« ¿Qué fue primero? ¿La gallina o la «idea de gallina»? ¿Nace el ser humano ya con alguna idea? ¿Cuál es la diferencia entre una planta, un animal y un ser humano? ¿Porqué llueve? ¿Qué hace falta para que un ser humano viva feliz?
Sofía era incapaz de pensar en estas preguntas justamente ahora, pero supuso que tenían algo que ver con el próximo filósofo que iba a estudiar. ¿No era el que se llamaba Aristóteles?
Sofía sacó el papel de cartas de color rosa y escribió.
Querido filósofo:
Fui yo quien estuvo en la cabaña el domingo por la mañana. Tenía muchas ganas de conocerte para discutir más a fondo cuestiones filosóficas. Por ahora soy una entusiasta de Platón pero no estoy tan segura de que las ideas o las imágenes modelo existan en otra realidad. Naturalmente, existen en nuestra alma, pero por ahora opino que ésa es otra cosa. También lamento admitir que no estoy totalmente convencida de que nuestra alma sea de verdad inmortal. Yo, por lo menos, no tengo algún recuerdo de mis vidas anteriores Si pudieras convencerme de que mi abuela, que ya falleció, está bien en el mundo de las ideas, te lo agradecería de veras. En realidad no empecé esta carta por lo de los filósofos. (La meto en un sobre color rosa junto con un terrón de azúcar.) Quería pedir perdón por haber sido tan desobediente. Intenté arrastrar la barca hasta la orilla pero, al parecer, no tuve fuerzas suficientes. Por otra parte, puede ser que fuera una ola grande la que se llevara la barca al agua.Espero que lograras llegar a tu casa sin mojarte los pies. Si te sirve de consuelo, te diré que yo me empapé y que seguramente cogeré un terrible catarro. Pero es por mi culpa. No toqué ni una sola cosa en la cabaña, pero desgraciadamente caí en la tentación de coger un sobre que llevaba mi nombre, no porque tuviera la intención de robar algo, pero como el sobre llevaba mi nombre pensé durante unos segundos de locura que me pertenecía. Te pido sinceramente que me perdones, y prometo no volver a hacerlo.
P. D. Voy a pensar ya detenidamente en todas las preguntas de la nota.
P.D.P.D. ¿El espejo de latón que hay encima de la cómoda es un espejo normal y corriente, o es un espejo mágico? Lo pregunto porque no estoy acostumbrada a que mi propio reflejo me guiñe los dos ojos.
Atentamente, tu aprendiz sinceramente interesada.
SOFÍA
¡Sofía releyó la carta dos veces, antes de meterla en el sobre. Por lo menos no era tan formal como la que había escrito anteriormente. Antes de bajar a la cocina a coger un terrón de azúcar, sacó la hoja con las tareas filosóficas del día. «¿Qué fue primero? ¿La gallina o la “idea de gallina”?» Esta pregunta era casi tan difícil como aquella vieja adivinanza sobre la gallina y el huevo. Sin huevo no hay gallina, pero sin gallina tampoco hay huevo. ¿Sería igual de complicado encontrar qué fue antes: la gallina o la «idea de gallina»?
Sofía se daba cuenta de lo que Platón quería decir. Quería decir que la«idea de gallina» existió en el mundo de las Ideas muchísimo antes de que hubiera gallinas en el mundo de los sentidos. Según Platón, el alma había «visto» la propia «idea de gallina» antes de meterse en un cuerpo. ¿Pero no fue sobre este punto sobre el que Sofía había llegado a la conclusión de que Platón se había equivocado? Una persona que ni ha visto una gallina viva, ni ninguna imagen de una gallina, no podrá tener ninguna «idea de gallina».
Estaba lista para la segunda pregunta: «¿Nace el ser humano ya con alguna idea?» Lo dudo mucho, pensó Sofía. Tenía poca fe en que un bebé recién nacido tuviera alguna idea sobre algo. Pero, claro, no podía estar totalmente segura, porque aunque el bebé no tuviera aún lenguaje, no significaba necesariamente que tuviera la cabeza vacía de ideas. Pero, ¿para saber algo sobre las cosas del mundo, no tendríamos que haberlas visto antes? «¿Cuál es la diferencia entre una planta, un animal y un ser humano?» Sofía entendió inmediatamente que había diferencias muy claras. No pensaba, por ejemplo, que una planta tuviera un alma muy complicada. ¿Se había oído hablar alguna vez de una flor con mal de amor? Una planta crece, se alimenta y produce unas semillas pequeñas que posibilitan su procreación. Y eso es más o menos lo que se podría decir sobre las plantas. Sofía pensó que todo lo que había dicho de las plantas a lo mejor también podría decirse de los animales y de los seres humanos. Pero los animales tenían, además, otras cualidades.Se movían, por ejemplo. (¡Cuándo se había visto a una rosa correr los 60 metros!) Resultaba un poco más difícil señalar la diferencia entre un ser humano y un animal. Los seres humanos piensan, ¿piensan los animales también? Sofía estaba convencida de que el gato Sherekan era capaz de pensar. Por lo menos, se comportaba muy astutamente. ¿Pero sería capaz de pensar cuestiones filosóficas? ¿Era capaz el gato de pensar en la diferencia entre una planta, un animal y un ser humano? ¡Más bien no! Un gato puede ponerse contento o triste, pero nunca se preguntará si Dios existe, o si tiene un alma inmortal. Pero, claro, pasaba como con la pregunta sobre el bebé con ideas innatas. Resultaba igual de difícil hablar con un gato sobre este tipo de asuntos que con un bebé.
«¿Por qué llueve?» Sofía se encogió de hombros. Suponía que llovía porque el mar se evapora y porque las nubes se condensan. ¿No había aprendido ya eso en tercero? También se podría decir que llueve para que las plantas y los animales crezcan. ¿Pero era ésa la razón? Un chaparrón, ¿tenía en realidad algún objetivo? La última pregunta tenía que ver al menos con objetivos.
«¿Qué hace falta para que un ser humano viva feliz?» Sobre eso, el profesor de filosofía había escrito ya algo al principio del curso. Todos los seres humanos precisan comida, calor, amor y cuidados. Todo eso era, al menos, una especie de condición previa para poder alcanzar la felicidad. Luego había señalado que todo el mundo necesita encontrar respuestas a ciertas preguntas filosóficas. Además, sería bastante importante tener una profesión que le guste a uno. Por ejemplo, uno que odie el tráfico, no sería muy feliz siendo taxista. Y si uno odia hacer deberes, no sería muy bueno ser maestro. A Sofía le gustaban mucho los animales, así que de mayor le gustaría ser veterinaria. Pensaba que no hacía falta que te tocaran veinte millones en la bonoloto para vivir feliz. Más bien al contrario. Hay un refrán que dice: «La ociosidad es la madre de todos los vicios».
«¿Qué hace falta para que un ser humano viva feliz?» Sobre eso, el profesor de filosofía había escrito ya algo al principio del curso. Todos los seres humanos precisan comida, calor, amor y cuidados. Todo eso era, al menos, una especie de condición previa para poder alcanzar la felicidad. Luego había señalado que todo el mundo necesita encontrar respuestas a ciertas preguntas filosóficas. Además, sería bastante importante tener una profesión que le guste a uno. Por ejemplo, uno que odie el tráfico, no sería muy feliz siendo taxista. Y si uno odia hacer deberes, no sería muy bueno ser maestro. A Sofía le gustaban mucho los animales, así que de mayor le gustaría ser veterinaria. Pensaba que no hacía falta que te tocaran veinte millones en la bonoloto para vivir feliz. Más bien al contrario. Hay un refrán que dice: «La ociosidad es la madre de todos los vicios».
Sofía se quedó sentada en su cuarto, hasta que su madre la llamó para comer. Había hecho solomillo y patatas asadas. ¡Delicioso! En la mesa había una vela encendida. Y para postre tenían frambuesas
con nata.
Mientras su madre dormía la siesta, Sofía se fue al Callejón. Había metido un terrón de azúcar en el sobre rosa y había escrito “Para Alberto” fuera.
No había llegado ninguna carta nueva, pero un par de minutos más tarde Sofía oyó que el perro se acercaba.
–¡Hermes! –llamó Sofía, y al instante el perro se metió de un salto en el Callejón, llevando un gran sobre amarillo en la boca–. ¡Buen perro!
Sofía puso un brazo alrededor de Hermes, que respiraba jadeante. Ella sacó el sobre rosa con el terrón de azúcar y se lo metió en la boca. Hermes salió del Callejón y se dirigió de nuevo al bosque. Sofía estaba un poco nerviosa cuando abrió el sobre. ¿Diría algo sobre la cabaña y la barca?
El sobre contenía las hojas de siempre, que iban unidas con un clip. Pero también había una notita suelta, en la que ponía:
¡Querida señorita detective!
O señorita ladrona, para ser más exacto.
El asunto ya ha sido denunciado a la policía. No, no es tan grave. No estoy tan enfadado. Si eres igual de curiosa para buscar respuestas a los enigmas de los filósofos, resulta muy prometedor. Lo malo es que ahora tendré que cambiarme de casa. Bueno, bueno, la culpa es mía, debería haber comprendido que tú eres de la clase de personas que quiere llegar al fondo de las cosas.
Saludos, Alberto ».
Jostein Gaarder