« Soy guerrero:
Mi espada es el amor,
mi escudo el humor,
mi hogar la coherencia,
mi texto, la libertad »
« Saboreo cada acto.
Antes cuidaba que los demás no hablarán mal de mí, entonces me portaba como los demás querían y mi conciencia me censuraba.
Menos mal que a pesar de mi esforzada buena educación, siempre ha habido alguien difamándome. Cuánto agradezco a esa gente que me enseñó y a diario me recuerda que la vida no es un escenario. Desde entonces, estoy atreviéndome a ser como soy.
He viajado por todo el mundo, tengo amigos de todas las religiones; conozco gente realmente extraña: católicos, religiosos pecando y asistiendo a misa puntualmente, pregonando lo que no son, personas que devoran al prójimo con su lengua e intolerancia, personas moralistas que se rascan donde a otros les pica, maestros que enseñan lo que no saben, porque no lo practican, médicos que están peor que sus pacientes, gente millonaria pero infeliz, seres que se pasan el día quejándose, que se reúnen con familia o amigos los domingos para quejarse por turnos, gente que ha hecho de la estupidez su manera de vivir.
El Árbol anciano me enseñó que todos somos lo mismo.
La Montaña es mi punto de referencia: ser invulnerable, que cada uno diga lo que quiera, yo sigo caminando indetenible.
Soy guerrero:
Mi espada es el amor,
mi escudo el humor,
mi hogar la coherencia,
mi texto, siempre que exista, será el de libertad.
Si mi felicidad resulta insoportable, discúlpenme, no hice de la cordura mi opción.
Prefiero la imaginación a lo indio, es decir, inocencia incluida.
Quizá solamente teníamos que ser humanos.
El que tú no veas los átomos, no significa que no existan ».
Chamalú