domingo, diciembre 2

El temor de un hombre sabio


« El silencio más obvio era una calma hueca y resonante, constituida por las cosas que faltaban. Si hubiera estado cayendo una lluvia pertinaz, esta habría repiqueteado en el tejado, habría corrido a raudales por los aleros y se habría llevado lentamente el silencio hasta el mar. Si hubiera habido amantes en las camas de la posada, habrían suspirado y gemido y el silencio se habría alejado, avergonzado. Si hubiera habido música… pero no, claro que no había música. De hecho, no había alguna de esas cosas, y por eso persistía el silencio.

Fuera de la posada Roca de Guía, el sonido de un jolgorio en la distancia se colaba débilmente entre los árboles. Unas notas de violín. Voces. Pisotones de botas y palmadas. Pero era un sonido fino como un hilo, y el viento lo rompió al cambiar de dirección, dejando únicamente un susurro de hojas y algo semejante al lejano grito de un búho. Eso también se apagó, dejando solo el segundo silencio, suspendido como una respiración infinita. El tercer silencio no era fácil reconocerlo »

Patrick Rothfuss