para  mantener esta adicción. Hemos acordado ayudarnos mutuamente a sufrir. Si tienes la necesidad de que te  maltraten, será fácil que los demás lo hagan. Del mismo modo, si estás con personas que necesitan sufrir,  algo en ti hará que las maltrates. Es como si llevasen un cartel en la espalda que dijera: «Patéame, por  favor». Piden una justificación para su sufrimiento. Su adicción al sufrimiento no es más que un acuerdo que  refuerzan a diario. 

Vayas donde vayas, encontrarás a gente que te mentirá, pero a medida que tu consciencia se expanda,  descubrirás que tú también te mientes a ti mismo. No esperes que los demás te digan la verdad, porque ellos también se mienten a sí mismos. Tienes que confiar en ti y decidir si crees o no lo que alguien te dice. 

Cuando realmente vemos a los demás tal como son sin tomárnoslo personalmente, lo que hagan o  digan no nos dañará. Aunque los demás te mientan, no importa. Te mienten porque tienen miedo. Tienen  miedo de que descubras que no son perfectos. Quitarse la máscara social resulta doloroso. Si los demás  dicen una cosa, pero hacen otra y tú no prestas atención a sus actos, te mientes a ti mismo. Pero si eres  veraz contigo mismo, te ahorrarás mucho dolor emocional. Decirte la verdad quizá resulte doloroso, pero no  necesitas aterrarte al dolor. La curación está en camino; que las cosas te vayan mejor es sólo cuestión de  tiempo. 

Si alguien no te trata con amor ni respeto, que se aleje de ti es un regalo. Si esa persona no se va, lo  más probable es que soportes muchos años de sufrimiento con ella. Que se marche quizá resulte doloroso  durante un tiempo, pero finalmente tu corazón sanará. Entonces, elegirás lo que de verdad quieres. 


Descubrirás que, para elegir correctamente, más que confiar en los demás, es necesario que confíes en ti  mismo »


Miguel Ruíz

Fragmentos de un evangelio apócrifo

3. Desdichado el pobre de espíritu, 
al parecer, sólo hay una vida.
4. Desdichado el que llora por todo
porque ya tiene el hábito miserable del llanto.
5. Dichosos los que saben que el sufrimiento
no es una corona de gloria.
6. No basta ser el último para ser alguna vez el primero.
7. Feliz el que no insiste en tener razón,
porque nadie la tiene o todos la tienen.
8. Feliz el que perdona a los otros y el que se perdona a sí mismo.
9. Bienaventurados los mansos,
porque no condescienden a la discordia.
10. Bienaventurados los que no tienen hambre de justicia,
porque saben que la suerte, adversa o piadosa,
es obra del azar, que es inescrutable.
11. Bienaventurados los misericordiosos,
porque su dicha está en el ejercicio de la misericordia
y no en la esperanza de un premio.
12. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ven a Dios.
13. Bienaventurados los que padecen persecución
por causa de la justicia, porque les importa más la justicia
que su destino humano.
14. Nadie es la sal de la tierra; cada quien,
en algún momento de su vida, no lo es.
15. Que la luz de una lámpara se encienda,
aunque ningún hombre la vea. Dios la verá.
16. No hay mandamiento que no pueda ser infringido,
y también los que digo y los que los profetas dijeron.
18. Los actos de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos.
19. No odies a tu enemigo, porque si lo haces,
eres de algún modo su esclavo.
Tu odio nunca será mejor que tu paz.
20. Si te ofendiere tu mano derecha, perdónala;
eres tu cuerpo y eres tu alma  y es arduo, o imposible,
fijar la frontera que los divide.
24. No exageres el culto de la verdad:
no hay hombre que al cabo de un día,
no haya mentido con razón muchas veces.
25. No jures algo que no harás,
porque todo juramento es un énfasis.
26. Resiste al mal, pero sin asombro y sin ira.
A quien te hiere en la mejilla derecha,
puedes volverle la otra,
siempre que no te mueva el temor.
27. Yo no hablo de venganzas ni de perdones;
El olvido es la única venganza y el único perdón.
28. Hacer el bien a tu enemigo puede ser obra de justicia
y no es arduo; amarlo, tarea de ángeles y no de hombres.
29. Hacer el bien a tu enemigo es el mejor modo
de complacer tu vanidad.
30. No acumules oro en la tierra,
porque el oro es padre del ocio, y éste, de la tristeza y del tedio.
31. Piensa que los otros son justos o lo serán, 
y si no es así, no es tuyo el error.
32. Dios es más generoso que los hombres y los medirá con otra medida.
33. Da lo santo y echa tus perlas al mundo,
lo que importa es dar.
34. Busca por el agrado de buscar o por el de encontrar, pero busca.
39. La puerta es la que elige, no el hombre.
40. No juzgues al árbol por sus frutos 
ni al hombre por sus obras;
pueden ser mejores, o peores.
41. Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena,
pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena…
47. Feliz el pobre sin amargura o el rico sin soberbia.
48. Felices los valientes, los que aceptan con ánimo parejo
la derrota o los aplausos.
49. Felices los que guardan en la memoria palabras
de Virgilio o de Cristo, porque éstas darán luz a sus días.
50. Felices los amados y los amantes
y los que pueden prescindir del amor.
51. Felices los felices.

De Elogio de la sombra, 1969-Jorge Luis Borges

Tales & la vida

« Tales decía que
no existe diferencia entre la vida y la muerte
— ¿Por qué no mueres, entonces?le preguntaron. 
— Porque no hay diferencia alguna  repuso ».


Diógenes Laercio (escritor griego, siglo III a.C.)

viernes, agosto 19

La seducción de las palabras

« El amor reside en el cerebro (como todos los demás sentimientos del ser humano), y hace muchos años que eso se sabe; pero el lenguaje ha trasladado la sede del amor a otro lugar: el corazón. No podía concebirse que los razonamientos y las pasiones anduvieran revueltos en un mismo lugar. El cerebro ha sido reservado por el lenguaje para las decisiones racionales; y el corazón, para las pasionales. Por eso se pueden comprender los impulsos del enamorado, porque salen (im-pulso) con la fuerza de la sangre y de los latidos, el poder de la naturaleza, y forman el pulso que nos anima. El coraje. Y por eso se disculpa todo aquello que se hace con el corazón; y, tal vez por esta influencia sublime que tienen las palabras en nuestra manera de pensar, los tribunales acceden a considerar circunstancia atenuante todo aquel comportamiento que resulta de la pasión, del impulso cardíaco, visceral, sanguíneo. Aunque su única residencia esté en la cabeza ».

Alex Grijelmo

miércoles, agosto 17

Demian


«Por eso la mayoría de los seres humanos vive tan irrealmente; porque creen que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, desde luego. Pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría. Sinclair, el camino de la mayoría es fácil, el nuestro es difícil, porque es mejor. Caminemos ».

Hermann Hesse




martes, agosto 16

Der Schattenmann

«-Ése es el problema, ¿Verdad?
- Me temo que sí- Winter se sentó a su lado.
-No puedo entrar, ¿sabe? 
Pensé que podría, pensé que lo necesitaba,
ver dónde sucedió. Pero no puedo- Inspiró hondo-
¿hay manchas de sangre?

Winter negó con la cabeza.
-No, solo que está un poco desordenado. Todas las escenas del crimen lo están. Polvo por las huellas digitales en los muebles, rastro de gente entrando y saliendo. Su madre se hubiera puesto furiosa. Ella siempre tenía su casa muy limpia.- Murray sonrió-.

-Se habría sentido mortificada su hubiera sabido que moriría en desorden-  La tristeza acompañó cada palabra, a pesar de la forzada sonrisa.

-Ya.
El joven suspiró lentamente.

-Es muy duro- Dijo en voz baja-. 
Tienes un tipo de relación  que atañe a los aspectos difíciles y cotidianos de la vida. Intentas que tu madre haga algo por su bien, aunque no quiera. Discutes con tu mujer. Después tu madre intenta suavizar las cosas enviándole regalos a su nieto.... Yo sabía que se estaba haciendo mayor, y supongo que sabía también que no le quedaba mucho tiempo. Había muchas cosas que quería decirle. Cuando mi padre murió me di cuenta. Vi lo terrible que era querer decir cosas y no tener la  oportunidad de hacerlo. Así que me prometí decirle todo lo que me había guardado.

Pero primero por una cosa y luego por otra, también por culpa de mi trabajo, el tiempo pasó inexorablemente, señor Winter. El tiempo se escapa a toda prisa, no importa lo que hagas. Y luego todo se frustra porque un yonqui de mierda necesita unos dolares para chutarse o lo que sea, y cree que matando a mi madre tiene el problema resuelto...- La voz de Murray se había alzado con un turbulento río  de angustia, sus palabras resonaron en el patio.

-Algún jodido yonqui, un maldito drogadicto, una escoria. Se chuta la vida de mi madre en su jodido brazo o se la fuma en su puta pipa. Espero que cuando lo atrapen me dejen arrancarle el corazón.- Hizo una pausa para tomar aliento.

-Esa bestia pagará su crimen...-Espetó.

Luego calló, como si de pronto se sintiese incómodo dejándose llevar por sus emociones a tal intensidad . Miró al frente un momento antes de volverse hacia Winter y preguntar:

-¿Usted cree que atraparán a ese bastardo?
-No lo sé, las técnicas policiales han mejorado, tal vez si.
-Pero tal vez no, ¿verdad?

-Quizá no. La mayoría de los crímenes que se resuelven son los que sabes en seguida quién los ha cometido. Un marido, un esposo, un amante, un tío, el abuelo, otro traficante, lo que sea... Pero cuando dos vidas se encuentran por azar...

-Es más difícil.
-Eso parece. Siga presionándolos- Aconsejó Winter.
-¿Qué?

-No deje de llamar por teléfono. Escriba cartas al fiscal del condado. Escriba a los condenados periódicos, a las cadenas de televisión. Siga recordándoselo. Eso ayudará. Mantendrá el caso en lo alto del montón de expedientes del despacho de alguien, en lugar de quedar sepultado como si nada hubiera pasado.

-¿Suele suceder? ¿Casos que sencillamente se traspapelan?
-Todos los detectives lo saben.  Siga haciendo que piensen en su caso. Tal vez obtenga resultados.

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Ambos se quedaron en silencio unos instantes y luego Murray hizo un amplio gesto con el brazo abarcando todo lo que veía.

-Tengo 39 años y quiero irme de aquí para siempre. Quiero que el tipo de las mudanzas termine con su tarea y quiero subir a un avión y regresar a casa...-Se giró un poco hacia Winter- Así que ya puede preguntarme lo que quiera.

-El día que su madre fue asesinada vino a verme. Estaba asustada. Había visto a alguien de su pasado, en Berlin, 1943.
-¿De veras?
-¿Der Schattenmann significa algo para usted?
-No. No que yo recuerde. Der Schattenmann...No. No me suena.
-¿Su madre hablaba mucho de sus experiencias pasadas?
Murray negó con la cabeza.

-¿Sabe algo de las relaciones entre los supervivientes del holocausto y sus hijos, señor Winter?
-No.

-Son, Cómo le diría?... Problemáticas.-Se frotó la frente, como si quisiera despejar algún pensamiento difícil, antes de continuar.-. Ella no quería hablar de los campos ni de su vida antes de los campos. Tampoco de su vida antes de conocer a mi padre. Solía decir que su vida realmente empezó cuando él la trajo a Estados Unidos. ¿Sabía que ella no hablaba inglés cuando vino? No sólo aprendió el idioma, sino que se empeñó en borrar completamente cualquier rastro de su acento alemán. Mi padre contaba que se quedaba hasta altas horas de la noche practicando delante de un espejo.

-Comprendo.

-No. No lo comprende- Repuso Murray, como si se irritara- Nada de coches alemanes. Nada de productos alemanes, nada que tuviera que ver con los alemanes. Si daban algún programa en la televisión sobre Alemania, la apagaba. Sin embargo, pese a que nunca se hablaba de ello, sus experiencias durante la guerra dominaban nuestro hogar. Todo lo que hizo mi padre y todo lo que hice yo, hasta el día que fue asesinada,  tenía algo que ver con lo que le había sucedido a ella. Siempre estaba allí. Siempre.- Murray movió la cabeza- Crecí entre fantasmas- añadió amargamente- Seis millones de fantasmas.


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-Pero ella no hablaba de sus experiencias.
-No a mi. Pero el año pasado comenzó una cinta de vídeo para la biblioteca del Centro del Holocausto aquí en Miami Beach. Yo no la he visto, pero ella la hizo. Ya me marcho- Vaya usted- Dijo a Winter.

-¿Qué?
-Vaya a ver la cinta y luego me comenta qué le ha parecido.

Murray se dio la vuelta y anduvo un par de pasos en el patio antes de detenerse y mirar por encima del hombro  a Simon Winter.

-Hice alemán, ¿Sabe?
-¿Cómo dice?

-Estudié alemán en el instituto. Teníamos que estudiar idiomas y yo escogí alemán. Ella lo odiaba. Apenas me habló durante todo el año académico. No me permitía ni tener un diccionario de alemán en casa. Tuve que estudiarlo todo en la escuela. Obtuve un sobresaliente.

Winter no supo qué responder. Pensó que a veces el mundo parece acumular una horrible gama de dolor y sufrimiento y soltarla injustamente, de forma desigual, directamente en el corazón de los desafortunados.

Murray pareció pensar intensamente por un momento antes de añadir:

-¿Sabe usted lo que significa?
-¿El qué?- Simón Winter alzó la vista, casi sorprendido, como si todos sus pensamientos hubiesen sido succionados por un fuerte viento y sólo la voz del abogado lo hubiera traido de regreso a la tierra.
-Der Schattenmann- Dijo Murray Millstein, encogiéndose de hombros-. ¿Sabe qué significa?

Winter negó con la cabeza. No se le había ocurrido decodificar la frase.

-Significa La Sombra- Hizo una pausa y luego dijo-: El detective se preguntó qué querría decir  Murray con ésto.- Sin embargo, Millstein no esperaba una respuesta.

Simón lo vio darse la vuelta y cruzar rápidamente el patio, pasando junto al querubín trompetista, cuya música, imaginó el detective, en esta ocasión era un canto fúnebre...» 

John Katzenbach

domingo, agosto 14

Desconfiad

« Desconfíad
๑del que responde con preguntas,
๑del que nunca lanzó al mar un mensaje en una botella,
๑del que dice disfrutar de su soledad,
๑del que se confiesa altruista,
๑del que se confiesa.

Desconfíad
๑del que se siente desterrado cuando sólo fue destetado,
๑del que se cuelga una bandera al cuello,
๑del que te dirige a un andén sin reloj,
๑del que regala abrazos eternos y 'te quieros' a ocultas
๑del enamorado que se nutre de soledad,
๑del que se cree dueño de sí mismo,
๑del que se cree.

Desconfíad
๑del que se postra y
๑del que se deja coronar,
๑del que teme a las tinieblas pero no a sus sueños,
๑del que no tiene taras,
๑del que dice haber vivido, saber lo que quiere o ir de cara,
๑del que siempre ríe o del que siempre llora,
๑del que se siente desgraciado y nunca enterró a un hijo,
๑del que nunca se emborrachó o
blasfemó.

Desconfiad
๑de tus recuerdos.
๑Desconfiad
๑de tus deseos.
๑Desconfiad de mi ».

sábado, agosto 13

Decisiones

« Don Jacobo vive  en la Avenida Santa Fe, entre el pasaje Uruguay y la calle Madison.

Hay un quiosco de diarios en Santa Fe y Madison y otro quiosco de diarios en Santa Fe y Uruguay. Don Jacobo toma todas las mañanas café en Santa Fe y Uruguay  y antes de entrar a la cafetería compra el diario en esa misma esquina.

Por alguna razón misteriosa (quizá por algún prejuicio antisemita) el quiosquero de Santa Fé y Uruguay maltrata a don Jacobo. Siempre le habla mal en tono, le tira el diario en lugar de dárselo en la mano, le pasa mal la cuenta, le entrega el más arrugado de los ejemplares.

El mesero de la cafetería que lo atiende siempre y que le tiene afecto, le dice:

-Oiga don Jacobo, ¿Por qué deja que lo maltrate?
-¿Y qué quieres que le haga?
- No, no quiero que le haga algo, pero si éste tipo lo trata de esta manera ¿Por qué no compra el diario en otro quiosco?, después de todo, cuando viene de su departamento pasa por el quiosco de Madison Wisconsin antes de llegar al café.

Don Jacobo mira al mesero y le contesta:
-Ese imbecil me maltrata sin alguna razón... ¿Y me sugieres dejar que ÉL decida dónde voy a comprar mi diario?  ¡De ninguna manera! »

Aladín ๑

« Regla número uno:
No puedo matar a alguien, así que no me lo pidas.
Regla número dos:  
No puedo hacer que alguien se enamore de otro alguien, 
¡Smooakz!, ¡ay! ¡tienes un no sé qué que qué sé yo!...
Regla número tres:
No puedo resucitar a los muertos, es asqueroso...
¡y huele muy mal! »

El cirujano ciego

« Hoy, domingo por la mañana temprano, me he levantado con la cabeza cargada de dudas. Llevo varias noches saliendo a cenar y acostándome tarde. Casi siempre en las reuniones se habla de los que no están presentes. ¿Cómo nos ven los otros? Todas las personas que conocemos nos inventan. Nosotros mismos no tenemos ni idea de la cantidad de personas diferentes que podemos llegar a ser. Eso me produce cierto temor. Nuestras historias suelen volverse irreconocibles al pasar de boca en boca. Seguramente nos llevaríamos alguna gran sorpresa si descubriéramos lo que dicen de nosotros los amigos. Pero, ¿cómo somos en realidad? ¿Acaso hay alguien que se reconozca a sí mismo como si fuera un libro? Quizás nuestra forma de ser la construimos con las opiniones de los otros. Nos dedicamos a escoger entre las distintas opiniones que se vierten sobre nosotros y luego las vamos uniendo hasta crear la personalidad. Una especie de Frankenstein. Es muy difícil explicar cómo somos. Pero todavía es mucho más difícil desvelar los enigmas de otros.

Están mal hechas las cosas. Cuando nos empezamos a enterar de qué va la vida, a menudo ya es demasiado tarde. La mayoría de las personas pasan el tiempo trabajando y preocupándose por el futuro para después morirse. La alegría de sobrevivir está teñida por la dolorosa certeza de que no podemos sobrevivir. Eso es lo que siempre me ha horrorizado, saber que todo termina.

El trabajo es el culpable de muchos problemas. «El trabajo no libera, sino que esclaviza al hombre»; estas fueron las palabras que pronunció el catedrático de Derecho Laboral el primer día de clase. Se llamaba Vida. El caso es que las palabras de Vida me quedaron grabadas. Yo no deseaba ser esclavo de los demás. Creo que no lo he sido nunca, salvo de mis propias obsesiones. Pero procuraba no tener más obsesiones que las estrictamente necesarias. Y aún así, las traicionaba. Crecemos gracias a la deslealtad a nosotros mismos.

Ahora me viene a la memoria el cirujano chino que tras perder la vista seguía operando. Lo hacía a tientas en la oscuridad de su cerebro. Se sabía el cuerpo humano de memoria. Así transcurre la vida hasta que, de pronto, surge un problema y descubrimos que estamos ciegos, que todo lo que hemos aprendido no nos sirve para algo. Creo que el calor y la humedad me revuelven la cabeza y acabo arrojando en público los pensamientos. Menos mal que alguien, en este preciso instante, llama al timbre. Al oírlo, resulta asombroso sentir como una oleada de afecto me invade. Me dirijo a abrir la puerta con la ansiosa impaciencia del perro que se pone en pie de un salto al oír el sonido de las llaves de su amo ».



viernes, agosto 12

Palabras


« Están llenas de ecos, de memorias, de asociaciones. Han estado por todas partes: en los labios de la gente, en las calles, en sus casas, en los campos, por tantos siglos.

(...) Son la más salvaje, libre, la más irresponsable, la más inenseñable de todas las cosas. Por supuesto, puedes atraparlas y distribuirlas y colocarlas en orden alfabético en los diccionarios. Pero las palabras no viven en diccionarios. Viven en la mente.

(...) Son altamente sensibles, y fácilmente se incomodan y apenan. No les gusta que se discuta su pureza o impureza. Son muy democráticas, también. Piensan que una palabra es tan buena como la otra, y las palabras mal educadas tan buenas como las educadas, y las incultas tan buenas como las cultas: no hay rangos ni títulos en su sociedad. Tampoco les gusta ser examinadas por separado. Se pasean juntas, en enunciados, en párrafos - a veces en páginas enteras a la vez.

Odian ser útiles, odian hacer dinero, odian que se les den lecciones en público. En pocas palabras, odian cualquier cosa que les estampe un significado o las confine a una actitud, pues su naturaleza es cambiar»

Virgina Woolf

miércoles, agosto 10

Un horrible bloqueo de memoria

« ¿Ha sucedido o no ha sucedido? En mi cabeza se ha formado un vacío ambiguo, que podría deberse igualmente al trauma de lo que ha ocurrido o al cambio que significa lo que está por ocurrir; y no acierto a llenar ese vacío. Sin embargo, la cosa en cuestión me concierne directa e inmediatamente: si no sucedió hace quince minutos, debe suceder dentro de quince minutos. Pero las dos posibilidades tienen en común un mismo sentimiento de impaciencia casi frenética, que me impide esperar que los hechos me proporcionen la explicación definitiva que necesito. 


No puedo esperar ni siquiera un minuto no sólo porque debo prepararme para enfrentar dos situaciones muy distintas, o sea, aquella de lo ya ocurrido y aquella de lo no ocurrido todavía, sino también y sobre todo porque debo indispensablemente superar lo antes posible esta especie de bloqueo que me impide hacer algo para mí fundamental: tomar conciencia. 


En efecto, precisamente de eso se trata, y no hay quien no vea la enorme diferencia que hay entre tomar conciencia antes de la acción y tomar conciencia después de la acción. 


Pero, ¿cómo se hace para tomar conciencia cuando la acción está, por así decirlo, en la punta de la lengua y no se decide a adoptar el aspecto sea de lo ya visto, ya hecho, ya padecido, sea el de lo todavía no visto, todavía no hecho, todavía no padecido?

Con una mano sola me llevo el cigarrillo a la boca; lo tomé del paquete que está sobre el tablero y lo prendo con el encendedor del automóvil. Entretanto, sigo apretando con el brazo izquierdo, doblado, el cierre relámpago de la chaqueta, que, no sé cómo, se ha trabado y quedó abierta, de modo que la empuñadura de la pistola se asoma visiblemente. 


Se me ocurre que para saber si la cosa ha sucedido o aún debe suceder yo podría, en vista de que la memoria está bloqueada, interrogar la realidad, buscar indicios de lo ya ocurrido o lo no ocurrido todavía. Por ejemplo, el cierre relámpago trabado. Ayer funcionaba, por lo tanto se trabó esta mañana. Pero, ¿se trabó después de algo hecho, o antes de algo que todavía falta hacer, debido a un tirón demasiado brusco, causado por el shock de lo ya ocurrido, o por la nerviosidad de lo que todavía no ocurrió?

Abandono de pronto el tema porque reconozco allí la misma ambigüedad indescifrable que hay en el principio de la amnesia; y me digo que hay una sola manera de comprobar inmediatamente si el hecho se ha consumado ya o no: examinar la pistola, verificar si ha disparado. El alivio con que recibo este proyecto me dice que he pensado con exactitud. ¿Cómo no se me había pasado ya por la cabeza una solución tan lógica y tan simple?

Pero el alivio dura poco. Sí, la pistola puede proporcionarme la prueba que tan afanosa mente estoy buscando; pero es una prueba “exterior”. Es como si le pidiera a las ropas que llevo puestas, a los zapatos que calzo, la prueba de mi existencia. Prueba que debe ahora, en cambio, residir en la certeza de que existo sin necesidad alguna de pruebas: en el hecho mismo de que nadie busca pruebas. Por otra parte, la prueba de la pistola me espanta, porque confirmaría esta disociación mía, funesta e insoportable. 


Después de la prueba, sabré con certeza que la cosa ha sucedido o no ha sucedido; pero tendré al mismo tiempo otra certeza, desconcertante, la de que la cosa ya ha sucedido o no “a otro”, puesto que yo, “dentro” de mí, seguiré ignorando si el hecho se ha verificado o no.

Recuerdo en este momento (mi memoria funciona tanto mejor cuanto más lejos están los hechos que intento recordar) que hace algunos años atravesé el Sahara, de Túnez a Agadesh, y que varias veces me extravié por perder el camino. ¿Qué hacía entonces para encontrar el camino correcto? De acuerdo con una regla dictada por la experiencia, volvía atrás hasta el punto de donde había partido.

Ahora haré lo mismo. Volveré atrás hasta el punto en que mi memoria dejó de funcionar; hasta el punto en que empieza el vacío (estuve por decirme “el desierto”). Pero debo apresurarme a emprender esta operación mnemónica, porque de un momento a otro el embotellamiento de la ruta puede resolverse; y en ese caso, es muy probable que minutos después llegue a saber con certeza si la cosa ya sucedió o todavía debe suceder. 


Pero no llegaré a saberlo por mérito propio, sólo gracias a mis fuerzas, sino por obra del choque con la realidad: eso jamás podré perdonármelo, y por otra parte no resolvería algo, porque mi problema ya no consiste en saber sino en recordar.

Veamos, entonces, en qué momento de la mañana (ahora son cerca de las doce) mi memoria dejó de funcionar. Entonces, con súbito sentimiento de estupor, descubro que no recuerdo algo hasta... hasta el momento del despertar. Esto quiere decir que sólo recuerdo el despertar, y nada más, porque antes del despertar está el vacío de la noche, que pasé durmiendo; y después del despertar está el vacío del bloqueo mental. Pero el despertar, esos pocos o muchos minutos que pasé en la oscuridad esta mañana, antes de levantarme, ese instante lo recuerdo muy bien y puedo describirlo con todos sus particulares.

De modo que, ahora, lo describiré, y mediante esa descripción, estoy seguro, recobraré la punta de la madeja de la memoria; descubriré, como en el desierto, el pequeño matorral tras el cual se esconde el camino. 

Por lo tanto, coraje. Me desperté más o menos a la hora fijada, pero por mí mismo, antes de que sonara el despertador, encendí la luz, miré el reloj de pulsera y vi que faltaban cinco minutos; mi primer impulso fue apagar la luz, acurrucarme y dormirme de nuevo. Pero no era posible; no se puede dormir nada más que cinco minutos; de modo que apagué la luz, pero me quedé sentado en la cama, con los ojos perdidos en la oscuridad. No pensaba en algo; o, más bien, pensaba en el color de la oscuridad. ¿Qué color tenía la oscuridad? ¿Color café muy tostado? ¿Color negro de humo? ¿Color ébano? ¿Color tinta? ¿Y qué consistencia tenía, de qué estaba hecha? ¿Era un hormigueo de, moléculas negras sobre un fondo imperceptiblemente luminoso, o en un hormigueo de partículas luminosas sobre un fondo uniformemente negro? 

Recuerdo que descarté una tras otra esas definiciones porque no me satisfacían; pero sentí, en compensación, que la oscuridad me “apetecía”, que tenía hambre de ella, como se tiene hambre de comida después de un largo ayuno. Recuerdo también que de vez en cuando encendía la lámpara, miraba el reloj, veía que habían pasado dos minutos, después tres, después cuatro, y cada vez apagaba de nuevo la lámpara, para gozar, aunque fuera durante un minuto, durante treinta segundos, de esa oscuridad deliciosa. Por fin encendí la lámpara sabiendo que era la última vez que lo hacía y que ya era hora de que me levantara. 


Fue justamente en ese instante, precisamente en esa diminuta fracción de tiempo en que encendí la luz, cuando dejé de registrar lo que hacía, porque a partir de entonces no recuerdo algo más de lo sucedido. Observo el rectángulo amarillo y negro de la parte trasera del camión de transporte; veo que no se ha movido; por otra parte, la luz del semáforo, allá lejos, pasado el camión, está roja; tal vez me quede todavía un minuto; tal vez, si al prenderse la luz verde los vehículos no avanzan, haya todavía dos minutos. 

Entonces reanudo con encarnizamiento la reconstrucción del despertar. La memoria, pues, se apagó en el preciso instante en que se encendió la lámpara. ¿Qué significa esto?,¿Cómo puede haber ocurrido semejante cosa? ¿Y por que precisamente a mí? Me digo que no es difícil imaginar lo que hice. Soy una persona más bien rutinaria: he de haberme levantado, he de haberme duchado, he de haberme afeitado, etcétera, etcétera, etcétera. 


Pero todo esto, como lo advierto de pronto, no lo recuerdo; me limito a reconstruirlo sobre la base del recuerdo de mis otros despertares anteriores. Y en cambio debo recordar precisamente el momento de asearme esta mañana, no el de alguna otra. Sólo si lo recuerdo podré recordar lo que aconteció después; es como encontrar de nuevo el matorral tras el cual se esconde el camino. Hago un gran esfuerzo; me repito: “Entonces encendí la lámpara... entonces encendí la lámpara... entonces encendí la lámpara...”

Ya demasiado tarde. La luz del semáforo ahora es verde; y, casi instantáneamente, toda la calle se pone en marcha. Se mueven los automóviles que están delante, detrás y a ambos lados del mío; se mueve el rectángulo amarillo y negro del camión de transporte. Así pues, muy pronto sabré si la cosa ya ocurrió o aún debe ocurrir. Pero comprendo con angustia que no seré yo, con mi memoria, quien lo descubrirá; en cambio, me lo revelarán los objetos y las circunstancias ».

Alberto Moravia

martes, agosto 9

El mundo al atardecer

« A veces hablabas del amor de un modo que demostraba que se trataba de una experiencia personal. Te veo sentada en el crepúsculo de una tarde de invierno, con los dedos extendidos ante el fuego, contemplándolo fijamente y diciendo: "No, Stephen; no empieza así; no es cuando dos personas se sienten atraídas, sino en el momento en que comprenden que son distintas, tan distintas que resulta terriblemente doloroso, casi insoportable. Es como el polo Norte y el polo Sur. Es imposible estar más alejados, pero al mismo tiempo no puede haber dos puntos más cercanos en la superficie terrestre, porque entre ambos existe un eje y todo gira a su alrededor ».

Christopher Isherwood

domingo, agosto 7

Paradojas & contradicciones ★•

«En la obra de Tom StoppardAcróbatas”, el personaje que le da título en inglés, el filósofo Sir Archibald Jumpers, les pide a sus estudiantes que expliquen por qué, en su opinión, la gente creía que el sol giraba alrededor de la Tierra. Uno de ellos contesta que supone que es porque da la impresión de que el sol gira alrededor de la Tierra.«¿Qué impresión daría», le pregunta Archibald, «si la Tierra girase alrededor del sol?». Es una hermosa broma que crece poco a poco, como lo hacen las risas a medida que el público se da cuenta de que la impresión sería exactamente la misma porque, después de todo, eso es lo que realmente sucede. 


Esta es la gracia de la paradoja, y  la conexión entre ésta y la poesía es tan íntima, que los críticos dicen que ambas son lo mismo [...]»

La naturaleza de la fe: 
La paradoja surge en la Biblia, de ahí se ha movido a través de la fe en otras esferas como la «Paradoja de los Beatles» (que hace referencia a que eran jóvenes rebeldes que rápidamente se convirtieron en personajes importantes del sistema con Órdenes del Imperio Británico), la «Paradoja de Oprah Winfrey» (que radica en que, mientras que nos da consejos personales sobre nuestras vidas, como si fuese un familiar cercano, sigue siendo distante, misteriosa y desconocida) y la «Paradoja de Eminem» (que consiste en que es y al mismo tiempo no es el auténtico Slim Shady).

A la hora exacta: 
En el relato de Borges “La muerte y la brújula“, el detective Erik Lönnrot resuelve el acertijo de una misteriosa serie de asesinatos y logra averiguar la hora y el lugar de la siguiente muerte, sólo para descubrir, demasiado tarde para salvarse a sí mismo, que él es la víctima planeada y que los demás crímenes tenían como objetivo llevarle hasta el lugar del asesinato.

Oscar Wilde, que dijo que podía resistir cualquier cosa excepto la tentación, encarna las paradojas del hedonismo


Y en la novela de Joseph Heller “Tan bueno como el oro“, el personaje del ayudante presidencial Ralph Newsome, la encarnación de las deshonestidades de la política, habla exclusivamente con frases que son oxímoron y cuyos finales contradicen sus principios: «Este presidente les respaldará siempre hasta que tenga que hacerlo». «Queremos avanzar en este asunto tan rápido como sea posible, aunque tendremos que ir despacio» «Este presidente no quiere hombres que digan que sí a todo. Lo que queremos son hombres íntegros e independientes que estén de acuerdo con todas nuestras decisiones una vez que las tomemos»

Una de las más hermosas paradojas es la famosa frase que aparece hacia el final del “Canto a mí mismo“de Whitman: “¿Me estoy contradiciendo? Muy bien, pues me contradigo. (Soy grande, contengo multitudes)”.


Monstruo suelto y holgado: 
La naturaleza humana es contradictoria y el ego humano es algo multiforme y amplio, un «monstruo suelto y holgado», Podemos ser, somos, muchos «yos» al mismo tiempo; podemos ser tiernos con nuestros hijos, pero implacables con nuestros empleados; podemos amar a Dios, pero odiar a los seres humanos; podemos preocuparnos por el medio ambiente y, aun así, dejar las luces encendidas cuando salimos de casa; podemos ser almas pacíficas que llegan, movidas por su pasión por un equipo de fútbol, a extremos agresivos e incluso vándalos. 


Y da igual la convicción con que queramos defender la soberanía del yo individual. Ninguno de nosotros llega al mundo con las manos vacías. Llevamos con nosotros el bagaje de nuestra herencia, tanto biológica como cultural, y esa herencia nos limita a la vez que nos capacita, nos paraliza y nos libera. Puede que nos creamos libres para elegir, y moralmente responsables de nuestras decisiones, y está bien que nos concibamos así, pero el modo en que enmarcamos esas decisiones, y concretamente las decisiones particulares que sentimos que tenemos que tomar, no es algo que decidamos únicamente nosotros.

Nuestra sangre vital: 
Así que somos seres paradójicos, individuales y sociales a la vez, tanto de nuestro tiempo como parte del flujo de la Historia. Somos mortales pero tenemos, como la “Cleopatra” de Shakespeare, anhelos inmortales en nuestro interior; y la contradicción es nuestra sangre vital. 

La literatura nunca ha perdido de vista lo que nuestro pendenciero mundo trata de obligarnos a olvidar. La literatura se regocija con la contradicción, y en ella cantamos a nuestra complejidad humana, a nuestra capacidad de ser, simultáneamente, tanto el sí como el no, tanto ésto como aquello.


«Era así, no era así».
La paradoja subyace en el fondo de toda ficción. La ficción es precisamente ese lugar donde las cosas son así y no son así, donde existen mundos en los que podemos creer sinceramente aun sabiendo también que no existen, que nunca han existido y que nunca existirán. Y en nuestra era de simplificación excesiva, esta hermosa complicación nunca ha sido más importante »


En conclusión, una paradoja (del lat. paradoxus, y este del griego παράδοξος) es una idea extraña, y considero que  la más humana y extraña de todas en que otra persona puede situarnos al adentrarnos en su vida es que: «Para poder comprender a una persona, sólamente a esa persona, tendrás que tragarte el mundo»



Salman Rushdie. Las contradicciones de Rushdie. ABC Cultura.

De el rey Juan

« Felipe habla con Constanza, que ha perdido a su hijo durante la última batalla. De hecho ignoraba si su hijo había muerto, pero intuía que probablemente no volvería a verlo con vida. Constanza gemía y lloraba, se lamentaba y lloraba más todavía, desesperada, dolorida.

Felipe en alguno de esos momentos le dijo:
-Lloras tanto a tu hijo, estás tanto con el dolor, que parece que quisieras más a tu dolor que a tu hijo.

Constanza con el tiempo le contestó:
-El dolor de que mi hijo no estaba, vivía en su cuarto, dormía en su pieza, vestía sus ropas, hablaba con sus mismas palabras, las repetía constante mente en mis silencios. Ese dolor iba conmigo a cada lugar donde antes me acompañaba él [...] -Se sintió apenada quizá. guardó silencio. Y tras un largo rato de reflexionar, comentó con un aire de dignidad:


-¿Cómo podría no querer a mi dolor, si es lo único que me dejó? »

William Shakespeare

El insomne

« El insomne sale de una circulación cotidiana, aunque sueñe con los ojos cerrados o para dormir despierto,una contradicción flagrante: ¿Habría que diferenciar la duermevela del insomnio? ¿Es lo mismo estar desvelado y no poder dormir que despertar en medio de la noche y no volver a conciliar el sueño?.

El insomne. El plural, los demás, arrojan al insomne a una tierra de nadie habitada por el insomne y los otros. Porque el insomnio es de una singularidad absoluta. “el insomnio de cada persona es tan diferente al de su vecino.” Esta extrañeza de los otros, esta segregación del mundo diurno, no como producto de la propia voluntad sino como un trastorno del sueño. Por eso, el insomnio escapa a las leyes de la noche. 

Se puede no poder dormir de día. Por otro lado, el adverbio mientras indica una temporalidad suspendida de la que ignoramos su duración. Mientras los demás duermen, sugiere en su plural que el insomne es alguien al que no dejan dormir. Como se ha leído en los diarios de Franz Kafka: “Insomne, ni el menor contacto con seres humanos, excepto el establecido por ellos mismos, lo cual me convence por el momento, como todo lo que ellos hacen”. ¿Qué es lo que no duerme? ¿Qué es? ».

sábado, agosto 6

Algo por lo que recordarme

« El argumento es algo complejo pero, a grandes rasgos, trata de un narrador, ya adulto, que recuerda un solo día de su adolescencia, en el Chicago de la Depresión. En el día que recuerda y que sabe que no olvidará nunca, una mujer le atrajo hasta su dormitorio, y una vez allí huyó dejándole desnudo, pues para robarle tiró toda su ropa (incluso el libro religioso que él estaba leyendo tan religiosamente) por la ventana. Le tocó entonces volver a su casa, a una hora de distancia, atravesando el helado Chicago. Su odisea, cuando hubo conseguido que le prestaran unos harapos para el regreso, incluyó la idea de volver a comprar el libro –sagrado para él- que le habían robado. Pero, eso sí, para volver a comprarlo tenía que robar a su madre, que escondía su dinero en otro libro sagrado. Esta historia que no pierde de vista el carácter sagrado de las escrituras que meditan sobre el mundo, sitúa en primer plano preguntas que deberíamos hacernos más a menudo; preguntas tan profanas como religiosas, preguntas a nuestra conciencia. ¿Cuáles son los días de nuestra vida que no olvidamos y por qué los recordamos siempre? ¿Cuáles fueron nuestros días de conmoción y reflexión? ¿Cuántas veces recordamos que la actividad de la lectura puede tener un carácter profano o religioso, pero en cualquier caso sagrado? »