domingo, enero 29

Cuéntame un cuento

« Nos hemos educado en un mundo lleno de ranas que hablan, señoras bellísimas que vuelan y con un palito consiguen transformar las calabazas en carrozas señoriales, niños que no tienen miedo, brujas caníbales que viven en casitas hechas de chocolate y mazapán, gigantes que devoran a los niños curiosos, gatos con botas, manzanas envenenadas, pelotas de oro y rosas mágicas. Historias que en su gran mayoría provienen del origen de los pueblos y que se repiten con pequeños cambios en todas las culturas, si en unas es el sapo que se convierte en príncipe al ser besado por la bellísima doncella, en otras es un cocodrilo que al ser lamido por la bella de turno recobra su verdadera forma humana y principesca. Los Hermanos Grimm, Perrault y tantos otros recogieron las leyendas y los cuentos populares transmitidos por generaciones, añadiendo, quitando, puliendo, igual que otros muchos hicieron y hacen, hasta llegar a Walt Disney, que los ha convertido todos en un insípido merengue intragable, haciendo de la educación de los niños no un reto para la imaginación simbólica sino un simple entretenimiento rodeado de merchandising.

Los cuentos de hadas y brujas no son sólo un prodigio de imaginación sino nuestro acercamiento a la literatura, a la narración y a la magia. Nos dotan de nuestras primeras memorias y nos acompañan en un crecimiento hacia la madurez lleno de soluciones para cada momento, simbologías e incluso procesos de maduración que hoy en día, en las llamadas sociedades desarrolladas, son cada vez mas rápidamente eliminados en el cajón de los trastos viejos. Con estos cuentos aparentemente simples pero llenos de dobles lecturas, con interpretaciones múltiples, perdemos parte del poder de la magia. Si a esto unimos el olvido absoluto de las historias de las religiones, la ignorancia de lo que significan los personajes y los momentos destacados de esas religiones, perdemos prácticamente todo lo simbólico de nuestra cultura. Si el valor, la inteligencia, la inocencia tienen hoy su reencarnación en personajes del cine o del deporte, tenemos una sociedad enferma y nuestra cultura empieza claramente a desaparecer.

Porque todos estos cuentos infantiles no son solo para niños, son para la imaginación de quienes todavía releemos Alicia en el País de las Maravillas o El Principito, e incluso disfrutamos con las películas de Tim Burton. No es sólo literatura, cultura, sino una parte latente de nuestra memoria individual y colectiva. Puntos en común, referencias de conducta, la puesta en claro de la mayoría de los traumas que el psicoanálisis estudia. Son cualquier cosa menos cuentos para dormir a los niños.

En todos estos cuentos, historias mágicas, hay un proceso de transformación del niño en adulto, los problemas se solucionan en función de las cualidades y perseverancia de los personajes: el valor, la fidelidad, la bondad, el amor, la responsabilidad, son los puntos de apoyo para deambular por unos parajes en continua transformación y absolutamente peligrosos para los que caminan por ellos: huérfanos, niños abandonados, niñas rebeldes y sobre todo, todos ellos, curiosos, llamados a protagonizar terribles historias que tienen casi siempre un final feliz aunque no demasiado tranquilizador. El mal contra la inocencia, las brujas y ogros contra los niños, la sabiduría malévola contra la ignorancia y la bondad. 

Son mundos en los que nada de lo que pueda suceder nos parece extraño, ni que una bella se enamore de una bestia, ni que un gato hable ni que un niño pueda dormir en una caja de cerillas y bañarse en un dedal. Pero detrás de ese paisaje mágico las situaciones son las mismas que vivimos siempre, el miedo, el deseo de cambio, la injusticia, el amor, y la necesidad de superar las adversidades para ser mejor. Evidentemente hablan de nosotros y de nuestros problemas. Son siempre actuales y es por eso que la fotografía siempre se ha sentido atraída por ellos, por sus ambientes y por sus personajes, muy atractivos para servir de excusa e introducirnos en lugares mágicos, paisajes extraños y situaciones imposibles. Aquí la fotografía tiene que descifrar las similitudes y diferencias entre lo real y lo imaginario y construir con imágenes reales un mundo simbólico que no se nos aparezca tan horrible como el real.

Porque, digámoslo ya, en el trasfondo de estos cuentos llamados de hadas, el lector de hoy en día lo que ve es pederastia, canibalismo, miedo irracional, una presencia latente y permanente del sexo, pero de un sexo que nos presenta a las niñas devoradas por los lobos. Y también el absurdo permanente de un mundo que no alcanzamos a comprender. La fotografía pone formas reales, llena de imágenes la memoria, para que el inconsciente del espectador complete el significado de la imagen.

Los artistas no ilustran simplemente los cuentos de hadas con sus imágenes, no los reinventan y los vuelven a contar con sus imágenes, sino que los adaptan a un público no infantil y bastante más acostumbrado a las imágenes simbólicas para replantear la situación. Es un juego y un homenaje, pero no es solamente un juego y un homenaje. Cada uno de ellos recupera una historia, sin duda especialmente importante para él, y elige fragmentos concretos, imágenes esenciales que vuelve a construir, haciendo de todo el cuento una, dos, tres imágenes básicas. Otros recuperan personajes aislados, y otros mezclan lugares, historias, escenas y personajes convirtiendo en un solo cuento todo lo recordado. 

Pero igual que el placer que experimentamos cuando leemos un cuento de hadas no viene dado por su significación psicológica ni por su valor al ayudar al niño/lector a implicarse en el proceso de maduración, sino por el valor literario de la obra, en igual medida el valor de todas estas imágenes no reside en su capacidad de recuperar con más o menos precisión la historia original, ni en la exactitud o verosimilitud al narrar icónicamente una historia, sino en su valor como obras de arte, en su fuerza visual. Son obras a partir de los cuentos, no son una versión más del cuento al que se refieren. Cada uno de estos artistas cuenta otras historias, ligadas o no al cuento original, para ellos la utilización de las historias y de sus personajes son una clave visual y simbólica para adentrarnos en otras historias que tienen, evidentemente, algunos de los elementos que podemos encontrar en los cuentos de hadas pero tienen también otra perspectiva más actual. Desde la excusa de “reinterpretar” el cuento con las actrices y personajes de la cultura de hoy (como hace Annie Leibovitz) hasta la comparación en paralelo de los miedos de ayer con los miedos de hoy, tal vez los miedos de siempre, cambiando las brujas y los ogros por los violadores, por la amenaza permanente contra la inocencia, sea ésta física o mental, que esbozan tantos, entre ellos Joshua Hoffine. Y también, por que no, el homenaje a otro tiempo, a otras formas estéticas, al propio libro que hace Abelardo Morell. Y, en el extremo opuesto, esa idea de que hoy el País de las Maravillas estaría en otra galaxia no ya en la de Gutemberg. Muchos de estos artistas que juegan con las historias infantiles las prolongan hacia otros paisajes y llegan a crear un mundo propio, un lugar en el que no sólo viven Alicia y el Sombrero Loco, ni Jack y su habichuela mágica, ni las princesas, madrastras, príncipes, magos, dragones, sapos y encantamientos, sino otros personajes anónimos que tal vez sean los amigos de Jack o el anónimo marques de Carabás, o uno de los niños que siguieron embelesados la música del flautista de Hammelin, personajes que parecen salidos de algún cuento pero no sabemos de cuál ni sabemos quiénes son, y que al verlos nos vuelven a la retina esos lugares mágicos que hemos soñado e imaginado tantas veces. Sólo sabemos que proceden de un mundo mágico y tenebroso a la vez, donde la infancia parece eterna y los peligros infinitos, y las soluciones inestables. Donde la felicidad también es eterna, tanto que parece una amenaza, porque “fueron felices y comieron perdices”, o mi preferido, “fueron felices para siempre jamás”. Una contradicción en si misma »

Revista Exit, Imagen y Cultura Nº 33.

viernes, enero 27

Tú o yo

« Los hombres y las mujeres a veces descubren que es difícil encontrar a la pareja deseable para compartir su vida. Puede ser cierto. Pero hay otro componente en la situación; No es suficiente encontrar a la persona adecuada. Nosotros debemos ser la persona adecuada ».



jueves, enero 26

Prudence

« No digas todo lo que sabes
No hagas todo lo que puedes
No creas todo lo que oyes
No gastes todo lo que tienes.
Porque el que dice todo lo que sabe,
El que hace todo lo que puede,
El que cree todo lo que oye
Y el que gasta todo lo que tiene:
Muchas veces dice lo que no conviene,
Hace lo que no debe, juzga lo que no ve
Y gasta todo lo que no puede ».



miércoles, enero 25

Fuchs

« No es necesario ni deseable que alguien tome partido por mí. Al contrario, una dosis de curiosidad, como la que nos inspira una planta extraña, acompañada de una resistencia irónica, me parecería una posición incomparablemente más inteligente en relación con mi persona ».

Friedrich Nietzsche

Niebla ★ ••

« La niebla entró el sábado y aún no se ha ido. Desde entonces, hace ya varios días, no sabría decir exactamente cuántos, tengo una sensación extraña, como si me encontrara flotando en medio de la nada... » 

« También ha coincidido con que nadie me ha visitado ni me ha llamado por teléfono durante este tiempo. Por eso me invade el temor de que, cuando por fin se diluya la niebla, no quede algo a mi alrededor, nada en el mundo. Ni un edificio. Ni una persona. Ni un perro. Nada, absolutamente nada.

Tampoco me atrevo a salir a la calle. Quizás al traspasar el portal caiga al vacío. He dicho que durante estos días de niebla nadie se ha puesto en contacto conmigo, pero he de confesar que una fuerza invisible me impide que sea yo quien tome la iniciativa de llamar por teléfono a la familia y los amigos. Creo que en el fondo me atrae esta enorme sensación de soledad, tal vez porque en el fondo tengo la certeza de que pronto la niebla desaparecerá y todo volverá a ser como antes.

Hay otro detalle que me inquieta. A pesar de haber vivido frente al mar, no he oído en algún momento la sirena de los barcos. Ni el sonido del mar. Ni los gritos de las gaviotas. Ni el ruido de los vecinos. No oigo ni veo algo. Desde que recuerdo, decidí mantener cerradas las puertas y las ventanas para que la niebla no penetrara en la casa y me aislara todavía más del resto de las cosas. Sé que no puedo seguir así, como un topo o un refugiado, el resto de la vida. Apenas me quedan reservas en la despensa y, aunque he perdido el apetito, tendré que salir a comprar alimentos. He calculado que si como poco, poseo reservas de comestibles para sobrevivir por semanas. Precisamente el día que llegó la niebla, aquel sábado por la mañana, fui a primera hora a comprar a las tiendas del barrio. Lo solía hacer todos los sábados.Vivo en un duermevela constante. Me tiendo en el sofá y hago...nada. Ya no leo. No veo la televisión. No oigo el transistor. Sería terrible que la niebla se hubiera instalado en la pantalla del televisor y en las ondas de la radio. Que todo se hallara envuelto en la fría y blanca mortaja de la niebla. 

Trato de dormir en vano. No tengo sueño. Cada segundo que pasa compruebo cómo la niebla me separa de la vida. Procuro no pensar en mi mujer, que la mañana del sábado salió también a comprar y todavía no ha vuelto; ni en mi familia, que, para mi, se fueron de excursión y tampoco han regresado. Todo es muy raro. Cierro los ojos para no pensar. Los mantengo cerrado durante mucho tiempo. Luego los abro y no veo algo. Sólo la niebla. La niebla que se ha colado por la rendija de la puerta y se ha extendido por las habitaciones. Voy a tientas hasta el baño. Me miro en el espejo... y no veo a alguien ».

La búsqueda del absoluto

« De todos los hombres, acaso fuera el único en saber que una palabra, una mirada, pueden borrar años de felicidad, siendo más crueles porque contrastan con una dulzura constante; y es que nuestra naturaleza nos inclina a experimentar más dolor con una disonancia en la felicidad que placer con un goce en la desdicha ».

Honoré de Balzac

Apariencias

« Supongo que en el principio de los principios, antes de que hubiéramos inventado el habla, que es, como sabemos, la suprema creadora de incertidumbres, no nos atormentaría alguna duda seria sobre quienes éramos y sobre nuestra relación personal y colectiva con el lugar en que nos encontrábamos. El mundo, obviamente, solo podía ser lo que nuestros ojos veían en cada momento, y también, como información complementaria no menos importante, lo que los restantes sentidos – el oído, el tacto, el olfato, el paladar – consiguiesen comprender de él. 

En esa hora inicial, el mundo era pura apariencia y pura superficie. La materia era simplemente áspera o lisa, amarga o dulce, ácida o insípida, sonora o silenciosa, con olor o sin olor. Todas las cosas eran lo que parecían ser por el simple motivo de que no había alguna razón para que pareciesen y fuesen otra cosa. En aquellas antiquísimas eras no se nos pasaba por la cabeza que la materia fuese “porosa”. 

Hoy, sin embargo, aunque sabedores de que desde el último de los virus hasta el universo, no somos algo más que organizaciones de átomos y que en el interior, además de la masa que les es propia, aunque sobra espacio para el vacío (lo compacto absoluto no existe, todo es penetrable), seguimos, tal como hicieron nuestros antepasados de las cavernas, aprendiendo, identificando y reconociendo el mundo según la apariencia con que se nos presenta. 

Imagino que el espirito filosófico y el espirito científico, coincidentes en su origen, se habrán manifestado el día en que alguien tuvo la intuición de que esa apariencia, al mismo tiempo que imagen exterior captable por la consciencia y por ella utilizada, podía ser, también, una ilusión de los sentidos. Sé bien es verdad que habitualmente se refiere más al mundo moral que al mundo físico, es de todos conocida la expresión popular en que esa intuición se plasma: “Las apariencias engañan.” Una ilusión, por tanto… »  

José Saramago

martes, enero 24

Apuntes del subsuelo

« Pues, claro, se trata de las leyes de la naturaleza o de las conclusiones de las ciencias naturales o de la matemática. Cuando, por ejemplo, te demuestran que desciendes del mono, ya no tienes por qué enfurruñarte; acéptalo enhorabuena. Cuando te demuestran que una gotita de tu propia grasa debiera ser en realidad más preciosa para ti que cien mil de tus prójimos, y que tal demostración acaba con todo eso que llaman virtudes, deberes y demás fantasías y prejuicios, acéptalo sin más, porque no cabe hacer otra cosa, ya que dos por dos es … matemática. O si no lo crees así, trata de demostrar lo contrario.

“Pero, hombre – le gritarán -, es inútil rebelarse contra ello: ¡dos por dos son cuatro! La naturaleza no le pide a usted su opinión; a ella no le importan los deseos de usted, ni si le gustan o no le gustan sus leyes. Está usted obligado a aceptarla tal cual es y, por ende, todos sus resultados. O sea, que un muro de piedra es un muro de piedra …,etc.,etc.,” 


Pero, Dios santo, ¿qué me importan a mí las leyes de la naturaleza y la aritmética cuando, por el motivo que sea, no me gustan esas leyes ni tampoco el que dos por dos son cuatro? Ni que decir tiene que nunca podré romper ese muro de piedra a cabezazos si no tengo fuerza bastante para ello, pero nunca me resignaré ante él sólo porque sea un muro de piedra y porque no tengo fuerza bastante para derribarlo ».


F.M. Dostoyevski

El hombre que confundió a su mujer con un sombrero

« Si un hombre ha perdido una pierna o un ojo, sabe que ha perdido una pierna o un ojo; pero si ha perdido el yo, si se ha perdido a sí mismo, no puede saberlo, porque no está allí para saberlo »

Oliver Sacks

Confort

« Un sacerdote jesuita que se llamaba Antonhy DeMello jugaba a veces en sus charlas: 

-¿Quieres ser felíz?- decía- Yo puedo darte la felicidad en éste preciso momento, 
puedo asegurarte la felicidad para siempre. ¿Quién acepta?

Y varios de los presentes levantaban la mano...

-Muy bien- seguía DeMello- Te cambio tu felicidad por todo lo que tienes, 
dame todo lo que tienes y yo te doy a cambio la felicidad.

La gente lo miraba. Creían que él hablaba simbólicamente y reía...

- Y te lo garantizo- confirmaba-, no es broma.

Las manos empezaban a descender... y él decía, riéndose como un Buda:

- Ahh... No quieren... Ninguno quiere »
Antonhy de Mello

lunes, enero 23

El grano de la voz

« No creo que haya crítica literaria en sí ; no existe método crítico independiente de una filosofía más general; es imposible hablar de literatura sin referirse a una psicología, a una sociología, una estética o a una moral: la crítica es forzosamente parásita de una ideología más vasta. En lo que a mí concierne estoy dispuesto a reconocer toda crítica que declare la ideología sobre la cual inevitablemente se funda; aunque por eso mismo me siento obligado a cuestionar toda crítica que no tiene esa franqueza »

Roland Barthes

Greguería de las letras

« Desde 1910 me dedico a la greguería, que nació aquel día de escepticismo y cansancio en que cogí todos los ingredientes de mi laboratorio, frasco por frasco, y los mezclé, surgiendo de su precipitado, depuración y disolución radical, la greguería. Desde entonces, la greguería es para mí la flor de todo lo que queda, lo que vive, lo que resiste más al descreimiento. La greguería ha sido perseguida, denigrada, y yo he llorado y reído por eso entremezcladamente, porque me ha dado pena y me ha hecho gracia »


Las palabras con puntos suspensivos resultan aderezadas con guisantes.
Prosa con asteriscos: prosa condecorada.
Los bostezos son “oes” que huyen.
“Ídem” es una palabra ahorradora.
El etc., etc., etc., es la trenza de lo escrito.
El lápiz sólo escribe sombras de palabras.


El escritor quiere escribir su mentira y escribe su verdad.
Los rosales son poetas que quisieron ser rosales.
El soneto es el chaleco de terciopelo de la poesía.
El libro es un pájaro con más de cien alas para volar.


Escribir es que le dejen a uno llorar y reír a solas.
Cuando el escritor ha llegado a la vejez, 

es cuando sospecha que el artículo que está escribiendo lo escribió ya otra vez.
La luna es un banco de metáforas arruinado.
El tango está lleno de despedidas.
Sólo el poeta tiene reloj de luna.


El libro es el salvavidas de la soledad.
El lector como la mujer ama más a quien más lo ha engañado.
El poeta miraba tanto al cielo que le salió una nube en un ojo.
Las vacas escriben con el tintero de sus ojos el poema de la resignación.


Ramón Gómez de la Serna

El ocaso de la tristeza

« Es un hecho que la tristeza está condenada a desaparecer »

« Las situaciones que nos pone la vida moderna, especialmente la actividad incesante que genera y su altísima velocidad, dificultan cada vez más la percepción o la experiencia de este sentimiento que tuvo una vida fugaz (hablando en términos de literatura) en la conciencia o en la atención de los hombres. Cada día los tristes se vuelven más raros y si acertamos a encontraron con uno su condición de triste se nos mostrará como resultado de la multitud de constricciones que por todas partes amenazan su tristeza, y más que un triste veremos a un raro. Pero si la tristeza ha perdido el dominio de la literatura no así el del alma humana. Lo que pasa es que ya no hay tiempo ni fijeza de la atención para percibir esa modulación tan tenue del tono anímico cuando pasa de do mayor a re menor.

Tal vez por snobismo o por ignorancia se prefiere llamar neurastenia, depresión, spleen, melancolía, tedio, fatiga, mala digestión, tiempo nublado, blues a la simple y sencilla tristeza. Pero la neurastenia se cura con vitamina B, la depresión con vino, la fatiga con reposo, el spleen con carcajadas, la mala digestión con bicarbonato, el tedio y el mal tiempo se evitan con la televisión o en el cine, la melancolía se cultiva por su enorme valor y prestigio literario. Sólo la tristeza es incurable; pasa, pero llevándose consigo el secreto de su causa y el recuerdo de su efecto, sin dejar huella alguna de cuándo volverá. No atiende a su presencia ninguna circunstancia orgánica o exterior y la tristeza puede darse en cualquier sistema nervioso, en cualquier tubo digestivo y en cualquier día del año. Aunque no es impeditoria del trabajo cotidiano si es que éste existe, prefiere la cercanía de los ociosos y de los solitarios. La tristeza demasiado sociable o demasiado pública produce una impresión de impudicia y su manifestación, si no es a través de formas muy refinadas, denota un carácter afeminado en los hombres, frígido en las mujeres y vulgar y lastimoso en los artistas.

La tristeza propicia el cultivo de algunos géneros literarios; principalmente el del llamado “diario íntimo” o “confesiones”, que constituyen, por así decirlo, la forma que la vida secreta reviste para presentarse en público, ya que es un sentimiento que pone al ánimo en relación con cualquier cosa; una flor o una estrella convocan por igual este secreto común a todos; secreto a voces que es la sustancia de toda la literatura de confidencia. Como generadora de escritura, la tristeza parece ser un invento alemán. El sentimiento de Weltschmerz (dolor del mundo) inexplicable obtiene se expresión culminante en obras como Werther, cuyas páginas no solamente describen el sentimiento de tristeza sino que, en su momento, también la produjeron masivamente entre sus lectores. Pero Goethe no era triste. Era demasiado mundano y demasiado analítico para no contemplar la tristeza como algo exterior o ajeno a él y de considerarla con el mismo criterio con que analizaba una muestra geológica o un fragmento de estatua.

En el curso hacia la máxima subjetivización de la concepción original de Goethe la tristeza sufre las más inauditas metamorfosis -en prosa y en verso- a lo largo de todo el siglo diecinueve. La más evidente de las transformaciones es la del nombre, siempre impreciso, con que se la va conociendo, como si en esa inconexión entre el nombre y la cosa se cifrara su misterio o su explicación: mal de Werther, enui, spleen, tedio, caffard, clorosis, neurosis, etcétera, ninguno de los cuales expresa cabalmente la naturaleza del estado de ánimo que nombran mejor que él término original.

Entre Los sufrimientos del joven Werther y Tristesse d’eté la tristeza sigue el camino de toda la carne, pero en sentido contrario: en Goethe mata; en Mallarmé, paradójicamente, la tristeza es a la vez efecto (Brise marine) y causa (Tristesse d’eté) de la concupiscencia. Lo que para Goethe es un fenómeno, para Baudelaire será una sensación y para Mallarmé la sombra o la ausencia de una sensación.Podría decirse que el defecto principal de la tristeza es su carencia de interés o de substancia. Los celos producen un Otelo; la ambición una Lady Macbeth; la sensibilidad exacerbada un des Esseinte, pero los tristes pueblan el inmenso territorio de la literatura en calidad de personajes ínfimos »

Salvador Elizondo

Uña & carne


« Vivió hasta la edad de siete años en una casa vieja, sin pintar, junto a un camino abandonado que arrancaba de Trunion Pike. Su padre no se ocupaba apenas de ella, y su madre había falle­cido. Su padre se pasaba el tiempo discutiendo y discurriendo sobre religión. Afirmaba que él era un agnóstico; y de tal manera vivía absorto en la empresa de echar abajo las ideas que acerca de Dios se habían deslizado en el cerebro de sus convecinos, que no alcanzó a ver cómo se mani­festaba Dios en aquella niñita que vivía tan pron­to en un sitio como en otro, casi olvidada, gracias a la bondad de los parientes de su fallecida madre.

Llegó a Winesburgo un forastero que vio en la niña lo que no había visto su padre. Era un joven de elevada estatura, de pelo rojizo, que casi siem­pre estaba borracho. A veces solía sentarse en una silla delante de la New Willard House, con el padre de la niña, Tom Hard. Este hablaba, sos­teniendo que no era posible la existencia de Dios; el extranjero le oía sonriendo y guiñaba el ojo a los que estaban cerca de ellos. Se hicieron gran des amigos, él y Tom, y solían estar juntos muy a menudo.

El forastero era hijo de un rico negociante de Cleveland y había venido a Winesburgo con una finalidad. Quería curarse del hábito de la bebida, y pensó que tendría mayores probabilidades de luchar con aquel vicio que estaba aniquilándolo si ponía tierra de por medio entre él y sus amigos de la ciudad y se iba a vivir en un pueblo del campo.

Su estancia en Winesburgo no fue precisamen­te un éxito. La monotonía con que transcurrían las horas lo llevó a darse con más ahinco que nunca a la bebida. Pero acertó en una cosa. Puso a la hija de Tom Hard un nombre que encerraba un gran sentido.

Una tarde venía el forastero haciendo eses por Main Street del pueblo, todavía con la resaca de una copiosa borrachera. Tom Hard estaba sentado en una silla, delante de la New Willard House, y tenía encima de las rodillas a su hijita, de cinco años entonces.

Sentado en el andén de madera, se hallaba a su lado George Willard. El forastero se dejó caer junto a él en una silla. Todo su cuerpo tiritaba; y cuando habló, su voz era temblorosa.

Era la hora del crepúsculo y la oscuridad se cernía sobre la población y sobre la línea del fe­rrocarril que pasaba frente al hotel, al pie de un pequeño declive. A lo lejos, hacia el oeste, reso­naba el prolongado silbido de la locomotora de un tren de pasajeros. Un perro, que había estado durmiendo en mitad de la carretera, se levantó y empezó a ladrar. El forastero se puso a charlar sin ton ni son e hizo una profecía acerca de la niña que el agnóstico tenía en brazos.

«Vine a este pueblo para apartarme de la bebi­da», dijo, y las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas. No miraba a Tom Hard, sino que inclinaba el busto hacia adelante, con la mirada perdida en la oscuridad, como si estuviese viendo una visión. «Huí al campo para curarme, pero ha sido inútil. Les diré por qué.» Se volvió y miró a la niña que estaba sentada muy tiesa sobre la rodilla de su padre; ella le devolvió la mirada.

El forastero puso la mano sobre el brazo de Tom Hard. «No es la bebida mi única debilidad -dijo-. Tengo otra. Soy un enamorado y no he dado todavía con un objeto para mi amor. Esto tiene mucha importancia, y usted lo comprende­rá si tiene suficiente experiencia para ello. Por esto es inevitable que yo acabe mal. Son pocos los que lo comprenden.»

El forastero se calló como abrumado de triste­za, pero lo despertó un nuevo silbido de la loco­motora del tren de pasajeros. «No he perdido la fe. Lo digo muy alto. Pero he venido a parar a un lugar en el que nadie comprenderá mi fe», dijo con voz áspera. Dirigió una mirada intensa a la niña y empezó a hablar para ella, sin prestar aten­ción al padre. «Esa mujer vendrá -dijo, y su voz se hizo ahora aguda y ansiosa-. Pero cuando lle­gue ya habré partido yo. ¿Te das cuenta? Las horas de nuestra cita no coinciden. Sería cosa del destino que hubiera dado yo con ella precisa­mente en una tarde como ésta, estando yo des­trozado por el alcohol. y siendo ella tan sólo una niña.»

Las espaldas del forastero empezaron a tem­blar violentamente; intentó hacer un cigarrillo, pero se le cavó el papel de sus dedos temblequean­tes. Se puso furioso y gruñó: «Creen que no tiene mérito el ser mujer y hacerse amar, pero yo sé muy bien lo que eso significa -exclamó, y se volvió otra vez hacia la niña. Yo lo comprendo —dijo—. Tal vez soy yo el único hombre que lo comprende.»

Su mirada vagó otra vez por la oscuridad de la calle. «La conozco aún sin haberla visto nunca -continuó suavemente-. Conozco sus luchas y sus derrotas. Es precisamente por esas de­rrotas por lo que resulta para mí el único ser amado. Desde ahora las mujeres tendrán otro rasgo distintivo nacido de sus derrotas. He dis­currido un nombre para esa condición. La llamo Uña y Carne. Discurrí este nombre cuando yo era un soñador auténtico y antes que mi cuerpo se envileciese. Es la condición de ser fuerte para ser amada. Es algo que los hombres necesitarían en­contrar en las mujeres, pero que no lo encuen­tran.»

El forastero se puso en pie y permaneció frente a Tom Hard. Su cuerpo se balanceaba atrás y adelante y parecía que iba a caerse; pero lo que hizo fue arrodillarse sobre la acera y llevar las manos de la niñita a sus labios de borracho, be­sándolas con éxtasis. «Sé Uña y Carne —díjole ansiosamente—. Atrévete a ser fuerte y valerosa. Ese es el camino. Arriésgalo todo. Ten valor su­ficiente para atreverte a que te amen. Sé algo más que un hombre o mujer. Sé Uña y Carne.»

El forastero se levantó y se alejó tambaleándo­se por la calle. Uno o dos días después subió a un tren y regresó a su casa de Cleveland. Aquella misma noche de verano, después de la conversa­ción frente al hotel, llevó Tom Hard la niña a la casa de un pariente que la había invitado a pasar la noche en su casa. Caminando por la oscuridad, bajo los árboles, se olvidó de la charla del foras­tero y volvió a concentrar su pensamiento en la búsqueda de argumentos capaces de destruir la fe cíe los hombres que creían en Dios. Llamó a su hija por su nombre y ésta se echó a llorar.

«No quiero que me llamen así —declaró—. Quiero que me llamen Uña y Carne, eso es, Uña y Carne Hard.» La niña lloraba tan desconsola­damente, que Tom Hard se enterneció y se puso a consolarla. Detúvose bajo un árbol, la tomó en sus brazos y empezó a acariciarla. «Vamos, sé buena» —díjole vivamente, pero ella no se tran­quilizó. Se entregó con abandono infantil a su dolor, y su voz rompió el sosiego nocturno de la calle. «Quiero ser Uña y Carne. Quiero ser Uña y Carne. Quiero ser Uña y Carne Hard», exclamó, moviendo la cabeza y sollozando, como si su energía infantil no pudiese sostener aquella vi­sión que las palabras del borracho habían des­pertado en ella ».

Sherwood Anderson

domingo, enero 22

El sobrino de Rameau

« La mentira que nos halaga se suele tragar glotonamente; pero la amarga verdad no se bebe más que gota a gota ».

Denis Diderot

The fool

« En la antiguedad, hubo un sabio estudioso de la biblia que decía no creer en Dios »

«Un día, mientras leía un versículo del libro sagrado tratando de interpretarlo, un hombre del pueblo entró en la biblioteca. 

- Gran maestro- le dijo- ¡Qué gusto encontrarlo! Hace mucho que deseaba conocerlo , porque yo soy ateo, como usted.

-Ahh... qué bien- dijo el maestro. Quizá puedas ayudarme en el análisis de este texto bíblico...

Y le extendió el libro en su dirección.

El hombre se apartó, diciendo:

-¿Yo...? No, yo no sé algo de la Biblia.

-¿Leerás entonces el Corán?- preguntó el anciano.

-¿El Corán? No.

-Te dedicarás por entero al Talmud, entonces...

-No, yo no tengo tiempo para esas cosas. Además, soy ateo.

- No te equivoques- dijo el sabio. Tú no eres ateo, tú eres simplemente ignorante ».

Anatomía de un día maravilloso

«Todo salió redondo, como si lo hubiera planeado »

« El despertador no se trabó. Al bañarse el jabón no se acabó y el agua no se enfrió. El pan no se quemó. Su hijo la besó espontáneamente. Consiguió asiento en el micro. Llevó paraguas y llovió. Vio un hombre muy guapo y el la miró. Le dijeron que era simpática. Cobró el saldo entero, sin descuentos...Alguien le contó un chiste nuevo, y era bueno. Sus pequeños perros saltaron para saludarlos. Su equipo de fútbol ganó 2 a 0. Una amiga la invitó a una fiesta. Su esposo le había cocinado su platillo favorito y después de cenar le confesó que tenía ganas de hacer el amor con ella.

Así, en un mismo día, todas las publicitadas cosas de la vida aparecieron rendidas a sus pequeños pies humanos.

-¿Es esto suficiente para ser felíz?- Le preguntó la luna. 

- No, pero es un gran aliciente para seguir adelante ».

sábado, enero 21

Charlas de café

« Hay personas, por todo extremo excelentes y respetuosas; respetarán tu mujer, tu honra, tu fama y tu dinero, todo, menos una cosa: tu tiempo ».


Santiago Ramón y Cajal

Quién


« Quien conoce los hombres, es hábil.
Quien se conoce a sí mismo, es sabio.
Quien vence a los otros, es fuerte.
Quien se vence a sí mismo, es invencible.
Quien se conforma con lo que tiene, es rico.
Quien mantiene su propósito, es firme.
Quien permanece donde encontró su hogar, perdura largamente.
Quien muere más no perece, tendrá longevidad »                                



Lao Tse

La profecía del prisionero

« Antes tú querías decir, y ahora sabes que nadie puede decir, sino sólo cantar; antes querías entrar en las almas ajenas, y ahora sabes que toda alma está sola, es inaccesible, rebelde, como tu alma misma. Y si quieres llegar a dominar, sabes que nada podría llegar a ser tuyo, ya que todo es tuyo.

Sé tu prisionero y carcelero. Sé como los pájaros de las montañas, morir entre las rocas.Y deja tu espalda más allá de la puerta, a los enigmáticos fantasmas que llamas ¨"los otros´". Si quieres ser tú, no los llames tus semejantes. Para ser semejante a ellos tienes que ser otro, tienes que ser distinto de ti.

Y piensa -¡terrible cosa!- que acaso, cada uno hará lo que tú te ves obligado a hacer, y cada uno se rebajará para conocer a los rebajados, se esconderá para encontrar a los escondidos, irá con máscara para reconocer a los enmascarados. Entonces no te rías más de tu locura, no odies tus palabras, no maldigas tu empresa. Todavía es tiempo de morir bien ».


Giovanni Papini

La maquina del tiempo

« Y tengo, para consolarme, dos extrañas flores blancas -encogidas ahora, ennegrecidas, aplastadas y fràgiles- para dar testimonio de que cuando la inteligencia y la fuerza hayan desaparecido, la gratitud y una mutua ternura viviràn aùn en el corazòn del hombre ».










H. G. Wells

viernes, enero 20

Indeseable


« No me deja pasar el guardia.
He traspasado el límite de edad.
Provengo de un país que ya no existe.
Mis papeles no están en orden.
Me falta un sello.
Necesito otra firma.
No hablo el idioma.
No tengo cuenta en el banco.
Reprobé el examen de admisión.
Cancelaron mi puesto en la gran fábrica.
Me desemplearon hoy y para siempre.
Carezco por completo de influencias.
Llevo aquí en este mundo largo tiempo.
Y nuestros amos dicen que ya es hora
de callarme y hundirme en la basura »


José Emilio Pacheco

El pintor de batallas

« - El hombre tortura y mata porque es lo suyo. Le gusta.

- ¿Lobo para el hombre, como dicen los filósofos?

- No insulte a los lobos. Son asesinos honrados: matan para vivir.

- ¿Y cuál es, a su juicio, la razón de que el hombre torture y mate por gusto?

- La inteligencia, supongo.

- Qué interesante.

- La crueldad objetiva, elemental, no es crueldad. La verdadera requiere cálculo. Inteligencia, como acabo de decir… Fíjese en las orcas.

- ¿Qué pasa con las orcas?

Entonces explicó qué pasaba con las orcas. Y contó cómo esos depredadores marinos de cerebro evolucionado, que operaban dentro de un complejo ambiente social comunicándose con sonidos refinados, se acercaban a las playas para capturar jóvenes focas que luego se lanzaban unos a otros a coletazos por el aire, jugando con ellas como si fueran pelotas, dejándolas escapar hasta el límite de la playa antes de capturarlas de nuevo, y seguían así, disfrutando, hasta que, cansadas del juego, las orcas abandonaban la maltrecha presa, descoyuntada, o la devoraban si tenían hambre. Aquello, concluyó, no era algo visto por él en la televisión u oído por ahí. Lo había fotografiado en una playa austral, durante la guerra de las Malvinas. Y aquellas orcas parecían humanas. 

- No sé si comprendo bien. ¿Quiere decir que cuanto más inteligente es el animal, más cruel puede ser?... ¿Qué un chimpancé es más cruel que una serpiente?

- No sé algo de chimpancés ni de serpientes. Ni siquiera de orcas. Verlas me hizo pensar, eso es todo. Tendrían sus motivos, supongo: lúdicos, de adiestramiento. Pero su exquisita crueldad me recordó la del hombre. Tal vez ellas no tengan conciencia de esa crueldad, y sólo cumplan los códigos de su naturaleza. Quizá el hombre haga lo mismo: ser fiel a la espantosa simetría de su inteligente naturaleza. 

- ¿Simetría?

- Eso es. Un científico la definiría como las propiedades estables del conjunto, pese a las transformaciones… Dicho de otro modo, que las apariencias engañan. Hay un orden oculto en el desorden, diría yo. Un orden que incluye el desorden. Simetrías y respuestas a simetrías. 

- Ya veo. Quiere decir que el malvado no puede evitar serlo.

- Digo que somos malvados y no podemos evitarlo. Que son las reglas de este juego. Que nuestra inteligencia superior hace más excelente y tentadora nuestra maldad… El hombre nació predador, como la mayor parte de los animales. Es su impulso irresistible. Volviendo a la ciencia, su propiedad estable. Pero a diferencia del resto de los animales, nuestra inteligencia compleja nos empuja a depredar bienes, lujos, mujeres, hombres, placeres, honores… Ese impulso nos llena de envidia, de frustración y de rencor. Nos hace ser, todavía más, lo que somos ».

Arturo Pérez Reverte

jueves, enero 19

El juego del ángel

« La envidia es la religión de los mediocres: Los reconforta, responde a las inquietudes que los roen por dentro y, en último término, les pudre el alma y les permite justificar su mezquindad y su codicia hasta creer que son virtudes y que las puertas del cielo sólo se abrirán para los infelices como ellos, que pasan por la vida sin dejar más huella que sus traperos intentos de hacer de menos a los demás y de excluir, y a ser posible destruir, a quienes, por el mero hecho de existir y de ser quienes son, ponen en evidencia su pobreza de espíritu, mente y redaños. Bienaventurado aquel al que ladran los cretinos, porque su alma nunca les pertenecerá ».

Carlos Ruiz Zafón

Como agua para chocolate

« - ¿Me quiere?
- No lo sé...
- Tita, respóndame.
- Le he dicho que no lo sé, déjeme pensarlo...
- ¿Cómo va a pensarlo? El amor no se piensa, se siente o no se siente »


Laura Esquivel

Poquita cosa

« Hace unos días invité a Yulia Vasilievna, la institutriz de mis hijos, a que pasara a mi despacho. Teníamos que ajustar cuentas.

—Siéntese, Yulia Vasilievna —le dije—. Arreglemos nuestras cuentas. A usted seguramente le hará falta dinero, pero es usted tan ceremoniosa que no lo pedirá por sí misma... Veamos... Nos habíamos puesto de acuerdo en treinta rublos por mes...
—En cuarenta...
—No. En treinta... Lo tengo apuntado. Siempre le he pagado a las institutrices treinta rublos... Veamos... Ha estado usted con nosotros dos meses...
—Dos meses y cinco días...
—Dos meses redondos. Lo tengo apuntado. Le corresponden por lo tanto sesenta rublos... Pero hay que descontarle nueve domingos... pues los domingos usted no le ha dado clase a Kolia, sólo ha paseado... más de tres días de fiesta...
A Yulia Vasilievna se le encendió el rostro y se puso a tironear el volante de su vestido, pero... ¡ni palabra!
—Tres días de fiesta... Por consiguiente descontamos doce rublos... Durante cuatro días Kolia estuvo enfermo y no tuvo clases... usted se las dio sólo a Varia... Hubo tres días que usted anduvo con dolor de muela y mi esposa le permitió descansar después de la comida... Doce y siete suman diecinueve. Al descontarlos queda un saldo de... hum... de cuarenta y un rublos... ¿no es cierto?
El ojo izquierdo de Yulia Vasilievna enrojeció y lo vi empañado de humedad. Su mentón se estremeció. Rompió a toser nerviosamente, se sonó la nariz, pero... ¡ni palabra!
—En víspera de Año Nuevo usted rompió una taza de té con platito. Descontamos dos rublos... Claro que la taza vale más... es una reliquia de la familia... pero ¡que Dios la perdone! ¡Hemos perdido tanto ya! Además, debido a su falta de atención, Kolia se subió a un árbol y se desgarró la chaquetita... Le descontamos diez... También por su descuido, la camarera le robó a Varia los botines... Usted es quien debe vigilarlo todo. Usted recibe sueldo... Así que le descontamos cinco más... El diez de enero usted tomó prestados diez rublos.

—No los tomé —musitó Yulia Vasilievna.
—¡Pero si lo tengo apuntado!
—Bueno, sea así, está bien.
—A cuarenta y uno le restamos veintisiete, nos queda un saldo de catorce...
Sus dos ojos se le llenaron de lágrimas...
Sobre la naricita larga, bonita, aparecieron gotas de sudor. ¡Pobre muchacha!
—Sólo una vez tomé —dijo con voz trémula— . Le pedí prestados a su esposa tres rublos... Nunca más lo hice...
—¿Qué me dice? ¡Y yo que no los tenía apuntados! A catorce le restamos tres y nos queda un saldo de once... ¡He aquí su dinero, querida! Tres... tres... uno y uno... ¡sírvase!
Y yo le tendí once rublos... Ella los cogió con dedos temblorosos y se los metió en el bolsillo.
—Merci —murmuró.
Yo pegué un salto y me eché a caminar por el cuarto. No podía contener mi indignación.
—¿Por qué merci? —le pregunté.
—Por el dinero.
—¡Pero si ya la he desplumado! ¡Demonios! ¡La he asaltado! ¡La he robado! ¿Por qué merci?
—En otros sitios ni siquiera me daban...
—¿No le daban? ¡Pues no es extraño! Yo he bromeado con usted... le he dado una cruel lección... ¡Le daré sus ochenta rublos enteritos! ¡Ahí están preparados en un sobre para usted! ¿Pero es que se puede ser tan apocada? ¿Por qué no protesta usted? ¿Por qué calla? ¿Es que se puede vivir en este mundo sin mostrar los dientes? ¿Es que se puede ser tan poquita cosa?
Ella sonrió débilmente y en su rostro leí: “¡Se puede!”

Le pedí disculpas por la cruel lección y le entregué, para su gran asombro, los ochenta rublos. Tímidamente balbuceó su merci y salió... La seguí con la mirada y pensé: ¡Qué fácil es en este mundo ser fuerte! »


Antón Chéjov
(Ucrania, 1860 - Alemania, 1904)

miércoles, enero 18

Chingar


«¿Quién es la Chingada? Ante todo, es la madre. No una madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la Maternidad, como la Llorona o la "sufrida madre mexicana" que festejamos el diez de mayo. La Chingada es la madre que ha sufrido, metafórica o realmente, la acción corrosiva e infamante implícita en el verbo que le da nombre. Vale la pena detenerse en el significado de esta voz »

« En la Anarquía del lenguaje en la América española, Darío Rubio examina el origen de esta palabra y enumera las significaciones que le prestan casi todos los pueblos hispanoamericanos. Es probable su procedencia azteca: chingaste es xinachtli (semilla de hortaliza) o xinaxtli (aguamiel fermentado). La voz y sus derivados se usan, en casi toda América y en algunas regiones de España, asociados a las bebidas alcohólicas o no: chingaste son los residuos o heces que quedan en el vaso, en Guatemala y El Salvador; en Oaxaca llaman chingaditos a los restos del café; en todo México se llama chínguere o, significativamente, piquete al alcohol; en Chile, Perú y Ecuador la chingana es la taberna; en España chingar equivale a beber mucho, a embriagarse; y en Cuba, un chinguirito es un trago de alcohol.

Chingar también implica la idea de fracaso. En Chile y Argentina se chinga un petardo, "cuando no revienta, se frustra o sale fallido". Y las empresas que fracasan, las fiestas que se aguan, las acciones que no llegan a su término, se chingan. En Colombia, chingarse es llevarse un chasco. En el Plata un vestido desgarrado es un vestido chingado. En casi todas partes chingarse es salir burlado, fracasar. Chingar, asimismo, se emplea en algunas partes de Sudamérica como sinónimo de molestar, zaherir, burlar. Es un verbo agresivo, como puede verse por todas esas significaciones: descolar a los animales, incitar o hurgar a los gallos, chunguear, chasquear, perjudicar, echar a perder, frustrar.

En México los significados de la palabra son innumerables. Es una voz mágica. Basta un cambio de tono, una inflexión apenas, para que el sentido varíe. Hay tantos matices como entonaciones: tantos significados como sentimientos. Se puede ser un chingón, un Gran Chingón (en los negocios, en la política, en el crimen, con las mujeres), un chingaquedito (silencioso, disimulado, urdiendo tramas en la sombra, avanzando cauto para dar el mazazo), un chingoncito. Pero la pluralidad de significaciones no impide que la idea de agresión en todos sus grados, desde el simple de incomodar, picar, zaherir, hasta el de violar, desgarrar y matar se presente siempre como significado último. El verbo denota violencia, salir de sí mismo y penetrar por la fuerza en otro. Y también, herir, rasgar, violar cuerpos, almas, objetos, destruir. Cuando algo se rompe, decimos: "se chingó". Cuando alguien ejecuta un acto desmesurado y contra las reglas, comentamos: "hizo una chingadera".

La idea de romper y de abrir reaparece en casi todas las expresiones. La voz está teñida de sexualidad, pero no es sinónima del acto sexual; se puede chingar a una mujer sin poseerla. Y cuando se alude al acto sexual, la violación o el engaño le prestan un matiz particular. El que chinga jamás lo hace con el consentimiento de la chingada. En suma, chingar es hacer violencia sobre otro. Es un verbo masculino, activo, cruel: pica, hiere, desgarra, mancha. Y provoca una amarga, resentida satisfacción en el que lo ejecuta.

Lo chingado es lo pasivo, lo inerte y abierto, por oposición a lo que chinga, que es activo, agresivo y cerrado. El chingón es el macho, el que abre. La chingada, la hembra, la pasividad pura, inerme ante el exterior. La relación entre ambos es violenta, determinada por el poder cínico del primero y la impotencia de la otra. La idea de violación rige oscuramente todos los significados. La dialéctica de "lo cerrado" y "lo abierto" se cumple así con precisión casi feroz.

El poder mágico de la palabra se intensifica por su carácter prohibido. Nadie la dice en público. Solamente un exceso de cólera, una emoción o el entusiasmo delirante, justifican su expresión franca. Es una voz que sólo se oye entre hombres, o en las grandes fiestas. Al gritarla, rompemos un velo de pudor, de silencio o de hipocresía. Nos manifestamos tales como somos de verdad. Las malas palabras hierven en nuestro interior, como hierven nuestros sentimientos. Cuando salen, lo hacen brusca, brutalmente, en forma de alarido, de reto, de ofensa. Son proyectiles o cuchillos. Desgarran. Los españoles también abusan de las expresiones fuertes. Frente a ellos el mexicano es singularmente pulcro. Pero mientras los españoles se complacen en la blasfemia y la escatología, nosotros nos especializamos en la crueldad y el sadismo. 

El español es simple: insulta a Dios porque cree en él. La blasfemia, dice Machado, es una oración al revés. El placer que experimentan muchos españoles, incluso algunos de sus más altos poetas, al aludir a los detritus y mezclar la mierda con lo sagrado se parece un poco al de los niños que juegan con lodo.

Hay, además del resentimiento, el gusto por los contrastes, que ha engendrado el estilo barroco y el dramatismo de la gran pintura española. Sólo un español puede hablar con autoridad de Onán y Don Juan. En las expresiones mexicanas, por el contrario, no se advierte la dualidad española simbolizada por la oposición de lo real y lo ideal, los místicos y los pícaros, el Quevedo fúnebre y el escatológico, sino la dicotomía entre lo cerrado y lo abierto. El verbo chingar indica el triunfo de lo cerrado, del macho, del fuerte, sobre lo abierto.

La palabra chingar, con todas estas múltiples significaciones, define gran parte de nuestra vida y califica nuestras relaciones con el resto de nuestros amigos y compatriotas. Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a la inversa. Esta concepción de la vida social como combate engendra fatalmente la división de la sociedad en fuertes y débiles. Los fuertes los chingones sin escrúpulos, duros e inexorables se rodean de fidelidades ardientes e interesadas. El servilismo ante los poderosos especialmente entre la casta de los "políticos", esto es, de los profesionales de los negocios públicos es una de las deplorables consecuencias de esta situación. Otra, no menos degradante, es la adhesión a las personas y no a los principios. Con frecuencia nuestros políticos confunden los negocios públicos con los privados. No importa. Su riqueza o su influencia en la administración les permite sostener una mesnada que el pueblo llama, muy atinadamente, de "lambiscones" (de lamer).

El verbo chingar maligno, ágil y juguetón como un animal de presa engendra muchas expresiones que hacen de nuestro mundo una selva: hay tigres en los negocios, águilas en las escuelas o en los presidios, leones con los amigos. El soborno se llama "morder". Los burócratas roen sus huesos (los empleos públicos). Y en un mundo de chingones, de relaciones duras, presididas por la violencia y el recelo, en el que nadie se abre ni se raja y todos quieren chingar, las ideas y el trabajo cuentan poco. Lo único que vale es la hombría, el valor personal, capaz de imponerse.La voz tiene además otro significado, más restringido. Cuando decimos "vete a la Chingada", enviamos a nuestro interlocutor a un espacio lejano, vago e indeterminado. Al país de las cosas rotas, gastadas. País gris, que no está en ninguna parte, inmenso y vacío. Y no sólo por simple asociación fonética lo comparamos a la China, que es también inmensa y remota. 

La Chingada, a fuerza de uso, de significaciones contrarias y del roce de labios coléricos o entusiasmados, acaba por gastarse, agotar sus contenidos y desaparecer. Es una palabra hueca. No quiere decir algo. Es la nada ».

El laberinto de la soledad 
Octavio Paz

Diario íntimo

« Si la razón me daña, quítame la razón 
y dame paz y salud aunque sea en la imbecilidad »


Miguel de Unamuno

El ardor de la sangre

« La forma en que un hombre bebe en compañía no tiene algún significado; pero cuando lo hace a solas revela, sin que él lo sepa, el fondo mismo de su alma. Hay un modo de hacer girar el vaso entre los dedos, una manera de inclinar la botella y mirar cómo cae el vino, de llevarse el vaso a los labios, de sobresaltarse y dejarlo bruscamente en la mesa cuando te llaman, de volver a cogerlo con una tosecilla afectada, de apurarlo cerrando los ojos, como si se bebiera olvido a tragos, que es la de un hombre intranquilo, agobiado por las preocupaciones o por un terrible problema »


Irène Némirovsky

martes, enero 17

Canto a mi mismo



« Nunca ha habido más comienzo que el que hay ahora,

ni más juventud ni vejez que la que hay ahora,
y nunca habrá más perfección que la que hay ahora,
ni más cielo ni infierno que el que hay ahora »


Walt Whitman

Piedras del camino

« Caerás
hasta llegar a la cima ».

Alejandro Jodorowsky

La danza de la realidad

« Un mal escritor es como una mancha de agua sobre el papel, se extiende rápido pero no tarda en evaporarse. Un buen escritor es como una gota de aceit.e: cuando cae hace una mancha pequeña, pero con el tiempo se va extendiendo hasta llenar toda la hoja ».

Alejandro Jodorowsky

Crónica del cambio

« Los recuerdos son como perros abandonados, vagabundos, nos rodean, nos miran, jadean, aúllan alzando la vista a la luna; querrías ahuyentarlos, pero no se marchan, te lamen ávidamente la mano, y cuando les das la espalda, te muerden... »


Imre Kertész

lunes, enero 16

Diario de 360º

« La relación erótica es tanto más perfecta cuanto en mayor número estén presentes los elementos que la componen, de acuerdo con una gradación semejante a la del espectro solar: afecto, amistad, amor, deseo, lascivia, perversión, exceso. La serie es abierta, en el sentido que puede dar comienzo con uno cualquiera de los elementos enumerados y, a partir de ahí, seguir adelante hasta completar el circuito »


Luis Goytisolo

Definición de amor

« Huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño:
esto es amor: quien lo probó lo sabe ».


Lope de Vega

domingo, enero 15

Tiempo de Marte

« ...Ahora comprendo qué es la psicosis: una alienación total de la percepción respecto de los objetos del mundo exterior, sobre todo de los objetos que importan: la gente afectuosa ¿Y qué ocupa su lugar? Una espantosa preocupación por... el inacabable ascenso y descenso de la marea del propio ser. Por los cambios que surgen de dentro y sólo afectan al mundo interior. Es una escisión tal de los dos mundos que ninguno registra los movimientos del otro. Ambos siguen existiendo, pero cada cual por su cuenta. Es la detención del tiempo. El fin de la experiencia, de cualquier cosa nueva. Una vez que una persona se ha vuelto psicótica, ya nunca le ocurren cosas »





Philip K. Dick

sábado, enero 14

Piso 31

« Levanté la vista de mi escritorio y busqué la ventana, como hacía a menudo, dando una tregua a mis ojos ya agotados tras completar una tarde de arduo trabajo »

« Me hubiera gustado poder lanzar mi mirada lejos, al horizonte, para facilitar su descanso, pero trabajo en unas torres que llaman gemelas aunque sería más correcto llamar siamesas por su cercanía; las habitaciones del hotel de la torre A, apenas unos metros más allá son el único consuelo visual que me queda.

Inicialmente atribuí al agotamiento lo que vi ...unos segundos más tarde, tras levantarme para acercarme a la ventana y aclararme los ojos lo confirmé: un hombre joven se había subido sobre la barandilla del balcón y, pensativo, miraba hacia la calle, lejana y ruidosa a 31 pisos de distancia. Mi primera reacción fue la de abrir la ventana y gritarle para atraer su atención, pero me detuve apenas un instante antes de hacerlo.

Todavía hoy sigo pensando a menudo en mi reacción, en mi no-reacción, en el curso que tomaron mis pensamientos ante una situación tan inusual, ante una imagen tan horrible. Al, como he dicho, primer impulso de salir a la ventana para gritarle, para llamar su atención, le siguió una pregunta, una duda que me atacó: ¿gritarle qué? ¿llamar su atención para qué? Aquel chico parecía dispuesto a lanzarse al vacío y no hay duda de que no se hubiera llevado a una situación límite como aquella sin haberla reflexionado, quizás buscó ayuda en su gente más cercana, ayuda profesional, ¿quién sabe? … no me pareció correcto interrumpir su momento, el momento culminante de una vida a la que se disponía a poner fin … yo no podía aparecer de repente, desde la ventana de enfrente gritándole: '¡No, no lo hagas!...¡eh, chico! ¡espera! ¡no lo hagas!' ..esas iban a ser las últimas palabras que iba a escuchar en su vida: 'No, no lo hagas': una orden, un imperativo de un desconocido. Si hubiera hecho caso a mi impulso hubiera tenido un lugar relevante en su biografía: las últimas palabras que iba a escuchar ... ¿con qué derecho? No, no podía hacerlo.

Fueron apenas unos segundos. Interminables. Hasta que le vi dar el paso definitivo. Mi mirada quedó fija en el balcón, ya vacío, incapaz de dirigir la mirada hacia la calle...

No, no le grité, no llamé su atención, pero él, segundos antes de lanzarse al vacío levantó la mirada y me vio. Se quedó mirandome fijamente unos segundos …creo .. ahora no sé que pasó realmente, si me lo he inventado para no sentir la culpa por mi silencio, pero … sí, es como si pudiera verlo ahora mismo … su mirada fija en la mía … un par de segundos ...y su sonrisa antes de lanzarse … sí, puedo verla ahora mismo con claridad, creo que me 'leyó', entendió el porqué de mi posición estática y silenciosa ... sí, era una sonrisa de gratitud, estoy convencido que lo entendió y que antes de terminar con su vida agradeció con una sonrisa mi respeto hacia su decisión ».


No es mi vida

Piso 31 II

« He tenido que esperar quince días para conseguir esta habitación, cada día he venido a preguntar si estaba disponible. Piso 31, con salida a la calle … sí,tenía que ser el piso 31 y no, no podía ser interior. 

Cerca ha estado de derrumbarse mi plan. La chica de recepción empezó a sospechar algo cuando le rechazaba una vez tras otra cualquier otra habitación que no estuviera en el piso 31... 'Tenemos una libre en el 30 y dos en la 32' … 'No, no me sirven', le decía … primero sonreía con simpatía, algo 'pillina' por decirlo de alguna manera; más tarde su sonrisa se forzó, mal disimulando un cierto temor ante una persona tan obsesionada por esa habitación. Era obvio que aquella fijación por el piso 31 sólo podía venir de alguien con algún tipo de trastorno ... pero no, sé que nunca ha sospechado cuál era realmente mi intención; le di a entender más o menos sutilmente que se trataba de una especie de juego con mi pareja, que era un número especial para nosotros y que quería sorprenderla con una noche de hotel en un piso 31 ...creo que nunca ha llegado a sospechar siquiera que el motivo real es una necesidad que yo llamo 'poética' … para culminar un suicidio.

Cuando la chica me ha dado la llave y me ha dicho sonriendo: '¡Por fin!', no he podido evitar una risa demasiado estridente que esta vez sí ha transformado su sonrisa en un gesto de temor.'¡Por fin!, sí', le he dicho '¡Por fin!, ¡vaya!, no se puede expresar mejor'.

31 años … piso 31 .. esta caída será un borrado, una limpieza de 31 años de vacío .. con eso, con una caída al vacío .. para llegar al suelo, año cero, con todo eliminado durante el proceso ... más despacio lo reciente, a gran velocidad lo más lejano en el tiempo … para morir sin dejar rastro, porque no hay algún rastro que quiera dejar. Sí, tengo alma de poeta, y no puedo irme de una forma vulgar, aunque de hecho nadie vaya a saber interpretar el porqué ... pero yo sí, es mi pequeña obra de arte que dejo para nadie … una especie de suicidio dadaísta.

Levanto la mirada antes de dar el último paso y veo a un tipo mirándome fijamente desde el edificio de oficinas frente al hotel. El estrecho balcón en el que estoy y su ventana están tan cerca que puedo fijarme en su gesto, en su mesa llena de papeles, en su ordenador; veo una estantería llena de enciclopedias y de libros que supongo de Derecho o quizás de Medicina, veo una gabardina en una percha junto a un paraguas, veo un calendario en la pared que señala el 30 de enero en caracteres quizás demasiado grandes … 30 de enero … ¡30 de enero! … ¡ese es el día de mi cumpleaños! ... ¡no puedo creerlo!, todos estos días esperando para conseguir la habitación en este piso y no me he parado a pensar ni un sólo momento que hoy es el día de mi cumpleaños, que hoy tengo ya 32 años. 

Todo mi montaje se convierte en ridículo. La vida me ha guardado esta última broma, parece que quiera reirse de mí, como de alguna forma lo ha hecho siempre …No puedo evitar sonreir ante lo absurdo de la situación … sí, lo mejor es sonreir antes de dar el último paso ».