sábado, marzo 24

La Cabaña del Mayor

« ¿Qué fue primero? ¿La gallina o la «idea de gallina»? ¿Nace el ser humano ya con alguna idea? ¿Cuál es la diferencia entre una planta, un animal y un ser  humano? ¿Porqué llueve? ¿Qué hace falta para que un ser humano viva feliz?

Sofía era incapaz de pensar en estas preguntas justamente ahora,  pero supuso que tenían algo que ver con el próximo filósofo que iba a estudiar. ¿No era el que se llamaba Aristóteles?

Sofía sacó el papel de cartas de color rosa y escribió.

Querido filósofo: 
Fui yo quien estuvo en la cabaña el domingo por  la mañana. Tenía muchas ganas de conocerte para discutir más a  fondo cuestiones filosóficas. Por ahora soy una entusiasta de  Platón pero no estoy tan segura de que las ideas o las imágenes modelo existan en otra realidad. Naturalmente, existen en nuestra  alma, pero por ahora opino que ésa es otra cosa. También lamento admitir que no estoy totalmente convencida de que nuestra alma  sea de verdad inmortal. Yo, por lo menos, no tengo algún  recuerdo de mis vidas anteriores Si pudieras convencerme de que  mi abuela, que ya falleció, está bien en el mundo de las ideas, te lo agradecería de veras. En realidad no empecé esta carta por lo de los filósofos. (La meto  en un sobre color rosa junto con un terrón de azúcar.) Quería  pedir perdón por haber sido tan desobediente. Intenté arrastrar la barca hasta la orilla pero, al parecer, no tuve fuerzas suficientes. Por otra parte, puede ser que fuera una ola grande la que se llevara la barca al agua.Espero que lograras llegar a tu casa sin mojarte los pies.  Si te sirve  de consuelo, te diré que yo me empapé y que seguramente cogeré  un terrible catarro. Pero es por mi culpa. No toqué ni una sola cosa en la cabaña, pero desgraciadamente caí en la tentación de coger un sobre que llevaba mi nombre, no porque  tuviera la intención de robar algo, pero como el sobre llevaba mi  nombre pensé durante unos segundos de locura que me pertenecía. Te pido sinceramente que me perdones, y prometo no volver a  hacerlo.

P. D. Voy a pensar ya detenidamente en todas las preguntas de la  nota.
P.D.P.D. ¿El espejo de latón que hay encima de la cómoda es un  espejo normal y corriente, o es un espejo mágico? Lo pregunto  porque no estoy acostumbrada a que mi propio reflejo me guiñe  los dos ojos.

Atentamente, tu aprendiz sinceramente interesada.
SOFÍA


¡Sofía releyó la carta dos veces, antes de meterla en el sobre. Por lo  menos no era tan formal como la que había escrito anteriormente.  Antes de bajar a la cocina a coger un terrón de azúcar, sacó la hoja  con las tareas filosóficas del día. «¿Qué fue primero? ¿La gallina o la “idea de gallina”?» Esta  pregunta era casi tan difícil como aquella vieja adivinanza sobre la  gallina y el huevo. Sin huevo no hay gallina, pero sin gallina  tampoco hay huevo. ¿Sería igual de complicado encontrar qué fue  antes: la gallina o la «idea de gallina»? 

Sofía se daba cuenta de lo  que Platón quería decir. Quería decir que la«idea de gallina»  existió en el mundo de las Ideas muchísimo antes de que hubiera  gallinas en el mundo de los sentidos. Según Platón, el alma había  «visto» la propia «idea de gallina» antes de meterse en un cuerpo.  ¿Pero no fue sobre este punto sobre el que Sofía había llegado a la  conclusión de que Platón se había equivocado? Una persona que ni  ha visto una gallina viva, ni ninguna imagen de una gallina, no podrá tener ninguna «idea de gallina». 

Estaba lista para la segunda  pregunta: «¿Nace el ser humano ya con alguna idea?» Lo dudo mucho, pensó  Sofía. Tenía poca fe en que un bebé recién nacido tuviera alguna  idea sobre algo. Pero, claro, no podía estar totalmente segura,  porque aunque el bebé no tuviera aún lenguaje, no significaba  necesariamente que tuviera la cabeza vacía de ideas. Pero, ¿para saber algo sobre las cosas del mundo, no tendríamos que haberlas visto antes? «¿Cuál es la diferencia entre una planta, un animal y un ser  humano?» Sofía entendió inmediatamente que había diferencias  muy claras. No pensaba, por ejemplo, que una planta tuviera un  alma muy complicada. ¿Se había oído hablar alguna vez de una  flor con mal de amor? Una planta crece, se alimenta y produce  unas semillas pequeñas que posibilitan su procreación. Y eso es  más o menos lo que se podría decir sobre las plantas. Sofía pensó  que todo lo que había dicho de las plantas a lo mejor también  podría decirse de los animales y de los seres humanos. Pero los  animales tenían, además, otras cualidades.Se movían, por ejemplo.  (¡Cuándo se había visto a una rosa correr los 60 metros!) Resultaba  un poco más difícil señalar la diferencia entre un ser humano y un  animal. Los seres humanos piensan, ¿piensan los animales  también? Sofía estaba convencida de que el gato Sherekan era  capaz de pensar. Por lo menos, se comportaba muy astutamente.  ¿Pero sería capaz de pensar cuestiones filosóficas? ¿Era capaz el  gato de pensar en la diferencia entre una planta, un animal y un ser  humano? ¡Más bien no! Un gato puede ponerse contento o triste,  pero nunca se preguntará si Dios existe, o si tiene un alma inmortal. Pero, claro, pasaba como con la pregunta sobre el bebé  con ideas innatas. Resultaba igual de difícil hablar con un gato sobre este tipo de asuntos que con un bebé. 

«¿Por qué llueve?» Sofía se encogió de hombros. Suponía que llovía porque el mar se evapora y porque las nubes se condensan.  ¿No había aprendido ya eso en tercero? También se podría decir que llueve para que las plantas y los animales crezcan. ¿Pero era  ésa la razón? Un chaparrón, ¿tenía en realidad algún objetivo? La última pregunta tenía que ver al menos con objetivos.


 «¿Qué  hace falta para que un ser humano viva feliz?» Sobre eso, el  profesor de filosofía había escrito ya algo al principio del curso.  Todos los seres humanos precisan comida, calor, amor y cuidados.  Todo eso era, al menos, una especie de condición previa para poder  alcanzar la felicidad. Luego había señalado que todo el mundo  necesita encontrar respuestas a ciertas preguntas filosóficas.  Además, sería bastante importante tener una profesión que le guste  a uno. Por ejemplo, uno que odie el tráfico, no sería muy feliz siendo taxista. Y si uno odia hacer deberes, no sería muy bueno ser  maestro. A Sofía le gustaban mucho los animales, así que de mayor le gustaría ser veterinaria. Pensaba que no hacía falta que te tocaran veinte millones en la bonoloto para vivir feliz. Más bien al  contrario. Hay un refrán que dice: «La ociosidad es la madre de  todos los vicios».


Sofía se quedó sentada en su cuarto, hasta que su madre la llamó  para comer. Había hecho solomillo y patatas asadas. ¡Delicioso! En  la mesa había una vela encendida. Y para postre tenían frambuesas 
con nata. 


Mientras su madre dormía la siesta, Sofía se fue al Callejón. Había  metido un terrón de azúcar en el sobre rosa y había escrito “Para  Alberto” fuera.

No había llegado ninguna carta nueva, pero un par de minutos más  tarde Sofía oyó que el perro se acercaba.
–¡Hermes! –llamó Sofía, y al instante el perro se metió de un salto  en el Callejón, llevando un gran sobre amarillo en la boca–. ¡Buen perro!

Sofía puso un brazo alrededor de Hermes, que respiraba jadeante. Ella sacó el sobre rosa con el terrón de azúcar y se lo metió en la boca. Hermes salió del Callejón y se dirigió de nuevo al bosque. Sofía estaba un poco nerviosa cuando abrió el sobre. ¿Diría algo sobre la cabaña y la barca?

El sobre contenía las hojas de siempre, que iban unidas con un clip.  Pero también había una notita suelta, en la que ponía:

¡Querida señorita detective! 
O señorita ladrona, para ser más exacto. 

El asunto ya ha sido denunciado a la policía. No, no es tan grave. No estoy tan enfadado. Si eres igual de  curiosa para buscar respuestas a los enigmas de los filósofos,  resulta muy prometedor. Lo malo es que ahora tendré que  cambiarme de casa. Bueno, bueno, la culpa es mía, debería haber  comprendido que tú eres de la clase de personas que quiere llegar  al fondo de las cosas.
Saludos, Alberto ».


Jostein Gaarder