« Los arcángeles se enfrentaron a los guardianes, rodearon a sus hermanos con un anillo de fuego y los desarmaron. Una vez derrotados, les pusieron grilletes y los condujeron a una caverna remota y despoblada en lo más alto de las montañas. Al borde del abismo, cargados con pesadas cadenas, se ordenó a los guardianes que descendieran. Éstos cayeron a través de una grieta en la corteza terrestre, descendiendo cada vez más hasta que llegaron a una prisión de oscuridad. Desde las profundidades se lamentaron por el aire, la luz y la libertad que habían perdido. Separados del cielo y de la tierra, esperando el día de su liberación, rezaron por el perdón del cielo. Llamaron a sus hijos para que los salvasen. Pero Dios ignoró sus súplicas. Y los nefilim no acudieron. El arcángel Gabriel no pudo soportar el tormento de los guardianes y, en un momento de piedad, arrojó su lira a sus hermanos caídos para que pudieran apaciguar su sufrimiento con un poco de música. Mientras la lira caía, Gabriel se dio cuenta de su error ».
Danielle Trussoni