« Nada se obtiene sin sacrificio, sin sangre. Yo me sacrifico por ti; mi sangre la derramo en aras de tu grandeza. También yo, como Jesús a los treinta y tres años, marcho voluntariamente al suplicio extremo. Él murió para salvar a todos los hombres; yo, que no soy Dios, muero para salvar a uno solo. Esperemos que mi holocausto sea más afortunado que el suyo. Puede ser que yo me engañe y que tú estés ya tan enfangado en la mediocridad que ni siquiera la impresión que te cause mi muerte pueda hacerte rezarte y hacer que recuerdes tu verdadero yo. Pero quiero esperar hasta el final. Cuando sepas que un hombre que tú estimabas se mató por la pena de verte tan bajo y por la esperanza de devolverte a tu verdadero destino, quizá no sonrías más como en este momento. Yo no bromeo. Dentro de dos días te enterarás si me he comportado como un payaso o si te he dado verdaderamente la máxima prueba de amor que un hombre puede dar a otro hombre ».
Giovanni Papini