« El amor reside en el cerebro (como todos los demás sentimientos del ser humano), y hace muchos años que eso se sabe; pero el lenguaje ha trasladado la sede del amor a otro lugar: el corazón. No podía concebirse que los razonamientos y las pasiones anduvieran revueltos en un mismo lugar. El cerebro ha sido reservado por el lenguaje para las decisiones racionales; y el corazón, para las pasionales. Por eso se pueden comprender los impulsos del enamorado, porque salen (im-pulso) con la fuerza de la sangre y de los latidos, el poder de la naturaleza, y forman el pulso que nos anima. El coraje. Y por eso se disculpa todo aquello que se hace con el corazón; y, tal vez por esta influencia sublime que tienen las palabras en nuestra manera de pensar, los tribunales acceden a considerar circunstancia atenuante todo aquel comportamiento que resulta de la pasión, del impulso cardíaco, visceral, sanguíneo. Aunque su única residencia esté en la cabeza ».
Alex Grijelmo