« DIEGO.- (Violento a su vez, agresivo, poniéndole las manos en los hombros y mirándolo fijamente a los ojos, muy cerca de él.) ¡Sí! Si dejas que te miren de este modo.
PRESTINO.- (Sorprendido) ¿Cómo?
DIEGO.- Así, a los ojos. ¡Así! ¡No, mírame! Así. Desnudo como estás, con todas tus miserias, con el lodo que tienes dentro de ti, igual que yo, con tus miedos, tus remordimintos, tus contradicciones. Separa de ti esa marioneta que tu mismo te construyes con la interpretación ficticia de tus actos, de tus sentimientos: te darás cuenta enseguida que nada tiene que ver con lo que eres, con lo que puedes ser en verdad, con lo que está dentro de ti y tú desconoces; es un dios terrible, tenlo en cuenta, si te opones a él; pero enseguida se apiada de ti, de cada una de tus culpas, si te abandonas, si no intentas buscar una excusa »
Luigi Pirandello