lunes, octubre 19

En el laberinto

" — Sí, la situación es desesperada-respondió Haplo a su lado—. Lamento haberte metido en esto amigo mío.

— ¿De veras lo soy?-preguntó a Haplo con timidez.

— ¿Eres qué?

— Eso, eso que has dicho: amigo tuyo-apuntó con turbación.

— ¿Yo te he llamado así?-Haplo se encongió de hombros—. Seguramente se lo decía al perro-apuntó, pero acompaño sus palabras de una sonrisa.

— Sabes que no... — insistió Alfred rojo de satisfacción.

— Sí, Alfred, eres amigo mío.

Haplo le tendió una mano firme y poderosa, tatuada de runas azules en el revés.

Alfred alargó la suya, blanca, arrugada, de muñecas huesudas y huesos finos, con la piel fría y sudorosa de miedo.

Las dos manos se encontraron, se asieron y permanecieron firmemente encajadas.

Dos seres que se tendían la mano a través de una abismo de odio. En aquel momento, Alfred miró en su interior y se encontró. Y ya no tuvo miedo."


Margaret Weis

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