« (…) “Hasta ayer, suspiraba yo aún: “¡Cielos! ¡Cuántos somos los condenados aquí abajo! ¡Hace tanto tiempo ya que pertenezco a su cuadrilla! Los conozco a todos. Nosotros nos reconocemos siempre y nos asqueamos. La caridad nos es desconocida. Pero somos corteses; nuestras relaciones con el mundo son muy correctas.” ¿Es sorprendente? ¡El mundo! ¡Los mercaderes, los ingenuos! Nosotros no estamos deshonrados. ¿Pero cómo habían de recibirnos los elegidos? Ahora bien, hay gentes hurañas y alegres, falsos elegidos, puesto que necesitamos audacia o humildad para abordarlos. Y esos son los únicos elegidos. ¡Que están nada dispuestos a echar bendiciones!
Al recobrar dos céntimos de razón -¡cosa muy pasajera!-veo que mis males provienen de no haber pensado a tiempo que estamos en el Occidente. ¡Los pantanos occidentales! No es que suponga la luz alterada, la forma extenuada, el movimiento extraviado… ¡Bueno! Ahora resulta que mi espíritu quiere ocuparse en absoluto de todos los desarrollos crueles sufridos por el espíritu desde que acabó el Oriente… ¡Mi espíritu lo quiere así!
… ¡Mis dos céntimos de razón se han terminado! El espíritu es autoridad y quiere que yo esté en Occidente. Habría que hacerlo callar para llegar a la conclusión que yo deseaba.Yo mandaba al diablo las palmas de los mártires, los esplendores del arte, el orgullo de los inventores, el ardor de los pillastres; regresaba al Oriente y a la sabiduría primitiva y eterna. ¡Parece que ha sido un sueño de grosera pereza!” (…) »
--Lo imposible--
Arthur Rimbaud