« Le parecía estar encerrada en una caverna rodeada de riquezas incontables que se hacían cada vez mayores y amenazaban asfixiarla. Y no había salida. Nadie podía llegar hasta ella y ella no se podía hacer notar, tan aplastada estaba bajo una montaña de tiempo.
Incluso llegaron horas en que deseaba no haber oído nunca la música ni haber visto los colores. No obstante, si le hubiesen dado a elegir, no habría renunciado a ese recuerdo por nada del mundo. Aunque se hubiera muerto por ello. Pues eso era lo que vivía ahora: que hay riquezas que lo matan a uno si no puede compartirlas »
Michael Ende