« Desde hace años, cada vez que me encuentro en la calle con la señora Amnesia me dedico a contarle mis intimidades como si la conociera de toda la vida. La llamó así porque no tengo ni idea de cuál es su verdadero nombre ni tampoco recuerdo cómo ni cuándo la conocí. Pero ella se detiene siempre que me ve, me da un par de besos y nos ponemos a hablar de nuestras cosas. Calculo que Amnesia debe tener la misma edad que yo, aunque parece más feliz, más joven; supongo que por motivo de la propia amnesia. No son los años sino la vida lo que nos envejece.
Me llama la atención que siendo reservado haya decidido abrirme de una manera tan considerable con una desconocida. Me he llegado a plantear que algún familiar o cualquier amigo la contrató hace tiempo para que se hiciera la encontradiza conmigo y me diera conversación. Si no fuera por las charlas que mantengo con la señora Amnesia apenas hablaría con nadie. A menudo pienso que es mi salvadora y que gracias a ella no me he encerrado definitivamente en mi casa. Me habría vuelto loco. Cada día me cuesta más trabajo hablar. Suelto las palabras con cuentagotas. Tampoco me interesan las cosas que me cuenta la gente. Sólo la señora Amnesia me distrae.
En diversas ocasiones he intentado recordar el día en que nos conocimos, pero no consigo llegar al principio de la relación. Siempre hay una vez anterior, un encuentro, una conversación que de pronto me viene a la memoria como una ráfaga de luz en la oscuridad. Alguna vez he pensado en invitar a la señora Amnesia a subir a mi casa y hablar tranquilamente sentados, quizás tomando una copa de vino. Cuando pienso en esto me invade un extraño deseo. No sé como explicarlo. Me gustaría estar con ella viviendo juntos en esta casa sin perder el misterio y las ganas de encontrarnos. Pero enseguida abandono ese pensamiento. Seguramente la señora Amnesia es una mujer casada, tendrá hijos, incluso nietos. ¿Cómo voy a tener la indecencia de invitar a subir a mi apartamento a una abuela con la intención de seducirla? ¿Qué pretexto iba a utilizar? ¿Acaso le propondría ver mi biblioteca? ¿Mi colección de películas? Y luego, ¿cómo conseguiría seducirla?
Ignoro cuáles son los métodos para lograr convertir en amor la amistad. Desde que me he planteado la posibilidad de estar a solas con la señora Amnesia en esta habitación, no dejo de pensar en ella y en el rato que pasaremos juntos. He limpiado y ordenado la casa. Salgo a cualquier hora a la calle con el secreto deseo de encontrarla. Creo que ya sé lo que le diré para incitarla a subir. Hace años que lo tengo todo listo para recibir a la señora Amnesia ».
Garriga Vela
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