Ahora bien, ¿qué puede pasarle a un señor que está dispuesto a defender sus opiniones a capa y espada y al que nadie le tira un lazo? Muy sencillo, o se amarga, o cree que sus opiniones son irrefutables y se siente oráculo. […] Máxime cuando, como suele ocurrir, se le cita como oráculo. Porque las opiniones favorables que emite aparecen, de vez en cuando, en catálogos de exposiciones, en programas, en las solapas de los libros, etc. Y aparecen tal cual, separadas del contexto que podría haberlas hecho risibles, con toda la autoridad y la ambigüedad que han de haber tenido las frases dichas por la sacerdotisa de Delfos.
Por ejemplo, en una ocasión, me encontré en un catálogo de exposición una cita de uno de nuestros más connotados críticos de pintura, que decía: ‘mutatis mutandis, las obras presentadas en esta exposición son la representación plástica del concepto que del Universo tiene la gran pintora Filomena Maturano’. Muy bien. Las obras en cuestión costaban entre tres mil y cinco mil pesos. Filomena Maturano era considerada, por la mayoría de los que la frecuentaban, como una de las personas más imbéciles que habían visto en su vida. A nadie se le hubiera ocurrido preguntarle cuál era su concepto del universo; menos, colgarlo en la pared; y menos todavía, pagar por el de tres a cinco mil pesos. Sin embargo, la nota del catálogo nunca fue puesta en tela de juicio, por lo que su autor se sintió más oracular que nunca".
Jorge Ibargüengoitia
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