« Aliena cayó de rodillas frente a él. Ahora ya respiraba entrecortadamente, igual que si hubiese corrido un kilómetro. Le necesitaba terriblemente. Sentía la garganta seca por el deseo. Puso las manos sobre las caderas de él y luego deslizó una de ellas por debajo de su túnica. Aliena jamás había tocado el pene de un hombre. Estaba caliente y duro. Jack cerró los ojos y dejó escapar un profundo gemido mientras ella acariciaba su miembro con la yema de los dedos. Finalmente, le levantó la túnica e, inclinándose, se lo lamió con un suave roce de sus labios. Tenía la punta tensa y un poco húmeda.
De repente se sintió poseída por el deseo de mostrarle los senos. Se puso de nuevo de pie. Jack abrió los ojos. Sin dejar de mirarlo, se sacó rápidamente el camisón por la cabeza y lo arrojó lejos. Ya estaba completamente desnuda. Se sentía extrañamente consciente de sí misma, y resultaba una sensación grata. Jack contempló sus senos hipnotizado »
Ken Follett