sábado, octubre 31
viernes, octubre 30
Piensa en mi
"Si tienes un hondo penar
piensa en mí;
Si tienes ganas de llorar
piensa en mí...”
(Agustín Lara)
En un día como hoy, pero de 1897, nace el compositor y cantante Agustín Lara, considerado en numerosas ocasiones como el Irving Berlín de la canción mexicana. Son incontables las canciones compuestas por este músico que han conquistado una fama imperecedera: “Granada” (inmortalizada por el tenor Mario Lanza), “Noche criolla”, “La Cumbancha”, “Noche de ronda”, “Solamente una vez” y “María bonita” son sólo algunas de las más célebres.
Transferencia y psicoanálisis
"Con este término (Transferencia) Freud y luego Lacan designan el vínculo que un analizante, paciente, establece con su analista, el cual es condición para que un análisis sea posible. Este vínculo se define en términos del afecto, del amor, si bien no queda de ello excluida la posibilidad del odio y la hostilidad. Un amor que no deja de enlazarse a un deseo de saber que puede producirse a raíz de dicho afecto. Se trata de un vínculo social inédito que el dispositivo analítico tiene la posibilidad de generar, y que es además sobre el cual se soporta la experiencia de análisis.
Es sabido que la experiencia de análisis tiene como uno de sus propósitos que el sujeto pueda acceder a su deseo inconsciente y a un saber sobre él. Esta relación que pudiese tener un sujeto con su propio deseo, en el cual el saber tiene lugar, se produce por la vía del amor, en el marco de la transferencia. Así, en la experiencia analítica, el amor es paso obligado para la emergencia del deseo, vía la transferencia.
Dicho vínculo entonces define el lugar del analizante y el del analista. El analizante: es el lugar del que está en falta, del deseante, ese sujeto que Lacan llamó dividido, cuyo deseo tiene en su causa un objeto. Y el analista, del cual se espera sepa ocupar el lugar que conviene para alojar ese objeto que causa el deseo del analizante, tal que dicho deseo se oriente en dirección de un saber sobre el inconsciente.
Es importante indicar que este objeto, el del deseo, recibe por parte de Lacan el nombre de objeto a, hacia 1957, es decir, antes del Seminario 8, antes de ampliar su concepto del mismo con el trabajo que desarrolla sobre el ágalma.
Ahora bien, no hay que olvidar que, a nivel del fenómeno, y de manera general, se puede decir que aquel que viene al analista lo hace por un sufrimiento que padece, del cual no sabe cómo liberarse; incluso puede no saber qué lo genera, al menos no de la manera suficiente para poder tratarlo por sí mismo.
No saber de su sufrimiento no significa necesariamente que quiera saber de ello; es el encuentro con el analista y el vínculo que allí se establezca, el que podrá hacer emerger esta posibilidad de desear saber de ello. Es decir, el lugar de analizante, en tanto sujeto deseante, y el del analista, como aquel que se ofrece para causar dicho deseo, no se dan solamente porque una persona visite a un analista, son pues dos lugares a producirse."
jueves, octubre 29
El futuro
"Y sé muy bien que no estarás.
No estarás en la calle
en el murmullo que brota de la noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia los completos en los subtes
ni en los libros prestados,
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás,
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré
amor mío
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás
y diré las cosas que sé decir
y comeré las cosas que sé comer
y soñaré los sueños que se sueñan.
Y sé muy bien que no estarás
ni aquí dentro de la cárcel donde te retengo,
ni allí afuera
en ese río de calles y de puentes.
No estarás para nada,
no serás mi recuerdo
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente trata de acordarse de ti".
Julio Cortázar
La vida de Yourcenar
"Diría que la vida no parece tener un designio definido. (O, si lo tiene, es a unas profundidades que no podemos alcanzar). Por otra parte, ya lo he dicho por boca de Adriano, y luego de Zenón. No creo en un designio irrevocablemente prescrito: lo cambiamos de continuo a medida que vivimos; es sin cesar mejorado o empeorado por nuestros actos. Creo, por otra parte, en el peso de las circunstancias que nos han precedido, en todo un pasivo o toda una experiencia de los que no somos responsables y que nos enseñan a ser humildes. Sin embargo, todo cambia sin cesar en nosotros y fuera de nosotros; aun las palabras que pronuncio en este momento me cambian."
M. Yourcenar.
Galey, Matthieu y Marguerite Yourcenar. Les yeux ouverts. Paris: Centurion, 1980. Pág. 269.
Aún no estoy muerto
Tal vez no concuerde con los recuerdos de los demás, pero es así como la recuerdo yo.
Siempre he creído que todos tenemos un obturador de cámara para ciertos momentos de la vida. Momentos en los que todos recordamos una escena de un modo diferente, o no recordamos en absoluto. A veces ese recuerdo puede marcar la vida de alguien y, sin embargo, para las otras personas ha caído en el olvido.”
Phil Collins
miércoles, octubre 28
Harry Potter y la piedra filosofal
—No sabía que se llamaba así, señor.
—Pero espero que te habrás dado cuenta de lo que hace, ¿no?
—Bueno… me mostró a mi familia y…
—Y a tu amigo Ron lo reflejó como capitán.
—¿Cómo lo sabe…?
—No necesito una capa para ser invisible —dijo amablemente Dumbledore—. Y ahora ¿puedes pensar qué es lo que nos muestra el espejo de Oesed a todos nosotros?
Harry negó con la cabeza.
—Déjame explicarte. El hombre más feliz de la tierra puede utilizar el espejo de Oesed como un espejo normal, es decir, se mirará y se verá exactamente como es. ¿Eso te ayuda?
Harry pensó. Luego dijo lentamente:
—Nos muestra lo que queremos… lo que sea que queremos…
—Sí y no —dijo con calma Dumbledore—. Nos muestra ni más ni menos que el más profundo y desesperado deseo de nuestro corazón. Para ti, que nunca conociste a tu familia, verlos rodeándote. Ronald Weasley, que siempre ha sido sobrepasado por sus hermanos, se ve solo y el mejor de todos ellos. Sin embargo, este espejo no nos dará conocimiento o verdad. Hay hombres que se han consumido ante esto, fascinados por lo que han visto. O han enloquecido, al no saber si lo que muestra es real o siquiera posible.»
J. K. Rowling
Blue beard
Max Frisch
Barba Azul
martes, octubre 27
Breviario de podredumbre ( Diógenes Laercio )
«No puede saberse lo que un hombre debe perder por tener el valor de pisotear todas las convenciones, no puede saberse lo que Diógenes ha perdido por llegar a ser el hombre que se lo permite todo, que ha traducido en actos sus pensamientos más íntimos con una insolencia sobrenatural como lo haría un dios del conocimiento, a la vez libidinoso y puro.
Nadie fue más franco; caso límite de sinceridad y lucidez al mismo tiempo que ejemplo de lo que podríamos llegar a ser si la educación y la hipocresía no refrenasen nuestros deseos y nuestros gestos.
“Un día un hombre le hizo entrar en una casa ricamente amueblada y le dijo: 'Sobre todo no escupas en el suelo'. Diógenes, que tenía ganas de escupir, le lanzó el lapo a la cara, gritándole que era el único sitio sucio que había encontrado para poder hacerlo”. (Diógenes Laercio).
¿Quién, después de haber sido recibido por un rico, no ha lamentado no disponer de océanos de saliva para verterlos sobre todos los propietarios de la tierra? Y, ¿quién no ha vuelto a tragarse su pequeño escupitinajo por miedo a lanzarlo a la cara de un ladrón respetado y barrigón? Somos todos ridículamente prudentes y tímidos: el cinismo no se aprende en la escuela. El orgullo, tampoco.
“Menipo, en su libro titulado La virtud de Diógenes, cuenta que fue hecho prisionero y vendido y que le preguntaron qué sabía hacer. Respondió: 'Mandar', y gritó al heraldo: 'Pregunta quién quiere comprar un amo'”.
El hombre que se enfrentaba con Alejandro y con Platón, que se masturbaba en la plaza pública (“Pluguiere al cielo que bastase también frotarse el vientre para no tener ya hambre”), el hombre del célebre tonel y de la famosa linterna, y que en su juventud fue falsificador de moneda (¿hay dignidad más hermosa para un cínico?), ¿qué experiencia debió tener de sus semejantes? Ciertamente la de todos nosotros, pero con la diferencia de que el hombre fue el único tema de su reflexión y de su desprecio. Sin sufrir las falsificaciones de ninguna moral ni de ninguna metafísica, se dedicó a desnudarle para mostrárnosle más despojado y más abominable que lo hicieron las comedias y los apocalipsis.
“Sócrates enloquecido”, le llamaba Platón. “Sócrates sincero”, así debía haberle llamado. Sócrates renunciando al Bien, a las fórmulas y a la Ciudad, convertido al fin en psicólogo únicamente. Pero Sócrates —incluso sublime— es aún convencional; permanece siendo maestro, modelo edificante. Sólo Diógenes no propone nada; el fondo de su actitud y la esencia del cinismo, está determinado por un horror testicular del ridículo de ser hombre.
El pensador que reflexiona sin ilusión sobre la realidad humana, si quiere permanecer en el interior del mundo y elimina la mística como escapatoria, desemboca en una visión en la que se mezclan la sabiduría, la amargura y la farsa; y, si escoge la plaza pública como espacio de su soledad, despliega su facundia burlándose de sus “semejantes” o paseando su asco, asco que hoy, con el cristianismo y la policía, no podríamos ya permitirnos.
Dos mil años de sermones y de códigos han edulcorado nuestra hiel; por otra parte, en un mundo con prisas, ¿quién se detendría para responder a nuestras insolencias o para deleitarse con nuestros ladridos?
Que el mayor conocedor de los humanos haya sido motejado de perro prueba que en ninguna época el hombre ha tenido el valor de aceptar su verdadera imagen y que siempre ha reprobado las verdades sin miramientos. Diógenes ha suprimido en él la fachenda.
¡Qué monstruo a los ojos de los otros!
Para tener un lugar honorable en la filosofía, hay que ser comediante, respetar el juego de las ideas y excitarse con falsos problemas.
En ningún caso el hombre tal cual es debe ser vuestra tarea. Siempre según Diógenes Laercio: “En los juegos olímpicos, habiendo proclamado el heraldo: 'Dioxipo ha vencido a los hombres', Diógenes respondió: 'Sólo ha vencido a esclavos, los hombres son asunto mío'”.
Y, en efecto, los venció como ningún otro, con armas más temibles que las de los conquistadores; él, que no poseía más que una alforja, el menos propietario de los mendigos, verdadero santo de la risotada. Tenemos que agradecer el azar que le hizo nacer antes de la llegada de la Cruz.
¿Quién sabe si, injertada en su desapego, una malsana tentación de aventura extra humana le hubiera inducido a llegar a ser un asceta cualquiera, canonizado más tarde y perdido en la masa de los bienaventurados y del calendario? Entonces es cuando se hubiera vuelto loco, él, el ser más profundamente normal, porque estaba alejado de toda enseñanza y toda doctrina. Fue el único que nos reveló el rostro repugnante del hombre. Los méritos del cinismo fueron empañados y pisoteados por una religión enemiga de la evidencia. Pero ha llegado el momento de oponer a las verdades del Hijo de Dios las de este “perro celestial” como le llamó un poeta de su tiempo».
Emil M. Cioran
(Précis de décomposition) es un libro escrito por E. M. Cioran en 1949, el cual le valió el reconocimiento del Premio Rivarol en 1950.
Arco iris
"A veces
Por supuesto
Usted sonríe
Y no importa lo linda
O lo fea
Lo vieja
O lo joven
Lo mucho
O lo poco
Que usted realmente
Sea
Sonríe
Cual si fuese
Una revelación
Y su sonrisa anula
Todas las anteriores
Caducan al instante
Sus rostros como máscaras
Sus ojos duros
Frágiles
Como espejos en óvalo
Su boca de morder
Su mentón de capricho
Sus pómulos fragantes
Sus párpados
Su miedo
Sonríe
Y usted nace
Asume el mundo
Mira
Sin mirar
Indefensa
Desnuda
Transparente
Y a lo mejor
Si la sonrisa viene
De muy
De muy adentro
Usted puede llorar
Sencillamente
Sin desgarrarse
Sin desesperarse
Sin convocar la muerte
Ni sentirse vacía
Llorar
Sólo llorar
Entonces su sonrisa
Si todavía existe
Se vuelve un arco iris".
Mario Benedetti
lunes, octubre 26
El tiempo de Voltaire
–¿Cuál es, de todas las cosas del mundo, la más larga y la más corta, la más rápida y la más lenta, la más divisible y la más extensa, la más abandonada y la más añorada, sin la cual nada se puede hacer, devora todo lo que es pequeño y vivifica todo lo que es grande?
Le tocaba hablar a Itobad. Contestó que un hombre como él no entendía nada de enigmas y que era suficiente con haber vencido a golpe de lanza. Unos dijeron que la solución del enigma era la fortuna, otros la tierra, otros la luz. Zadig consideró que era el tiempo.
–Nada es más largo, agregó, ya que es la medida de la eternidad; nada es más breve ya que nunca alcanza para dar fin a nuestros proyectos; nada es más lento para el que espera; nada es más rápido para el que goza. Se extiende hasta lo infinito, y hasta lo infinito se subdivide; todos los hombres le descuidan y lamentan su pérdida; nada se hace sin él; hace olvidar todo lo que es indigno de la posteridad, e inmortaliza las grandes cosas."
François-Marie Arouet
Tango de vuelta
"Uno se va contando despacito las cosas, imaginándolas al principio a base de Flora o una puerta que se abre o un chico que grita, después esa necesidad barroca de la inteligencia que la lleva a rellenar cualquier hueco hasta completar su perfecta telaraña y pasar a algo nuevo. Pero cómo no decirse que a lo mejor, alguna que otra vez, la telaraña mental se ajusta hilo por hilo a la de la vida, aunque decirlo venga de un puro miedo, porque si no se creyera un poco en éso ya no se podría seguir haciendo frente a las telarañas de afuera (...)"
Julio Cortázar
Donde el corazón te lleve
"Para mis adentros me decía que quien pasa indemne la adolescencia nunca se convertirá de verdad en una persona mayor. Pero , por la mañana, cuando me dabas el primer portazo en plena cara, ¡qué depresión, qué ganas de llorar! No conseguía encontrar en ningún lado la energía necesaria para mantenerte a raya. Si alguna vez llegas a los ochenta años, comprenderás que a esta edad nos sentimos como hojas a finales de septiembre. La luz del día dura menos y el árbol, poco a poco, empieza a acaparar para sí las sustancias nutritivas. Nitrógeno, clorofila y proteínas son reabsorbidas por el tronco y con ellos se van también la verdor y la elasticidad. Estamos todavía suspendidos en lo alto, pero sabemos que es cuestión de poco tiempo. Una tras otra van cayendo las hojas vecinas: las ves caer y vives en el terror de que se levante el viento. Para mí el viento eras tú, la vitalidad pendenciera de tu adolescencia. ¿Nunca te diste cuenta, tesoro? Hemos vivido sobre el mismo árbol, pero en estaciones diferentes..."
Susanna Tamaro
El viaje del elefante
"Ahora bien, dos hombres que tengan que caminar juntos durante dos o tres horas seguidas, incluso suponiendo que sea grande el deseo de comunicación, acabarán fatalmente, más pronto o más tarde, cayendo en silencios incómodos, quién sabe si odiándose. Alguno de estos hombres podría no ser capaz de resistir la tentación de empujar al otro desde lo alto de un ribazo. Razón tienen, por tanto, las personas que dicen que tres fue la cuenta que dios hizo, la cuenta de la paz, la cuenta de la concordia. Siendo tres, por lo menos, uno cualquiera podrá estar callado durante algunos minutos sin que se note demasiado. Lo malo es que uno de ellos, que haya estado pensando en eliminar al otro para quedarse con su fardel, por ejemplo, invite al tercero a colaborar en la reprensible acción, y éste le responda, pesaroso, —No puedo, ya estoy comprometido en ayudar para matarte a ti—".
José Saramago
domingo, octubre 25
Ensayo sobre la ceguera
José Saramago
sábado, octubre 24
Las uvas de la ira
"— No, señor — dijo—. Sencillamente no sé a dónde va a llegar este país. Ayuda social incluida.
Casy intervino:
— He estado recorriendo la región. Todo el mundo se pregunta eso. ¿A dónde vamos a llegar? A mí me parece que nunca llegamos a ninguna parte. Siempre estamos en camino, siempre yendo. ¿Por qué no piensa la gente en eso? Ahora hay movimiento, gente moviéndose. Sabemos porqué y también cómo. Porque se ven obligados a ello. Ésa es siempre la causa. porque aspiran a algo mejor de lo que tienen. Y esa es la única forma de conseguirlo. Lo quieren y lo necesitan, así se mueven y lo consiguen. Que le hieran es lo que hace que la gente se enfurezca hasta el punto de luchar. Yo he estado caminando por el campo y he oído a la gente hablar como usted.
El gordo bombeó la gasolina y la aguja del surtidor fue girando al registrar la cantidad.
— Sí, pero a dónde va a llegar todo esto. Eso es lo que quisiera saber.
Tom interrumpió irritado:
— Bueno, pues nunca lo sabrá. Casy intenta explicárselo y usted simplemente vuelve a hacer la misma pregunta. Ya he conocido antes a gente como usted. No es que pregunte nada; usted se limita a cantar una especie de canción: ¿A dónde vamos a llegar? Usted no quiere saberlo. La gente se está moviendo, yendo a distintos lugares. Hay gente muriendo a su alrededor. Quizá usted muera pronto, pero no sabrá nada. He visto demasiados tipos como usted. no quiere saber nada. Lo único que quiere es cantarse una nana para quedarse dormido: "¿A dónde vamos a ir?"
John Steinbeck
(1939)
El mundo por de dentro
"¿Tú por ventura sabes lo que vale un día? ¿Entiendes de cuánto precio es una hora? ¿Has examinado el valor del tiempo? Cierto es que no, pues así, alegre, le dejas pasar hurtado de la hora que fugitiva y secreta te lleva preciosísimo robo. ¿Quién te ha dicho que lo que ya fue volverá cuando lo hayas menester si le llamares? Dime ¿has visto algunas pisadas de los días? No, por cierto, que ellos sólo vuelven la cabeza a reírse y burlarse de los que así los dejaron pasar."
Francisco de Quevedo
viernes, octubre 23
Macbeth
"Duncan.-¿Quién va ahí?
Entran Ross y Angus.
Malcolm.- Es el digno Thane de Ross.
Lenox.- Que prisas tiene su mirada.
Ross.- Parece ser una persona con extrañas cosas que contar.
Duncan.- ¡Dios salve al Rey!
Ross.- ¿De dónde vienes, digno Thane?
Duncan.- De Fife, o gran Rey, donde las banderas noruegas desafían al cielo y espantan nuestro pueblo estremecido. El mismísimo Rey de Noruega, con sus hordas terribles, asistido por el más desleal de los traidores, el Thane de Cawdor, emprendió una lucha fatal cuando Macbeth, el prometido de Bellone, acorazado para la prueba, afrontado el rebelde en una lucha cuerpo contra cuerpo, punta contra punta, brazo contra brazo, cuando ha dominado su valor salvaje. Para concluir, la victoria nos ha sido propiciada.
Duncan.- ¡O felicidad!
Ross.- Si bien que ahora Swéno, Rey de Noruega, quiere entrar en recomposición. No le hemos dejado que enterase sus hombres sin que hubieses desembolsado en Saint-Colmes-Inch diez mil dólares para nuestro uso general.
Duncan.- No veremos más a ese Thane de Cawdor traicionar nuestro más querido interés. Id, que se pronuncie su muerte, y que del título que llevaba saludemos a Macbeth.
Ross.- No descansaré hasta que se haga.
Duncan.- Lo que ha perdido, el noble Macbeth lo ha ganado. (salen)"
William Shakespeare
jueves, octubre 22
La muerte
"¿Cómo pude dejar que se escapase entre mis dedos tanto don, no ser feliz, como, en efecto, no lo fui?
Remordimiento. Nunca volverá a ser mi cuerpo aquel que se asomaba, desde el crepúsculo al alba, sobre el abismo recién conocido de la ciudad. No volverá ya a ser el mundo nuevo, ropa de domingo a estrenar, recién planchada por la madre.
Nada sucederá ya por primera vez. Ni estupor ni deseo. Tampoco terror. Nada sucederá — salvo la muerte. Nada desconocido.
El cuerpo ha hecho envejecer, de un golpe, al mundo. No estrenará ya nada. Todo sabido. Hastío de sobrevivir, sobrevivirse: ¿sólo así, tolerable la espera de la muerte?
Así que, a fin de cuentas, ¿Era esto la vida? ¿Sólo esto? ¿Tanto tiempo de espera para esto?"
Gabriel Albiac
miércoles, octubre 21
Sefarad
"Eres en gran parte lo que otros saben o creen o dicen de ti, lo que ven al mirarte: pero quién eres cuando estás solo en la oscuridad y no puedes dormir, sólo tu cuerpo inmóvil y anclado a la cama, tu conciencia sin asideros, confrontada a la lentitud intolerable del tiempo, a su pura duración abstracta, porque no sabes la hora ni quieres encender la luz para no despertar a quien duerme a tu lado, no sabes si yaces todavía en lo más profundo de la noche o si se aproxima la primera claridad del amanecer."
Antonio Muñoz Molina
martes, octubre 20
Crónica de una muerte anunciada
¨El día en que lo iban a matar Santiago Nasar se levanto a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió salpicado por completo de cagada de mosca¨.
Gabriel García Márquez
lunes, octubre 19
En el laberinto
" — Sí, la situación es desesperada-respondió Haplo a su lado—. Lamento haberte metido en esto amigo mío.
— ¿De veras lo soy?-preguntó a Haplo con timidez.
— ¿Eres qué?
— Eso, eso que has dicho: amigo tuyo-apuntó con turbación.
— ¿Yo te he llamado así?-Haplo se encongió de hombros—. Seguramente se lo decía al perro-apuntó, pero acompaño sus palabras de una sonrisa.
— Sabes que no... — insistió Alfred rojo de satisfacción.
— Sí, Alfred, eres amigo mío.
Haplo le tendió una mano firme y poderosa, tatuada de runas azules en el revés.
Alfred alargó la suya, blanca, arrugada, de muñecas huesudas y huesos finos, con la piel fría y sudorosa de miedo.
Las dos manos se encontraron, se asieron y permanecieron firmemente encajadas.
Dos seres que se tendían la mano a través de una abismo de odio. En aquel momento, Alfred miró en su interior y se encontró. Y ya no tuvo miedo."
Margaret Weis
domingo, octubre 18
Undine
"La sirenita viene a visitarme de vez en cuando. Me cuenta historias que cree inventar, sin saber que son recuerdos. Sé que es una sirena, aunque camina sobre dos piernas. Lo sé porque dentro de sus ojos hay un camino de dunas que conduce al mar. Ella no sabe que es una sirena, cosa que me divierte bastante. Cuando ella habla yo simulo escucharla con atención pero, al mínimo descuido, me voy por el camino de las dunas, entro al agua y llego a un pueblo sumergido donde hay una casa, donde también está ella, sólo que con escamada cola de oro y una diadema de pequeñas flores marinas en el pelo. Sé que mucha gente se ha preguntado cuál es la edad real de las sirenas, si es lícito llamarlas monstruos, en qué lugar de su cuerpo termina la mujer y empieza el pez, cómo es eso de la cola. Sólo diré que las cosas no son exactamente como cuenta la tradición y que mis encuentros con la sirena, allá en el mar, no son del todo inocentes. La de acá, naturalmente, ignora todo esto. Me trata con respeto, como corresponde hacerlo con los escritores de cierta edad. Me pide consejos, libros, cuenta historias de balandras y prepara licuados de zanahoria y jugo de tomate. La otra está un poco más cerca del animal. Grita cuando hace el amor. Come pequeños pulpos, anémonas de mar y pececitos crudos. No le importa en absoluto la literatura. Las dos, en el fondo, sospechan que en ellas hay algo raro. No sé si debo decirles cómo son las cosas."
Abelardo Castillo
"Cuentos completos"
Alfaguara, Buenos Aires, 1997.
Un mago de Terramar
Miró otra vez el guijarro en el hueco de la mano.
—También una piedra es una cosa buena, sabes —siguió diciendo, en tono menos grave—. Si las Islas de Terramar fueran todas de diamante, tendríamos aquí una vida dura. Goza con las ilusiones, muchacho, y deja que las piedras sean piedras."
Ursula K. Le Guin.
sábado, octubre 17
La balada del café triste
"En primer lugar, el amor es una experiencia común a dos personas. Pero el hecho de ser una experiencia común no quiere decir que sea una experiencia similar para las dos partes afectadas. Están el amante y el amado, y cada uno de ellos proviene de regiones distintas. Con mucha frecuencia, el amado no es más que un estímulo para el amor acumulado durante años en el corazón del amante. No hay amante que no se dé cuenta de esto, con mayor o menor claridad; en el fondo, sabe que su amor es un amor solitario. Conoce entonces una soledad nueva y extraña, y ese conocimiento le hace sufrir. No le queda más remedio que una salida: alojar su amor en su corazón del mejor modo posible. Tiene que crearse un nuevo mundo interior, un mundo intenso, extraño y suficiente. Permítasenos añadir que este amante no ha de ser necesariamente un joven que ahorra para un anillo de boda, puede ser un hombre, una mujer, un niño, cualquier criatura humana sobre la tierra.
Y el amado puede presentarse bajo cualquier forma. Las personas más inesperadas pueden ser un estímulo para el amor. Por ejemplo, un hombre que es ya abuelo que chochea, y sigue enamorado de una muchacha desconocida que vio una tarde en las calles de Cheehaw, hace veinte años. Un predicador puede estar enamorado de una perdida. El amado podrá ser un traidor, un imbécil o un degenerado, y el amante ve sus defectos como todo el mundo, pero su amor no se altera lo más mínimo por eso. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor arrebatado, extravagante y bello como los lirios venenosos de las ciénagas. Un hombre bueno puede despertar una pasión violenta y baja, y en algún corazón puede nacer un cariño tierno y sencillo hacia un loco furioso. Es sólo el amante quien determina la valía y la cualidad de todo amor.
Por esta razón, la mayoría preferimos amar a ser amados. Casi todas las personas quieren ser amantes. Y la verdad es que, en el fondo, convertirse en amados resulta algo intolerable para muchos. El amado teme y odia al amante y con razón; pues el amante está siempre queriendo desnudar al amado, aunque esta experiencia no le cause más que dolor".
Carson McCullers
viernes, octubre 16
The catcher in the rye
"Lo que más me gusta de un libro es que te haga reir de vez en cuando. Leo un montón de clásicos como la vuelta del indígena y no están mal, y leo también muchos libros de guerra y de misterio, pero no me vuelven loco. Los que de verdad me gustan son esos que cuando terminas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por teléfono cuando quisieras. No hay muchos libros de esos. Por ejemplo, no me importaría llamar a Isak Dinesen, ni tampoco a Ring Lardner, sólo que D.B. me ha dicho que ya ha muerto."
J. D. Salinger
jueves, octubre 15
Root
"Pienso que cada instante
sobrevivido al caminar,
cada segundo de incertidumbre,
cada momento de no saber,
son la clave exacta de ese tejido"
A ti, nunca te encontré.
La llama
El libro que estoy leyendo me aguarda ahí, en la mesa, apagado. Al leerlo lo enciendo.
Si yo no lo encendiera, él no brillaría. Los libros no son películas: no arden en salas vacías, sin ojos espectadores. Los libros no son músicas: no suenan por error o por descuido, no se escuchan en radios que nadie oye, no hacen ruido de fondo. No son esculturas ni pinturas, tan quietas y abandonadas, tan ellas mismas pese a todo.
Los libros son luces apagadas. Mi libro me necesita para encenderse. Ahí está, cerrado y en apariencia inofensivo. Sólo en apariencia: deja que alguien lo lea y el libro arda, y verás cómo quema y cuánto alumbra. Y cuando así sucede, ni el agua ni el fuego logra extinguirlos: lo saben todos los tiranos. Apagar un libro consiste en no leerlo. Haz este experimento: déjalo a merced del viento, que el aire hojee sus páginas. ¿Qué sucede? Nada. No se enciende. No pide ser abierto sino leído.
Sólo nosotros podemos encenderlos. La llama que enciende todos los libros está en nuestros ojos. Vamos por ahí, tan tranquilos, nos despertamos y volvemos a acostarnos, contemplamos la tele o un rostro querido, un espejo o unas nubes, lo vemos todo sin encender nada, sólo los libros arden con la mirada. No sabemos cuántos libros encendemos al cabo del tiempo, cuántas páginas han ardido bajo nuestros ojos. Si te pones a pensar, no hay nada más extraño que leer. Vas leyendo y vas alumbrándote. Te gusta lo que lees, y te incendias."
José Carlos Somoza
miércoles, octubre 14
Escándalo en Bohemia
"El ingenio de una mujer desbarató los planes mejor trazados de Sherlock Holmes. En otro tiempo acostumbraba éste a bromear a propósito de la inteligencia de las mujeres; pero ya no le he vuelto a oir expresarse de ese modo en los últimos tiempos. Y siempre que habla de Irene Adler, o cuando hace referencia a su fotografía, le da el honrroso título de la mujer."
Arthur Conan Doyle
La sombra del viento
"— No hay derecho, no señor —comentó la Merceditas, apostada a la puerta de la librería, lejos de las manos de Fermín —. Pobrecillo, si es más bueno que el pan y no se mete con nadie. ¿Que le gusta vestirse de faraona y salir a cantar? ¿Y qué más dará? Es que la gente es mala.
Don Anacleto callaba, con la mirada baja.
— Mala no —objetó Fermín —. Imbécil, que no es lo mismo. El mal presupone una determinación moral, intención y cierto pensamiento. El imbécil o cafre no se para a pensar ni a razonar. Actúa por instinto, como bestia de establo, convencido de que hace el bien, de que siempre tiene la razón y orgulloso de ir jodiendo, con perdón, a todo aquel que se le antoja diferente a él mismo, bien sea por color, por creencia, por idioma, por nacionalidad o, como en el caso de Don Federico, por sus hábitos de ocio. Lo que hace falta en el mundo es más gente mala de verdad y menos cazurros limítrofes."
Carlos Ruiz Zafón
martes, octubre 13
El artista
"Un día nació en su alma el deseo de modelar la estatua del «Placer que dura un instante». Y marchó por el mundo para buscar el bronce, pues sólo podía ver sus obras en bronce.
Pero el bronce del mundo entero había desaparecido y en ninguna parte de la tierra podía encontrarse, como no fuese el bronce de la estatua del «Dolor que se sufre toda la vida».
Y era él mismo con sus propias manos quien había modelado esa estatua, colocándola sobre la tumba del único ser que amó en su vida. Sobre la tumba del ser amado colocó aquella estatua que era su creación, para que fuese muestra del amor del hombre que no muere nunca y como símbolo del dolor del hombre, que se sufre toda la vida.
Y en el mundo entero no había más bronce que el de aquella estatua.
Entonces cogió la estatua que había creado, la colocó en un gran horno y la entregó al fuego.
Y con el bronce de la estatua del «Dolor que se sufre toda la vida» modeló la estatua del «Placer que dura un instante»."
Oscar Wilde
Corazón: diario de un niño
“Los pobres aprecian la limosna de los niños porque no los humilla y porque los chicos, teniendo necesidad de todos, se parecen a ellos; por eso siempre suele haber pobres alrededor de las escuelas. La limosna de un hombre es un acto de caridad, pero la de los niños es a la vez caridad y una caricia ¿me entiendes? Es como si de una mano cayeran juntas una mano y una flor”.
Edmundo de Amicis
El signo de los cuatro
" — El reparto me parece muy poco justo — dije yo —. Usted lo ha hecho todo en este asunto. Yo me llevo una esposa. Jones se lleva la fama. ¿Quiere decirme qué queda para usted?
— Para mí — contestó Sherlock Holmes — queda todavía el frasco de cocaína."
Arthur Conan Doyle
lunes, octubre 12
El horror sobrenatural en la Literatura
"En Bierce, la evocación del horror se vuelve por primera vez no tanto la prescripción o la perversión de Poe y de Maupassant, como una atmósfera definida e inusitadamente precisa. Las palabras, tan sencillas que nos sentimos inclinados a atribuirlas a las limitaciones de un trabajo de encargo, adquieren un horror limpio, sin tour de force; en Maupassant, un compromiso nervioso del climax flagelado. Para Bierce, sencilla y sinceramente, el demonismo contiene en su atormentada muerte un medio legítimo y seguro para el final. Sin embargo, insiste constantemente en una táctica adecuación con la Naturaleza.
En La muerte del Halpin Frayser, las flores, el verdor, las ramas y hojas de los árboles, son elementos magníficamente colocados en contraste con la malignidad antinatural. El mundo de Bierce no es el mundo dorado de lo cotidiano, sino un mundo impregnado de misterio, de azul y de intensa obstinación de sueños. Sin embargo, curiosamente, la inhumanidad no está completamente ausente".
H.P. Lovecraft
En busca del tiempo perdido
"Hacía muchos años que —de Combray— todo lo que no era el teatro y el drama de mi acostar había dejado de existir para mí, cuando un día de invierno, al regresar a casa de mi madre —viendo que tenía frío— me propuso que, contra mi costumbre, tomara un poco de té. Al principio lo rechacé y —no sé por qué— después cambié de idea. Mandó a buscar uno de esos bizcochos, pequeños y rechonchos, llamados madeleines y que parecen moldeados en la acanalada valva de una vieira y, abrumado por aquel día sombrío y la perspectiva de un triste mañana, no tardé en llevarme a los labios una cucharada de té, en la que había dejado ablandarse un trozo de madeleine, pero en el preciso momento en el que tocó el paladar el sorbo mezclado con migas de bizcocho me estremecí, atento al extraordinario fenómeno que estaba experimentando. Me había invadido un placer delicioso, aislado, sin que tuviera yo idea de su causa. Al momento me habían vuelto indiferentes —como hace el amor— las vicisitudes de la vida, sus inofensivos desastres, su ilusoria brevedad, colmándome de una esencia preciosa: o, mejor dicho, esa esencia no estaba en mí sino que era yo. (...) ¿De dónde podía proceder aquel intenso alborozo? Yo sentía que estaba vinculado al gusto del té y del bizcocho, pero que lo superaba infinitamente, que no debía ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía? ¿Qué significaba? ¿Dónde aprehenderla? Bebí un segundo sorbo, en el que no encontré nada más que en el primero, y un tercero, que me aportó poco menos que el segundo. Más valía dejarlo: la virtud de la bebida parecía disminuir. Estaba claro que la verdad que yo buscaba no estaba en ella sino en mí. La había despertado, pero no la conocía, y no podía hacer otra cosa que repetir indefinidamente, cada vez con menor intensidad, aquel mismo testimonio que yo no sabía interpretar y que quería al menos poder solicitarle de nuevo y recuperar luego intacto, a mi disposición, mediante un esclarecimiento decisivo. Dejé la taza. Atendí a mi mente. A ella correspondía encontrar la verdad. Pero ¿cómo? Grave incertidumbre, todas las veces que la mente se siente sobrepasada por sí misma, cuando ella —la que busca— es al mismo tiempo el país obscuro en el que debe buscar y en el que de nada le servirá todo su bagaje. ¿Buscar? No sólo eso: crear. Está ante algo que no es aún y que sólo ella puede realizar y después hacer entrar en su luz."
Marcel Proust
Les étoiles du petit prince
"Las gentes tienen estrellas que no son las mismas.
Para unos, los que viajan, las estrellas son guías. Para otros, no son más que lucecitas. Para otros, que son sabios, son problemas. Para mi, hombre de negocios, eran oro. Pero todas esas estrellas no hablan. Tú tendrás estrellas como nadie las ha tenido.
—¿Qué quieres decir?
—Cuando mires al cielo, por la noche, como yo habitaré en una de ellas, como yo reiré en una de ellas, será para ti como si rieran todas las estrellas. ¡Tú tendrás estrellas que saben reír!
Y volvió a reír.
—Y cuando te hayas consolado (siempre se encuentra consuelo) estarás contento de haberme conocido. Serás siempre mi amigo. Tendrás deseos de reír conmigo. Y abrirás a veces tu ventana, así... por placer... Y tus amigos se asombrarán al verte reír mirando el cielo. Entonces les dirás: "Sí, las estrellas siempre me hacen reír", y ellos te creerán loco. Te habré hecho una mala jugada...
Y volvió a reír.
—Será como si te hubiera dado en lugar de estrellas... un montón de cascabelitos que saben reír...
Y volvió a reír. Después se puso serio:
—Esta noche... ¿sabes? No vengas.
—No me separaré de ti.
—Parecerá que sufro... Parecerá un poco que me muero. Es así. No vengas a verlo, no vale la pena...
—No me separaré de ti..."
Antoine de Saint-Exupéry
sábado, octubre 10
viernes, octubre 9
Rayuela
Julio Cortázar
La habitación cerrada
"Toda vida es inexplicable me repetía. Por muchos hechos que se cuenten, por muchos datos que se muestren, lo esencial se resiste a ser contado. Decir que fulanito nació aquí y fue allá, que hizo esto y aquello, que se casó con esta mujer y tuvo estos hijos, que vivió, que murió, que dejo tras de sí estos libros o esta batalla o ese puente, nada de eso nos dice mucho. Todos queremos que nos cuenten historias, y las escuchamos del mismo modo que las escuchábamos de niños. Nos imaginamos la verdadera historia dentro de las palabras y para hacer esto sustituimos a la persona del relato, fingiendo que podemos entenderle porque nos entendemos a nosotros mismos. Esto es una superchería. Existimos para nosotros mismos, quizá, y a veces incluso vislumbramos quiénes somos, pero al final nunca podemos estar seguros, y mientras nuestras vidas continúan, nos volvemos cada vez más opacos para nosotros mismos, más y más conscientes de nuestra propia incoherencia. Nadie puede cruzar la frontera que le separa de otro por la sencilla razón de que nadie puede tener acceso a si mismo."
Paul Auster
jueves, octubre 8
La tregua
"Pero ella estaba conmigo, podía sentirla, palparla, besarla. Podía decir simplemente: Avellaneda. Avellaneda es, además, un mundo de palabras. Estoy aprendiendo a inyectarle cientos de significados y ella también aprende a conocerlos. Es un juego. De mañana digo: Avellaneda, y significa: Buenos días (Hay un Avellaneda que es reproche, otro que es aviso, otro más que es disculpa.) Pero ella me malentiende a propósito para hacerme rabiar. Cuando pronuncio el Avellaneda que significa: Hagamos el amor, ella muy ufana contesta: ¿Te parece que me vaya ahora? ¡Es tan temprano!. Oh, los viejos tiempos en que Avellaneda era sólo un apellido, el apellido de la nueva auxiliar (sólo hace cinco meses que anoté: La chica no parece tener muchas ganas de trabajar, pero al menos entiende lo que uno le explica), la etiqueta para identificar a aquella personita de frente ancha y boca grande que me miraba con enorme respeto. Ahí está ahora, frente a mí, envuelta en su frazada. No me acuerdo cómo era cuando me parecía insignificante, inhibida, nada más que simpática. Sólo me acuerdo de cómo es ahora: una deliciosa mujercita que me atrae, que me alegra absurdamente el corazón, que me conquista. Parpadeé conscientemente, para que nada estorbara después. Entonces mi mirada la envolvió, mucho mejor que la frazada; en realidad, no era independiente de mi voz, que ya había empezado a decir: Avellaneda. Y esta vez me entendió perfectamente".
Mario Benedetti
miércoles, octubre 7
Obabakoak
" Encuadernados la mayoría en piel y severamente dispuestos en las estanterías, los libros de Esteban Werfell llenaban casi por entero las cuatro paredes de la sala; eran diez o doce mil volúmenes que resumían dos vidas, la suya y la de su padre, y que formaban, además, un recinto cálido, una muralla que lo separaba del mundo y que lo protegía siempre que, como aquel día de febrero, se sentaba a escribir. La mesa en que escribía - un viejo mueble de roble - era también, al igual que muchos de los libros, un recuerdo paterno; la había hecho trasladar, siendo aún muy joven, desde el domicilio familiar de Obaba.
Aquella muralla de papel, de páginas, de palabras, tenía sin embargo un resquicio; una ventana desde la que, mientras escribía, Esteban Werfell podía ver el cielo, y los sauces, y el estanque, y la caseta para los cisnes del parque principal de la ciudad. Sin romper su aislamiento aquella ventana se abría paso entre la oscuridad de los libros, y mitigaba esa otra oscuridad que, muchas veces, crea fantasmas en el corazón de los hombres que no han aprendido a vivir solos."
Bernardo Atxaga
martes, octubre 6
Visita ❤
"Muere lentamente quien no viaja, quien no lee,
quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo."
Pablo Neruda
lunes, octubre 5
domingo, octubre 4
sábado, octubre 3
viernes, octubre 2
Decálogo del populismo
El populismo en Iberoamérica ha adoptado una desconcertante amalgama de posturas ideológicas. Izquierdas y derechas podrían reivindicar para sí la paternidad del populismo, todas al conjuro de la palabra mágica “pueblo”. Populista quinta esencial fue el general Juan Domingo Perón, quien había atestiguado directamente el ascenso del fascismo italiano y admiraba a Mussolini al grado de querer “erigirle un monumento en cada esquina”. Populista postmoderno es el Comandante Hugo Chávez, quien venera a Castro hasta buscar convertir a Venezuela en una colonia experimental del “nuevo socialismo”. Los extremos se tocan, son cara y cruz de un mismo fenómeno político cuya caracterización, por tanto, no debe intentarse por la vía de su contenido ideológico sino de su funcionamiento. Propongo diez rasgos específicos.
1) El populismo exalta al líder carismático. No hay populismo sin la figura del hombre providencial que resolverá, de una buena vez y para siempre, los problemas del pueblo. “La entrega al carisma del profeta, del caudillo en la guerra o del gran demagogo -recuerda Max Weber- no ocurre porque lo mande la costumbre o la norma legal, sino porque los hombres creen en él. Y él mismo, si no es un mezquino advenedizo efímero y presuntuoso, ‘vive para su obra’. Pero es a su persona y a sus cualidades a las que se entrega el discipulado, el séquito, el partido”.
2) El populista no sólo usa y abusa de la palabra: se apodera de ella. La palabra es el vehículo específico de su carisma. El populista se siente el intérprete supremo de la verdad general y también la agencia de noticias del pueblo. Habla con el público de manera constante, atiza sus pasiones, “alumbra el camino”, y hace todo ello sin limitaciones ni intermediarios. Weber apunta que el caudillaje político surge primero en las ciudades-Estado del Mediterráneo en la figura del “demagogo”. Aristóteles (Política, V) sostiene que la demagogia es la causa principal de “las revoluciones en las democracias”, y advierte una convergencia entre el poder militar y el poder de la retórica que parece una prefiguración de Perón y Chávez: “En los tiempos antiguos, cuando el demagogo era también general, la democracia se transformaba en tiranía; la mayoría de los antiguos tiranos fueron demagogos.” Más tarde se desarrolló la habilidad retórica y llegó la hora de los demagogos puros: “ahora quienes dirigen al pueblo son los que saben hablar.” Hace veinticinco siglos esa distorsión de la verdad pública (tan lejana a la democracia como la sofística de la filosofía) se desplegaba en el Ágora real; en el siglo XX lo hace en el Ágora virtual de las ondas sonoras y visuales: de Mussolini (y de Goebbels) Perón aprendió la importancia política de la radio, que Evita y él utilizarían para hipnotizar a las masas. Chávez, por su parte, ha superado a su mentor Castro en utilizar hasta el paroxismo la oratoria televisiva.
3) El populismo fabrica la verdad. Los populistas llevan hasta sus últimas consecuencias el proverbio latino “Vox populi, Vox dei“. Pero como Dios no se manifiesta todos los días y el pueblo no tiene una sola voz, el gobierno “popular” interpreta la voz del pueblo, eleva esa versión al rango de verdad oficial, y sueña con decretar la verdad única. Como es natural, los populistas abominan de la libertad de expresión. Confunden la crítica con la enemistad militante, por eso buscan desprestigiarla, controlarla, acallarla. En la Argentina peronista, los diarios oficiales y nacionalistas -incluido un órgano nazi- contaban con generosas franquicias, pero la prensa libre estuvo a un paso de desaparecer. La situación venezolana, con la “ley mordaza” pendiendo como una espada sobre la libertad de expresión, apunta en el mismo sentido; terminará aplastándola.
4) El populista utiliza de modo discrecional los fondos públicos. No tiene paciencia con las sutilezas de la economía y las finanzas. El erario es su patrimonio privado, que puede utilizar para enriquecerse o para embarcarse en proyectos que considere importantes o gloriosos, o para ambas cosas, sin tomar en cuenta los costos. El populista tiene un concepto mágico de la economía: para él, todo gasto es inversión. La ignorancia o incomprensión de los gobiernos populistas en materia económica se ha traducido en desastres descomunales de los que los países tardan decenios en recobrarse.
5) El populista reparte directamente la riqueza. Lo cual no es criticable en sí mismo (sobre todo en países pobres, donde hay argumentos sumamente serios para repartir en efectivo una parte del ingreso, al margen de las costosas burocracias estatales y previniendo efectos inflacionarios), pero el populista no reparte gratis: focaliza su ayuda, la cobra en obediencia. “¡Ustedes tienen el deber de pedir!”, exclamaba Evita a sus beneficiarios. Se creó así una idea ficticia de la realidad económica y se entronizó una mentalidad becaria. Y al final, ¿quién pagaba la cuenta? No la propia Evita (que cobró sus servicios con creces y resguardó en Suiza sus cuentas multimillonarias) sino las reservas acumuladas en décadas, los propios obreros con sus donaciones “voluntarias” y, sobre todo, la posteridad endeudada, devorada por la inflación. En cuanto a Venezuela (cuyo caudillo parte y reparte los beneficios del petróleo), hasta las estadísticas oficiales admiten que la pobreza se ha incrementado, pero la improductividad del asistencialismo (tal como Chávez lo practica) sólo se sentirá en el futuro, cuando los precios se desplomen o el régimen lleve hasta sus últimas consecuencias su designio dictatorial.
6) El populista alienta el odio de clases. “Las revoluciones en las democracias -explica Aristóteles, citando “multitud de casos”- son causadas sobre todo por la intemperancia de los demagogos.” El contenido de esa “intemperancia” fue el odio contra los ricos; “unas veces por su política de delaciones … y otras atacándolos como clase, [los demagogos] concitan contra ellos al pueblo.” Los populistas latinoamericanos corresponden a la definición clásica, con un matiz: hostigan a “los ricos” (a quienes acusan a menudo de ser “antinacionales”), pero atraen a los “empresarios patrióticos” que apoyan al régimen. El populista no busca por fuerza abolir el mercado: supedita a sus agentes y los manipula a su favor.
7) El populista moviliza permanentemente a los grupos sociales. El populismo apela, organiza, enardece a las masas. La plaza pública es un teatro donde aparece “Su Majestad El Pueblo” para demostrar su fuerza y escuchar las invectivas contra “los malos” de dentro y fuera. “El pueblo”, claro, no es la suma de voluntades individuales expresadas en un voto y representadas por un parlamento; ni siquiera la encarnación de la “voluntad general” de Rousseau, sino una masa selectiva y vociferante que caracterizó otro clásico (Marx, no Carlos sino Groucho): “El poder para los que gritan ‘¡el poder para el pueblo!'”.
8) El populismo fustiga por sistema al “enemigo exterior”. Inmune a la crítica y alérgico a la autocrítica, necesitado de señalar chivos expiatorios para los fracasos, el régimen populista (más nacionalista que patriota) requiere desviar la atención interna hacia el adversario de fuera. La Argentina peronista reavivó las viejas (y explicables) pasiones antiestadounidenses que hervían en Iberoamérica desde la Guerra del 98, pero Castro convirtió esa pasión en la esencia de su régimen: un triste régimen definido por lo que odia, no por lo que ama, aspira o logra. Por su parte, Chávez ha llevado la retórica antiestadounidense a expresiones de bajeza que aun Castro consideraría (tal vez) de mal gusto. Al mismo tiempo hace representar en las calles de Caracas simulacros de defensa contra una invasión que sólo existe en su imaginación, pero que un sector importante de la población venezolana (adversa, en general, al modelo cubano) termina por creer.
9) El populismo desprecia el orden legal. Hay en la cultura política iberoamericana un apego atávico a la “ley natural” y una desconfianza a las leyes hechas por el hombre. Por eso, una vez en el poder (como Chávez), el caudillo tiende a apoderarse del Congreso e inducir la “justicia directa” (“popular”, “bolivariana”), remedo de una “Fuenteovejuna” que, para los efectos prácticos, es la justicia que el propio líder decreta. Hoy por hoy, el Congreso y la Judicatura son un apéndice de Chávez, igual que en la Argentina lo eran de Perón y Evita, quienes suprimieron la inmunidad parlamentaria y depuraron, a su conveniencia, el Poder Judicial.
10) El populismo mina, domina y, en último término, domestica o cancela las instituciones de la democracia liberal. El populismo abomina de los límites a su poder, los considera aristocráticos, oligárquicos, contrarios a la “voluntad popular”. En el límite de su carrera, Evita buscó la candidatura a la Vicepresidencia de la República. Perón se negó a apoyarla. De haber sobrevivido, ¿es impensable imaginarla tramando el derrocamiento de su marido? No por casualidad, en sus aciagos tiempos de actriz radiofónica, había representado a Catalina la Grande. En cuanto a Chávez, ha declarado que su horizonte mínimo es el año 2020.
¿Por qué renace una y otra vez en Iberoamérica la mala yerba del populismo? Las razones son diversas y complejas, pero apunto dos. En primer lugar, porque sus raíces se hunden en una noción muy antigua de “soberanía popular” que los neoescolásticos del siglo XVI y XVII propagaron en los dominios españoles, y que tuvo una influencia decisiva en las guerras de Independencia desde Buenos Aires hasta México. El populismo tiene, por añadidura, una naturaleza perversamente “moderada” o “provisional”: no termina por ser plenamente dictatorial ni totalitario; por eso alimenta sin cesar la engañosa ilusión de un futuro mejor, enmascara los desastres que provoca, posterga el examen objetivo de sus actos, doblega la crítica, adultera la verdad, adormece, corrompe y degrada el espíritu público.
Desde los griegos hasta el siglo XXI, pasando por el aterrador siglo XX, la lección es clara: el inevitable efecto de la demagogia es “subvertir la democracia”.
Enrique Krauze