« Nací porque mi hermano mayor insistió mucho. Mis padres siempre comentaban que, durante un tiempo, les hizo la vida imposible. Les decía a todas horas: «Quiero un hermano», con la misma tozudería que explotaba para conseguir un juguete o un helado. La prueba de que fue eficaz es que, unos meses más tarde, nací yo. Quizá por eso de vez en cuando me pregunto cuánta gente debe de haber nacido porque un hermano convenció a sus padres (que habían decidido no tener más hijos) de que engendraran a otro. Parado en la acera de una calle transitada, observo las caras de la gente. Busco alguna señal, una marca que los identifique como personas nacidas gracias a la insistencia de un hermano: una determinada manera de caminar o un lunar en la mejilla derecha (como el que yo tengo y que no tiene nadie más en la familia). También siento curiosidad por saber si tuvo que insistir mucho.
Y entonces lamento no habérselo preguntado cuando todavía era posible. Y me emociono, claro, como hoy, que he ido al cementerio para visitar su tumba, justo al lado de la de mis padres. No me he puesto a hablar con él, como veo que hacen otros visitantes con sus muertos. Sé que le habría parecido ridículo. Callo, pues, aunque me repito mentalmente: «Me gustaría que estuvieses vivo» Me lo repito más de cincuenta veces, más de cien, porque, aunque sé que no lo resucitaré, me da la impresión de que le devuelvo el favor que él me hizo insistiendo »
Sergi Pámies